Por lo visto, la entidad sionista no las tiene todas consigo en su campaña de exterminio de la población de Gaza, según admiten sus propios medios propagandísticos. “El ejército necesita más gente” titulan en sus portadas, añadiendo que los ultraortodoxos serán obligados a integrarse a sus filas a partir del 1 de abril, ahora que el Fiscal General ha rechazado el pedido del Gobierno de Netanyahu de una extensión de 30 días más “para normalizar el reclutamiento”. Como sabéis, la comunidad ultraortodoxa de Israel ha estado generalmente exenta del servicio militar obligatorio. A lo largo de los años, el Estado sionista intento cambiar esto, pero estos fracasaron en gran medida, en parte porque el país no aprobó una ley que regularía su servicio. Yanki Farber, un periodista ultraortodoxo de la ciudad de Bnei Brak, en el centro de Israel, no es un representante típico de la comunidad ultraortodoxa, que actualmente cuenta con 1,25 millones de personas, o aproximadamente el 12,5% de la población. Al cumplir 18 años, Farber se inscribió en las FDI y, luego de su liberación, unos tres años más tarde, en ocasiones fue llamado a filas. Cuando tuvieron lugar los acontecimientos del 7 de octubre del 2023 - con militantes de Hamás que humillaron al ejército sionista lanzando un ataque mortal contra las comunidades del sur de Israel - se puso de nuevo su uniforme militar y fue a servir. Pero Farber es una excepción, no la regla. Históricamente, los judíos ultraortodoxos, que eran una minoría cuando se estableció artificialmente el Estado de Israel en territorio palestino en1948, recibieron exenciones del servicio militar. En aquel entonces, se acordó que servirían al Estado “mediante la oración”, aunque algunos se alistaron en las FDI, especialmente en tiempos de guerra y en ciudades que fueron atacadas por ejércitos árabes. En la década de 1990, cuando su población empezó a crecer, Israel intentó animarlos a servir, pero a pesar de sus esfuerzos, las FDI sólo lograron reclutar a 31 de ellos en 1999. Con el paso de los años, la situación ha mejorado significativamente. En el 2016, el total ascendió a 2.850. Recientemente, el ejército anunció que tiene alrededor de 6.000 soldados ultraortodoxos en sus filas. Los acontecimientos del 7 de octubre también han dado un impulso a las cifras, aunque esto sigue siendo sólo una gota en el océano. "La mayoría de los haredis (como se les denomina) no sirven porque temen que en el ejército estarán expuestos a una variedad de opiniones diferentes", dijo Farber. “Allí es probable que se encuentren con soldados de la comunidad LGBT, drusos y beduinos. Servirán con mujeres y este encuentro puede hacerles cambiar de opinión. Esto puede debilitar sus creencias religiosas, algo que preocupa a los rabinos”, añadió. Pero Ronen Koehler - un coronel israelí en las reservas y uno de los activistas clave de Achim Laneshek (Hermanos de Armas), una organización que une a los reservistas que luchan por la igualdad en el servicio militar - dice que las raíces del problema son mucho más profundas. “Es cierto que los rabinos ultraortodoxos no quieren exponer a su generación más joven a la modernidad enviándolos a las FDI. Pero lo que también es cierto es que cuantos más estudiantes tienen, más dinero recibe su ieshivá (escuela religiosa). Lo tratan como un negocio y no tienen planes de aflojar su control”. En el 2021, se estimó que Israel gastó 83 millones de dólares al año para mantener a los 54.000 jóvenes estudiantes de ieshivá. Además, desembolsó 248 millones de dólares al año para estudiantes religiosos con familias. Este presupuesto se incrementó en el 2023 para atender a la población haredí en rápido crecimiento, y los expertos creen que estos fondos seguirán creciendo. Este gasto excesivo frustra a Koehler, pero también está furioso por las repercusiones de esta política en la sociedad israelí. “Se sientan en la ieshivá hasta los 26 años, luego de lo cual quedan automáticamente exentos del servicio militar. No estudian materias básicas. Tampoco aprenden para una determinada profesión. Entonces cuando terminan sus estudios, no tienen trabajo. No pueden integrarse al mercado, se