Como sabéis, tras el inicio del Operativo Militar Especial en Ucrania por parte de Moscú, solía ser un motivo de orgullo para las naciones occidentales que sus ciudadanos estuvieran tan ansiosos por ir a jugar a Rambo en Ucrania con el objetivo de "matar" rusos. Y no parecían demasiado interesados en detenerlos. Es más, los incentivaban con falsas promesas de lograr “una victoria fácil”. Pero ahora que están pereciendo por miles en el campo de batalla, ni siquiera quieren admitir su existencia ni mucho menos asumir su responsabilidad por ello. “¡Qué patriotas, que luchan nada menos que por la libertad occidental!” decía la vomitiva propaganda. Todo parecía diversión y juegos hasta que los misiles empezaron a hacerlos volar en pedazos y se dieron cuenta (demasiado tarde, en muchos casos) de que el ejército ruso no es sólo una entidad no jugable en un videojuego. Peor aún, al ser mercenarios no están protegidos por ninguna ley ni Convención alguna, y en caso de ser capturados, son ejecutados en el acto. Precisamente, la semana pasada, el Ministerio de Defensa de Rusia ataco una base militar en Jarkov, liquidando a centenares de ellos, y la mayoría de quienes lo ocupaban eran mercenarios franceses. Ello plantea muchas preguntas, como por qué estos combaten contra Rusia en Ucrania en una lucha que no es la suya. ¿Quiénes son estas personas exactamente? ¿Por qué los galos se encogen de hombros por su presencia en una zona de conflicto armado cuando la ubicuidad de la inteligencia occidental en Ucrania sugiere que Francia debería estar muy consciente de lo que está sucediendo? El gobierno francés ya ha demostrado que tiene una idea muy clara de lo que hacen sus ciudadanos en Ucrania. El año pasado, la inteligencia interna francesa dijo que de los 400 mercenarios franceses en Ucrania, alrededor de 30 eran conocidos como neonazis. Rusia incluso ha dicho que está investigando presuntos crímenes cometidos por algunos de estos mercenarios. Al respecto, el asambleísta nacional francés Frederic Mathieu, del partido Francia Insumisa, alertó el año pasado al ministro del Interior sobre la amenaza de que los ciudadanos franceses se dirijan a Ucrania “para pasar el rato” con los ucranianos, pensando que es una Disneylandia neonazi, y luego si tienen suerte de no haber sido abatidos por los rusos, regresan aunque corren el riesgo de ser considerados terroristas. El jefe del servicio de inteligencia interior francés (DGSI) sugirió lo mismo en la prensa francesa en julio del 2023, citando la “inspiración neonazi” de los mercenarios. Se puso como ejemplo el caso concreto de dos jóvenes franceses de unos 20 años. Según se informa, al bajar de un autobús en Paris procedentes de Lviv (Ucrania) en abril del 2023, portando cargadores de rifles de asalto y miras ópticas prohibidas, fueron detenidos y sentenciados a prisión casi en el acto. Ambos habían sido rastreados por la inteligencia francesa, lo que demuestra una vez más que París no está sorprendido por la realidad de quiénes está allí “luchando por la democracia” en Ucrania. Uno de los mercenarios franceses había aparecido anteriormente en un informe sobre los neonazis en el ejército francés. Estaba en la división de cazadores alpinos, por lo que sin duda podría enseñar un par de cosas a los neonazis ucranianos entrenados y equipados por los aliados de la OTAN contra Rusia en el período previo al conflicto. Según se agregó, también tiene un tatuaje del compromiso de lealtad de las SS a Adolf Hitler, y se dice que escribió en Facebook en el 2018 que los inmigrantes deberían recibir una “buena bala en la nuca”. El año anterior, Hungría detuvo a otro neonazi francés, previamente acusado de asesinar a un jugador de rugby argentino, alegando “que se dirigía a luchar en Ucrania”. Así, al menos un funcionario electo francés expresó su preocupación el año pasado por la posible proliferación del extremismo tras el regreso de estos combatientes de Ucrania, y por la influencia sobre ellos de los neonazis del batallón Azov, incluso cuando estos mismos “héroes” son invitados y elogiados como oradores invitados en la prestigiosa Universidad de Stanford y, en general, glorificados “como defensores de la democracia y la libertad occidentales” teniendo las manos manchadas de sangre de mujeres y niños a los que mataron salvajemente. Como podéis suponer, los políticos del establishment no parecen dispuestos a discutir algunos de los detalles inconvenientes que han salido a la luz sobre sus protegidos neonazis. Tampoco parecen interesados en explicar qué han estado haciendo algunos