El momento actual así lo demuestra. La caótica política seguida por parte de la administración Trump ha llevado al Medio Oriente a un desastre absoluto, lo cual ha hecho que sean cada vez mayor el número de países que vean a Rusia como una fuente de estabilidad en el mundo. Ello se confirma con el caluroso recibimiento otorgado al presidente ruso Vladimir Putin durante su reciente visita a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que habla de una nueva realidad geopolítica en la región. Ambos países son aliados tradicionales de los EE.UU. pero es Rusia la que cada vez tiene mayor influencia. Ello se debe a su pragmática política de "hablar con todos" manteniendo buenas relaciones con una gran cantidad de naciones, incluso cuando varias de ellas sean enemigos irreconciliables. No es de extrañar por ello que el Presidente ruso fuera acogido afectuosamente por los monarcas de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, a pesar de que es ampliamente conocido el hecho de que Moscú tiene una sólida alianza con Irán, percibida como la Némesis chiíta de los decadentes potentados sunnitas en Riad y Abu Dhabi. Como sabéis, Rusia es un firme defensor de Siria, lo que lo pone en desacuerdo con una serie de estados de Medio Oriente, incluidos Arabia Saudita, Turquía e Israel, que han patrocinado una guerra para derrocar al presidente sirio Bashar Al Assad - financiando para ello a grupos terroristas como ISIS, Al Nusra y Al Qaeda - fracasando ruidosamente en sus intentos gracias a la intervención rusa que los ha aplastado literalmente bajo toneladas de bombas. Sin embargo, a pesar de ello, Moscú ha logrado mantener estrechas relaciones con los adversarios de Damasco, lo cual es un impresionante acto de equilibrio. Ello no ha significado que Rusia haya dejado de condenarlos por sus intenciones militaristas respecto a Siria e Irán. Moscú ha criticado a Israel por sus ataques aéreos en territorio sirio, advirtiéndole que retroceda. Rusia también ha censurado a Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico por su hostilidad hacia Irán y por culpar a Teherán por los ataques de “sabotaje” al transporte marítimo en la región sin ninguna evidencia que lo sustente. Moscú ha rechazado asimismo en reiteradas ocasiones la criminal guerra de agresión dirigida por Arabia Saudita contra Yemen, que resiste heroicamente desbaratando los planes expansionistas de Riad, a pesar del formidable apoyo militar que recibe por parte de Washington. Y es que a diferencia de los EE.UU., la política exterior de Rusia tiene principios sólidos y es consistente. Para las naciones con las que está históricamente alineada, como Siria e Irán, sigue siendo leal en sus compromisos estratégicos. Un ejemplo clásico es la intervención militar de Rusia desde finales del 2015 para defender a Siria de una inminente invasión por parte de la OTAN, Israel, junto a sus aliados árabes, con la intención de derrocar a Bashar Al Assad e instalar un gobierno colaboracionista - como en Ucrania - pero les salio mal la jugada. Sus agentes sionistas sobre el terreno (ISIS) que iban a ‘prepararle’ el camino para su llegada, fueron pulverizados por los rusos y no existen más. De otro lado, Rusia siempre ha respaldado a Irán para mantenerse fiel al acuerdo nuclear internacional del 2015, desafiando así el infame ultimátum de intimidación por parte de Washington para que todas las naciones boicoteen el comercio con Teherán. La política de Moscú demostrada en el Medio Oriente es una extensión de su perspectiva internacional más amplia de apoyar el multilateralismo y la cooperación mutua con todas las naciones. Vemos por ejemplo que Rusia ha sido un gran defensor de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda de China para promover la asociación económica mundial. Ello demuestra que Rusia es una pieza clave para el desarrollo económico de Eurasia en el que la paz y la prosperidad se ven como resultados mutuos en los que todos ganan en la búsqueda de una reciprocidad respetuosa. Como podéis imaginar, esta conducta de las relaciones geopolíticas seguida por Moscú es un anatema para la política