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miércoles, 1 de junio de 2022

UCRANIA: Derrota inobjetable

La Operación Militar Especial de Rusia, que comenzó el 24 de febrero, está entrando en su cuarto mes. A pesar de la resistencia ucraniana más dura de lo esperado (reforzada por miles de millones de dólares de asistencia militar occidental e inteligencia de campo de batalla precisa y en tiempo real por parte de EE. UU. y otros miembros de la OTAN), Rusia está ganando la guerra en el terreno, y en gran medida. En efecto, luego de más de noventa días de incesante y vomitiva propaganda ucraniana, repetida sin cesar con la abierta complicidad de los principales medios de comunicación occidentales que tratan de mostrar una “realidad” que no existe, los rusos están a punto de lograr el objetivo primordial de su operación, a saber, la liberación de las Repúblicas de Donbass independizadas de Lugansk y Donetsk, que Rusia reconoció dos días antes de su intervención en Ucrania. La inobjetable victoria rusa en Donbass se produce luego de semanas de intensos combates en los que el ejército ruso cambió de marcha de lo que se conoce como Fase Uno. Ese fue el acto de apertura de un mes que, según el presidente ruso Vladimir Putin en su discurso del 24 de febrero, tenía la tarea de tomar “acciones en todo el territorio de Ucrania con la implementación de medidas para su desmilitarización”. Putin dijo que el propósito era restaurar “la RPD [República Popular de Donetsk] y la LPR [República Popular de Lugansk] dentro de las fronteras administrativas de las regiones de Donetsk y Lugansk, lo cual está consagrado en las constituciones de las repúblicas”. Asimismo, el 25 de marzo, el jefe de la Dirección Operativa Principal del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, Coronel General Sergei Rudskoy, declaró que “se han logrado los principales objetivos de la primera fase de la operación. Las capacidades de combate ucranianas se han reducido significativamente, lo que nos permite, una vez más, concentrar nuestros principales esfuerzos en lograr el objetivo principal: la liberación de Donbass”. Según Rudskoy, los objetivos de la Fase Uno eran: “Causar tales daños a la infraestructura militar, el equipo, el personal de las Fuerzas Armadas de Ucrania, cuyos resultados no solo permiten encadenar sus fuerzas y no les dan la oportunidad de fortalecer su agrupación en el Donbass, sino que tampoco les permitirán hacerlo hasta que el ejército ruso libere completamente los territorios de la RPD y LPR. Las 24 formaciones de las Fuerzas Terrestres que existían antes del inicio de la operación sufrieron pérdidas significativas. A Ucrania no le quedan reservas organizadas” asevero. Rusia ha completado la Fase Uno a pesar de los desesperados esfuerzos de EE. UU., la OTAN y la UE para proporcionar a Ucrania una cantidad significativa de asistencia militar letal, principalmente en forma de armas ligeras antitanque y antiaéreas. “Consideramos que es un gran error”, concluyó Rudskoy, “que los países occidentales suministren armas al régimen fascista de Kiev. Esto retrasa el conflicto, aumenta el número de víctimas y no podrá influir en el resultado de la operación” agregó. La historia del conflicto hasta ahora ha demostrado que Rudskoy tiene razón: ninguna cantidad de ayuda militar occidental ha podido evitar que Rusia logre su objetivo militar de liberar todos los territorios de Lugansk y Donetsk. Como admitió el Ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmitry Kuleba , en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, “No quiero que nadie tenga la sensación de que la guerra está más o menos bien. La situación en Donbass es extremadamente mala para nosotros”. Atrás quedaron los ridículos pronunciamientos hechos en vísperas de las celebraciones del Día de la Victoria del 9 de mayo, cuando muchos detractores de Rusia proclamaron que la ofensiva de la Fase Dos de Rudskoy en el Donbass “se había estancado y que, en poco tiempo, Rusia se vería obligada a pasar del ataque al una postura defensiva, señalando