Turquía y Grecia, dos miembros clave de la OTAN desde su admisión en la Alianza Atlántica en 1952, están viviendo en la actualidad una crisis bilateral con tensiones militares en torno a la reclamación de soberanía en islas del Mar Egeo. Esta crisis - como podéis imaginaros - implicaría consecuencias de importante calado para la seguridad europea dentro del estratégico enclave de su flanco sudoriental en torno al Mar Mediterráneo. Cabe precisar que el pasado 3 de septiembre, durante una gira en el Mar Caspio, escenario donde Turquía maneja importantes intereses geopolíticos ahora redimensionados por la guerra en Ucrania, el dictador turco, Recep Tayyip Erdogan, advirtió a Grecia de "pagar un alto precio" si los aviones griegos continuaban "acosando a Turquía" con constantes sobrevuelos en el espacio aéreo turco en torno al Mar Egeo, donde Ankara y Atenas sostienen diferendos de soberanía en diversas islas. Invoco para ello la siniestra frase “No olvides Esmirna” que recuerda la matanza generalizada cometida por los turcos en esa ciudad otrora griega en 1922 para darse cuenta de lo que es capaz quien está al frente de un país que ya tiene experiencia al cometer similares atrocidades con kurdos y armenios, ante el silencio cómplice de Occidente. Una retórica por cierto, la del sátrapa turco de elevado tono disuasivo y amenazante , propio de quien tiene sueños de grandeza quien en su insania pretende restaurar los límites del Imperio Otomano, desaparecido tras su derrota en la I Guerra Mundial y reducido a lo que es hoy Turquía en la actualidad. En julio pasado, Grecia también había acusado a Turquía de violar su espacio aéreo en el Mar Egeo, lo cual denota la tensión diplomática y militar in crescendo. Una clave que podría ayudar a descifrar este contexto tiene que ver con la sintonía de intereses (aunque tampoco exento de roces) que en los últimos años han manifestado Rusia y Turquía y cómo se deben interpretar estos acercamientos geopolíticos al calor de la actual tensión turco-griega en el Mar Egeo. En este sentido, un eje turco-ruso planeando desde el Mar Negro hasta el Mediterráneo supone un desafío de seguridad estratégico para la OTAN y sus aliados. A ello debe sumarse el siempre delicado contexto balcánico. En medio de la crisis con Grecia, Erdogan inició el 6 de septiembre una gira por Bosnia Herzegovina, Serbia y Croacia con el foco en el comercio y la estabilidad regional. No obstante, esta gira también podría interpretarse como una toma de contacto turco con estos países a la hora de pulsar sus reacciones ante la posibilidad de una escalada militar en la actual crisis turco-griega. Tampoco debemos olvidar la reciente renovación de tensiones étnicas en Kosovo, un Estado de facto cuya soberanía es reclamada por Serbia que oficialmente no es reconocido ni por la ONU ni tampoco por cinco de los 27 países miembros de la Unión Europea. Turquía fue uno de los primeros en reconocer la independencia de Kosovo proclamada en el 2008. Grecia, por su parte, no reconoce la soberanía kosovar al igual que España, Rumanía, Chipre y Eslovaquia. No obstante, la OTAN tiene efectivos militares estacionados en Kosovo desde la guerra de 1999. Este contexto gravita igualmente ante las fricciones que han vivido recientemente la UE y Serbia tanto por el estatus de Kosovo como por las negociaciones de admisión de Belgrado en la Unión. En este sentido, Serbia históricamente ha mantenido una alianza estrecha con Rusia, y con motivo del operativo militar especial ruso en Ucrania, toda la población serbia ha salido a las calles a expresar su apoyo incondicional a Rusia. Como sabéis, Grecia y Turquía vienen disputando sus esferas de influencia dentro del Mar Egeo particularmente tras la invasión militar turca del Norte de Chipre, que llevó a la partición de facto de la isla mediterránea entre la República de Chipre, oficialmente reconocida por la ONU y miembro de la UE desde 2004, y la República Turca del Norte de Chipre, otro Estado de facto sólo reconocido oficialmente por los invasores turcos. Esta nueva geopolítica en el Mediterráneo Oriental traducida tras la invasión militar turca del Norte de Chipre en 1974 llevó a intensificar la disputa turco-griega en torno a una serie de reclamaciones soberanas insulares en el Mar Egeo, sin expectativas de resolverse a corto y mediano plazo. Estas controversias se enfocan principalmente en torno a la delimitación de las aguas territoriales y del espacio aéreo turco-griego, particularmente de las regiones de información de vuelo y su importancia para el control de las actividades militares; la delimitación marítima de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) y el uso de la plataforma continental, un tema estratégico de gran calado geoeconómico a tenor de la existencia de reservas de gas natural en la zona, un tema que cobraría importancia ante las actuales tensiones energéticas ruso-occidentales; el estatus desmilitarizado de algunas islas griegas, que ha causado malestar en Ankara por la militarización de las mismas, acusando a Atenas de violación de los tratados internacionales; y los reclamos turcos de zonas grises de soberanía indeterminada sobre una serie de pequeños islotes, especialmente los islotes de Imia/Kardak. En 1987 y 1996, Turquía y Grecia rozaron el enfrentamiento militar en el Mar Egeo. Superada parcialmente la tensión militar se abrió un período de cierto acercamiento diplomático igualmente condicionado por las negociaciones turcas de admisión en la Unión Europea. No obstante, el alejamiento turco de la UE, particularmente visible