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miércoles, 24 de febrero de 2021

BAHREIN: La revolución silenciada

Hace diez años, los ciudadanos de Bahrein iniciaron un levantamiento pacífico contra un corrupto régimen monárquico, despreciado y despótico que se vale de una represión indiscriminada para mantenerse en el poder. Es así como durante las siguientes cuatro semanas, el régimen de Al Khalifa fue sacudido hasta sus cimientos cuando cientos de miles de bahreiníes tomaron las calles del estado insular del Golfo Pérsico. Sin embargo, lo que siguió fue una despreciable intervención tanto de Gran Bretaña como de los EE.UU. en apoyo a la tiranía que fortalecida, desató una ola de represión brutal, la cual continúa hasta el día de hoy. Queda claro que sin esta injerencia de potencias extranjeras, el decadente régimen de Bahrein habría caído indefectiblemente. Lo que estaba en juego para Londres y Washington no era solo la pequeña isla de Bahrein, sino la estabilidad de toda la cadena de petromonarquías del Golfo Pérsico, principalmente Arabia Saudita. Los jeques del Golfo son esenciales para mantener los intereses geopolíticos de las potencias occidentales en el Medio Oriente, para apuntalar el sistema del petrodólar, que es fundamental para el sustento económico estadounidense, y prolongar el lucrativo comercio para los fabricantes de armas británicos y estadounidenses. Si Bahrein sucumbiera a un levantamiento democrático de quienes exigen elecciones libres y justas, un estado de derecho independiente, una gobernanza económica más equitativa, etc., las monarquías del Golfo se verían "amenazadas" por el ejemplo. Cabe destacar que tanto Arabia Saudita, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar como Omán son los otros estados del Golfo que están gobernados por corruptos monarcas. Todos son títeres de las potencias occidentales, permitiendo la instalación en su territorio de bases militares estadounidenses y británicas, en una estratégica región que es vital para utilizarlos como bases de sus tropas para iniciar guerras y enfrentarse a temibles enemigos como Irán. Como sabéis, Bahrein alberga la base de la Quinta Flota de la Marina de los EE. UU., así como una base naval británica que se abrió en el 2016, En resumen, no se podría permitir de ninguna manera que Bahrein alcanzara la democracia, ya que eso tendría un efecto dominó en toda la región y pondría en peligro los intereses británico-estadounidenses. Sin embargo, las aspiraciones democráticas de Bahrein son conmovedoras. La mayoría de la población profesa el Islam chiíta que tiene muchas conexiones culturales con Irán, que se encuentra al norte al otro lado del estrecho mar del Golfo. Los gobernantes de Bahrein descienden de una tribu de colonos coloniales que invadió la isla en el siglo XVIII. La tribu Khalifa provenía originalmente de la Península Arábiga. La ocupación de Bahrein fue de conquista y pillaje. A diferencia de la mayoría de los bahreiníes, los usurpadores profesaban seguir el Islam sunnita y despreciaban a su población chiita, se enseñorearon de ellos e impusieron gravámenes arbitrarios y exorbitantes bajo pena de muerte. Pero el Imperio Británico convirtió en 1820 a Bahrein en una monarquía, con el fin de ser un centinela de la isla que se encuentra en una vía fluvial clave que conducía a la joya imperial de Gran Bretaña, India. Por cierto, el Imperio Británico tenía acuerdos de “protectorado” similares con todos los demás territorios árabes del Golfo. De esta manera y a lo largo de los siglos, se confió en oficiales y soldados coloniales británicos para sostener al régimen de Khalifa en Bahréin. Los levantamientos contra el ocupante se repetían periódicamente y eran reprimidos de forma extremadamente violenta por las fuerzas de seguridad británicas. El patrón se repitió durante las revueltas de la denominada Primavera Árabe del 2011 que se extendieron por el norte de África y Oriente Medio, revueltas que fueron manipuladas y fomentadas por las potencias occidentales para el cambio de regimenes, como en Siria y Libia. Pero en Bahréin, fue un impulso verdaderamente democrático lo que impulsó a la mayoría chiíta a exigir una vez más sus derechos históricos contra un régimen despótico e impostor. El inestable control del poder por parte del ocupante fue tal que la marea del levantamiento casi provoca su caída durante las cuatro semanas posteriores al inicio de las revueltas el 14 de febrero del 2011, donde hasta 500.000 personas tomaron a las calles, casi la mitad de la población. Así, Pearl Roundabout en la capital - Manama - se convirtió de facto en la “República de Bahrein” con campamentos pacíficos y multitudes diarias que le decían desafiantes al rey Hamad bin Isa Al Khalifa que su juego había terminado. Fue una época embriagadora y el inminente y peligroso derrumbe del régimen autoritario era palpable. Para impedirlo, era necesario sumergir a la gente en un baño de sangre que sería la única ruta de salvación del oprobioso régimen y sus patrocinadores occidentales. Y efectivamente, así sucedió. En efecto, el 14 de marzo del 2011, miles de soldados de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos invadieron Bahrein y comenzaron una sangrienta represión contra manifestantes desarmados. Quienes fueron detenidos inicialmente, fueron torturados salvajemente y ultimados sin contemplaciones. Aquellos que se resistían al arresto eran muertos a tiros a quemarropa en plena calle. La brutal represión que mediante un baño de sangre aplasto la revuelta democrática, continua hasta el día de hoy aunque como podéis imaginar, es ignorada por los medios de comunicación occidentales. Actualmente, todos los líderes prodemocráticos de Bahrein languidecen en las cárceles sin el debido proceso. Se sabe que varios de los detenidos han sido ejecutados en los últimos días acusados de ser “terroristas” luego de los hicieron “confesar” a golpes. Solo unos días antes de la invasión de Bahréin, el 9 de marzo del 2011, el régimen fue visitado por altos funcionarios de seguridad británicos y estadounidenses. En el lado británico estaban Sir Peter Ricketts, asesor de seguridad nacional del entonces primer ministro David Cameron, así como el general Sir David Richards, jefe del ejército británico. En una segunda reunión separada, el 11 de marzo, tres días antes del ataque, el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, visitó al régimen de Khalifa. No conocemos los detalles de esas discusiones, pero los informes de los medios indicaron en ese momento que los británicos y los estadounidenses estaban "ofreciendo su apoyo total a la familia real", es decir, que el tirano tenía carta libre para iniciar una sangrienta represión contra los manifestantes. Es más, Gran Bretaña y EE.UU. trabajaron juntos para acabar con la revolución de Bahréin del 2011 y las aspiraciones de gobernabilidad democrática de su pueblo. En agosto del 2020, el exsecretario de Estado de los EE.UU., Mike Pompeo, visitó la isla y elogió al régimen criminal por su apoyo a la política de Washington de normalizar los lazos con los ocupantes sionistas de Palestina. No hay señales de que la nueva administración de Biden adopte una posición más crítica hacia Bahrein. De hecho, fue la administración del Criminal de Guerra Barack Hussein Obama, en la que Biden era vicepresidente, la que se coludió con el Reino Unido en la matanza para acabar a sangre y fuego con la revolución de Bahrein en el 2011. Mientras hipócritamente, cuando ambos países hablan de “promover la democracia y los derechos humanos” en lugares como Hong Kong, Venezuela o Corea del Norte, buscando aislar además a Rusia y China, solo hay que recordar su nula credibilidad en defensa de esos derechos, como lo demostró en Bahrein. De otro lado, los medios de comunicación occidentales, a pesar de sus cínicos reclamos de “libertad e independencia”, también merecen una rotunda condena. Esos medios han ignorado firmemente la tragedia que viven los bahreiníes a manos de un régimen asesino por deferencia a los intereses geopolíticos de sus gobiernos. No es de extrañar su infame comportamiento, cuando pertenecen a poderosas corporaciones judías que están al servicio del establishment. La hipocresía y falsedad de los EE.UU. y el Reino Unido - quienes actuaron con alevosía para intervenir en Siria y Libia al mismo tiempo que ahogaban en sangre el movimiento legítimo a favor de la democracia en Bahréin - ha quedado retratado patéticamente en toda su magnitud :(