el comienzo de una retirada que, según los ucranianos, culminaría no solo en la recuperación de todo el territorio perdido hasta el momento, sino también en Crimea”. Tal fantasioso pensamiento ha dado paso a la dura realidad que ignora la propaganda y dejo al descubierto la falsedad de sus afirmaciones. Sin embargo, durante los ocho años de conflicto incesante en el Donbass, que precipitó la intervención rusa, el ejército ucraniano había preparado un cinturón defensivo que era, señaló el general Rudskoy en su informe del 25 de marzo, “profundamente escalonado y bien estructurado” fortificado en términos de ingeniería, que consiste en un sistema de estructuras monolíticas de hormigón a largo plazo”. Según Rudskoy, las operaciones ofensivas contra este cinturón defensivo fueron, por necesidad, "precedidas por un intenso ataque de fuego contra las fortalezas del enemigo y sus reservas". La ventaja rusa en artillería fue un factor clave en el resultado victorioso de sus operaciones de Fase Dos, pulverizando las defensas ucranianas y abriendo el camino para que la infantería y los blindados acabaran con los sobrevivientes. Según los informes diarios proporcionados por el Ministerio de Defensa ruso, los ucranianos están perdiendo el equivalente a la mano de obra de un batallón cada dos días, sin mencionar decenas de tanques, vehículos blindados de combate, piezas de artillería y camiones. De hecho, varios observadores de este conflicto, proyectaron que, en base al análisis predictivo extraído de las matemáticas militares básicas con respecto a los niveles de bajas reales y proyectados, había una expectativa real de que Rusia, una vez completada la Fase Dos, hubiera podido reclamar, con justificación, que había cumplido la mayoría, si no todos, los objetivos políticos y militares establecidos al inicio de la operación. La lógica dictaba que el régimen golpista ucraniano, despojado de un ejército viable, no tendría más remedio que una versión moderna de la rendición de Francia en junio de 1940, luego de las victorias decisivas del ejército alemán en el campo de batalla. Si bien Rusia continúa posicionándose para una victoria militar decisiva en el este de Ucrania, esta no se limitara a la liberación del Donbass, la incautación del puente terrestre que conecta Crimea con la parte continental de la Federación Rusa (a través del Donbass) y la expansión de la cabeza de puente en Jarkov para asegurar los recursos de agua dulce a Crimea, que había sido cortado por el régimen ucraniano desde el 2014, ya que como afirmo Putin al inicio del conflicto, la liberación de Ucrania del fascismo será total, por lo que el operativo continuará hasta la victoria final. Como sabéis, en su tratado clásico, Sobre la guerra, el teórico militar prusiano Carl Von Clausewitz escribió lo que se ha convertido en una de las máximas perogrulladas de los conflictos que involucran a las naciones , a saber, que “la guerra es una continuación de la política por otros medios”. Esto es tan cierto hoy como cuando se publicó en 1832. El presidente Putin articuló dos objetivos políticos principales para la operación militar: mantener a Ucrania fuera de la OTAN y crear las condiciones para que esta acepte las demandas de Rusia establecidas en un par de borradores de tratados presentados a EE. UU. y la OTAN el 17 de diciembre del 2021. Esas propuestas de tratados establecen un nuevo marco de seguridad europeo al exigir la retirada del poder militar de la OTAN a las fronteras que existían en 1997. Pero tanto la OTAN como EE. UU. rechazaron en ese momento las demandas de Rusia. Cuando se trata de objetivos militares, además de la liberación de Donbass, Putin declaró en su discurso del 24 de febrero anunciando la intervención, que Rusia “buscará desmilitarizar y desnazificar Ucrania, así como llevar a juicio a los que perpetraron numerosos actos sangrientos, crímenes abominables contra civiles, incluso contra ciudadanos de la Federación Rusa”. Si bien la fulminante derrota del Regimiento Azov y otras formaciones neonazis durante la Batalla