Como sabéis, el término kamikaze, o 'viento divino' en japonés, ha adquirido una interpretación oscura, vinculado como está a los pilotos suicidas que volaron sus aviones contra barcos enemigos en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el significado original de la frase era muy diferente, extraído de la historia de Japón cuando, en 1274 y nuevamente en 1281, poderosos tifones destruyeron las flotas de los invasores mongoles, salvando a las islas japonesas y a su gente de la ira del líder mongol. Kublai Khan. Al respecto. el asesor del régimen colaboracionista ucraniano, Mikhail Podoliak, parecía estar invocando una manifestación moderna del 'Viento Divino' de la historia japonesa del siglo XIII cuando, en respuesta a una declaración del Ministro de Defensa italiano Guido Crosetto, abogó por una solución política a la conflicto en curso entre Rusia y Ucrania al pedir a Occidente que proporcione cazas F-16, cohetes de artillería de largo alcance ATACMS y modernos sistemas de misiles y defensa aérea a Ucrania. Según Podoliak, Ucrania necesita estas armas para desalojar por la fuerza a las fuerzas rusas del territorio que Ucrania afirma que está ocupado ilegalmente por Rusia (incluida Crimea). Cualquier cosa menos que esto, sostiene, “dará como resultado el colapso del orden de seguridad global y el triunfo de los sanguinarios caníbales en todo el mundo”. Dejando de lado el retorcido análisis de Podoliak sobre la realidad política sobre el terreno en lo que Rusia llama hoy Novorossiya, o 'Nueva Rusia' (los territorios liberados de Kherson, Zaporozhye, Donetsk y Lugansk, que pasaron a formar parte de la Federación Rusa tras los referéndums celebrados a finales de de septiembre del 2022), es revelador el énfasis puesto por el político ucraniano en el impacto que tendrían según su afiebrado análisis, las armas solicitadas en el desenlace del conflicto entre Rusia y Ucrania. A primera vista, la declaración de Podoliak revela de inmediato la profundidad de las dificultades militares de Ucrania y la realidad de que nada, ni siquiera el suministro de los sistemas de armas solicitados, puede revertir la trayectoria de derrota estratégica en la que se encuentra actualmente Kiev. En diciembre del 2022 , el comandante de las fuerzas ucranianas, el general Valery Zaluzhny, articuló qué apoyo material quería de la OTAN, Europa occidental y EE. UU. para derrotar a Rusia. “Necesitamos tanques”, dijo Zaluzhny. “Necesitamos vehículos blindados de transporte de personal, vehículos de combate de infantería. Y necesitamos munición. Tenga en cuenta que no estoy hablando del F-16 ahora”. Sin embargo, a fines de junio del 2023, Zaluzhny, confrontado con el hecho de que la contraofensiva que había prometido si recibía las armas solicitadas (lo hizo) estaba fallando, cantó una melodía diferente . “No necesito 120 aviones [es decir, F-16]. No voy a amenazar al mundo entero. Un número muy limitado sería suficiente. Pero son necesarios. Porque no hay otra manera. Porque el enemigo está usando una generación diferente de aviación. Es como si fuéramos a la ofensiva con arcos y flechas ahora, y todos dirían: '¿Estás loco?' Los EE. UU. y sus aliados de la OTAN actualmente están brindando capacitación a los pilotos ucranianos en el F-16, y se espera que Ucrania pueda recibir una pequeña cantidad de aviones en algún momento a finales de este año. Pero no estarán disponibles a tiempo para tener un impacto en la fracasada contraofensiva de Ucrania, algo que Zaluzhny cree que es un error por parte de sus socios occidentales. El homólogo estadounidense de Zaluzhny, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, no está de acuerdo. Luego de una reunión virtual del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania, que coordina el suministro de armamento a Ucrania, Milley dijo a la prensa que la provisión de F-16 no tenía sentido desde una perspectiva financiera. “Si miras el F-16, 10 F-16 [cuestan] mil millones de dólares, el mantenimiento costó otros mil millones de dólares, entonces estás hablando de $2 mil millones por 10 aviones”, dijo Milley, señalando que si EE. UU. hubiera habido disponibles F-16 antes, Ucrania no habría obtenido gran parte del equipo que Zaluzhny afirmó que necesitaba para llevar a cabo la contraofensiva ucraniana. “No hay armas mágicas en la guerra”, dijo Milley.