Como Mehmed II el Conquistador en 1453, el dictador turco Recep Tayyip Erdogan no ha dejado de buscar la gloria en Constantinopla desde hace tres décadas. El primero, la del califato islámico por la transformación en mezquita de la Basilica Cristiana Ortodoxa de Santa Sofía (Hagia Sophia) Este sátrapa - quien en su insania se ve a si mismo como el nuevo ‘sultán’ que debe restaurar los límites del antiguo imperio otomano - para seguir aferrado al poder y ganarse el apoyo de los sectores conservadores, ha dirigido su codiciosa mirada a la monumental basílica bizantina, transformada en museo durante 85 años y convertida desde entonces en un emblema de la Turquía laica y “moderna” por el infame violador de niños griegos, Mustafá Kemal (Atatürk), quien proclamó la República en 1923. Como sabéis, quien ha visitado la antigua capital del Imperio Bizantino puede percatarse de que no faltan mezquitas en Constantinopla, desde la cercana Mezquita Azul hasta, precisamente, la de Fatih, construidas por los conquistadores turcos precisamente para rivalizar con Hagia Sophia. Es por ello que el gesto de restaurar el culto islámico en la basílica cristiana es propio de un capricho de un demente, reavivando el viejo antagonismo otomano entre los países herederos de la cristiandad a fin de movilizar a sus seguidores del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) a si favor. También es un mensaje nacionalista de profundo calado para todos los turcos. Y signo de vulnerabilidad de un genocida que lleva casi 18 años en el poder y asiste con inquietud al reagrupamiento de dirigentes del islamismo político que él defenestró. Diplomáticos de Washington en Ankara ya constataron el instinto criminal de Erdogan en los cables de WikiLeaks. “Tayyip solo cree en Alá… pero no se fía ni de Dios”, llegó a aseverar un miembro de su partido en la embajada de EE UU. Luego de sus repetidos juegos de poder en Siria y Libia - ante Donald Trump o Vladímir Putin - y de sucesivas debacles en casa, con la divisa turca en caída libre y la reciente pérdida de la alcaldía de Constantinopla a manos de la oposición, el déspota oriental lanza un órdago que reverbera dentro y fuera de Turquía. La reinstauración del culto musulmán en Hagia Sophia viene a confirmar que la verdadera agenda oculta de Erdogan no era la de un régimen islámico integrista basado en la sharía, sino una autocracia nacionalista y populista que busca atenazarse al poder. Sin duda alguna, se trata de una maniobra de distracción dirigida para ganarse a las masas conservadoras que votan al AKP ante la grave crisis económica que los aqueja, pero que la reislamización de la basílica cristiana erigida por el emperador Justiniano I amenaza con agudizar la polarización de la sociedad turca. El nacionalismo laico empero, puede acabar cerrando filas con el dictador ante una previsible escalada de la tensión exterior. Por cierto, los principios de “cero enemigos”, que inspiró la diplomacia neotomana preconizada durante los primeros años de Erdogan, y de acercamiento a Europa, plasmado desde hace 15 años en la candidatura al ingreso en la UE, han experimentado un vuelco copernicano. Además de haberse rechazado su entrada a la organización al no tratarse de un país europeo, a la par de ser un violador sistemático de los Derechos Humanos que tiene las manos manchadas con la sangre de miles de kurdos - victimas de un atroz genocidio - se ha granjeado la enemistad de Grecia y otros países cristianos ortodoxos cuyos ciudadanos rezan a veces con sigilo en Hagia Sophia. Asimismo, Turquía ha perdido aliados clave: EE.UU. le reprocha que como Estado miembro de la OTAN, se haya equipado con misiles S-400 de fabricación rusa; Rusia, precisamente, le advierte de que está desafiando sus designios en Siria y Libia; mientras que Bruselas amenaza con imponerle sanciones por las prospecciones en busca de gas en aguas de Chipre, cuyo tercio norte permanece ilegalmente bajo ocupación militar turca desde 1974, donde se creo un estado títere, no reconocido internacionalmente; Y que además amenaza permanentemente con ‘abrir sus fronteras’ para que decenas de miles de ‘refugiados’ - terroristas en potencia - invadan Europa. Erdogan parece querer agitar el espectro de la ocupación multinacional de Anatolia que siguió al hundimiento el Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial para galvanizar a los turcos frente a una amenaza exterior. Para ello no ha vacilado en desenterrar el hacha del choque de civilizaciones, aunque con ello toque el nervio religioso ortodoxo del Kremlin, su poderoso vecino del norte. Cuando las aguas del Tigris acaban de cubrir en el sureste de Anatolia la varias veces milenaria Hasankeyf - represada en un embalse aprobado por Erdogan en el 2006 - la historia da otro giro imprevisible en Turquía. Por encima de todo, el dictador que ha acaparado más poder desde Atatürk aspira a los 66 años a conservarlo de por vida. Luego de haber sobrevivido a la cárcel y el ostracismo, a un rosario de procesos para declararle proscrito y a un sangriento golpe de Estado patrocinado por los EE.UU. en el 2016 para instalar a un títere colaboracionista en su lugar, Erdogan ha hecho saber al mundo que con tal de seguir al timón en Ankara bien vale resucitar el rezo islámico en Hagia Sophia. Puede que con esta infame jugada, gane algunas simpatías en sectores extremistas, pero convertirla en una mezquita muestra el total desprecio que tiene al frágil equilibrio religioso existente en el país asiático y que con su decisión, ha llevado la ideología islamista a las puertas de Europa en un decreto verdaderamente escalofriante. La antigua catedral cristiana ortodoxa, declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, atrajo a más de 3,7 millones de visitantes el año pasado. Pero esos números caerán en picado de ahora en adelante, a medida que los turistas se mantengan alejados de lo que será una mezquita activa, donde además - y eso es lo mas condenable - serán retirados todos los símbolos cristianos y borrados los maravillosos mosaicos que adornan su interior, al estar dichas representaciones prohibidos en el Islam, por considerarlos “blasfemos”. No solo los visitantes extranjeros quedarán desconcertados por lo sucederá con esos tesoros, sino que esta decisión no ha caído bien en la vecina Grecia, Rusia o incluso en los EE. UU. "Una amenaza para Hagia Sophia es una amenaza para toda la civilización cristiana", dijo el Patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa en un discurso, señalando la enorme importancia religiosa que el magnifico templo del siglo VI jugó en la historia de la ortodoxia y de Rusia. En esa mismas línea, Bartolomeo I, líder de la Iglesia ortodoxa oriental, conocido como el Patriarca Ecuménico de Constantinopla - que sigue teniendo su base en la antigua capital bizantina - advirtió hace que la reconversión del lugar desilusionaría a millones de cristianos y fracturaría a dos mundos. "Su estatus de museo permite que se desplieguen las obras bizantinas y las otomanas lado a lado. No es como si unas u otras hayan sido borradas. Coexisten pacíficamente. Cambiar eso crearía algo completamente diferente", sostuvo por su parte el profesor Dionysios Stathakopoulos, quien teme por la integridad histórica y artística del lugar. "Muchos monumentos que han sido reconvertidos en mezquitas luego de ser museos del Estado de Turquía, han visto sus obras de arte y sus estructuras severamente dañadas", afirma el catedrático. "Los cambios serían fundamentales. El lugar no se puede convertir en mezquita retirando sólo un par de cruces", concluye. A su vez, Lina Mendoni, Ministra de Cultura de Grecia, hogar de millones de seguidores de la Iglesia Ortodoxa, criticó a Erdogan y dijo que lleva a su país de vuelta hacia el pasado. Como uno de los dos miembros de la Unión Europea (UE) que comparten una frontera con Turquía, siendo Bulgaria el otro, Grecia esperará ansiosamente una respuesta igualmente firme de sus compañeros en el bloque, pero podría quedar esperando mucho tiempo. Gracias a la pandemia de Coronavirus, la UE se está quedando sin gas. Las instituciones apenas están funcionando, los eurodiputados están dispersos por todas partes, y las reuniones en línea con un personal esencial están a la orden del día. Eso dificulta generar impulso para realizar una campaña destinada a presionar a un sangriento régimen dictatorial que ha decidido que ahora es el momento de divertirse y jugar. Y Erdogan lo sabe. Siempre ansioso por establecerse en el escenario mundial como un tipo duro e intransigente, el tirano telegrafió descaradamente a su movimiento para relacionarse con los intereses islamistas transmitiendo la primera llamada a la oración en Hagia Sophia en los principales canales de noticias de Turquía y desconectando el sitio cultural de las redes sociales, socavando de esa manera la frágil convivencia cristiano-musulmana del país y lograr exactamente lo contrario de lo que Atatürk intentó hacer cuando convirtió la basílica ortodoxa en un museo para subrayar su visión de una Turquía “moderna”.Y parece que a Erdogan le molesta ese hecho. Según sus partidarios en el Consejo de Estado, la razón para revertir Hagia Sophia a una mezquita es que Atatürk “se equivocó” al cambiar el estado de una estructura religiosa en primer lugar. Le tomó 86 años al actual dictador llegar a esa conclusión políticamente conveniente, a pesar de que la mayor parte de Turquía parecía haber estado bastante contenta con su museo inmensamente popular, que