convierten en una carga para la economía y todo el país está pagando el precio” expreso. Pero para Koehler no se trata sólo de dinero. También se trata de igualdad y principios. “Es inaceptable que un joven secular de 18 años que acaba de terminar sus estudios vaya obligatoriamente a las FDI, donde pasará tres años de su vida, mientras que su par religioso no hará lo mismo. No estoy diciendo que todos - incluidos los ultra ortodoxos - necesiten ir a unidades de combate. Pero sí necesitan servir al Estado, ya sea como voluntarios en hospitales, escuelas, en unidades cibernéticas o en cualquier otra cosa” añadió. Por extraño que parezca, el gobierno israelí, encabezado por el primer ministro Benjamín Netanyahu, lo ve de otra manera. En diciembre del 2023, a dos meses del estallido de la guerra, la Knesset (Parlamento) aprobó una ley que aumentó la edad a la que se concede la exención del servicio militar, elevándola de 40 a 41 años para los reservistas ordinarios y de 45 a 46 años para los oficiales. Además, la Knesset está considerando la posibilidad de aumentar el número de días que los reservistas están obligados a servir. En este momento, los reservistas israelíes dan al Estado 54 días a lo largo de tres años. El plan es que ahora tendrán que prestar servicio 42 días al año, o 126 en total. Pero a los ultraortodoxos que son una carga cada vez más pesada para el Estado, no los toca. "Esta política contradice cualquier sentido común", dijo Koehler. “Está claro que ahora a causa de la guerra el ejército necesita más gente, no hay quejas al respecto. Pero en lugar de resolver el problema aumentando el número de reclutas, cargan aún más a quienes ya sirven. Crea desigualdad y frustración porque quienes se alistan no tienen una vida y también enfrentan una actitud dura por parte de sus empleadores”, añadió. Esta frustración se ha traducido en acción. El jueves pasado, miles de personas se reunieron en Tel Aviv para exigir igualdad de trato con respecto al servicio de las FDI. Los manifestantes instaron al gobierno a reclutar a los haredíes y aprobar una ley que regularía su servicio. Pero el gobierno de Netanyahu ha estado dando largas porque ese grupo es su bolsón electoral. Durante años, grupos liberales han apelado ante el Tribunal Superior de Justicia, instándolo a obligar al gobierno a adoptar una ley que equipararía a los haredíes con los seculares en lo que respecta al servicio militar. También quieren que el Estado deje de financiar instituciones religiosas que no envían a sus estudiantes que no son elegibles para una exención al ejército. En el 2017, finalmente se dictaminó que debía derogarse el capítulo de la ley de servicios de seguridad que trataba del aplazamiento del servicio ultraortodoxo. Sin embargo, cada año se permitió al gobierno prolongarlo, hasta que finalmente expiró en el 2023. Al gobierno de Netanyahu, que depende de los partidos religiosos para seguir en el poder, se le dio hasta el 31 de marzo del 2024 para elaborar una ley concreta que regularía el reclutamiento de los haredis, pero el primer ministro pidió el 28 de marzo una extensión de 30 días más para normalizar el reclutamiento. Sin embargo, su fiscal general ha expresado una opinión diferente, instando al Tribunal Superior a recortar la financiación de las ieshivá y comenzar el alistamiento de los haredíes desde este 1 de abril. El fiscal ha enviado a los ministerios de Educación y Defensa una carta pidiéndoles que comiencen ya a trabajar en un sistema de enrolamiento estable. Pero esta medida, de momento, ya no sólo amenaza a la vida particular de cada "eterno estudiante", sino a la supervivencia del propio Gobierno de Israel, más denostado que nunca: el premier, del partido Likud -lo que antes era la derecha clásica- se alió tras las últimas elecciones con la ultraderecha religiosa y nacionalista y depende de sus votos para seguir en el cargo. Estos partidos, especialmente el Shas y Judaísmo Unido de la Torá, reniegan del reclutamiento de los suyos, los ultraortodoxos, y amenazan ya con romper la coalición: "preferimos morir antes que reclutarnos" advierten. Para los liberales, sin embargo, puede que esta medida