de Mariupol representó un paso decisivo hacia el logro de ese objetivo, varios miles de combatientes neonazis, organizados en una variedad de formaciones paramilitares armados por los EE.UU. continúan luchando en las líneas del frente en el este de Ucrania y llevar a cabo operaciones terroristas en las zonas de retaguardia ucranianas. La desnazificación, sin embargo, tiene un componente político importante que, por el momento, no está siendo abordado por la operación militar de Rusia, a saber, la existencia continua de los partidos políticos neonazis y de extrema derecha de Ucrania en un momento en que se ha cerrado toda otra actividad política. bajo la ley marcial. En todo caso, la "nazificación" de la vida política ucraniana se ha expandido exponencialmente desde la intervención rusa, con Ucrania más bajo la influencia de la ideología de Stepan Bandera, el nacionalista ucraniano cuyos seguidores mataron a cientos de miles de polacos y rusos mientras luchaba junto a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Si bien algún despistado analista occidental podría pensar que Rusia firmaría un acuerdo político con el régimen fascista ucraniano, la realidad es muy distinta por lo que cualquier negociación con esos asesinos es imposible y solo cabe su exterminio. La verdadera desnazificación, requerirá que Rusia saque del poder al títere colaboracionista Volodymir Zelensky y reponga en el cargo el legitimo presidente Viktor Yanukóvich, derrocado por un operativo montado por la CIA en el 2014, quien se encargaría de eliminar la ideología neonazi en Ucrania. Ese es el camino que se ha tomado en Moscú desde el inicio y la guerra continuará hasta alcanzar ese objetivo. De otro lado, la desmilitarización se ha vuelto mucho más difícil desde la intervención del 24 de febrero. Si bien la “ayuda militar” brindada a Ucrania por parte de EE .UU. creció hasta el punto en que la ayuda militar total proporcionada se aproxima a los 53.000 millones de dólares , esta no solo ha tenido un impacto medible en el campo de batalla en términos de personal militar ruso muerto y equipo destruido, sino que también ha permitido a Ucrania reconstituir el poder de combate, que había sido destruido previamente por las fuerzas rusas. Si bien este apoyo masivo no podrá revertir la ola de inevitabilidad sobre el alcance y la escala de la victoria militar rusa en el Donbass, sí significa que una vez que Rusia haya cumplido su objetivo declarado de liberar a las repúblicas separatistas, la desmilitarización aún no habrá terminado. Además, dado el hecho de que la desmilitarización se basa en que Ucrania sea despojada de toda la influencia de la OTAN, incluido el equipo, la organización y el entrenamiento, se puede argumentar que la intervención de Rusia ha logrado que Ucrania sea un socio más cercano de la OTAN que antes de que comenzara, pero de nada le ha valido para revertir su derrota. Si Rusia fuera los EE.UU., estaría operando bajo la noción de un “orden internacional basado en reglas”, la cuestión de superar la justificación legal de un conflicto no representaría un problema; uno solo necesita ver cómo una sucesión de administraciones presidenciales estadounidenses abusaron de las autorizaciones del Congreso para el uso de la fuerza militar (AUMF) fue aprobada después del operativo de bandera falsa del 11 de septiembre al usarla indebidamente para justificar operaciones que caían fuera de sus autoridades legales. Una parte puede salirse con la suya con tales inconsistencias si es responsable, como EE.UU., de hacer e implementar las reglas del juego. Sin embargo, Vladimir Putin, al reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, se comprometió en un curso de política que ve a Rusia, junto con China, a rechazar el orden internacional basado en reglas que define la visión de un mundo unipolar dominado por EE.UU. por otra basada en el derecho multipolar amparado por la Carta de las Naciones Unidas. Putin fue muy cuidadoso al tratar de vincular la operación militar de Rusia con las normas legales que existían bajo