atrae millones de turistas al año y que gastan una fortuna en liras al visitar el país. Cabe destacar que las afirmaciones de que la hoy mezquita “seguirá abierta a visitantes extranjeros de cualquier religión” son engañosas. Pasear por un museo vestido con ropa informal, hablar en voz alta, tomar fotos mientras gritan a los niños que dejen de correr es parte de ser un turista al visitar famosos sitios culturales en el extranjero. Si, por un momento, alguien cree que prohibir cualquiera de esas cosas no tendrá ningún impacto en los números de sus visitantes, entonces no saben nada sobre los turistas. Y menos aún sobre el siglo XXI. Puede que ahora para los musulmanes, Hagia Sophia ya es una mezquita, pero a los ojos de nosotros los cristianos, nunca dejará de ser una catedral y ningún psicópata asesino sediento de sangre nos podrá hacer cambiar de opinión ¿A que se enteran? :)
Tras meses de rumores y varios avances de la propia Canon (que confirmó su desarrollo y más tarde fue desvelando algunos detalles), por fin es oficial la Canon EOS R5, una cámara esperada sobre todo para quienes prefieren las aportaciones de un equipo sin espejo, la cual incorpora novedades esperadas y su grabación RAW en 8K hasta 29,97 fps sin recorte. Además, se presentan cuatro de las nueve ópticas que la marca anunció para este año, con dos nuevos repetidores y una impresora. La nueva EOS R5 es capaz de disparar hasta 20 fps 20 obturador electrónico (12 fps con el mecánico), manteniendo la exposición y el enfoque automáticos. Asimismo, integra la estabilización de imagen de 5 ejes en el cuerpo (In-Body Image Stabilization o IBIS), que permite que con los objetivos sin estabilizador (como el RF 85 mm f/1,2L USM y el RF 28-70 mm f/2L USM) también se puedan lograr hasta 8 pasos de estabilización. Además incorpora Bluetooth y WiFi (Wi-Fi de 5 GHz para poder compartir archivos y usar las apps Camera Connect y EOS Utility. Esta cámara es ambiciosa, aspirando en cierto modo a "cámara de cine" por esa función de vídeo que acabamos de destacar. Cumple récord propio de resolución (en una cámara Canon EOS) al superar los 45 megapíxeles con su sensor CMOS, el procesador DIGIC X y las ópticas RF. Otras características a destacar son la cobertura del autofocus del 100%, con 5.940 puntos AF seleccionables, y una ISO desde 100 hasta 51.200, con lo que prometen que la nitidez se mantiene incluso en las condiciones de iluminación más baja (pudiendo enfocar a -6 EV). El AF puede controlarse tocando y arrastrando gracias a la vuelta del multicontrolador en la pantalla táctil, de ángulo variable y de 3,2 pulgadas. Además de la pantalla, integra un visor electrónico de 0,5 pulgadas cuya imagen se refresca a 120 fps, con una resolución de 5,76 millones de puntos y prometiendo una vision realista en comparación con uno óptico. La EOS E5 dispone además de compatibilidad con el Dual Pixel RAW, pudiendo corregir tras la captura el enfoque, el contraste en el fondo y cambiar la iluminación en los retratos. En cuanto a las novedades de vídeo, se pueden grabar vídeos en RAW 8K a 12 bits internamente sin recorte, de modo que se aprovecha el ancho completo del sensor. Una grabación que soporta el enfoque automático de ojos y cara (tanto para personas como animales). Por su parte, la grabación 4K puede ser DCI y UHD, a velocidades de hasta 120p (119,88 fps) con calidad 4:2:2 a 10 bits. Una grabación que permite la cámara lenta en alta resolución, sin tampoco renunciar al AF. Cabe destacar que las ranuras dobles de la R5 son compatibles con tarjetas CFexpress y SD UHS II. Todo en un cuerpo de magnesio que promete ser resistente a las inclemencias del tiempo. En cuanto a su coste y disponibilidad, la nueva EOS R5 estará a la venta a un precio de €4.599 a finales de julio. Un precio que, como preveíamos, resulta bastante superior a los 2.599 euros que costaba la EOS R en el momento de su lanzamiento :)
Los últimos acontecimientos y las circunstancias actuales han obligado a los desarrolladores a trabajar desde casa, algo que ha no ha impedido que sus proyectos hayan seguido adelante, sin embargo, durante estos últimos meses, Blizzard ha mantenido, hasta ahora, en silencio los últimos avances del que será su próximo juego: Diablo IV. Se trata de un juego de acción desarrollado por Blizzard Entertainment y producida por Tiffany Wat; el cual representa la cuarta versión de la serie de juegos Diablo, cuya primera parte fue anunciada por Blizz el 1 de noviembre del 2019. Si bien durante el evento Blizzard comentó que es un proyecto que va para largo, pero parece ser que ‘largo’ quiere decir en realidad ‘muy largo’. La fecha de lanzamiento de esta cuarta entrega de la serie no estaría ni remotamente cerca de lo que podríamos esperar en un