La noticia del deseo de Donald Trump de adquirir Groenlandia “por motivos estratégicos” pilló desprevenidos a muchos, y no solo en Dinamarca, país al que pertenece la isla - que lo califico de absurdo - sino también en los EE.UU. y el resto del mundo. Se hablo de su posible compra, pero pocos saben qué repercusiones llevaría aparejadas, como es su proximidad a Rusia y el Ártico, que lo convierte en un activo estratégico importante para organizar varias instalaciones militares y de inteligencia. Viniendo de quien viene tan disparatada idea ya nada puede sorprendernos, pero hay que reconocer que ese intento de compra no es novedoso como algunos desinformados puedan creer, ya que en realidad se trata de un viejo anhelo estadounidense de apoderarse de la enorme isla. Este deseo ya se materializo en 1867 cuando el Departamento de Estado manifestó “su interés” en adquirirlo. Posteriormente en 1946, el criminal de guerra Harry Truman intento comprarlo por $100 millones, pero sus esfuerzos fueron vanos. Ese intento de los EE.UU. de querer anexarse - por la fuerza si es posible - de territorios que no le pertenecen nace desde su propia independencia, cuando luego de comprar Luisiana a Napoleón en 1803, quisieron hacer suyo Canadá - que era una posesión británica - siendo derrotados por los ingleses en 1812 cuando saquearon e incendiaron Washington, obligándolos a desistir de sus intentos y dirigir su codiciosa mirada en otras direcciones, como Florida, Texas, California y así sucesivamente, ocupando además Hawai y comprando Alaska, hasta conformar los actuales EE.UU. Pero no contentos con ello, ahora quieren más. Como sabéis, Groenlandia tiene una posición muy peculiar. Legalmente es un país que forma parte del Reino de Dinamarca y tiene un largo historial de relaciones con Europa, si bien geográficamente está en América del Norte. Se incorporó a la Comunidad Europea en 1973, pero, una vez obtenida una amplia autonomía, salió de la unión en 1985. La razón principal de esta salida es que Groenlandia estaba en desacuerdo con la Política Pesquera Común. Pese a que no es integrante de la UE, está considerado un territorio especial y los groenlandeses son automáticamente ciudadanos de la Unión Europea. En el contexto de la propuesta de Trump, parece poco probable que los lugareños prefieran la ciudadanía de Estados Unidos a la de Dinamarca. Es obvio que el interés de los EE.UU. también podría haberse visto espoleado por el hecho de que el punto nororiental de Groenlandia está ubicado a solo 950 kilómetros de las posesiones árticas rusas. De hecho, la base rusa Trébol Ártico está en la Tierra de Francisco José. Por ello el desvariado deseo de Trump, de hacerse con un nuevo territorio puede ser considerado como parte de la emergente carrera por el Ártico (considerado por muchos analistas como la última frontera de la Tierra por las inmensas riquezas que yace en sus profundidades). EE.UU. ya posee un activo militar muy valioso en la región: la base aérea de Thule. Ubicada en la costa noroccidental de Groenlandia, la base aérea sirve como bastión principal de Washington en la región ártica. Esta infraestructura militar ha sido oscuro objeto de deseo de las aspiraciones expansionistas de EE.UU. desde hace décadas. En los tiempos de la Guerra Fría, aviones de reconocimiento estadounidenses despegaron en varias ocasiones desde la citada base aérea para volar a lo largo de la frontera norte de la Unión Soviética e inspeccionar y poner a prueba sus defensas. La operación pasó a ser conocida como Project Homerun. Los vuelos tuvieron lugar en 1956 y pretendían poner a prueba las capacidades de la aviación estratégica norteamericana ante la defensa antiaérea de la URSS. Los estadounidenses pretendieron implementar atrevidos proyectos en la propia base aérea. Quizá uno de los más conocidos sea el programa de alto secreto Project Iceworm. En los años 60 del siglo XX, EEUU planeó construir en Groenlandia una red de plataformas móviles para el lanzamiento de misiles nucleares. Dicha red de túneles bajo la gruesa capa de hielo de Groenlandia estaba llamada a tener una longitud de 4.000 kilómetros y pretendía albergar hasta 600 misiles nucleares. Estos proyectiles serían capaces de alcanzar el territorio de la URSS con rapidez en caso de estallar una guerra nuclear entre Moscú y Washington. Haciendo gala de su conocida prepotencia, los EE.UU. ni siquiera avisó al Gobierno de Dinamarca de sus planes. Pretendía - afirmó a modo de excusa - “evitar cualquier filtración de información a los rusos”. Para ello, soldados norteamericanos construyeron una instalación llamada Camp Century a 240 kilómetros de la base aérea de Thule para estudiar pormenorizadamente la viabilidad del proyecto. Sin embargo, la capa de hielo resultó