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miércoles, 31 de julio de 2024

GAZA: Las victimas que a nadie importan

A principios de este mes que ya termina, The Lancet publicó un artículo en el que se estimaba que el número total de muertes de civiles palestinos causadas directa e indirectamente por los ataques israelíes desde octubre del 2023 podría ser casi cinco veces mayor que la cifra oficial de muertos, y podría llegar a hasta 186.000 o incluso más, señalando que esto se traduciría en el 7,9% de la población total de la Franja de Gaza a manos de los criminales sionistas. Según el artículo, el último recuento disponible de palestinos muertos - 37.396 - es demasiado bajo, debido a que todavía se desconoce cuántos más yacen bajo los escombros, cuántos están desaparecidos pero no se los contabiliza entre los muertos y cuántos perecerán por hambre, deshidratación o enfermedades. “Incluso si el conflicto termina inmediatamente, seguirá habiendo muchas muertes indirectas en los próximos meses y años por causas como enfermedades reproductivas, transmisibles y no transmisibles”, señaló. Sin embargo, incluso esta estimación de The Lancet de casi 200.000 muertos podría ser sólo la mitad del número real de palestinos asesinados, según algunos cálculos. El doctor noruego Mads Gilbert, que ha trabajado extensamente en Gaza durante años - especialmente durante épocas en que Israel libraba guerras de agresión en el enclave palestino - describió recientemente las múltiples condiciones evitables que contribuyen a esas muertes “indirectas”, estimando que el número de muertos o que pronto morirán podría superar los 500.000. Como causas indirectas de muertes, detalla “la falta de alimentos que entran en Gaza y la destrucción de la agricultura, la pesca, las granjas avícolas, las granjas lecheras, etc., especialmente la falta de agua, que provoca deshidratación e infecciones”. El tercer componente del “triángulo de la muerte” son las enfermedades comunes, señala Gilbert. “Puede que haya unos 10.000 o más pacientes de cáncer en Gaza. El ejército israelí bombardeó el hospital Rantisi para niños con cáncer y el hospital turco de la amistad para pacientes adultos con cáncer. Pereciendo muchos de ellos bajo los escombros. Además, no permiten la entrada de medicamentos contra el cáncer para los sobrevivientes”. Más de 1,2 millones de personas, afirma, se están infectando debido a las malas condiciones de higiene. Gilbert señala que las altas temperaturas que hay actualmente en Gaza, la basura no recogida, las bombas de aguas residuales destruidas y la consiguiente inundación de las calles con aguas residuales sin tratar, generan un infierno de parásitos que propagan enfermedades. Además, están las mujeres embarazadas que dan a luz en condiciones insalubres, con sus cuerpos debilitados por el hambre. Calcula que más de 50.000 niños han nacido en Gaza desde el 7 de octubre del 2023, añadiendo que “todas estas mujeres necesitan agua potable y buena comida para cuidar de sus hijos. Hay una sobremortalidad masiva entre las mujeres embarazadas que tienen partos difíciles y necesitan cesáreas”. La cifra de casi 40.000 muertos ya es aterradora, pero estas estimaciones recientes son absolutamente horrorosas. La brutalidad del asedio sionista, los severos cortes de energía (16-22 horas al día) luego de que Israel destruyera la única planta de energía, afectan severamente a los hospitales (funcionamiento de diálisis y salas de emergencia; incubadoras; refrigeración para medicamentos, etc.) por lo que el número de víctimas por no recibir atención médica crece sin cesar. Asimismo, los cortes de electricidad afectaron la capacidad de tratar las aguas residuales o, al menos, de bombearlas al mar. Cuando las aguas residuales se acumulan en exceso, se desbordan hacia las calles (incluido al menos un caso horrible en el que cinco civiles se ahogaron en un pueblo del norte de Gaza debido a su desbordamiento). El propio confinamiento israelí restringe severamente lo que se permite ingresar a Gaza, incluidos medicamentos, gas para cocinar, combustible, productos alimenticios, ganado, semillas, fertilizantes y mucho más. Asimismo, limita severamente las exportaciones, lo que contribuye a destruir la economía. Las cifras de la ONU revelan que apenas se ha permitido la entrada de un promedio de menos de cinco camiones al día, en comparación con