el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas que rige la autodefensa para salvar del genocidio a la minoría rusoparlante del Donbaas. Es esa amenaza la que justifica esta operación militar ucraniana por parte de Rusia. De hecho, tanto la Fase Uno como la Fase Dos de la operación rusa se adaptaron específicamente a los requisitos militares necesarios para eliminar la amenaza que representaba para Lugansk y Donetsk la acumulación del poder militar ucraniano en el este de Ucrania. Sin embargo, surge un problema cuando Rusia complete su tarea de destruir, desmantelar o desembolsar el ejército ucraniano en la región de Donbass. Si bien se podría haber argumentado anteriormente que una amenaza inminente continuaría existiendo mientras las fuerzas ucranianas tuvieran suficiente poder de combate para retomar la región de Donbass, tal argumento no se puede hacer hoy. En algún momento cercano, Rusia anunciará que ha derrotado a las fuerzas militares ucranianas desplegadas en el este y, al hacerlo, terminará con la noción de amenaza inminente que le dio a Rusia la justificación legal para emprender su operación. Eso se produjo debido a los grandes éxitos en el campo de batalla del ejército ruso. Pero dejaría a Rusia con una serie de objetivos políticos incumplidos, incluida la desnazificación, la desmilitarización, la neutralidad permanente de Ucrania y la concurrencia de la OTAN con un nuevo marco de seguridad europeo en la línea trazada por Rusia en sus propuestas de tratado de diciembre del 2021. Si Rusia detuviera su operación militar en este momento, estaría cediendo la victoria política a Ucrania y ello no sucederá. El desafío que enfrenta Rusia en el futuro, por lo tanto, es cómo definir la escala y el alcance de la Fase Tres para que conserve el tipo de autoridad legal que afirmó para las dos primeras fases, mientras reúne suficiente poder de combate para cumplir con sus tareas. Entre estos incluye derrocar al régimen colaboracionista de Zelensky y también implicara el lanzamiento de una operación militar en el centro y oeste de Ucrania para destruir por completo los elementos reconstituidos del ejército ucraniano junto con las fuerzas afiliadas neonazis sobrevivientes. Tal como están las cosas actualmente, las acciones de Rusia se están implementando sobre las limitaciones legales otorgadas a Putin por la Duma o parlamento ruso. Cualquier expansión a gran escala de las operaciones militares rusas en Ucrania, que busca ir más allá del territorio liberado por Rusia del yugo fascista durante la Fase Uno y la Fase Dos, requerirá recursos adicionales para completarlo. Pero esta tarea se complicaría si el conflicto ucraniano se extendiera a Polonia, Transnistria, Finlandia y Suecia, ya que ello podría desatar la III Guerra Mundial. Solo los líderes de Rusia pueden decidir qué es lo mejor para Rusia o qué se considera militarmente viable. Pero si la OTAN continua con sus demenciales planes agresivos, no cabe duda que se entrara a esta nueva fase, y serán enteramente responsables de las consecuencias :)

SAMSUNG GALAXY M13 5G: Ahora es tu oportunidad

Samsung continúa renovando sus teléfonos móviles, algo que sucede a lo largo de todo el año dada la gran cantidad de modelos que mantiene activos al mismo tiempo. El turno le llega ahora a uno de los más económicos de su catálogo, al Samsung Galaxy M12 que deja paso al nuevo Samsung Galaxy M13, actualizando algunas de sus características pero manteniéndose, aparentemente, con los mismos recortes que le permiten ofrecer un precio bajo. El nuevo teléfono llega con características clásicas de los modelos económicos, como una pantalla con tecnología LCD en lugar de AMOLED, o como la presencia del notch superior para albergar la cámara frontal en lugar de optar por un panel perforado u otra solución. Sea como fuere, el teléfono parece competente para quienes busquen precisamente eso, no invertir demasiado en un teléfono móvil pero adquirir algo funcional que les sirva para el día a día. El nuevo Galaxy M13 llega al mercado apostando por una pantalla