Con 800.000 km2 de tierra cultivable, 1.100 tipos de minerales y metales preciosos - entre ellos los diamantes y el rey de nuestra era, el coltán, la esencia de las nuevas tecnologías - y un río, el majestuoso y caudaloso Congo, con una potencial hidroeléctrico que podría alumbrar toda África austral, la República Democrática del Congo es potencialmente uno de los países más ricos de la Tierra, pero el colonialismo, la esclavitud, la corrupción y las guerras fraticidas lo condenaron a ser uno de los más pobres del planeta. Una guerra en la que más de cinco millones de personas han muerto, millones más quedado al borde de la inanición y víctimas de enfermedades y en la que millones de mujeres y niñas han sido violadas. El presente apocalíptico de Congo es producto directo de decisiones y acciones tomadas en los últimos cinco siglos. A fines del siglo XV, un imperio conocido como el Reino del Congo dominaba la porción occidental del país y pedazos de otros estados modernos como Angola. Era sofisticado, tenía su propia aristocracia y una impresionante administración pública. Cuando los mercaderes portugueses llegaron en la década de 1480, se dieron cuenta que era una tierra de una inmensa riqueza natural, rica en recursos… particularmente en carne humana. Congo era una fuente aparentemente inagotable de esclavos fuertes y resistentes a enfermedades. Los portugueses descubrieron rápidamente que esa "mercancía" sería más fácil de explotar si el interior del continente permanecía en la anarquía. Hicieron lo posible por destruir cualquier fuerza política indígena capaz de cercenar sus intereses esclavistas o mercantiles. Enviaron dinero y armas modernas a rebeldes, derrotaron a ejércitos congoleses, asesinaron reyes, masacraron élites y estimularon la secesión. Para los años 1600, el otrora poderoso reino se había desintegrado en una anarquía acéfala de miniestados atrapados en guerras civiles endémicas. Los esclavos, víctimas de estos conflictos, huían a la costa y desde donde se los llevaban a América. Unas cuatro millones de personas fueron embarcadas a la fuerza en la desembocadura del río Congo. Los buques ingleses estaban en el centro de este comercio. Las ciudades y los mercaderes británicos se hicieron ricos gracias a los recursos que los congoleses jamás verían. Este primer encuentro con los europeos marcó el resto de la historia de Congo. El desarrollo ha sido sofocado, el gobierno ha sido débil y el estado de derecho, inexistente. A los poderosos les convenía destruir, suprimir e impedir cualquier gobierno fuerte, estable y legítimo. Eso interferiría con la fácil extracción de los recursos nacionales. Congo (un país enorme, del tamaño de Europa occidental) vive bajo la maldición de su riqueza natural. El agua interminable del segundo río más largo del mundo, el Congo, un clima benigno y un suelo rico y fértil, debajo del que hay abundantes depósitos de cobre, oro, diamantes, cobalto, uranio, coltán y petróleo, para mencionar sólo algunos de los minerales que deberían hacerlo uno de los países más ricos del mundo. En cambio, es uno de los más desahuciados. Al interior del Congo llegó a fines del siglo XIX un infame aventurero nacido en Reino Unido, Henry Morton Stanley, cuyo sueño era colocar el inmenso territorio bajo el control de la corona británica. Pero se le adelanto el rey de Bélgica Leopoldo II, quien lo convirtió en su ‘propiedad personal’ explotándolo para su beneficio, lo que origino violentas protestas que eran aplastadas con una brutalidad inimaginable. Se creó así un régimen rapaz y bárbaro de una élite belga sin el mínimo interés en desarrollar el país o su población lo que a la larga lo perjudicó enormemente. Y es que con la proclamación de su independencia en 1960 quedo en evidencia la inexistencia de una élite nativa que la dirigiera, lo cual fue desastroso para su futuro. Fragmentos del inmenso país intentaron separarse inmediatamente, el ejército se amotinó contra sus oficiales belgas y en pocas semanas la élite belga que gobernaba evacuó el estado, dejando a nadie con capacidad para manejar el gobierno o la economía. Así, de los 5.000 empleos gubernamentales antes de la independencia, apenas tres eran de congoleses y no había ningún abogado, doctor, economista o ingeniero congolés. Con el caos que amenazaba con apoderarse de la región, este fue aprovechado por los EE.UU. para organizar un sangriento golpe de Estado, derrocando y asesinando salvajemente al Primer Ministro socialista y líder guerrillero Patrice Lumumba, siendo reemplazado por un títere de la CIA que era el hombre fuerte del ejército, Joseph-Desire Mobutu, quien fue sargento de la policía colonial el cual como es obvio no tardo en convertirse en un cruel dictador y fiel lacayo de la política estadounidense en la región. Este criminal (quien ‘africanizó’ su nombre a Mobutu Sese Seko y rebautizo al Congo como