SAMSUNG GALAXY F62: Como tiene que ser

Como recordareis, el año pasado Samsung saco de la manga la nueva serie F, que se estrenaba en octubre con el Samsung Galaxy F42. Ahora, el segundo de la línea ya está entre nosotros: el nuevo Samsung Galaxy F62. Se trata de un móvil de gama media con procesador de gama alta, el mismo Exynos 9825 del Samsung Galaxy Note 10. Con cámara cuádruple, el terminal destaca por su descomunal batería de 7.000 mAh de capacidad. Aunque la numeración no nos ayuda, el Samsung Galaxy F62 es el segundo terminal de la serie F, de modo que lo podemos considerar, al menos por el momento, la evolución del Samsung Galaxy F41 del año pasado. Como evolución, hay varios cambios dignos de mención, como el salto de nivel en el procesador. Es ahora un Exynos 9825 de 7 nm EUV. Es un procesador de gama alta -de 2019, eso sí- lo cual supone músculo, aunque no lo último en conectividad. El Samsung Galaxy F62 se queda en el LTE, aunque viene bien acompañado de memoria, con versiones con 6 y 8 GB de RAM, ambas con 128 GB de almacenamiento. En el aspecto, no hay demasiadas sorpresas, con un diseño similar al de otros terminales de la casa. Delante, la pantalla AMOLED tiene una diagonal de 6,7 pulgadas, resolución Full HD+ e incorpora la cámara frontal, de 32 megapíxeles, en una perforación centrada. Detrás, el Samsung Galaxy F62 apuesta por una cámara cuádruple, de modo que gana un sensor más desde el modelo anterior, además de algo de resolución extra en el gran angular. Tenemos un sensor principal de 64 megapíxeles, un gran angular de 12 megapíxeles, un sensor macro de 5 megapíxeles y un sensor para el modo retrato, también de 5 megapíxeles. Si por algo destaca el Samsung Galaxy F62 es por su batería, que tiene una capacidad de 7.000 mAh, algo que no se ve todos los días. Esta gran capacidad viene acompañada de carga rápida de 25W. El terminal tiene conector de auriculares, NFC e incorpora el lector de huellas en uno de sus laterales. En cuanto a su coste y disponibilidad, el Samsung Galaxy F62 es oficial en la India y, en principio, es posible que no salga de allí. Ya esta a la venta desde esta semana en los colores verde, gris y azul, en las siguientes versiones: Samsung Galaxy F62 de 6+128 GB: 23.999 rupias indias (272 euros al cambio); Samsung Galaxy F62 de 8+128 GB: 25.999 rupias indias (295 euros al cambio) :)