con tecnología LCD, recortada en la parte superior por un notch que alberga la cámara frontal de 8 megapíxeles, y con resolución FullHD+. Hablamos de un panel de 6,6 pulgadas de diagonal que hace que el teléfono sea voluminoso, 16,5 centímetros de alto y 192 gramos de peso, ni más ni menos, aunque su peso se ve recortado al tener la cubierta plástica y no metálica o de cristal. Para el procesador, Samsung aporta pocos datos aparte de que hablamos de un chip de 8 núcleos. No conocemos modelo, ni velocidad de reloj, sólo que aporta 4G al conjunto. En las memorias encontramos 4GB como base para dos modelos con 64GB y 128GB, ambos con una bandeja para microSD a la que podremos colocar una tarjeta de hasta 1TB. Y llegamos a la batería, con 5.000 mAh de capacidad y sin datos acerca de su sistema de carga. Aterrizamos en la cámaras comentando que el nuevo Samsung Galaxy M13 apuesta por un sensor principal trasero de 50 megapíxeles con lente f/2.2 y enfoque automático que además está estabilizado ópticamente. La cámara secundaria es una súper gran angular de 5 megapíxeles con lente f/2.2 y enfoque al infinito, y encontramos una última cámara de 2 megapíxeles con lente f/2.4 y enfoque al infinito para lecturas de profundidad. El nuevo Samsung Galaxy M13 ofrece dos bandejas para SIMs 4G además de WiFi 5, Bluetooth 5.0, GPS, chip NFC para pagos con el móvil (y el lector de huellas lateral) y un USB tipo C para carga y transferencia de archivos. Cerramos comentando que llega con Android 12 oculto tras One UI 4.1. Como ya os hemos comentado, el nuevo Samsung Galaxy M13 pisa el mercado en dos opciones de almacenamiento. 4GB y 64GB para el modelo básico y 4GB y 128GB para el modelo superior, ambos ampliables con una microSD. En cuanto a su coste y disponibilidad, aun no ha sido anunciado todavía así que permaneceremos a la espera :)

JAMES WEBB SPACE TELESCOPE: Una nueva visión del Universo

Como sabéis, anclado a más de un millón de kilómetros de la Tierra, el telescopio James Webb gira desde hace meses en su órbita. Superada la fase de calibración, que ha llevado casi medio año, entra ahora en la de explotación, para obtener las más profundas imágenes del Universo. Aunque aún faltan unas semanas para que empiece a funcionar en “modo científico”, las primeras fotos que nos llegan ya son de por si impresionantes. El aspecto del Webb es insólito. No se parece en absoluto a la imagen tradicional de lo que debería ser un telescopio, o sea, un tubo cuyo interior alberga un sistema óptico de espejos o lentes. Por el contrario, es esencialmente un enorme espejo desnudo protegido del Sol tras un gran toldo de plástico metalizado. Y es que no es un telescopio normal. Está diseñado solo para ver lo invisible: las tenues señales infrarrojas procedentes de las primeras estrellas que se formaron en el universo, hace más de trece mil millones de años. Algo que generaciones de astrónomos, desde la época de Galileo, ni siquiera pudieron soñar. Por cierto, Galileo no inventó el telescopio ya que fue un descubrimiento originado en Holanda. Tampoco fue el primero en dirigirlo hacia el firmamento, pero sí en dejar por escrito el detalle de sus descubrimientos: los cráteres, llanuras y montañas de la Luna, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, las estrellas de la Vía Láctea, las manchas del Sol... En solo unos pocos meses, esas observaciones derrumbarían las teorías aristotélicas y cambiarían el curso de la ciencia. El primer telescopio que construyó Galileo no le llevó más de un día de trabajo. Era un tubo de plomo con una lente –pulida por él mismo– ajustada en cada extremo. Daba unos modestos tres aumentos y producía imágenes poco nítidas e invertidas. Pero funcionaba: las cosas lejanas se veían más cerca. Galileo era una persona práctica, y enseguida vio cómo sacar provecho económico de aquel invento. Con él, los comerciantes venecianos podrían ver la llegada de sus naves mercantes horas antes de que atracasen en puerto. Además, obviamente, de sus obvias aplicaciones militares. El 24 de agosto de 1609 lo