Menudo fin de año. Si bien en esta oportunidad tenia pensado anunciar las novedades que estoy preparando para el 2013, la delicada situación política internacional no se presta para ello. Y si tengo que escoger entre la crisis de la Eurozona, la depresión de los EE. UU. o la inminente guerra en el medio oriente, hablare de lo primero, mas aun cuando durante mi reciente estancia en el Reino Unido, me he encontrado con muchas sorpresas. En primer lugar, es de sobra conocido el euroescepticismo que existe en las islas británicas, el cual últimamente se ha incrementado debido a la galopante crisis económica que envuelve a varios integrantes de la UE. como España, Italia y Grecia, por lo que temen “contagiarse” por ello. En efecto, a escasos días de que se cumplan cuarenta años del ingreso del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea, el 51 por ciento de los británicos quiere salir de la UE. La encuesta publicada este fin de semana por la prensa británica muestra que en los últimos diez años, la tortilla se ha dado la vuelta de manera dramática: en 2001 el 68 por ciento de los británicos quería permanecer en Europa.
La crisis en la eurozona ha desenterrado el siempre latente euroescepticismo británico expresado magníficamente por un titular que nos presenta The Daily Express y que ilustra nuestra nota. Los sectores euroescépticos conservadores, que están presionando al primer ministro David Cameron para que convoque un referéndum sobre este asunto, tienen ahora el apoyo de los sondeos.La encuesta muestra que el 36 por ciento votaría «definitivamente por abandonar la Unión Europea» y un 15 por ciento también se inclinaría «muy probablemente» por la salida; mientras que solo el 22 por ciento desea permanecer en la Unión y un 18 por ciento votaría «probablemente» por la permanencia. Más estimulante aún para los euroescépticos -y preocupante para los eurófilos- estos porcentajes reflejan claramente una tendencia. En octubre del año pasado los porcentajes eran de un 49 por ciento a favor de dejar la UE y un 40 por ciento que deseaba quedarse. La cuestión europea no solo divide a los conservadores, sino que abre un abismo entre éstos y sus socios en la coalición, los liberales. Así, el viceprimer ministro, el liberaldemócrata Nick Clegg, lanzó una clara advertencia a sus socios conservadores.”Lo que tenemos que hacer es concentrarnos en la crisis económica, cooperar activamente con la eurozona para apagar el incendio y salir de la actual emergencia. No podemos quedarnos al margen de lo que sucede en Europa”, señaló Clegg. En los próximos días, David Cameron va a pronunciar un esperado discurso sobre Europa que debería definir la posición de los conservadores al respecto. El consenso entre los analistas es que en este mensaje -comidilla política de los últimos dos meses- prometerá un referéndum y la recuperación de ciertas potestades (en especial en temas financieros y laborales) si hay un sustancial cambio del Tratado de Lisboa para apuntalar al euro.
Sin embargo Cameron está luchando no solo con sus euroescépticos dentro de su partido, sino con la creciente popularidad del partido antieuropeo UKIP, que le esta quitando votantes aceleradamente. Este drenaje de votos ha envalentonado a los euroescépticos conservadores, que hoy quieren reformular la relación con Europa y acercarla a la que tiene Suiza, donde se preserva el derecho a gozar del mercado común pero se mantiene la autonomía respecto al presupuesto o las regulaciones europeas. Como sabéis, estos sectores retrógrados ven a la Unión Europea como “estatalista, sobreregulada, antidemocrática y corrupta”. Mientras que los federalistas europeos ven a los británicos como arrogantes, fanfarrones, agresivos, ignorantes y, sobre todo, embusteros cuando hablan de Europa. Ahora hay quien les considera también chantajistas, por intentar tomar el euro como rehén para asegurar por los siglos de los siglos la hegemonía de Londres como plaza financiera. Así, en un delirante artículo en The Wall Street Journal reproducido por el Sunday Times de Londres, el historiador británico y profesor en Harvard Niall Ferguson sostenía hace unos días que “dentro de 10 años habrá desaparecido la UE. En su lugar estarán el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (es decir, Irlanda unificada pero dentro de Reino Unido), la Liga Nórdica (con Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega) y los Estados Unidos de Europa, con Viena como capital y los países del sur con tasas de paro crónicas del 20% y viviendo de las transferencias de riqueza del Norte”.
Disparatada tesis desde todo punto de vista. ¿Donde queda Berlín digo yo? Si hoy por hoy es la que manda en Europa. Sin embargo a pesar de esas mutuas animadversiones, británicos y continentales están condenados a entenderse porque ambos saldrían perdiendo si se consuma su salida: “La UE perdería muchísimo sin Reino Unido”, admite un discreto alto funcionario europeo. “He tenido momentos terribles con los británicos. Me han hecho la vida imposible muchas veces, pero son un elemento de enorme equilibrio, sobre todo frente a los alemanes que se creen los amos de Europa”, sintetizó.
Pero los británicos perderían aún más. “Su economía se resentiría y el país sería menos influyente: se evaporaría ese puente transatlántico que ya muchos creen imaginario y se apagarían sus aspiraciones de ser una voz global en la medida en que la UE ya no actuaría de amplificador”, sostiene Ian Bremmer, fundador y presidente de la consultora política global Eurasia Group. Sin embargo, el primer problema que se plantea es cómo salir de la UE. No es un problema legal: si Reino Unido se quiere ir, se va. Y, aunque sería un trauma político, desde el punto de vista institucional sería incluso una bendición porque desaparecería el socio más complicado, con cláusulas que le excluyen de áreas clave. El euro y los controles de viajeros en frontera son las más conocidas, pero sus exclusiones en el área de Justicia e Interior son las más delicadas. El problema, para Londres, es dónde ir. ¿Al Espacio Económico Europeo con Noruega, Liechtenstein e Islandia? ¿Un acuerdo bilateral como Suiza? ¿Integrarse en un área de libre comercio junto a Estados Unidos? Perdería mucho con cualquiera de esas alternativas.
Es por ello que David Camerún deberá hilar muy fino para tratar de contentar a todos, aunque su situación es muy difícil. Veremos que sucede en los próximos días :(
¿Reino Unido, fuera de Europa? por DW_Espanol