no sea suficiente. “Siguieron posponiendo esta ley año tras año. Ahora se acabó el tiempo... si este gobierno decide que respetará la ley (la decisión del Tribunal Superior) y aprueba la legislación, será bueno para todos, pero hasta ahora no lo hace”, dijo Koehler. “Desafortunadamente, este gobierno demostró una y otra vez que no tiene ningún problema en violar la ley e ignorar el fallo de la Corte. Al haber ocurrido nuevamente, cualquier cosa puede pasar”, añadió. Varios grupos liberales han comenzado a salir a las calles en protesta exigiendo que los haredíes sean también llamados a filas, especialmente ahora, cuando las FDI necesitan urgentemente 10.000 personas para continuar con su tarea de genocidio en Gaza. También se espera que los liberales exijan que se reduzca significativamente el dinero que Israel gasta en yeshivá y diversas instituciones religiosas. Pero Farber, quien estudió en la ieshivá, dice que este enfoque nunca funcionará. “Aplicar la fuerza no funcionará. Si se aprueba dicha ley, los haredíes abandonarán el gobierno, colapsarán la coalición y pasarán a formar parte de la oposición. Allí esperarán días mejores, cuando venga otro gobierno y les dé lo que quieren. Una cosa es segura: no enviarán a sus jóvenes a las FDI”. Koehler es consciente de las sensibilidades. Él tampoco cree en la fuerza. Más bien, está seguro de que se puede convencer a los haredíes de que el servicio militar puede beneficiarles a largo plazo. “Necesitamos explicarles que al servir, terminan obteniendo más dinero que pueden utilizar para financiar a sus familias. Luego de terminar el servicio militar, tienen la oportunidad de ganar 35.000 NIS (aproximadamente 9.600 dólares) en lugar de trabajar como profesor de ieshivá y ganar 5.000 NIS por mes (USD 1.370) . Los rabinos no lo entenderán, pero la generación más joven sí, y tenemos que hablar con ellos”. ¿Qué sucede si convencer a los haredíes no funciona y el gobierno, que necesita su apoyo para permanecer en el poder, sigue retrasando la aprobación de la ley? Koehler promete que su equipo no se quedará de brazos cruzados. “Somos personas responsables y no quemaremos el estado si llega el caso. Pero cada día que pasa, vemos más y más injusticia. Somos testigos de más ejemplos de cómo el gobierno actúa ilegalmente y nuestra ira y frustración aumentan. Un día también podría explotar”, advirtió.
Últimamente, el lobo se ha convertido en una fuente de tensión social y política en Europa. Perseguido implacablemente en años anteriores casi hasta su extinción, el relativo éxito de conservación en todo el continente para salvar la especie ha generado interesadas llamadas “a la acción” por parte de políticos “preocupados” y de grupos de ganaderos y cazadores. Por su parte, la Comisión Europea ha propuesto un cambio en su estatus internacional, de “estrictamente protegido” a “protegido”, que podría permitir volver a cazar lobos. Sin embargo, cambiar el estatus de protección no es la mejor solución. Especialmente teniendo en cuenta que sólo tres de las nueve poblaciones de lobo de la UE han alcanzado el estado de conservación favorable. En lugar de ello, quizá haya llegado el momento de volver a centrarnos en aprender a convivir - de nuevo - con los lobos. Las estrategias de prevención probadas hasta ahora, como el vallado y el uso de perros guardianes, desempeñan un papel fundamental en este sentido. La cuestión podría abordarse también desde una perspectiva filosófica, planteándonos cómo convivir y cultivar los principios y valores éticos que sustentan una coexistencia satisfactoria. En esta tarea, la obra del filósofo medioambiental noruego Arne Næss (1912-2009) podría ser de ayuda. Næss es conocido como el padre de la “ecología profunda”, una teoría ética que sostiene que toda vida tiene un valor intrínseco. Næss sostenía que todos los seres, humanos o no, tienen el mismo derecho a existir y prosperar, un principio que denominó “igualitarismo biosférico”. En lo que se refiere a los lobos, Næss fue claro: los lobos tienen tanto derecho a estar aquí como nosotros. Næss escribió un ensayo con el biólogo Ivar Mysterud en el que afirmaba: “El bienestar de la especie lobo como parte de la vida humana y no humana en la Tierra tiene valor en sí mismo”. En consecuencia, argumentaban, “¡los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, incluidos los hábitats y razas del lobo, salvo para satisfacer necesidades vitales!”