dominante de Washington, donde su enfoque de que “el ganador se lo lleva todo” divide al mundo entre quienes se inclinan ante los deseos estadounidenses y aquellos que son catalogados como sus ‘enemigos’ porque no quieren imitarlos. Por todos es sabido que quienes son descritos eufemísticamente como "aliados" de los EE.UU., son esencialmente sus mas fieles vasallos que tienen la obligación de ‘satisfacer’ los intereses imperiales estadounidenses. El problema es que esa política tarde o temprano se topa con contradicciones de su propia creación. ‘Dividir para gobernar el mundo’ puede ser ventajoso hasta cierto punto, como lo fue durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría con la Unión Soviética. Para la economía capitalista militarizada de los EE.UU., dicha política le aseguró ganancias lucrativas, por un tiempo. Pero tarde o temprano, la economía de guerra y las políticas belicistas que apuntalan las ambiciones geopolíticas de dominio estadounidense comienzan a socavar su propio poder. Esencialmente, las políticas nada éticas que promueven el poder unilateral de los EE.UU. se vuelven imposibles de ocultar, a pesar del sistemático apoyo masivo que recibe de parte de los medios corporativos occidentales, que con sus campañas mediáticas engañosas buscan ocultar los crímenes que apuntalan el predominio estadounidense. Sin embargo, incluso los supuestos aliados de la superpotencia comienzan a ponerse nerviosos y ansiosos por la ilimitada perfidia emanada por Washington. Lo sucedido hace unos días ha proporcionado una asombrosa revelación de la temeridad y la destructividad de los EE.UU. en el Medio Oriente. El abandono de Trump de sus “aliados” kurdos en Siria dejándolos a merced de los ataques de Turquía ha dejado a otros “socios” estadounidenses en la región conmocionados por la traición transaccional de Washington. Desde entonces, tanto los sauditas como los sionistas se están haciendo reiteradas preguntas acerca de cuán confiable es su supuesto ‘protector’, los EE.UU. No debe extrañarnos por ello que el embajador saudita en Gran Bretaña haya informado esta semana, que la Casa de Saud está " perdiendo la confianza " en la administración Trump y sus antiguas promesas de que ‘defenderá el reino’ en caso de una guerra con Irán. Las mismas dudas se aplican en Israel. Esta desconfianza temerosa hacia su "protector" estadounidense se vio agravada por los ataques con aviones no tripulados y misiles a los centros de la industria petrolera de Arabia Saudita el pasado mes por parte de los hutties yemenitas. Como era obvio, los sauditas y los estadounidenses se apresuraron en culpar a Irán, a pesar de que Teherán rechazó rotundamente las acusaciones, y de que los propios huttíes se adjudicaron los ataques. Pero al final, la cuestión es que Washington se resistió a una respuesta militar contra Irán debido a que sabe que esas acusaciones son falsas ya que no existe prueba alguna que lo sustente. Aparte de unas amenazas huecas proferidas por Trump, todo quedo allí, para lamento de los ‘halcones’ que creían que por fin había llegado el momento de saldar cuentas con Irán, una obsesión que les quita el sueño desde 1979, cuando una revolución islámica barrio con el corrupto régimen del Shah, títere de los estadounidenses y perro de los sionistas. Desde entonces, su odio a los Ayatollas no ha dejado de crecer. Durante décadas, los EE.UU. han invertido miles de millones de dólares en armas para Arabia Saudita, al igual que a las otras petromonarquias de Oriente Medio. Pero, paradójicamente, esos países se muestran ahora más inseguros y recelosos por las intenciones erráticas de Washington. Desde las guerras propiciadas por los EE.UU. en Afganistán e Irak en las últimas dos décadas, el Medio Oriente se ha vuelto cada vez más inestable y volátil. Esto se debe a que la política exterior estadounidense se lleva a cabo sobre la base del dominio que, por definición, implica agresión y ocupación militar. La doctrina militar de EE.UU. está impulsada por la confrontación, la venta de armas a otros países como parte de su política de proyección de poder, que en sí misma es