Zaire) dispuso del país a su antojo, saqueando sus ingentes riquezas minerales y cometiendo múltiples asesinatos durante su sangriento régimen, contando para ello con la total aprobación de Washington, mientras los minerales fluyeran a Occidente y se mantuviera fuera de la órbita soviética. De esta manera, Mobutu desangró al país de miles de millones de dólares, construyéndose un palacio de US$100 millones en la selva más remota de Gbadolite, una larguísima pista de aterrizaje a su lado, diseñada para el Concorde, que era fletado para ir de compras a París. Mientras el tirano y su familia se daban la gran vida y sus ministros robaban presupuestos enteros a manos llenas, el país se dirigía al abismo. Con las arcas del Estado saqueadas completamente hasta el último centavo, Occidente le permitía a su gobierno que pidiera millones de dólares prestados, que luego eran robados. Hoy es Congo el que debe pagar la cuenta. Tras el final de la Guerra Fría a final de los años 80, el déspota comenzó a ser ‘incómodo’ para Occidente quienes hipócritamente comenzaron a denunciar sus crímenes y lo abandonaron a su suerte, pero la tragedia del Congo no acabó allí. En 1997, una alianza de países vecinos, encabezada por Ruanda -furiosa porque Congo le daba refugio a muchos de los responsables del genocidio de 1994 - invadió para deshacerse de Mobutu. Un exiliado congoleño, Laurent Kabila, fue reclutado en África oriental para actuar como líder de la revuelta. El ejército de Mobutu, sin dinero y en el abandono total, implosionó. Sus líderes, abandonaron a sus hombres en una alocada carrera para escapar y salvar la vida. Mobutu salió una vez más de su Versalles selvático, en su avión cargado de objetos valiosos, mientras sus propios soldados le disparaban. Ruanda había conquistado a su inmenso vecino con una facilidad espectacular. Sin embargo, una vez instalado, Kabila, el títere de Ruanda, se negó a cumplir órdenes. Ruanda volvió a invadir, pero esta vez fue detenida por sus antiguos aliados que se pelearon entre ellos y arrastraron a Congo a una guerra terrible. Ejércitos extranjeros se enfrentaron en lo profundo de Congo mientras el frágil estado colapsaba totalmente y la anarquía reinaba. Cientos de grupos armados cometieron múltiples atrocidades para vengarse de los seguidores de Mobutu y millones murieron. Las diferencias étnicas y lingüísticas atizaban la ferocidad de la violencia, mientras el control de la impresionante riqueza natural de Congo añadía una terrible urgencia a la lucha. Niños soldados reclutados a la fuerza acorralaban ejércitos de esclavos para que extrajeran minerales como los diamantes y especialmente el coltán, componente clave de teléfonos celulares, la última obsesión del mundo desarrollado, mientras aniquilaban a comunidades enemigas que fueron leales al antiguo régimen, violando a las mujeres y forzando a los sobrevivientes hacia la jungla donde morían de inanición y múltiples enfermedades. Lo peor de todo es que la caída de Mobutu no trajo la paz prometida y Kabila se erigió en un nuevo dictador tan cruel como su antecesor, hasta ser asesinado por su propia guardia personal. Su hijo Joseph se hizo inmediatamente con el poder en el 2001 y ha gobernado con mano de hierro desde entonces. En un país donde existe una compleja red de rivalidades internas e internacionales con grupos rebeldes enfrentados al ejército, mientras pequeñas milicias comunitarias contribuyen a la inestabilidad general, todo ha colapsado, las carreteras ya no unen a las principales ciudades, el cuidado de la salud depende de la ayuda y la caridad, mientras el nuevo régimen es tan miserable como al que derrocaron. Los millones de dólares que esos minerales generan no han llevado más que miseria y muerte a la gente que vive encima, mientras enriquece a una élite microscópica en Congo que no esta dispuesta a abandonar el poder al precio que fuera necesario, a pesar de que la constitución prohíbe que el actual gobernante sea reelegido para un nuevo periodo. El inocultable deseo de Joseph Kabila de eternizarse en el cargo - que formalmente termina en diciembre - aplazando indefinidamente las elecciones, así como la persecución desatada contra los partidos opositores, encarcelando a sus líderes como Moise Katumbi (ex gobernador de Katanga y enemigo personal de Kabila) ha recrudecido la violencia a límites inimaginables :(