los 123 de octubre y los 475 de mayo del año pasado. El 27 de noviembre, la ONU anunció que se había quedado sin suministros de alimentos y artículos básicos en Gaza. En aquel entonces ya había una drástica escasez de 300 tipos diferentes de medicamentos, 95 de los cuales (incluidos los medicamentos contra el cáncer) ya no están disponibles en Gaza. A ello debemos agregar que 220 máquinas utilizadas para diálisis y otros procedimientos vitales, como tomografías computarizadas, no estaban en funcionamiento. De la misma manera, los incesantes ataques israelíes contra agricultores y pescadores palestinos, muertos y mutilados a balazos y proyectiles, pescadores secuestrados y sus barcos robados, se han prolongado durante más de una década y media, lo que significa un grave impacto en la capacidad de los palestinos para cultivar o pescar sus propios alimentos, condenando a sus familias a la muerte por inanición. Pero el salvajismo de las sionistas no se detiene allí. Otras tácticas utilizadas por el ejército ocupante incluyen la quema de cultivos palestinos, la tala o destrucción de olivos y la demolición de granjas en las regiones fronterizas. A ello debemos agregar la destrucción sistemática de pozos y cisternas desde el sudeste hasta el norte. Muchos palestinos intentaron regar sus tierras con carretas tiradas por burros y jarras de agua, pero muchos fueron muertos a tiros por los sionistas. Durante más de una década, el 95% del agua del único acuífero de Gaza no ha sido apta para el consumo humano, pero al no haber otra fuente de agua es utilizada, aumentando dramáticamente el número de victimas. Si a este implacable asedio añadimos las numerosas guerras infringidas contra Gaza, podemos ver cómo Israel preparó el terreno hace mucho tiempo para las enfermedades crónicas, el retraso del crecimiento, la anemia y muchas otras enfermedades y afecciones, mucho antes del 7 de octubre del 2023. Como recordareis, ese mismo mes el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, declaró: “He ordenado un asedio total a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra infrahumanos y estamos actuando en consecuencia”. Asimismo, las fuerzas israelíes han disparado repetidamente contra palestinos hambrientos que hacían fila para recibir la escasa ayuda alimentaria que ingresaba a Gaza; la peor masacre de ese tipo ocurrió en febrero, matando al menos a 115 civiles e hiriendo a más de 750.¿hubo una condena mundial y un castigo a los asesinos por estas atrocidades? Obviamente que no. Unos meses antes de la advertencia de The Lancet, en marzo, Ralph Nader también cuestionó lo que él creía que era un recuento muy inferior al real de los palestinos muertos en Gaza, escribiendo : “A partir de los relatos de la gente en el terreno, los vídeos y las fotografías de episodios mortales uno tras otro, más las mortalidades resultantes del bloqueo o la destrucción de las necesidades cruciales de la vida, una estimación más probable, en mi opinión, es que al menos 200.000 palestinos deben haber perecido ya y el número de víctimas se acelera cada hora”. Más recientemente, el Dr. Ahmad Yousaf, un médico de Med Global que trabaja en Deir al-Balah, en el centro de Gaza, dijo en una entrevista: “Esta UCI está llena de pacientes diabéticos que contraen una enfermedad muy tratable pero que mueren de lo más simple: no hay insulina disponible, ya que no se les permite traerla y tampoco hay refrigeración porque no hay electricidad. Como muchos amputados por traumatismos, hay amputados por diabetes no controlada. Las cifras son mucho más altas, diría que cuatro, cinco o seis veces más altas, sin hablar de las personas que morirán en las próximas décadas a causa de los traumas psiquiátricos y las discapacidades físicas asociadas con lo que ha sucedido en los últimos nueve meses” asevero. En tanto, los palestinos torturados hasta la muerte en cárceles israelíes también deberían incluirse en el recuento de muertes “indirectas”, ya que Israel ha secuestrado a más de 4.000 palestinos de Gaza, incluidos niños, periodistas, médicos y mujeres (esto se suma a los casi 10.000 palestinos no residentes en Gaza que se encuentran detenidos en Israel). Prácticamente no hay cobertura de las atrocidades sionistas en los medios occidentales, y la escasa cobertura es groseramente tergiversada. De hecho, no sorprende que el titular del New York Times elimine