La reciente visita del Criminal de Guerra israelí Benjamín Netanyahu a EE.UU. ha recibido muchas etiquetas, pero la mayoría de los analistas no han tenido en cuenta que ha demostrado que, independientemente de quién esté en la Casa Blanca, la estrategia del gobierno estadounidense para Asia occidental seguirá en el mismo camino de autodestrucción. Prueba de ello es la negativa de Washington a cambiar de rumbo y aceptar compromisos. A diferencia de lo que puede suceder en Ucrania, donde Donald Trump tiene un plan de paz para acabar con el conflicto impulsado de forma demoníaca por el discapacitado físico y mental de Joe Biden, en lo relativo a Irán no habrá cambio alguno, con mayor razón luego del asesinato del líder de Hamas Ismail Haniyeh en Teherán por los sionistas, lo que puede originar una guerra entre Irán e Israel, arrastrando al conflicto a toda la región. Como sabéis, los medios corporativos estadounidenses han intentado retratar a Harris y a Trump como polos opuestos el uno del otro, pero la estrategia adoptada por ambos partidos hacia el mundo árabe y la región en general es buscar la hegemonía a través de una alianza ofensiva, apoyándose en Israel como su punta de lanza. Hacia el final de la administración del musulmán encubierto Barack Hussein Obama, EE.UU. se vio ante una difícil disyuntiva en Asia occidental: o buscaba la paz con la República Islámica de Irán o formaba una alianza regional para enfrentarla, con el riesgo de una guerra abierta. La guerra contra el terrorismo había causado la muerte de millones de personas y había costado billones de dólares a EE.UU., y no había hecho más que reforzar la determinación de las fuerzas opuestas a la hegemonía estadounidense. Durante un breve período, pareció que Obama había optado por aceptar la realidad sobre el terreno, y en el 2015 firmó el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) con Irán, pero esta esperanza de cambio duró poco. Durante la agitación de la denominada Primavera Árabe (un optativo montado por la CIA) EE.UU. intentó utilizar como arma el fervor ‘revolucionario’ de la región y eliminar a los gobiernos árabes que cuestionaban sus ambiciones regionales. Esta política se hizo más evidente con la invasión de Libia por la OTAN, que sirvió para derrocar y asesinar al presidente Muammar Gaddafi, así como el intento fallido de sacar a Bashar Assad del poder en Siria. EE.UU. también respaldó a la coalición multinacional liderada por Arabia Saudita para derrocar al Partido Ansarallah (los huttíes) que había tomado el poder en Saná, Yemen, no logrando su intento de derrotarlos. En tanto, el ascenso de ISIS (creado por EE.UU., financiado por Arabia Saudita, entrenado por la CIA y el Mossad israelí) también le brindó a Washington la oportunidad perfecta para “justificar” su presencia directa en Irak bajo la Operación Resolución Inherente (OIR). Sin embargo, en el 2016, el gobierno estadounidense estaba estancado: mantenía múltiples operaciones clandestinas en toda la región, así como una presencia militar directa en países como Afganistán, Siria e Irak para apuntalar regímenes favorables, sin que se vislumbre un final. A ello debemos agregar la intervención militar rusa para defender a siria decretada por el Presidente Vladimir Putin, la cual aplastó literalmente bajo toneladas de bombas y misiles al ilusorio califato de ISIS, así como elimino a su líder, un conocido agente del Mossad, con lo cual fracasaron los planes de EE.UU. de instaurar un régimen títere en el país. Cuando Trump llegó al poder, abandonó la estrategia de intentar presionar militar y diplomáticamente para alcanzar un resultado en el que el gobierno estadounidense siguiera siendo la principal potencia de la región. Se retiró unilateralmente del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), impuso duras sanciones a Irán y persiguió lo que llamó los “Acuerdos de Abraham”, trabajando para lograr que los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Marruecos y también Sudán firmaran acuerdos de normalización con Israel. Asimismo, Trump decidió abandonar la solución de dos Estados, aceptada internacionalmente, para resolver la cuestión de Palestina, lo que no ofreció a los palestinos ninguna esperanza de cambio y, al mismo tiempo, desafió la postura que la comunidad internacional mantiene desde hace tiempo sobre la cuestión del Sáhara Occidental, con el fin de presionar a Marruecos para que normalizara sus relaciones con los sionistas. Estas medidas desencadenaron una serie de acontecimientos que pusieron a Marruecos y Argelia en una trayectoria de colisión, al tiempo que provocaron una explosión dentro de los territorios palestinos ocupados por Israel en 1967. Cuando Biden asumió el poder, completó lo que su predecesor había comenzado con la retirada de Afganistán. A pesar de la desastrosa forma en que gestionó la retirada, que provocó la ira de los republicanos, la