agresiva. Por lo tanto, un mundo bajo el dominio de los EE.UU. siempre será propenso a tensiones, conflictos, guerras y asesinatos, porque la conclusión es que el capitalismo corporativo belicista de Estados Unidos necesita todo ese caos para hacer negocios multimillonarios con la venta de armas a dichos países. A más caos e instabilidad en el mundo, mejor para ellos. Al final, los países nominalmente “aliados” de los EE. UU. terminarán cosechando lo que siembran. La decadencia estadounidense y el vacío de poder dejado en el Medio Oriente, ha sido cubierto por Rusia como la superpotencia que es, siendo el Kremlin y no la Casa Blanca, donde se decidirá el futuro de la convulsionada región. Por cierto, los medios occidentales pueden hacer comentarios deleznables sobre el señor Putin a quien califican como "un hacedor de reyes " y " un pacificador ", pero no hay necesidad de este cinismo rusofóbico, con el cual evidentemente tratan de ocultar el rotundo fracaso de Washington en la región y cuya patética retirada de sus tropas del norte de Siria de una forma apresurada es una muestra de ello. Algo muy distinto a la doctrina militar rusa que es el reverso de la doctrina militar estadounidense, sumamente agresiva. Esa diferencia gira en torno a la divergencia fundamental entre las ambiciones hegemónicas de los EE.UU. y la política de Rusia a favor del multilateralismo y la asociación. Ello permite a Moscú mantener buenas relaciones con todas las naciones, a pesar de que tiene prioridades con ciertos aliados. Sin embargo, esa política equilibrada seguida por el Kremlin permite que las naciones coexistan y negocien entre ellos para superar sus problemas, sin necesidad de desatar guerras que solo benefician a los fabricantes de armas. El Medio Oriente necesita más del tipo de aquella diplomacia equilibrada seguida por Rusia y dejar de lado las intrigas belicistas de Washington que al final, solo la arrastraran al abismo. De ellos depende el camino que deban seguir. (Últimas noticias dadas a conocer este martes anuncian el acuerdo alcanzado en Sochi entre Putin y Erdogan, por el cual Turquía anuncia el final de su ofensiva contra los kurdos en Siria, posibilitando que Damasco recupere el control de toda la frontera) :)
Tras lanzar su apuesta por las cámaras sin espejo con el sistema Z, se había especulado mucho sobre posibles novedades en esta familia, incluyendo si los nuevos modelos serían cámaras full frame o de sensor recortado. Al fin y al cabo este es un mercado en el que Nikon era la única (sin contar a Pentax, que sigue sin apostar por las evil) que no tenía ninguna mirrorless APS-C. De modo que el lanzamiento de la Nikon Z50 lo es también de una nueva línea de cámaras. Ésta llega acompañada de los dos primeros objetivos Nikkor Z DX 16-50mm f/3.5-6.3 VR y 50-250mm f/4.5-6.3 VR y apuesta por un diseño continuista con sus hermanas mayores, usando la misma montura pero reduciendo notablemente las dimensiones del cuerpo. Aún así, sus principales características no suenan nada mal: sensor CMOS APS-C de 20,9 Mpíxeles, procesador EXPEED 6, sistema AF híbrido de 209 puntos, con detección de ojo inteligente y enfoque hasta –4 EV, sensibilidad 100–51.200 ISO, ráfaga hasta 11 fps con AF y grabación de vídeo 4K/UHD a 30p. Eso por lo que toca al interior porque externamente hay que destacar algunas cosas. La primera que, aunque se había especulado con la posibilidad de que este modelo llevara un visor electrónico de tipo lateral, finalmente se ha optado por uno central de 2360 k puntos, siguiendo las líneas de diseño de las Z6 y Z7 pero en un tamaño más pequeño para asegurar la portabilidad. En este sentido destaca también una empuñadura profunda que hace que las cámaras mirrorless de Nikon sean tan cómodas de sujetar. De hecho, promete un manejo cómodo, además de botones, diales y controles de pantalla táctil cuidadosamente ubicados, además de un cuerpo fácil de transportar con una parte superior y parte delantera sólidas fabricadas con una aleación de magnesio y un sistema de menús con el que se familiarizarán al instante los usuarios actuales de cámaras DSLR de Nikon y fácil