“Los F-16 no lo son y nunca lo serán”. Pero Podoliak y los ucranianos no están de acuerdo. Si bien las esperanzas de un 'Viento Divino' propulsado por F-16 siguen anuladas por el momento, Kiev espera que EE. UU. levante su prohibición sobre el suministro de cohetes de artillería de largo alcance ATACMS. Sin embargo, tal como están las cosas actualmente, tal decisión no está en proceso , ya que la administración Biden sigue preocupada por cualquier posible escalada en el conflicto de Ucrania que podría conducir a un enfrentamiento directo militar contra militar entre los EE. UU. y Rusia. La tercera intervención del 'Viento Divino' que espera Podoliak es el suministro de modernos sistemas de misiles y defensa aérea a Ucrania. Desafortunadamente para Podoliak, esta pregunta ya ha sido formulada y respondida, por así decirlo. Los socios occidentales de Ucrania han invertido miles de millones de dólares en sistemas avanzados de defensa aérea en Ucrania, incluido el Patriot de fabricación estadounidense , el IRIS-T de fabricación alemana , el Skyguard/ASPIDE hispano-italiano y el NASAMS de Estados Unidos y Noruega . El problema que enfrenta Ucrania es que Rusia ha respondido a las provisiones de estas armas desatando una campaña de supresión masiva de la defensa aérea enemiga (SEAD) diseñada para neutralizarlas, y toda la defensa aérea de Ucrania para el caso. Esta campaña ha tenido éxito en eliminar la defensa aérea de las líneas del frente y debilitarla alrededor de objetivos estratégicos críticos dentro de Ucrania. Rusia hoy disfruta de la superioridad aérea en toda Ucrania, capaz de atacar cualquier objetivo que desee en cualquier momento. Si bien Ucrania continúa solicitando sistemas de defensa aérea modernos para reemplazar los destruidos por Rusia, la conclusión es que estos sufrirán el mismo destino que los que los precedieron: ser destruidos o ineficaces porque no saben usarlo y para hacerlo necesitan tiempo para capacitarse y ello no lo disponen. Podoliak conoce la dura verdad, sin embargo, él y otros altos funcionarios ucranianos siguen pidiendo al Occidente colectivo que proporcione ‘un arma milagrosa’ que incline la balanza a favor de Ucrania. Al hacerlo, Podoliak y sus compatriotas se asemejan a Vladimir y Estragon de Samuel Beckett en la obra clásica 'Esperando a Godot'. Confrontados con la realidad de que Godot (Occidente) nunca llegará, Podoliak (Vladimir) y sus compatriotas (Estragon) contemplan el suicidio, pero les falta la cuerda para hacerlo. En cambio, hablan de conseguir una cuerda, solo para permanecer en su lugar, inmóviles, esperando algo que nunca ocurrirá. Es indudable que los días del régimen fascista de Kiev están contados. Luego vendrá el ajuste de cuentas... y los rusos saben cómo hacerlo.
Estas últimas semanas me he sentido como si viajara al pasado. Más exactamente a la época de GameCube, algo que se ha debido a juegos como Tales of Symphonia Remastered o la demo de Resident Evil 4 Remake, ya que he podido volver a disfrutar de dos de los títulos que más me impactaron en esta consola de Nintendo. Sin duda ambos forman parte de mi trío de títulos preferidos que fueron lanzados en esta máquina, pero tengo claro que el que ocupa la primera posición es Metroid Prime Remastered, lanzada originalmente en el 2002 y que vuelve este año para Nintendo Switch. Gracias a estas remasterizaciones o remakes he podido revivir viejos tiempos, de ahí que yo sea siempre de los que se muestra a favor de que las compañías se animen a desarrollar nuevas versiones de juegos antiguos. Más que nada porque es la forma perfecta de hacerse con grandes obras que triunfaron hace muchos años y que hoy en día no resulta tan sencillo adquirirlas o jugar a ellas. Eso sí, no quiere decir que los resultados siempre sean brillantes, de ahí que uno de mis mayores miedos era el de si Metroid Prime Remastered me iba a enamorar tanto como cuando lo jugué en 2002. Por suerte solo me hizo falta jugar unos pocos minutos para darme cuenta de que sigue siendo el mismo Metroid tan sobresaliente que me encantó hace 20 años y que ahora ha vuelto a la vida por la puerta grande. Antes de nada, hay que reconocer la valentía que tuvo Retro Studios en su momento al desarrollar el Metroid Prime original, porque este fue la primera vez que la saga dejaba su jugabilidad en 2D para dar el salto a una propuesta en primera persona y en 3D en la que veíamos todo con los ojos de Samus Aran. Sin duda fue un cambio brutal para la saga que le sentó de maravilla, hasta el punto de que a día de hoy sigue siendo considerada una de las mejores entregas de la franquicia. Nuestra intrépida cazarrecompensas viaja en esta ocasión al planeta Tallon IV, donde debe hacer frente a los piratas espaciales y de paso eliminar los experimentos biológicos que están llevando a cabo. Por el camino le tocará hacer frente a innumerable cantidad de enemigos, jefes finales y también deberá obtener nuevos componentes para su equipo para ganar nuevas habilidades, lo que viene a ser una de las características principales de la serie. Gracias a la recuperación de estas partes de su armadura le servirá para abrirse paso por las distintas zonas del planeta, con sus propios