ser inestable y Washington canceló el programa en 1966. Groenlandia alberga hasta hoy la infraestructura del Ejército estadounidense, lo que ilustra la gran importancia estratégica que atesora para Washington. La enorme ínsula es un lugar perfecto para entrenar en condiciones de frío extremo a los efectivos del Ejército y de la Fuerza Aérea. Se trata de una experiencia indispensable, habida cuenta de las ansias de EE.UU. de medrar en la carrera por el Ártico. Cabe recordar que Groenlandia está considerada como la isla más grande del planeta. Cerca del 80% de su superficie está cubierta por una gruesa capa de hielo. El resto del territorio, de más de dos millones de kilómetros cuadrados, consta de diferentes tipos de permafrost. Teniendo en cuenta estas adversas condiciones climáticas, existe una notable dependencia de las importaciones de alimentos de la Unión Europea. La principal fuente de ingresos para la economía de Groenlandia es la venta de productos pesqueros, lo que representa el 90% de todo el volumen de exportaciones. El principal socio económico de Groenlandia es, como no podía ser de otro modo, Dinamarca, a quien destina el 60% de las exportaciones. Otros socios económicos son Japón y China, que representan el 14% y el 8% de las exportaciones, respectivamente. Una transferencia de soberanía de Groenlandia por parte de Dinamarca a los EE.UU. puede romper u obstaculizar los lazos económicos entre la isla y Copenhague. La situación podría ser incluso peor en el caso de las exportaciones a China. En el contexto de la guerra comercial entre Beijing y Washington aparecería la amenaza de la posible introducción de aranceles a las exportaciones de productos pesqueros. Es posible que el interés de EE.UU. en la adquisición de Groenlandia también esté relacionado con que el territorio pueda poseer una de las reservas más grandes de petróleo no descubierto, así como tierras raras. Según estimaciones del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) hechas en el 2001, las aguas del mar de Groenlandia pueden albergar hasta 110.000 millones de barriles de petróleo, aproximadamente un tercio de las reservas de Venezuela, el país con las mayores reservas del mundo. En Groenlandia viven poco más de 55.000 personas, una población minúscula para una isla de semejante tamaño. La mayoría de ellos, el 88%, es de origen inuit, mientras que el 12% restante son europeos, principalmente daneses. Teniendo en cuenta la situación demográfica, es poco probable que Groenlandia pueda convertirse en un estado de EE.UU. de pleno derecho. Si Washington de verdad lograra adquirir la isla, esta se incorporaría con toda probabilidad como un territorio libre asociado, es decir, estaría representada en la Cámara Baja del Congreso de EEUU sin derecho a voto. Esto contrasta con su situación actual: los groenlandeses eligen y envían dos representantes al Folketing (Parlamento danés) y sí que tienen derecho a votar. Otro asunto que plantea cierta incertidumbre es la posible independencia de Groenlandia. Desde hace años existen grupos que abogan por la soberanía completa del país respecto al Reino de Dinamarca. Por ahora es difícil imaginar cómo podría Washington lidiar con este problema si de alguna manera se hiciera con el control. No se podría simplemente ignorar el asunto. Si EE.UU. pagara dinero por Groenlandia y pasado unos años tuviera que entregarle la independencia en bandeja de plata, sería el peor negocio de la historia. Desde esta perspectiva, se trata de una inversión que carece de lógica. Entretanto, en la capital de la isla no se hicieron esperar los comentarios de políticos y de la gente en las calles, donde como es obvio, el rechazo es la tendencia dominante: "Dios, por favor, ¡no!" responde un encuestado, mientras que la redes sociales afirman: " Groenlandia no esta a la venta. No somos algo que se pueda comprar. Aléjense de nuestro país". Otros políticos locales simplemente se mofaron de la idea: "Si realmente está evaluando esto, es la prueba final de que se ha vuelto loco", dijo el representante del Partido del Pueblo, Soren Espersen, que asegura que la idea de "comprarle a Dinamarca 50 mil ciudadanos es completamente ridícula". El ex primer ministro Lars Lokke Rasmussen se expresó a su vez en Twitter: "Debe ser una broma de April Fool's… ¡totalmente fuera de tiempo!" A su turno, el profesor adjunto de la Universidad de Groenlandia Rasmus Leader, ha puntualizado en la prensa de su país que Dinamarca no puede vender Groenlandia aunque quisiera porque, según la ley danesa del 2009, los groenlandeses son un único pueblo. “Ello sin contar que comprar una isla que está camino de ser independiente es imposible” indicó. Al respecto, una encuesta realizada en el 2016 mostró que el 64% de los