realidad es que Trump había estado planeando la misma medida. A pesar de haber prometido reactivar el acuerdo nuclear con Irán y poner fin a la guerra en Yemen al comienzo de su presidencia, Biden siguió una estrategia de visión de túnel que buscaba continuar lo que Trump había iniciado con los Acuerdos de Abraham. Washington marginó a los palestinos y no puso en marcha ninguna estrategia para enfrentar la creciente escalada de violencia en Cisjordania y las amenazas provenientes de Gaza, donde Hamás prometió en repetidas ocasiones represalias contra las políticas cada vez más agresivas del ocupante sionista. Mientras tanto, Biden puso todos los huevos en una canasta y persiguió un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel, lo que podría haber provocado una importante escalada en el conflicto entre Riad y Saná que amenazaba con extenderse más allá de la península Arábiga. En septiembre del 2023, Biden visitó la India para la cumbre del G-20 y anunció el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa, afirmando que "esto es algo realmente importante”. El corredor ferroviario y marítimo, que EE.UU. esperaba que representara un importante retroceso contra la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China, se centró en la idea de que un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel era inevitable, porque la ruta comercial tendría que pasar por los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania y luego Israel. En esa época, comenzaron a surgir conversaciones sobre una "OTAN árabe", que pretendía ser una fuerza combinada de Jordania y los estados árabes del Golfo, encabezada por Israel, diseñada para combatir a Irán y sus aliados en toda la región. Y entonces llegó el 7 de octubre del 2023. La ofensiva liderada por Hamás humillando a los sionistas destrozó todo esto para la administración Biden y, en una reacción instintiva al audaz ataque lanzado desde Gaza, Washington dio todo su apoyo al plan de guerra interminable de Netanyahu, con la esperanza de que Israel lograra derrotar a Hamás. Cuando Netanyahu se dirigió al Congreso de EE.UU., lo hizo con exactamente la misma visión para la región que antes del 7 de octubre, tratando a Gaza como un obstáculo a superar para que la OTAN árabe, o “Alianza Abraham”, como la llamó, aún pudiera formarse para enfrentar a Irán y sus aliados. Aunque Harris ha sido considerada una candidata presidencial más progresista que Biden, y recientemente declaró que la solución de dos Estados era el “único camino” para avanzar en Palestina e Israel, su postura no difiere de la del autoproclamado sionista Biden en ningún sentido tangible. Harris se reunió con Netanyahu en privado, al igual que Biden y Trump, y si bien puede estar recibiendo cierta resistencia del gobierno israelí, se trata en gran medida de un teatro político tanto de su campaña como de la coalición israelí de extrema derecha cuyos partidarios adoran a Donald Trump. En tanto, Harris no ha presentado una visión contraria a la actual política estadounidense en el mundo árabe y en la cuestión de las relaciones de Washington con Teherán. La vicepresidenta estadounidense, que ha apoyado a Israel durante toda su vida, está casada con un judío sionista y ha recibido grandes donaciones del lobby israelí a lo largo de su carrera política, se encuentra en una posición difícil. Si bien debe tratar de no molestar a sus donantes y aliados políticos proisraelíes, tampoco debe arriesgarse a perder su base de votantes que, según los últimos datos de las encuestas, son más comprensivos con los palestinos. Harris, a diferencia de Biden, depende especialmente de los votantes más jóvenes y de las comunidades minoritarias de EE.UU., que son aún más proclives a apoyar a los palestinos. Por otra parte, la campaña de Donald Trump ha sido financiada por la multimillonaria más rica de Israel y megadonante del Partido Republicano, Miriam Adelson, quien contribuyó con 100 millones de dólares a su intento de recuperar la Casa Blanca, buscando a cambio su reconocimiento de la anexión israelí de Cisjordania. Trump es mucho más abierto sobre sus intenciones cuando se trata de Irán y se presenta como el candidato " más pro israelí " en las elecciones. Tanto él como su compañero de fórmula JD Vance han pedido una confrontación directa con Irán y trabajar con los sionistas para lograr la victoria sobre el gobierno iraní. La campaña de Trump también busca lograr un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel. Aunque Trump parece ser el favorito en las próximas elecciones presidenciales, no hay señales de que ninguno de los dos candidatos vaya a diferir fundamentalmente en su estrategia hacia la región; tal vez sólo en los métodos de implementación. Ambos son incapaces de decir no a Israel y obligar a su aliado a llegar a un acuerdo con alguna de las partes palestinas. Ninguno busca una solución pacífica con Irán y toda la región sigue siendo vista como un tablero de ajedrez en el que juegan una partida para intentar afirmar su influencia sobre la de China y Rusia. El problema con esto es que son incapaces de ganar y también de hacer cualquier tipo de autoreflexión, por lo que su solución a cada problema es más violencia.