de sus ciudadanos, incluidos ex militares, combatiendo al lado de los neonazis en Ucrania. No es exactamente una discusión exploratoria conveniente cuando el gobierno francés ha estado tratando de descartar el argumento de “desnazificación” del presidente ruso Vladimir Putin como justificación para una intervención militar en Ucrania. El incidente también corre el riesgo de plantear dudas sobre el papel que los contratistas militares privados franceses pueden estar desempeñando en Ucrania. Mientras que algunos de sus ciudadanos podrían sentirse atraídos por Ucrania por la camaradería fascista, otros podrían sentirse seducidos por las oportunidades financieras. Y esa es una conversación que París probablemente no quisiera tener, particularmente teniendo en cuenta que la ley francesa que data del 2003 prohíbe la actividad mercenaria. Pero incluso los funcionarios europeos han mirado de reojo a París ya en el 2012, cuando el político polaco Tomasz Piotr Poręba pidió a la Comisión Europea que se dirigiera a las empresas militares y de seguridad francesas que “tienen sus oficinas centrales u oficinas registradas en la Unión Europea, en particular en países como el Reino Unido y Francia, y los servicios son subcontratados en el mercado de la UE por organizaciones públicas y privadas tanto dentro como fuera de la Unión Europea”. Cualquiera que haya visto alguna de las películas de Misión Imposible protagonizada por Tom Cruise sabe que la idea de los mercenarios es que pueden ser disparados como un misil y luego olvidarse de ellos. Al personaje de Cruise, Ethan Hunt, se le dice al comienzo de cada película que si su equipo falla en su misión encubierta, serán desautorizados. De manera similar, la idea de contratar mercenarios es maximizar la niebla de la guerra y al mismo tiempo crear una huella para un actor estatal que se supone que no debería estar allí. Lo último que va a hacer cualquier gobierno es reclamarlos luego de un error. Es por eso que les pagan tanto dinero: para que asuman el gran riesgo y luego se desatienden de ellos cuando las cosas van mal. Algunos comentaristas de la prensa francesa han atribuido el ataque mercenario francés de Moscú a poco más que una “reacción mediática” fabricada contra el presidente francés Emmanuel Macron, tras su anuncio a principios de esta semana de que París proporcionaría 40 misiles Scalp de largo alcance para Kiev. "Otra torpe manipulación rusa", calificó a su vez el Ministerio de Asuntos Exteriores francés, añadiendo que "Francia no tiene mercenarios ni en Ucrania ni en ningún otro lugar, a diferencia de algunas personas" pero la realidad es muy distinta. El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso ya decía en julio del 2023 que desde junio del 2022, las PMC francesas “han estado trayendo voluntarios a bordo para participar en las hostilidades del lado de Kiev... Los mercenarios franceses que participan en las hostilidades en Ucrania a menudo llegan allí a través de PMC extranjeras o la Legión Internacional Ucraniana”. Su presencia sin duda se incrementara ante los cientos de miles de soldados ucranianos muertos en los campos de batalla y que deben ser reemplazados por mercenarios en una lucha que el régimen de Kiev ya la tiene perdida de antemano, por más que la pretendan alargarla hasta el infinito. Pero nada ni nadie los salvaran del castigo que les espera...
En un momento en el que Godzilla se mantiene como un personaje válido a setenta años de su primera aparición, gracias a series como ‘Monarch: el legado de los monstruos’ y la próxima ‘Godzilla y Kong: el nuevo imperio’, la creadora del asunto volvió a contraatacar tras la singular ‘Shin Godzilla’, que convertía el desastre de Fukushima en una diana perfecta para explicar la ineficiencia burocrática de un gobierno acomodado e incapaz, recuperando ahora el poder alegórico del icónico monstruo en su versión más terrorífica y devastadora hasta ahora. De hecho, Toho volvió al original siguiendo la senda ideológica de la anterior, de nuevo planteando un país en ruinas con una casta en el que no se puede confiar y unos EE.UU. dibujados como el enemigo en la sombra, dejando la lucha contra Godzilla a los ciudadanos. No por casualidad, la película reutilizo la sintonía clásica de Akira Ifukube, que nos lleva a 1954, tan solo unos años más tarde del final de la Segunda Guerra Mundial, justo el periodo elegido para armar esta especie de precuela muy conectada con el film de Ishiro Honda. El resultado es uno de los blockbusters más apabullantes del año en cualquier género. Llegado en