de dominar también para los nuevos usuarios de Nikon. También es destacable la pantalla táctil abatible (de 1040 k puntos) con controles táctiles al estilo de los teléfonos móviles y que se puede inclinar hacia arriba o hacia abajo para disponer de flexibilidad cuando se disparen vídeos o autorretratos. Lo que no tiene, eso sí, es el estabilizador integrado en el cuerpo ya que la tarea, como ocurría con sus réflex se deja para los objetivos (de hecho los dos primeros vienen con esta característica). Para evitar las posibles reticencias de los usuarios acostumbrados a las réflex, su visor electrónico ultranítido (2360 k puntos) puede mostrar un imagen natural, similar a la de un visor óptico de cámara DSLR. O bien, pueden mostrarse las imágenes tal y como se verán con la configuración aplicada. En esta línea, por supuesto es compatible con el adaptador de montura FTZ para poder usar la amplia gama de objetivos Nikkor con montura F. Por lo demás, hay que mencionar que incluye un flash de tipo pop-up, puede funcionar de forma totalmente silenciosa, incluye 20 efectos creativos integrados (para fotos y vídeo), conectividad inalámbrica por WiFi y Bluetooth y unas dimensiones de 126,5 × 93,5 × 60 mm, y un peso de 395 gramos (solo el cuerpo). Como hemos comentado, la Z50 llega al mercado acompañada de dos nuevos objetivos para montura Z pero adaptada al formato DX, es decir a los sensores APS-C que utiliza la marca. Se trata de los ** Nikkor Z DX, 16-50mm f/3.5-6.3 VR** y Nikkor Z DX 50-250mm f/4.5-6.3 VR. El primero, el Nikkor Z DX 16-50mm f/3.5-6.3 VR, es un zoom estándar con cobertura equivalente entre 24 y 75 mm que presume de ultraportátil ya que pesa solo 135 gramos y es sumamente plano. Su sistema de reducción de la vibración promete compensar hasta 4,5 pasos e incluye un anillo de control silencioso para el enfoque manual, el diafragma o la compensación de exposición. Dos características que también ofrece el teleobjetivo, aunque éste declara compensar los movimientos hasta cinco pasos. Por lo demás, el Nikkor Z DX 50-250mm f/4.5-6.3 VR es un teleobjetivo zoom compacto con un rango de distancia focal equivalente de 75-375 mm. Su distancia de enfoque mínima es de cinco centímetros, su peso405 gramos y su cuerpo muy compacto cuando está retraído. En cuanto a su coste y disponibilidad, la nueva Nikon Z50 y las ópticas Nikkor Z DX, 16-50mm f/3.5-6.3 VR y 50-250mm f/4.5-6.3 VR saldrán a la venta el próximo mes de noviembre a un precio de 859 dólares sólo cuerpo, 999 dólares con el Nikkor 16-50mm y 1.349 dólares en el kit que incluye los dos nuevos objetivos, los cuales también se venderán por separado a 299 y 349 dólares respectivamente :)
Desde hace casi noventa años sabemos que existe un elemento en el universo que condiciona el movimiento de los astros a gran escala, pero todavía no somos capaces de describirla: Es la llamada ‘materia oscura’ (Dark Matter). Como es obvio suponer, su estudio es una de las líneas de investigación más inquietantes de la cosmología. Desde su detección a comienzos de la década de los treinta del siglo pasado, se ha puesto mucho empeño en caracterizar este tipo de materia, sin embargo, todavía, en pleno siglo XXI sigue siendo una gran desconocida. Aunque mucho se ha avanzado, todavía no se sabe con exactitud cuál es su origen y qué moléculas la componen. Su detección se remonta a comienzos de la década de 1930 cuando Jan Oorts, astrónomo holandés, se percató de que la velocidad orbital de las estrellas de la Vía Láctea no coincidía con la velocidad esperada. Como sabéis, en las galaxias, las estrellas no se reparten aleatoriamente, sino que ocupan un lugar concreto en función de su masa y su velocidad orbital. Dicha velocidad debe ser la adecuada para que las estrellas no se precipiten hacia el centro galáctico y para evitar ser expulsadas hacia el espacio intergaláctico. Jan Oorts, tras medir toda la masa contenida en nuestra galaxia llegó a la conclusión de que no había suficiente materia como para retener a las estrellas y evitar que salieran proyectadas. A ese déficit se le denominó ‘materia oscura’. Según sus cálculos, debería