presentó al dogo, Leonardo Donato, y a un nutrido grupo de senadores y ciudadanos. Los miembros de la Signoria quedaron tan impresionados con aquel artilugio que confirmaron a Galileo en su puesto de profesor de matemáticas en la Universidad de Padua (en aquella época, Padua formaba parte de la república de Venecia) y le doblaron el sueldo. Su prestigio empezaba a extenderse, y llegaría a disfrutar de una popularidad comparable a la de Hawking en la actualidad. Pero ese trato de privilegio no fue suficiente para retenerle. Seis meses más tarde, Galileo renunció a su cátedra y se estableció en Florencia, donde esperara ser aún mejor recibido. Venecia lo consideró una imperdonable ingratitud. Sobre todo, cuando publicó su descubrimiento de los satélites de Júpiter bautizándolos como “estrellas mediceas”, en honor a su nuevo patrono, el gran duque Cosimo II, de la casa de Medici. Con la práctica, Galileo llegó a construir anteojos de más de treinta aumentos, aunque la calidad de imagen que ofrecían apenas podría competir con unos prismáticos actuales. Aquellos rudimentarios aparatos adolecían de imperfecciones derivadas de la propia naturaleza de las lentes. En particular, la aberración cromática, que creaba unos halos coloreados alrededor de las imágenes. El defecto podía reducirse aumentando la distancia focal del instrumento, esto es, haciéndolo más y más largo. A finales del siglo XVII, Christian Huygens propuso su idea del telescopio aéreo. Sin tubo. Objetivo y ocular eran dos piezas separadas: el primero se instalaba en lo alto de un poste y el ocular colgaba de él con una larga cuerda. El observador debía alinear ambos manteniéndola tensa. Más adelante se remplazaría esta por soportes de madera. Así se construyeron instrumentos larguísimos, apoyados en un simple armazón. Alguno llegó a medir más de cien metros, con lentes de hasta veinte centímetros de diámetro. A finales del siglo XVII, un astrónomo francés propuso construir uno de trescientos metros, con el que “podrían verse los animales de la Luna”. Nunca pasó de ser un sueño. Para entonces, en Inglaterra iba a producirse otra revolución en el desarrollo de la óptica. En 1668, a medio siglo de los trabajos de Galileo, Isaac Newton descubrió la dispersión de la luz blanca al pasar por un prisma de vidrio. Enseguida dedujo que aquella era la razón de las extrañas irisaciones de los telescopios galileanos. Así, concibió y construyó él mismo un nuevo modelo, esta vez, sin lentes. La luz, en lugar de atravesarlas, “rebotaba” sobre un espejo cóncavo que concentraba los rayos, consiguiendo idéntico resultado que los tubos ópticos de Galileo. Esa reliquia todavía existe, custodiada como un tesoro en poder de la Royal Society. Es diminuto: un cilindro que no llega a cinco centímetros de diámetro. Un extremo, abierto; en el otro se ajusta el espejo, un disco fabricado con “speculum”, una aleación de cobre, estaño y trazas de arsénico que puede pulirse hasta formar una superficie especular. Aunque las lentes continuaron utilizándose para construir telescopios cada vez más potentes, pronto fueron desplazadas por los espejos. Además de eliminar el molesto efecto de la aberración cromática, sobre todo permitían hacerlos mucho mayores. Al captar más luz podían ver objetos más débiles y, por tanto, más lejanos. En cambio, las lentes tenían un límite físico. A partir de cierto tamaño era difícil fundir y pulir bloques de cristal sin defectos. Su propio peso llegaba a deformarlas y exigía enormes tubos de soporte. La mayor que existe hoy es el objetivo de un metro de diámetro que equipa el gran refractor del observatorio de Yerkes (Wisconsin), que ya no se emplea en trabajos profesionales. En la Exposición Universal de París de 1900 se exhibió uno con lente de 125 centímetros, pero nunca fue instalado ni utilizado. La carrera por construir telescopios reflectores de mayor tamaño se recrudeció entre los siglos XVIII y XIX. En 1776, William Herschel descubría Urano utilizando un instrumento con espejo metálico de dieciséis centímetros; apenas luego de ocho