a Israel como causa de las muertes cuando lo es, con su titular “Los combates no son la única causa de muerte de los habitantes de Gaza en medio de la guerra, dicen los investigadores”, y, por lo demás, exculpa a Israel de toda responsabilidad por la hambruna que ha provocado deliberadamente en Gaza. Siempre vale la pena señalar la hipocresía de las reacciones de la prensa y los comentaristas occidentales cuando son los sionistas quienes cometen estas atrocidades silenciando sus crímenes, pero si se trata de Siria, Rusia u otro Estado ‘enemigo’ que aparentemente hicieron algo similar, ahí se apresuran para condenarlos, muchas veces sin prueba alguna de lo sucedido. En tanto sabiéndose impune, Israel sigue masacrando a los palestinos en lo que se suponía que eran las "zonas seguras" - que nunca lo han sido - en particular, el reciente bombardeo repetido del campo de refugiados de Al-Masawi (con al menos 1,5 millones de palestinos desplazados), que mató al menos a 71 civiles, casi todos mujeres y niños, hiriendo a casi 300 más. Luego, como si no estuvieran satisfechos con estos crímenes, volvieron a bombardear ese mismo campo a los pocos días, causando otra vez una gran mortandad. Resulta condenable que estas reiteradas matanzas de civiles palestinos a manos de los criminales sionistas continúen, sin que nadie levante su voz de protesta por estas monstruosidades cometidas a toda hora ¿O la vida de los palestinos no tiene ningún valor? Y como si ello no fuera suficiente, el Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu ha dirigido su mirada al Líbano. Sino no se le detiene a tiempo, desatara una conflagración general en la región que involucraría a Turquía e Irán, con consecuencias devastadoras. Al respecto, el ‘sultán’ turco Recep Taiyip Erdogan ha dicho el sábado que invadiría Israel si la masacre de palestinos continúa y los sionistas ocupan territorio libanés: "Debemos ser muy fuertes para que Israel no pueda hacer estas cosas ", declaró, citado por los medios locales, desde el noreste del país. "Al igual que entramos en [Nagorno] Karabaj y Libia, haremos lo mismo con ellos "No hay nada que nos impida hacerlo. Solo tenemos que ser lo suficientemente fuertes para dar estos pasos", expresó. ¿Se quiere llegar a ese escenario?

IN A VIOLENT NATURE: Desde la mirada del asesino

¿Hasta qué punto es importante el gore en una película de terror? Es un ingrediente común que va zizagueando en la historia del género, normalmente dependiendo del movimiento oscilante que tiende a complacer o repeler según el momento concreto de una época. Ahora, llega In a Violent Nature (De naturaleza violenta), un slasher desde el punto de vista del asesino que se postula como un experimento con algunas de las muertes más brutales vistas en el género en años. Esta propuesta ha dado vueltas por festivales, causando cierto revuelo en Sundance, un foro en el que hace años nadie hubiera esperado encontrar una especie de secuela intelectual de ‘Viernes 13’ que ha sorprendido por sus elaboradas escenas de asesinato y sangre sin coartadas. Una de ellas en especial no tiene nada que se le parezca en el cine, o al menos que hayamos visto en un empaque comercial de estas características. Pero lo que sugiere este experimento indie es un reflejo más o menos realista de lo que sería un slasher arquetípico, con los estilemas de los clásicos de los 80, pero aparentemente siguiendo todo el rato al Michael Krueger de turno con todo lo que conlleva, es decir una mirada desinteresada en la acción, el misterio, la sorpresa y los sustos que se apoya en la experiencia previa del espectador en el género de los campamentos de verano con maníacos sueltos. No hace falta hurgar demasiado en las reglas de estas películas para concluir que uno de los ingredientes imprescindibles son los momentos en los que los adolescentes caen como moscas en manos del arma del asesino, no hay que justificarlo, ni dar cuentas a nadie, pagamos la entrada para ello y hay una especie de contrato social invisible que hace que nadie se mire raro dentro de la sala, nadie juzga y se lleva a un punto común de que cuanto más burda sea la mutilación, más divertida es la experiencia. Por ello no hay mucha exploración de estos lugares comunes, que todo el mundo puede acusar de clichés, y el receptor va a seguir esperando el siguiente machetazo. Y hay en In a Violent Nature una aparente