En el pasado, antes de que naciera la astronomía, existía la astrología, que intentaba adivinar el significado místico de los movimientos de las estrellas y los planetas. Asimismo, lo que se convirtió en química fue originalmente la alquimia, que buscaba transformar el plomo en oro. Tuvieron que pasar milenios para que estas prácticas primitivas maduraran y se convirtieran en ciencias. El panorama de la astronomía cambió realmente en la década de 1860, cuando el desarrollo de la espectroscopia marcó el comienzo de una nueva era en la comprensión del universo: la era de la astrofísica. Ahora, la generación más reciente ha presenciado una explosión de conocimiento sobre el universo como nunca antes la había precedido. Y, a lo largo del camino, enormes sorpresas han cambiado por completo muchas de nuestras ideas sobre el universo. Al respecto, surgieron preguntas que los humanos nos hemos hecho desde tiempos inmemoriales. Precisamente, la revista Astronomy, nos trae en su edición de este mes los 10 Grandes Misterios del Cosmos, de los cuales debido a su extensión solo nos ocupáremos de los más resaltantes ¿vale? 1. ¿Cómo se formó la Luna?: Uno de los grandes misterios de la astronomía es el origen de nuestro vecino más cercano. Probablemente, entre los primeros objetos del cielo que nuestros ancestros observaron y sobre los que se maravillaron se encuentra la Luna. Durante mucho tiempo, la Luna planteó a los científicos planetarios algunos enigmas desconcertantes. Los primeros indicios sólidos sobre el origen de la Luna llegaron cuando los astronautas de la misión Apolo trajeron rocas lunares para estudiarlas, aunque al principio las muestras sólo añadieron más misterio. La complejidad química de las rocas confundió a los científicos y dio lugar a varias posibilidades sobre el origen de la Luna. Tal vez era un cuerpo errante capturado por la gravedad de la Tierra. O tal vez ambos se formaron simultáneamente como una especie de planeta doble. Tal vez nuestro mundo dio origen a la Luna mediante un acto de fisión. O tal vez se produjo un gran impacto, generando escombros que formaron la Luna que tenemos ahora. En la década de 1970, William Hartmann y Donald Davis, de la Universidad de Arizona, sugirieron que un cuerpo del tamaño de Marte (posteriormente llamado Theia) chocó con la Tierra en los primeros días del sistema solar, lo que desprendió una enorme nube de material que se acumuló en la Luna. Al principio, la idea no tuvo éxito, pero tras años de estudio, la idea se afianzó y en la década de 1990 el científico planetario Robin Canup proporcionó pruebas sólidas. ¿Y qué le pasó a Theia? La mayor parte fue absorbida por la Tierra; 2. ¿A dónde fue el agua en Marte?: Hasta el siglo XIX se sostenía que Marte era un mundo parecido a la Tierra, tal vez con todo tipo de criaturas mirándonos fijamente. Nuestro vecino planetario tenía un complejo sistema de canales, o eso creía Percival Lowell, armado con su poderoso telescopio de 24 pulgadas en Arizona. La tradición que se construyó en torno al Planeta Rojo nos hizo esperar que este mundo pudiera tener bosques, valles erosionados por el agua y parientes de la humanidad entre sus seres vivos. Cualquier posibilidad de que eso sucediera se hizo añicos cuando la primera nave espacial fotografió Marte de cerca en la década de 1960. Era evidente que era un mundo estéril y sin vida. Pero con la llegada de orbitadores y exploradores al Planeta Rojo en la década de 1990, comenzó a surgir una historia más profunda de la evolución de Marte. Estas naves, en particular el Mars Reconnaissance Orbiter, demostraron que alguna vez fluyó abundante agua sobre la superficie marciana. En muchos lugares hay importantes canales fluviales tallados en las rocas. Hay abundante evidencia de acuíferos subterráneos en Marte, así como hielo de agua, incluso en los casquetes polares. Pero ninguna de esa agua fluye sobre la superficie del planeta. Entonces, ¿qué causó que el planeta se secara? Los científicos planetarios creen que durante su historia temprana, Marte tenía una atmósfera mucho más densa que la actual, lo que ayudó a mantener el agua en la superficie del planeta. Pero luego la atmósfera evolucionó y se hizo más delgada. Ahora, las moléculas de agua en la superficie de Marte se evaporarían y se descompondrían rápidamente en subproductos más ligeros, que luego se perderían rápidamente en el espacio; 3. ¿Por qué Venus se volvió del revés?: El objeto más brillante de nuestro cielo luego del Sol y la Luna, es otro planeta vecino lleno de ricas tradiciones y ciencia ficción. Al igual que con Marte, descubrimos