La marca japonesa ha hecho oficial el lanzamiento de la Sony RX100 V, quinta versión de la compacta más avanzada de su catálogo con un sensor de una pulgada. La nueva cámara se presenta como la compacta con la ráfaga más rápida del mundo (24 fps) y el AF más veloz (0,05 segundos) y con el mayor número de puntos de enfoque (315 puntos) del mercado en un sistema AF híbrido. Esto hace que Sony la presente como "la compacta más rápida del mundo", una característica que, siempre según esta firma, es lo que demanda el mercado. Y siempre en un cuerpo extremadamente compacto que mantiene los rasgos de sus hermanas de gama, entre ellos la inclusión de un visor electrónico XGA OLED en el cuerpo de la cámara. El nuevo sistema de enfoque híbrido consta, como decíamos, de 315 puntos AF que cubren aproximadamente el 65% de la escena y permiten enfocar en tan solo 0,05 segundos frente a los 0,09 de la anterior versión. Por lo que toca a la ráfaga de alta velocidad, sus hasta 24 fps a máxima resolución y hasta 150 fotos sin pausa también mejoran los 16 fps de la RX100 IV. Todo ello gracias a un procesador BIONZ X que incorpora un chip de memoria DRAM de alta velocidad, aunque esto es algo que también llevaba el modelo anterior por lo que imaginamos que simplemente se ha mejorado su capacidad. Por otro lado, la RX100 V mantiene también dos de los componentes principales que estrenó su antecesora, la RX100 IV. A saber, un CMOS de una pulgada de tipo apilado que cuenta con una resolución de 20,1 megapíxeles y un objetivo Vario-Sonnar T de 24-70 mm f/1.8-2.8 firmado por Zeiss. En el terreno del vídeo la cámara estrena nuevas capacidades para la grabación 4K potenciando esta posibilidad gracias a la lectura de píxel completo y con características que ya tenía su antecesora como el registro en cámara súper lenta de hasta 1000 fps, algo inédito en una compacta. En cuanto a su precio y disponibilidad, la nueva Cyber-shot RX100 V estará a la venta en el continente europeo a lo largo del mes de noviembre a un coste aproximado de 1,200 euros :)
Desde que Green Day planteó aquello de "no quiero ser un idiota americano, no quiero una nación dominada por los medios", la banda de punk rock dejó de lado ese imaginario de tablas de surf, playas californianas y juventud eterna. Sin traicionar sus raíces pero dispuestos a crecer en música y en letra, se convirtieron en una banda a la que muchos le prestamos atención cada vez que sacan un disco nuevo. A ver con qué se va a despachar ahora el bueno de Billie Joe Armstrong, decimos por lo bajo los que seguimos de cerca la trayectoria de este trío que hoy acaba de soltar su décimo álbum de estudio, titulado Revolution Radio. "No quiero estar donde el futuro y las promesas no son lo que solían ser", canta Billie Joe en "Somewhere Now", la canción que abre el disco, y siempre muy bien escoltado por el bajo de Mike Dirnt y la batería de Tré Cool. Una guitarra y una voz somnolienta ponen primera con tibieza Son sólo unos segundos, necesarios segundos para que nos ajustemos los auriculares. Luego sí, Green Day ataca con su sonido clásico y con esas letras filosas que encontraron en la ironía y en la exposición de los defectos personales a unos buenos aliados para no irse por el lado de los sermones. "Crecí y estoy medicado", asume Billie Joe en la misma pista. Al fin de cuentas es un hombre que sabe lo que es entrar y salir de rehabilitación. "Bang bang" es lo que sigue. Acá, en una de las tres canciones difundidas previamente (como "Revolution Radio" y "Still Breathing"), el trío entra en combustión y logra una perfecta síntesis entre sus adrenalínicos años 90 y sus preocupaciones del siglo XXI. "Dispárame para entretener", escupe Billie Joe. Es el resultado de la observación de las ejecuciones llevadas a cabo por terroristas que, en Youtube, conviven con los clips de música, los youtubers y todo el menú audiovisual que hoy está disponible a sólo un click de nuestros ojos. Le sigue la seminal "Revolution Radio", con un sonido que conecta con The Clash y una preocupación que une los 70 con el presente: "seremos vistos pero no escuchados, somos la radio de la revolución", enfatiza Armstrong. En la continuidad del álbum, "Say Goodbye" respira un aire pop y cierto optimismo desde lo musical, aunque en el fondo se torne densa. Es un buen anticipo para una de esas baladas desgarradoras a las que el trío nos tiene acostumbrados. "Outlaws" sirve para bajar los decibeles y abrir los poros. Nada nuevo, es cierto, pero muy efectivo. Sobre todo si tienes una edad parecida a la del trío y recordareis con cierta nostalgia los días de tu juventud, en los que creías que estabas "fuera de la ley" y en los que te empeñabas en defender "tu inocencia". Sin decaer pero sin sorprender, la segunda mitad del disco transcurre entre paisajes muy visitados por el trío, como ese punk rock radial y con aristas pop que aquí entrega tracks como "Dancing off the Wall" o "Youngblood"; y baladas como "Still Breathing" y "Troubled Times". "Mi nombre es Billie y me estoy volviendo loco... Me siento a solas con mis pensamientos y oraciones, gritando mis recuerdos", se confiesa Billie Joe Armstrong cerca del final en "Forever Now" (el cierre, con guitarra acústica en mano, llega con "Ordinary World"). Un muy buen disco de una banda que se acostumbró a lidiar con su pasado y con su presente. Y no desprenderse de ninguno de los dos :)