complicidad inicial con esos espectadores que quieren ver lo de siempre, pero con el interés de buscar debajo de la alfombra y encontrar alguna motivación en el ritual, sin dejar de ofrecer algunas de las muertes más salvajes vistas en el género. Son brutales, bastante abundantes y hechas con efectos tradicionales, algo que ni la alabada ‘Malignant’ lograba, con su hemoglobina digital. La forma de presentarlas aquí es seca e implacable, donde su impacto se multiplica al no tener música extradiegética, con una rígida disciplina narrativa cercana al found footage. De hecho, salvo su componente de falso documental meta y el emplazamiento, en esencia no se diferencia tanto de ‘Behind the Mask: The rise of Leslie Vernon’, pero aquí la dirección pone en la posición de observador al espectador a un nivel íntimo siguiendo de cerca al ser que merodea por el bosque. Pero en su consecución parece que no hay una sensación contagiosa, ocurren porque está dentro del contrato del subgénero. Uno de los pósters de la película es un referencia directa a uno de los mejores slashers olvidados de los 80, con un asesino de maneras no muy diferentes, detalles que implican una referencialidad constante codificada por un humor autoconsciente muy cerrado, y de hecho el protagonista es una mezcla de varios villanos del slasher de esos años, entre el aspecto de ‘Sangriento San Valentín’ o el Jason de ‘Viernes 13’. La premisa de aguantar su punto de vista, por otra parte, se acaba rompiendo a conveniencia, especialmente en el tramo final, pero en los momentos que sí lo hace pierde diversas oportunidades de jugar con el conocimiento de los mecanismos del género, quedando como un aburrido corre corre que te pillo en el que no hay un verdadero diálogo con el espectador, no hay nudos, crescendo o tensión, solo “frío frío, caliente caliente” conforme el encapuchado se acerca a los jóvenes, el mismo suspense que ver jugar a alguien a un videojuego sin que te pasen nunca el mando. El verdadero problema es ese revisionismo cínico que parece querer estar por encima del espectáculo gore que propone, derivando en este caso en un tercer acto plano, incomprensiblemente anticlimático, que llega como si el alcohol se acabará en el mejor momento de la fiesta. Algo que si bien no invalida todo lo anterior, cambia la experiencia en conjunto, no queda claro si los cineastas buscan hacer un homenaje fallido a las final girls, crear una tensión nunca resuelta o se quedan sin ideas. Una coda aburrida y decepcionante que deja claras las intenciones reflexivas ya que se podían ir captando. La primera pregunta es si tiene sentido la presencia del propio splatter en el contexto de una sesión golfa con monóculo y pocas ganas de elevar la apuesta más allá de lo que consigue en el minuto 60, la siguiente cuestión tiene que ver con la propia intención del conjunto más allá del propósito de exhibición de las habilidades del director para seguir con la cámara a un personaje como si estuviera haciendo una especie de parodia atolondrada de ‘Elephant’ de Gus Van Sant. Pero en In a Violent Nature no hay ningún trasfondo sobre la espontaneidad de la violencia en la naturaleza humana, ni el ultrarrealismo busca una documentación de una tragedia, ni quiera parece una parodia de estas, por lo que su idea se queda en una broma de amigos que podría haber ido más allá, quizá una gran idea para un videoclip de alguno de los grupos de garaje mustio que escuchan los protagonistas a la luz de la hoguera. Pero como slasher, a veces aburre, incluso en alguno de sus asesinatos parece retroceder a la crueldad de la época torture porn, estirando lo que sabemos que va a ocurrir hasta lo desagradable y sin intención provocadora, un ejercicio plano de intelectualizar un género que no lo necesita, bien empaquetado y presentado para crear conversaciones de puesta en escena en podcasts y revistas de cine que, si no tienen una coartada erudita para disfrutar de una película de adolescentes descuartizados por un homicida inmoral, jamás se plantearían hablar de ella. Por cierto, tras su reciente estreno en cines, no ha tenido muy buenos resultados en cuanto a críticas por parte del público, por lo que si estás esperando para verla en casa mediante streaming, no deberíamos esperarla hasta por lo menos los próximos meses de septiembre u octubre.
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