BANGKOK: La Venecia de Oriente

Bangkok es el nombre con el que se conoce globalmente a la capital tailandesa, pero lo cierto es que se llama Krung Thep Maha Nakhon (“La ciudad de los ángeles”). Para ser detallistas, hay que decir que el nombre original completo lleva 17 palabras, que traducidas al español significan “Ciudad de los ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable del dios Indra, la magnífica capital del mundo dotada de nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Indra y construida por Vishnukam”. ¿Se entiende entonces por qué se optó por llamarla simplemente Bangkok? Este gigante urbano y económico del sudeste asiático – además de ser la ciudad más poblada de ese país - es uno de los destinos predilectos y el punto de partida para otros enclaves del territorio tailandés. Está surcado por el río Chao Phraya, el que junto al delta de su bahía dio lugar a la denominación con la que se conoce: “Venecia de Oriente”. Diariamente numerosos barcos de pasajeros transitan su cauce desde las 8 hasta el atardecer, con varias paradas en atractivos turísticos, lo que resulta una forma interesante de recorrer la ciudad. Si bien con los años muchos de los canales fueron cegados para convertirlos en calles, otro tanto resiste y la gente sigue habitando en sus márgenes. De hecho, uno de los grandes atractivos de Bangkok son sus mercados flotantes. Hay uno dedicado casi exclusivamente a los turistas, que está algo lejos de la ciudad, y otro visitado tanto por viajeros como por tailandeses, y se encuentra entre los canales del centro. Cabe destacar que Bangkok también es morada de palacios y más de 400 templos budistas en la zona histórica de la ciudad - Rattanakosin - por lo que es habitual encontrarse con monjes vestidos con sus túnicas de color azafrán. Pero la capital tailandesa también tiene una cara futurista, ya que de un tiempo a esta parte manifiesta un notable proceso de modernización. En ese sentido, el Sky Train que parece sacado de las películas de ficción, se desliza sobre gigantescos rieles de concreto en medio de inmensos rascacielos y torres fosforescentes de Bangkok, con aire acondicionado e información en sus pantallas digitales. Esta modernización también es notablemente visible en los centros comerciales, hoteles, restaurantes y una enorme cantidad de spas, en los que la principal oferta continúa siendo una práctica ancestral por excelencia: nuat thai (el auténtico masaje tailandés). Y en esto no se improvisa: son necesarios varios años de estudio en la universidad para ejercerlos. Para el europeo desprevenido, especialmente si no conoce otras grandes capitales asiáticas, la primera impresión de Bangkok siempre será abrumadora y son los templos milenarios recubiertos de oro y las casas elevadas sobre pilotes de madera los que de repente nos llevan varios siglos atrás, al tiempo en que Tailandia se sacudió el yugo del imperio jemer, sufrió la invasión birmana y resistió el colonialismo británico desde la frontera malaya. En pocos lugares del mundo el pasado y el futuro, Oriente y Occidente, conviven en un contraste tan marcado y a la vez tan armónico, como el día y la noche. Los hoscos paralelepípedos de los edificios ultramodernos al lado de los puntiagudos pináculos de los palacios; la contaminación avasalladora (que en algunas zonas se transforma en niebla y casi exige la protección de una mascarilla) junto al verdor de Lumpini Park; el lujo espectacular de los enormes bloques comerciales en ruda competencia con los mercadillos tradicionales a pie de calle. Todo en Bangkok respira vida y movimiento, ruido y humo, oscuridad y color, caos en el sentido matemático del término: el orden dentro del desorden, el desorden dentro del orden. Y en pocos lugares esa cuidada incoherencia salta tanto a la vista como en el Gran Palacio Real de Bangkok, una aglomeración aparentemente inconexa de pagodas multicolores, enormes pimenteros de oro y construcción colosal. Su corazón, el templo Esmeralda, custodia la pequeña figura de un buda que contrasta con el gigantesco buda dorado de Wat Pho, muy cerca del Gran Palacio, una lánguida estatua recostada de 43 metros de longitud. Para el occidental, la sensación de ser un simple extranjero sin rostro se acentúa entre las muchedumbres de asiáticos que te acompañan en la visita: salvo algunos australianos, alemanes o estadounidenses, los ojos rasgados campan a sus anchas y solo entonces empiezas a distinguir verdaderamente entre chinos, coreanos, japoneses, vietnamitas e indonesios. Como podéis imaginar, hay mucho para ver en Bangkok, una vertiginosa megalópolis asiática que al mismo tiempo busca conservar intactas sus tradiciones :)
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