biomas y desafíos. Esto nos deja con una aventura en la que la acción está garantizada desde el primer minuto, con toques de plataformas y puzles para resolver para que no todo sea combatir y avanzar. Es más, muchos de estos puzles servirán para obtener más mejoras en forma de misiles adicionales o tanques de energía para que Samus se vuelva más resistente a los impactos. Si sois de los que habéis jugado a cualquier Metroid no os encontraréis ninguna sorpresa en este sentido. Aun así, más allá de todo eso, sus escenarios son fascinantes, con cientos de salas y zonas laberínticas para recorrer y por las que habrá que ir viajando constantemente de un lado a otro, ya que también habrá que dar con una serie de artefactos indispensables para poder llegar al final del juego y que en este caso están escondidos a conciencia por todas partes. La ambientación es una pasada, con cientos de puntos para escanear para así conocer más detalles sobre los enemigos, la flora del planeta, los planes de los piratas espaciales o también sobre la historia de los Chozo que vivían ahí antiguamente. Al final todo ello suma para que la historia gane más puntos todavía y se vuelva más interesante a medida que van pasando las horas, con un ritmo bestial que logra que el tiempo se pase volando mientras estás a los mandos. No hay que olvidar que en esta versión estamos frente a una remasterización, lo que de primeras ya anticipa que tenemos ante nosotros una clara mejora en la calidad gráfica, pero no una en la que simplemente se han retocado algunos detalles y poco más. Los cambios que se han aplicado son tan alucinantes que en algunos momentos da la impresión de que parece que estamos ante un remake. Para empezar, la armadura de Samus se ve más brillante todavía, con unos efectos en los disparos que lucen mejor que nunca al cargarlos y al disparar. En este sentido, la iluminación es ahora más impresionante, logrando que de paso todos los entornos estén más repletos de detalles en la vegetación, con un agua más realista todavía, a lo que se suma una mayor resolución y nitidez en todo lo que se ve en pantalla. Los enemigos no se han quedado atrás en absoluto, sobre todo los jefes finales para que los enfrentamientos contra ellos sean más impactantes. Además, la ambientación en general es apoteósica, pudiendo afirmar sin ninguna duda que estamos ante uno de los mejores videojuegos de Nintendo Switch a nivel visual, algo que ya es digno de admirar porque en su momento Retro Studios ya realizó un trabajo asombroso y ahora se ha superado más todavía esta calidad. Por otra parte, hay otros detalles menores dignos de ser mencionados, como cuando el agua golpea el visor de Samus y las gotas se deslizan por él, pero también hay que destacar que los tiempos de carga se han reducido una barbaridad y ahora cualquier puerta se abre al instante en cuanto la tocas. Y ahí no queda todo, porque ahora toda la acción transcurre a 60 fps constantes, sin reducirse ni un solo ápice, sin importar si juegas en modo portátil o desde la tele. Es más, no importa el formato que escojáis porque tanto en la tele como en la pequeña pantalla de Nintendo Switch se ve de fábula para así poder jugar en cualquier parte. En cuanto a su apartado sonoro sigue siendo soberbio por todos los sonidos que se escuchan y una banda sonora que nos acompaña a la perfección en cualquiera de las zonas del planeta. Solo por los cambios que se han aplicado en su apartado gráfico y en su rendimiento es indiscutible que ya merece la pena jugar a Metroid Prime Remastered, pero también hay que señalar que hay presentes más novedades y muy necesarias, porque la jugabilidad cuenta ahora con cuatro modalidades diferentes: Clásico. Utiliza los mismos controles que en la versión original de GameCube; Palanca dual. Utiliza ambos sticks de los Joy-Con para moverse y apuntar; Puntero. Utiliza el control por movimiento para apuntar y mover la cámara; Híbrido. Combina el control clásico con el control por movimiento para apuntar. Desde luego me parece una idea espléndida el ofrecer tantas opciones tan diferentes para que así cada uno escoja la que mejor se adapte a su estilo de juego. Personalmente yo he preferido la de utilizar los dos sticks de control al ser la más habitual a día de hoy en cualquier videojuego de este tipo, algo que le sienta a la perfección, lo que no quita que podáis jugar sin problemas con cualquiera de las otras modalidades. Si sois de los que os queréis centrar en la historia y en pasaros el juego es posible que la partida os pueda llegar a durar unas 10-12 horas más o menos. Aun así, lo suyo es intentar ir a por el 100%, lo que puede que duplique o triplique las horas que dure dependiendo de vuestra capacidad de exploración. A que es una gozada volver a jugarlo.