con las primeras incursiones espaciales que Venus no es exactamente un lugar para quedarse. Los módulos de aterrizaje rusos y estadounidenses de la década de 1960 descubrieron rápidamente que podían sobrevivir en la superficie del planeta solo por un corto tiempo, sujetos a temperaturas de 800 grados Fahrenheit (425 grados Celsius). Que Venus es como el infierno se hizo evidente de inmediato, un parecido que solo se profundizó con el conocimiento de sus gases atmosféricos tóxicos. Pero Venus, en comparación con la Luna, muestra muy pocos cráteres de impacto. "¿A qué se debe ello?", se preguntaban los científicos. A principios de los años 90, la sonda espacial Magallanes proporcionó una gran cantidad de datos sobre Venus y su superficie, lo que dio inicio a una nueva era en los estudios sobre Venus. Se hizo evidente que Venus es un planeta con una superficie joven. Ha sido muy activo desde el punto de vista volcánico en un pasado relativamente reciente. Y quizás hace tres cuartos de mil millones de años, Venus recuperó su superficie global a través de un evento volcánico cataclísmico. Los cráteres más antiguos desaparecieron. ¿Qué pudo haber causado esta dramática acción? Se cree que una enorme cantidad de energía quedó atrapada en las profundidades de Venus, tal vez porque su corteza se hizo tan gruesa que ahogó al mundo con su propio calor interno. En algún momento crítico, esta energía se escapó y, como Venus no tiene tectónica de placas, el evento condujo a la cataclísmica renovación de la superficie global; 4. ¿Qué tan grande es el universo?: Se trata de una pregunta que, de alguna manera, debe remontarse a cuando nuestros antepasados humanos adquirieron por primera vez la capacidad de pensar de manera compleja, cuando miraban al cielo y reflexionaban sobre su existencia. Y, sin embargo, la respuesta, en cualquier sentido sofisticado, ha llegado hace muy poco. Las investigaciones cosmológicas nos dicen que el universo tiene 13.800 millones de años. La determinación más reciente y precisa de los principales datos cosmológicos proviene del satélite Planck de la Agencia Espacial Europea. Sabemos que el Big Bang marca el punto de partida del universo desde que Arno Penzias y Bob Wilson descubrieron la radiación cósmica de fondo de microondas en 1964. Sabemos que el universo se está expandiendo, como lo percibió Slipher en 1912. Y desde 1998 y el descubrimiento de la energía oscura (véase el número 7), sabemos que esta expansión se está acelerando con el tiempo. El hecho sorprendente es que ahora también sabemos que el cosmos tiene al menos 93 mil millones de años luz de diámetro. Esto se debe a que, en algunos modelos cosmológicos, podría ser infinito. Ahora bien, eso suena a ciencia ficción, pero tal vez sea cierto; 5. ¿Existe vida en otros mundos?: Y luego está la pregunta quizás más fundamental de todas: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo se originó la vida en la Tierra? ¿Qué tan común es la vida en el universo? ¿Estamos solos o simplemente aislados de civilizaciones que existen en grandes cantidades y están distribuidas en vastos abismos del espacio, como islas en un océano cósmico? Gracias a los primeros fósiles microbianos, sabemos que la vida se asentó en la Tierra rápidamente tras el Bombardeo Pesado Tardío, hace unos 4.000 millones de años. La vida en nuestro planeta siguió siendo muy simple durante mucho, mucho tiempo. Las formas de vida complejas como la nuestra surgieron recién en los últimos millones de años. Los átomos de tu cuerpo son muchos, quizá 7 billones de billones de billones en el ser humano promedio. Son los mismos átomos creados en el universo primitivo. El hidrógeno y el helio se crearon en el Big Bang, y otros elementos más masivos surgieron de la muerte de las estrellas. El universo es, en cierto modo, un gigantesco programa de reciclaje, y tú eres parte de él. Como decía Carl Sagan, somos literalmente materia estelar, reorganizada en células autorreplicantes integradas en sistemas complejos y pensantes. Sabemos que las condiciones para que estos átomos se junten en sistemas complejos son bastante comunes en todo el cosmos. Existen muchos exoplanetas que podrían albergar vida relativamente cerca de nosotros en la Vía Láctea. Nuestra galaxia contiene alrededor de 400 mil millones de estrellas (no lo sabemos con exactitud porque las estrellas más comunes, las enanas, son tenues y difíciles de ver a grandes distancias) cada una con planetas girando alrededor de ellas. Y el cosmos contiene al menos 100 mil millones de galaxias, tal vez muchas más. ¿Realmente puede creerse que la Tierra es el único planeta en todo el universo en el que se ha desarrollado la vida? Obviamente que no. Pero las distancias son enormes y es imposible con nuestra primitiva tecnología llegar a esos lugares para comprobarlo. De momento, solo nos queda contemplar las estrellas y preguntarnos acerca de ello.