groenlandeses apoyan en cierta medida la independencia. Al mismo tiempo, otro sondeo llevado a cabo en el 2017 puso de relieve que la mayoría, el 78%, no respaldaría la iniciativa si esto supusiera un cambio negativo en el nivel de vida. Para mantener los estándares de vida, Copenhague envía anualmente un subsidio de 500 millones de dólares. La pregunta es si Trump estaría dispuesto a pagar este monto o incluso superarlo cada año para intentar mantener el control sobre Groenlandia, pero dada la unánime negativa danesa a vendérselo, esperemos que todo quede en deseos. (Venga ya, al margen de cualquier posición política que uno pueda tener, la facilidad de ganarse enemigos y detractores por parte de este megalomaniaco es realmente asombrosa ¿no os parece?) :)
Luego de muchos problemas y quebraderos de cabeza debido a la pantalla, el primer móvil plegable está cada vez más cerca de convertirse en una realidad. El mes pasado sabíamos que Samsung relanzaría su Galaxy Fold en septiembre. Sin embargo, la tecnológica surcoreana no piensa cejar en su empeño de desarrollar dispositivos de este tipo, por lo que ya están trabajando en su sucesor: el presumible Galaxy Fold 2. El portal Let's Go Digital ha tenido acceso la patente del futuro terminal, así como a algunos prototipos del mismo. En la imagen se puede apreciar como el smartphone se podría plegar en Z, algo que ofrece más posibilidades al usuario que su antecesor, que todavía está por llegar, y que únicamente podrá plegarse por un lado. Esta novedad permitiría que el dispositivo fuese mucho más fácil de transportar, algo importante teniendo en cuenta su tamaño. Y es que, en cuanto a las dimensiones del Fold 2 desplegado, se espera que sean bastante importantes, más cercanas a las propias de una tablet que a las de un smartphone. Sin embargo, plegado reduciría su tamaño a la mitad, que convertiría al terminal en una suerte de híbrido que puede resultar atractivo tanto para aquellos que estén buscando un dispositivo móvil con buenas prestaciones, como para los que estén más interesados en adquirir una tablet. Algo parecido a lo que ocurre con los Galaxy Note de la tecnológica surcoreana. Por otra parte, el dispositivo no contará con botones o ranuras. Tampoco hay rastro de algún sensor que nos permita hacernos una idea de cómo será la cámara, que, de seguro, tendrá. Dado el retraso que se está sufriendo con el lanzamiento de la primera generación, se espera que este Samsung Galaxy Fold 2 de comienzo a su fabricación este mismo otoño. La presentación, por otra parte, apunta a sorprendernos a mediados de primavera del 2020. Quizá resulte algo ambicioso empezar a pensar el evolución del plegable cuando el primer Galaxy Fold todavía no ha llegado a las tiendas. Como sabéis, el lanzamiento del esperado teléfono móvil tuvo que cancelarse hace unos meses por detectarse graves fallos técnicos en su pantalla. Un problema que no ha resultado nada fácil de solventar. El dispositivo será lanzado (al menos eso se espera) en septiembre. Según afirmó Samsung a través de un comunicado, el Fold contará con una serie de refuerzos adicionales diseñados para una mejor protección ante partículas externas y manteniendo intacta su experiencia flexible característica. Además de estas novedades, el Galaxy Fold ha reforzado algunos aspectos, como la parte superior e inferior de la bisagra, que vendrá con más capas de protección, así como la incorporación de capas metálicas adicionales bajo la propia pantalla. El objetivo es reforzar la protección de la misma. Por último, el espacio entre la bisagra y el chasis se ha reducido. El precio del terminal rondará los 1.700 euros :)
Se trata de una de las preguntas más antiguas que se ha hecho la humanidad: ¿Hay vida fuera de nuestro planeta? Es posible que exista en otros mundos, ya sea en nuestro sistema solar o en torno a estrellas distantes, ten¬ga que florecer en océanos cubiertos de hielo, como los de Europa, uno de los satélites de Júpiter, o en cuevas llenas de gases, como las que quizás abundan en Marte. Si encontramos la manera de aislar e identificar en la Tierra formas de vida capaces de prosperar en ese tipo de ambientes extremos, estaremos un paso más cerca de hallar vida en otros planetas. No es fácil señalar el momento exacto en que la búsqueda de vida en otros mundos pasó del terreno de la ciencia ficción y los mitos al de la ciencia, pero uno de los principales hitos fue una conferencia sobre astronomía celebrada en noviembre de 1961. La organizó Frank Drake, un joven radioastrónomo fascinado por la idea de buscar transmisiones de radio alienígenas, cuando convocó una conferencia sobre la búsqueda de inteligencia extraterrestre, o SETI (acrónimo de Search for ExtraTerrestrial Intelligence), “era esencialmente tabú