. A pesar de este desafío ostensiblemente radical a las normas éticas centradas en el ser humano, Næss demostró un enfoque pragmático en la forma de aplicar en la práctica el principio del igualitarismo biosférico. Por ejemplo, tuvo en cuenta los importantes factores contextuales de las interacciones locales entre lobos y humanos: “Para algunos pastores, la necesidad de proteger a sus ovejas de los lobos o de ser compensados de algún modo es hoy vital. Significa proteger la base de su economía y el hogar donde han vivido durante generaciones.” Además de los intereses humanos, también se toma en serio la obligación moral de reducir el sufrimiento de las ovejas y otros animales domésticos. Esto es especialmente importante porque los humanos han reducido la capacidad de estas especies para eludir a los lobos. Los muflones, antepasados salvajes de las ovejas domésticas, hacen todo lo posible por evitar a los grandes depredadores huyendo a las montañas. En cambio, tras miles de años de cría selectiva, el ganado moderno tiene menos defensas y se ve abandonado a su suerte en campos cercados. Næss evitó dar una respuesta única a la cuestión de los lobos (una postura por la que otros académicos le criticaron). Pero su interés por articular principios éticos generales que sirvan de telón de fondo para las decisiones contextuales puede tener importancia en el debate sobre la recuperación de la naturaleza salvaje. Por ejemplo, Næss utilizó el término “comunidad mixta” para definir los lugares habitados por personas y aquellas especies que desempeñan un papel clave en los asuntos humanos. Desafiando la tendencia a definir la comunidad sólo en términos humanos, Næss sostuvo que este enfoque ayuda a “derribar algunas de las barreras comúnmente erigidas entre los humanos y cualquier otra forma de vida dentro de nuestro espacio común”. De este modo, se abren vías para una mayor empatía con los no humanos. Una capacidad que, en opinión de Næss, tienen todas las personas y que se deriva de una continuidad inherente entre la vida humana y la no humana. De hecho, como sostenía el pionero conservacionista estadounidense Aldo Leopold, percibirnos en comunidad con los demás es un requisito previo para la acción moral. En este caso, ayuda a concretar la idea del derecho de los lobos a existir: son miembros de la comunidad igual que nosotros. Aplicar este marco ético de “comunidades mixtas” a las actuales deliberaciones de la UE puede tener algunas ventajas. Entre otras cosas, puede inspirar el desarrollo de soluciones creativas y mutuamente beneficiosas, como la compensación económica por las pérdidas de ganado - una medida que Næss reclamaba -, así como la mejora de la prevención de los ataques de lobos. También puede contribuir a contrarrestar el miedo y la histeria, a menudo infundados, que rodean a los lobos (Næss culpó por ejemplo a los hermanos Grimm de la mala imagen pública de estos animales). Pero quizá lo más importante de todo sea su potencial para conectar con nuestros elementos emocionales. Como dijo Næss: “El hombre tiene corazón, no sólo cerebro”. Para avanzar hacia una coexistencia sostenible, no basta con apelar a abstracciones sobre beneficios científicos o idear sistemas de compensación perfectamente eficientes. También debe derivarse de un sentido de solidaridad con otras especies; un reconocimiento pleno de que, en palabras de Næss: “Los humanos no estamos solos en este planeta”. Curiosamente, como demostró un estudio reciente, la mayoría de las personas que viven en comunidades rurales de la UE ya creen que los lobos tienen derecho a existir, lo que apoya el relativo optimismo de Næss sobre la posibilidad de comunidades mixtas. Recordar esto es aún más importante a la luz de la preocupante división política en relación con el llamado “problema del lobo” en Europa. Los lobos tienen tanto derecho a estar aquí como nosotros. ¿No os parece?