años, él mismo trabajaba ya con uno ocho veces mayor, emplazado en el jardín de su propia casa, cerca de lo que hoy es el aeropuerto de Heathrow. El espejo pesaba media tonelada. Solo su tubo –de hierro– hacía doce metros de largo y requería un complicado andamiaje de madera para sostenerlo. Con él, Herschel localizaría blancos mucho más esquivos: dos satélites de Urano y otros dos de Saturno. Durante varios años continuó la carrera por fabricar telescopios más y más potentes, pero la tecnología del espejo metálico estaba condenada. Y la iniciativa había pasado al otro lado del Atlántico, con los grandes reflectores del monte Wilson y, más tarde, de Palomar. Sus nuevos espejos eran bloques de vidrio pulidos en forma de parábola y cubiertos con una finísima película de plata o aluminio. Y casi nadie los utilizaba para mirar al firmamento: cámaras fotográficas, espectrómetros y otros instrumentos cada vez más elaborados habían sustituido al ojo del astrónomo. Ya en los años setenta, el BTA-6 del Cáucaso, con su espejo de seis metros, superó a los americanos en cuanto a tamaño. Pero sufrió tantos contratiempos que nunca cumplió las expectativas depositadas en él. Los telescopios modernos ofrecen aperturas aún mayores, pero, a partir de cierto límite, sus espejos ya no se hacen de una sola pieza, sino ensamblando varias más pequeñas hasta formar un único reflector. Los ubicados en el norte de Chile y el volcán Mauna Kea en Hawái, son los dos mejores lugares para observar el cielo. Concentran la mayoría de los grandes instrumentos actuales y albergarán también los telescopios gigantes, de más de treinta metros, que entrarán en servicio en los próximos años. En cuanto a los telescopios espaciales, el Hubble y ahora el James Webb son los dos más conocidos, pero no los únicos. El primer satélite destinado a la observación astronómica voló en 1966; desde entonces se han lanzado muchos otros, especializados en analizar todas las bandas del espectro, empezando por las más energéticas (rayos gamma, rayos X y ultravioleta) hasta el infrarrojo o el visible en busca de exoplanetas. ¿Por qué tanta variedad de observatorios orbitales? La turbulencia de la atmósfera terrestre degrada las imágenes, y los diferentes gases que la componen detienen la mayor parte de la radiación que nos llega del espacio. Solo unas estrechas “ventanas” (la luz visible o las emisiones de radio, por ejemplo) alcanzan el suelo. Al moverse por encima de la atmósfera, los satélites evitan ambos inconvenientes. Según la misión, cada telescopio espacial requiere un tipo distinto de sensores. El Hubble, por ejemplo, analiza la parte visible del espectro, y por ello utiliza un espejo convencional. Los que estudian radiaciones más energéticas (observatorios gamma) suelen emplear detectores electrónicos de estado sólido. Los rayos X, a su vez, no se reflejan en los espejos normales y solo pueden enfocarse con unas “lentes” compuestas por docenas de cilindros metálicos, encajados uno dentro de otro. En cuanto al James Webb, el reflector debe su aspecto dorado a que está fabricado con espejos de berilio recubierto por una capa de oro de solo unos cien átomos de grosor. El oro es el elemento que mejor refleja el infrarrojo (99%), más que la plata o el aluminio. Se escogió berilio por su ligereza y resistencia (superior al acero), en especial a bajas temperaturas. La radiación infrarroja es esencialmente calor, así que el telescopio debe estar muy frío para que él mismo no enmascare sus propias mediciones. Su enorme escudo térmico –cinco capas de plástico metalizado finas como telarañas– está siempre encarado hacia el Sol. Su lado iluminado alcanza los 80 ºC, pero el de sombra, que protege al gran reflector y los instrumentos, lo mantiene por debajo de los 240 ºC bajo cero. Todo va quedando listo para que dentro de unas pocas semanas, el James Webb comience el emocionante trabajo de tratar de desbloquear los misterios de nuestro universo en una de las misiones más esperadas de los últimos años :)
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