principio. En una reciente actualización de la comunidad, Blizzard aseguro que Diablo IV se encuentra en ‘fases muy tempranas’ de su desarrollo, por lo que fácilmente no contaría ni con una versión Alpha que brindar todavía a los primeros jugadores. De esta manera, no parece descabellado descartar por completo su lanzamiento este 2020, y probablemente el 2021, también. ¿Quizás para el 2022? Este lanzamiento a tan largo plazo arroja bastante incógnitas por el camino. Inicialmente, Diablo IV está en marcha para PC, Xbox One y PS4, pero para el final del desarrollo, Xbox Series X y PlayStation 5 podrían llevar ya cerca de un año en el mercado. ¿Cómo afecta esto al juego de Blizzard? Lo lógico sería pensar en que se tratará de un juego crossgen para ambas generaciones, pero si se diera el caso de que Diablo IV llegase en el 2022, ¿sería todavía factible su lanzamiento en Xbox One y PS4 con sus revisiones ya asentadas en el mercado? Lamentablemente, no tenemos respuesta a estas preguntas. De lo que si sabemos es la trama del juego, la misma tendrá lugar a continuación de Diablo III: Reaper of Souls; y estará ambientada en la serie World of Sanctuary, donde los miembros del culto llaman a Lilith, hija de Mephisto. Los eventos del juego anterior agotaron las fuerzas de los demonios y los ángeles. Esto le permitirá establecer su poder en Santuario. Esto significa que este juego se centrará más en la relación demonio y ángel que creó Nephalem; una raza poderosa en la que se encuentran los personajes principales. La multitud del santuario cree que este poder puede llamar su atención, y el resultado de eso fue la multitud que quería destruirlos. Lilith no quería que mataran a sus hijos; por lo tanto, ella destruye a cualquiera que vaya en su contra. Recordemos que la historia de Diablo trata sobre la batalla entre demonios y ángeles o entre cielo e infierno. En el primer juego, vimos cómo comenzó la guerra con las hordas de un demonio atacando la ciudad de Tristram, donde el jugador tiene que proteger la ciudad de los demonios; El segundo juego fue sobre los guerreros que derrotaron a Diablo en Sanctuary y que intentan mantener la naturaleza del Señor del Terror en su cuerpo; En el tercer juego comenzó con un lapso de tiempo de veinte años posterior al segundo juego, donde se exploran los textos peligrosos de la profecía en la Catedral de Tristram, en el que el jugador tenía que salvar el lugar; Y en el cuarto juego, el regreso de Lilith de vuelta al santuario, trae consigo una era de oscuridad y miseria. Uno de los aspectos diferenciales de Diablo IV es que será un mundo abierto. El título contará con un fuerte componente argumental, como suele ser habitual en la serie, pero su apertura en dimensiones permitirá que el contenido también sea mayor. Tardar más o menos en ir completando cada región dependerá de si preferimos ir centrados solo a esa historia o si nos perdemos por las misiones paralelas que podríamos denominar de carácter secundario. Una de las actividades más destacadas es la de los asentamientos. Se trata de lugares donde habrá multitud de enemigos que, una vez estén liberados, se convertirán en puestos de avanzada con personajes amistosos y un transportador. Asimismo, la narración de la historia ha evolucionado en varios frentes. Uno de ellos, las conversaciones. A diferencia de Diablo III, donde se contó con ventanas que tenían el nombre y retrato de los personajes. Esta vez - dicen en Blizzard - “para abordar las conversaciones, se experimentara con una mezcla de cámaras coreografiadas de manera manual y otras generadas con herramientas. Para interacciones simples con PNJ, se acercara la cámara a los personajes (pero manteniendo una apariencia isométrica general) y se usara una biblioteca de animaciones para proyectar la idea principal de las conversaciones”. Por otro lado, está las secuencias de vídeo. “En este caso cogeremos la cámara y la usaremos para contar la historia de forma parecida a una película, por lo que vamos a reservar esta técnica para los momentos más importantes, de manera que estas secuencias de vídeo tienen grandes ventajas, como que nos permiten mostrar a vuestro personaje con la armadura que lleva en ese momento” aseguran. Cabe destacar que el apartado multijugador está suponiendo todo un desafío para el equipo de Blizzard. “Nuestro objetivo siempre ha sido incorporar elementos de juegos con mundo compartido sin que se tenga la impresión de que el juego es un territorio multijugador masivo” afirman, dejando en claro que “se trata de una filosofía, ni mucho menos una limitación técnica, porque pierde la esencia Diablo cuando uno se cruza constantemente con otros jugadores” señalaron. No cabe duda que la espera por tener el juego se nos a hacer muy larga :(