haber cinco veces más de ella que de la materia visible. Por debajo de esa proporción las estrellas vagarían por el espacio intergaláctico y las galaxias hubieran perdido ya su configuración física. Cabe destacar que la dificultad de analizar la ‘materia oscura’ radica en que no interactúa con la luz, lo que hace imposible verla mediante telescopios ópticos. Sin embargo, gracias a su interacción gravitatoria con las estrellas y galaxias ha sido posible detectar su presencia con métodos indirectos. En la actualidad ya contamos con mapas de materia oscura de bastante precisión, como el que ha obtenido el Observatorio Astronómico Nacional de Japón (NAOJ) y la Universidad de Tokio mediante la técnica de lentes gravitacionales débiles en el año 2017. Pero ¿de qué está compuesta? Una alternativa que se baraja es que los neutrinos guarden relación con ella. Estas minúsculas partículas elementales se originan a partir de las reacciones termonucleares de las estrellas. A diferencia de otras partículas, los neutrinos no tienen carga eléctrica alguna, no interaccionan prácticamente con nada, por lo que son muy escurridizas y lo llenan todo. El inconveniente es que apenas tienen masa. Otra alternativa se encuentra en las enanas marrones. Se trata de estrellas muy pequeñas con una cantidad enorme de materia, aunque insuficiente para activar reacciones nucleares. Son como el planeta Júpiter. Pero a diferencia de Júpiter, que forma parte de nuestro vecindario, las enanas marrones más cercanas se encuentran a varios años luz de distancia, por lo que es imposible detectarlas visualmente. Por tanto, esta teoría plantea la posibilidad de que las enanas marrones expliquen la existencia de la ‘materia oscura’. Al desconcierto inicial sobre su origen, se ha unido una nueva e inesperada investigación, que afirma que podría llevar existiendo desde antes que el mismísimo Big Bang. Esa es la extraordinaria conclusión que un equipo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins acaba de hacer pública en un artículo recién aparecido en la revista Physical Review Letters. En su estudio, los investigadores presentan una nueva idea de cómo pudo surgir la ‘materia oscura’, y una forma de poder detectarla por medio de observaciones astronómicas. Algo que, como se ha dicho, no había sido posible hasta ahora. “Nuestro estudio -afirma Tommi Tenkanen, autor principal de la investigación- revela una nueva conexión entre la física de partículas y la astronomía. Si la materia oscura consiste en nuevas partículas que nacieron antes del Big Bang, entonces afectan la forma en que las galaxias se distribuyen en el cielo de una manera única. Esta conexión puede usarse para revelar su identidad y también para sacar conclusiones sobre los tiempos anteriores al propio Big Bang”.
Durante mucho tiempo, se pensaba que la ‘materia oscura’ debía ser un remanente del Big Bang, una sustancia que, de alguna manera, “sobró” tras producirse la gran explosión que dio origen al Universo que conocemos. Pero la búsqueda de esa clase de materia no ha dado resultados hasta ahora. “Si fuera realmente un resto del Big Bang -explica Tenkanen- los investigadores tendrían que haber visto ya una señal directa de su existencia en diferentes experimentos de física de partículas”. Y no ha sido así. Usando un nuevo y sencillo marco matemático, el estudio muestra, sin embargo, que podría haber surgido antes del Big Bang, durante una era conocida como “la inflación cósmica”, durante la que el espacio mismo se expandió muy rápidamente. Se cree que esa expansión exponencial lleva a producir una gran cantidad de un determinado tipo de partículas, los escalares. Aunque, hasta ahora, solo se ha descubierto una partícula de esa clase, el bosón de Higgs. “No sabemos qué es la ‘materia oscura’ -prosigue Tenkanen- pero si tiene algo que ver con partículas escalares, entonces podría ser más antigua que el propio Big Bang. Gracias al escenario matemático que hemos propuesto, no es necesario asumir nuevos tipos de interacciones entre la materia visible y la ‘materia oscura’ más allá de la gravedad, que ya sabemos que existe” puntualizo :)