en astronomía”, recuerda ahora Drake, de 86 años. Pero con el apoyo del director de su laboratorio, logró reunir a un grupo de astrónomos (entre ellos un joven científico planetario llamado Carl Sagan), químicos, biólogos e ingenieros para debatir sobre lo que hoy se denomina astrobiología, la ciencia de la vida fuera de la Tierra. En particular, Drake necesitaba el asesoramiento de los expertos sobre la racionalidad de dedicar una porción sustancial del tiempo de observación de un radiotelescopio a la búsqueda de señales de radio procedentes de otros planetas y sobre la forma de observación más prometedora. ¿Cuántas civilizaciones puede haber en nuestra galaxia?, se preguntaba. Por eso, antes de que llegaran sus invitados, garabateó una ecuación en la pizarra. Aquellos trazos apresurados, que hoy se co¬nocen como la famosa ecuación de Drake, delinearon un procedimiento para dar respuesta a su pregunta. Tuvo que transcurrir un tercio de siglo antes de que fuera posible empezar a asignar valores estimativos a los diferentes términos de la ecuación. En 1995 se detecto el primer planeta que orbitaba en torno a una estrella semejante al Sol fuera de nuestro sistema solar. Aquel mundo, conocido como 51 Pegasi b, se encuentra a unos 50 años luz de la Tierra y es una enorme masa gaseosa cuyo tamaño es la mitad de Júpiter, con una órbita tan próxima a su estrella que su “año” dura solo cuatro días y su temperatura superficial supera los 1.000 °C. Nadie pensó ni por un momento que pudiera haber vida en un entorno tan infernal. Pero el mero hecho de saber que existía ese planeta fue un gran paso adelante. A comienzos del año siguiente se hallaron otros más. Hasta la fecha se han localizado y confirmado casi 2.000 exoplanetas, algunos más pequeños que la Tierra y otros más grandes que Júpiter; quedan miles a la espera de confirmación, la mayoría des¬cubiertos gracias al telescopio espacial Kepler, en órbita desde el 2009. Ninguno de esos planetas es exactamente igual a la Tierra, pero los científicos confían en encontrar uno muy semejante en un futuro próximo. Sobre la base de los descubrimientos de planetas ligeramente más grandes realizados hasta el momento, los astrónomos calcularon recientemente que más de una quinta parte de las estrellas parecidas al Sol tienen a su alrededor planetas habitables, semejantes a la Tierra. Es una buena noticia para los astrobiólogos. Y eso no es todo ya que no solo los planetas son candidatos para poseer vida, sino también sus satélites. Resulta que la gama de temperaturas y ambientes químicos en dichos mundos haría proliferar organismos inimaginables para nosotros. En la década de 1970 oceanógrafos como Robert Ballard descubrieron las chimeneas hidrotermales: fisuras del fondo oceánico de las que mana agua a elevadísimas temperaturas y en cuyo entorno se desarrolla un variado ecosistema de bacterias que se alimentan de sulfuro de hidrógeno y otras sustancias químicas disueltas en el agua, y que a su vez son el sustento de otros organismos que no necesitan la luz del sol para sobrevivir y ello puede ocurrir perfectamente en Europa, la luna de Júpiter, que presenta grietas en su superficie helada, y relativamente joven, lo que indica que bajo el hielo hay un océano de agua líquida donde podría existir vida. En 2005, la sonda Cassini de la NASA localizó chorros de agua eyectados de la superficie de Encélado, un satélite de Saturno. Mediciones realizadas más tarde por la nave y dadas a conocer en abril de este año confirman que también allí podría haber una fuente subterránea de agua. A ellos debemos agregar que en la superficie de Titán, el satélite más grande de Saturno, hay ríos, lagos y lluvia. Pero el ciclo meteorológico de esta luna se basa en hidrocarburos líquidos, como el metano y el etano, no en el agua. Puede que allí haya alguna forma de vida, pero es muy difícil imaginar cómo será. De los nombrados Europa es la más atractiva para los científicos y eso hace que la idea de enviar una sonda orbital gane adeptos, pero por desgracia, la misión es considerada demasiado costosa: 4.700 millones de dólares, por lo que se ha rediseñado los planes y si finalmente se aprueba, se espera que el lanzamiento tenga lugar entre comienzos y mediados de la década de 2020, en un viaje que durará unos seis años. Lamentablemente, todo indica que el proyecto demorara en hacerse realidad y vaya uno a saber cuando ocurrirá, Por lo pronto, la NASA ha dirigido sus esfuerzos a los telescopios espaciales, mientras que Frank Drake continúa buscando señales extraterrestres, un descubrimiento que superaría a cualquier otro. “Tiene sentido continuar con nuestras investigaciones -dice- porque no tenemos ni idea de lo que los extraterrestres podrían estar haciendo realmente” expresó :)