tiempo de descuento, pero marcando de chilena, Takashi Yamazaki insufla nueva vida al mito y nos prepara para la que puede ser un revival kaiju equiparable al de la trilogía de Gamera en los 90. Sin salirnos de las franquicias, vale, pero su presupuesto de unos 15 millones de dólares hace palidecer a toda la producción de Marvel y DC del 2023, planteando incluso otras posibilidades de ritmo y uso de efectos especiales. Salvo ‘The Creator’ ninguna película de gran presupuesto de los últimos años ha explorado demasiado las posibilidades dramáticas de un uso estratégico de la tecnología. En sus monumentales escenas de catástrofe, ‘Godzilla: Minus One’ pone cada momento de espectáculo al servicio de una tragedia que nos fascina y aterra ver. Nada funcionaría sin su meditado enfoque de drama de posguerra de un periodo muy concreto de su historia, no solo en la forma, sino en sus temas de derrota, honor y resurgir. Esto, que se ha confundido con un problema de ritmo, hace que cada momento importe y el esfuerzo del personaje principal por superar su vergüenza y reintegrarse vaya, mano a mano, con las escenas en las que aparece Godzilla, sintetizando el drama de toda una nación en su experiencia particular. De hecho, buena parte de la película es casi una respuesta a ‘Oppenheimer’ desde el lado japonés, explorando el trauma nuclear colectivo de forma que sirve de contrapunto a la fascinación por la peripecia científica que transpira el éxito americano. Tras convertir la creación de la bomba atómica en una experiencia de viernes noche y palomitas en el multicine de un centro comercial, es imposible no pensar que hay mucho de Hiroshima en la forma en la que se presenta el uso del rayo característico de Godzilla, un momento preparado con la misma anticipación que la prueba de la bomba atómica, pero con un propósito bien distinto. Sí, tenemos a un lagarto gigante que anda torpemente, pero esa representación fantasiosa resulta más temible y peligrosa en cuanto sintonizamos con lo que nos está queriendo enseñar realmente. No hay que ser muy avispado para captar que el ataque a Ginza está reflejando el efecto devastador de una fuerza inesperada - que aparece, claro, por efecto de otras pruebas militares americanas - , usando al coloso como avatar del terror atómico. Desde las "quemaduras" de Godzilla, a la forma angustiosa de reflejar el pánico civil o la presencia de una lluvia de ceniza negra... La imaginería es un catálogo de efectos de la bomba nuclear que explora todo lo que no interesaba reproducir en ‘Oppenheimer’, mostrando, de alguna manera, la cara de la moneda más “descortés” en una película aparentemente de espectáculo. Irónicamente, ‘Godzilla: Minus One’, entre sus varios recursos del cine bélico, recicla algunos momentos del cine reciente de Christopher Nolan, concretamente de ‘Dunquerque’, en algunas de sus escenas navales, que dan la distintiva personalidad marítima a esta entrega frente a las demás. De hecho, esta vocación "acuática" hace que tenga algunos momentos de pura aventura marinera que recuerdan a los momentos de peripecia más memorables de ‘Tiburón’ (1975), lo que convierte a Godzilla en una criatura más fiera y que crea lazos con el cine de terror animal más tradicional. Con más comentario social o más aventura, el resultado consigue un balance insólito entre el peso emocional y el gran espectáculo de efectos especiales perdido en el blockbuster americano actual, logrando aprovechar sus limitados recursos al máximo, poniendo en evidencia a las últimas entregas del monsterverse. Un hype que se explica sin matices y un éxito sorpresa de taquilla que evidencia un error de cálculo garrafal de algunas distribuidoras que no han medido la respuesta que tendría en salas, un testamento al poder de los rarísimos blockbusters con actitud y FX al servicio de la historia y no al revés. Con un equilibrio perfecto entre el cine de monstruos y el bélico, ‘Godzilla: Minus One’ funciona gracias a su parte humana, un drama construido sobre la culpa, que no se corta en explotar un énfasis militarista sobre el honor perdido con el que no se atrevería Michael Bay, y que explica el resentimiento nacionalista de un Japón que parece estar buscando reconstruir su orgullo tras un desastre al evocar el deseo patriótico de una nación casi emulando a una película de propaganda ficticia de posguerra, con un fondo tan populista y fascinante como peligroso. Nominada al Premio Óscar de la Academia de este año, el gigante radioactivo ha vuelto a la palestra, demostrando un futuro prometedor y a su vez, aterrador.