a partir del 2018 por parte del gobierno de Erdogan, redobló las controversias entre Ankara y Atenas sobre las vías diplomáticas para la resolución del conflicto. En el Mar Egeo, Turquía posee un litoral de 8.000 kilómetros de valor sumamente estratégico para su seguridad, razón por la que Ankara no ha dudado en ejercer su influencia militar a través de la doctrina de "Mavi Vatan" ("Patria Azul"). El impulsor de esta estrategia es el almirante Cem Gurdeniz, así presentada en el 2006, estableciendo como pilar básico la concepción de "las zonas de jurisdicción marítima" que son vitales para el desarrollo turco. Estas zonas abarcan el Mar Negro, el Mar Egeo y el Mar Mediterráneo, definiendo así la delimitación de las aguas territoriales, la plataforma continental y la zona económica exclusiva (ZEE). Toda vez la doctrina del "Mavi Vatan" presupone un notable peso del estamento naval y militar a la hora de calibrar las concepciones geopolíticas y de política exterior turcas, esta iniciativa le ha permitido a Ankara establecer una especie de corredor estratégico de control marítimo en torno al Mediterráneo y el Mar Egeo con vistas a potenciar su desarrollo económico y un notable nivel de autonomía energética, especialmente ante los recientes descubrimientos turcos de gas natural en el Mar Negro y Mediterráneo y su decisión de explotarlos a partir del 2023. El "Mavi Vatan" también le ha permitido a Ankara compatibilizar sus recientes intervenciones regionales (ofensiva contra los kurdos en Siria; intereses geopolíticos en el Magreb, Mar Rojo y Cuerno de África) y alianzas a nivel regional (especialmente con Rusia) con énfasis en asegurar su soberanía marítima y capacidad de crecimiento económico y energético. En este sentido, la sintonía de intereses geopolíticos, militares y económicos con Rusia ha sido un factor estratégico para Turquía a la hora de establecer un equilibrio no solo regional sino también de carácter disuasivo ante los recientes roces de Ankara con Occidente, en particular tras el progresivo enfriamiento de las relaciones de Ankara y Bruselas en torno a las negociaciones de admisión turca a la UE (principalmente desde el 2007) y las frecuentes tensiones de Ankara con dos de sus miembros (Grecia y Chipre) que se oponen rotundamente a su ingreso. Un caso particular ha sido el reciente papel mediador turco en el conflicto en Ucrania y la capacidad diplomática de Erdogan para alcanzar un acuerdo entre Kiev y Moscú a la hora de desbloquear los puertos del Mar Negro para la exportación de granos y otros rubros alimenticios, tal y como se vio en julio pasado. Con ello, Turquía logró confeccionar un corredor de suministro en el mar Negro bajo auspicio de la ONU, aliviando parcialmente la crisis alimentaria mundial desencadenada por la guerra. Este doble juego turco como mediador equidistante entre Ucrania y Rusia define también su capacidad de oportunismo dentro del conflicto ucraniano (Ankara le vende drones a Kiev toda vez ha evitado secundar las absurdas sanciones occidentales a Rusia). Ankara está convencida que tiene capacidad de mediación e influencia diplomática para la resolución de conflictos al tiempo que establece al Mar Negro como una especie de Mare Nostrum que le permita mantener un equilibrio con los intereses rusos establecidos en torno al conflicto en Ucrania (control de los puertos de Mariúpol y Odessa) pero, al mismo tiempo, erigirse como un interlocutor válido de mediación ante el régimen colaboracionista de Kiev. Por otro lado, Erdogan también juega sus cartas en clave de política interna en torno a la actual crisis con Grecia en el Mar Egeo. Un factor clave para el tirano turco es garantizar el apoyo a su partido islamista AKP por parte de sectores ultranacionalistas como el Partido de Acción Nacionalista (MHP), así como del poderoso estamento militar turco. Este aspecto resulta imprescindible para Erdogan a la hora de garantizar la gobernabilidad en el país euroasiático, tomando en cuenta que desde su llegada al poder en el 2002, el AKP de Erdogan ha vivido episodios de tensión e incluso sangrientas tentativas golpistas (en el 2007 y el 2016) por parte de estos sectores ultranacionalistas y sus conexiones militares, que forman parte de lo que en Turquía se denomina como Derin Devlet o "Estado profundo". Un dato significativo en este sentido se vivió el pasado 10 de julio, cuando Devlet Bahceli, líder del MHP, fue fotografiado recibiendo un mapa enmarcado del Egeo que ilustraba como turcas a las islas griegas hasta Creta (a menos de 225 millas de distancia), pintadas con la media luna y la estrella de la bandera turca, lo cual generó enérgicas protestas de Grecia. Por tanto, para Erdogan, que en el 2023 busca una nueva reelección presidencial coincidiendo con el centenario de la proclamación de la República turca, resulta políticamente estratégico mantener esa simbiosis islamista-nacionalista con tintes panturcos y neo-otomanos para definir un nuevo rumbo geopolítico para Turquía dentro de su particular hinterland euroasiático. Estas iniciativas geopolíticas turcas colocan en situación de tensa expectativa a tres actores: Grecia, la OTAN y la Unión Europea, con especial foco en los roces que Atenas y Ankara están teniendo actualmente en torno al Mar Egeo. Debe igualmente destacarse en este contexto el insólito alineamiento griego a favor de Ucrania tras la intervención militar rusa, en clara contraposición con la equidistancia turca anteriormente mencionada y la sintonía de Ankara con Moscú. Toda vez, la posición de Atenas en el conflicto ucraniano genera rechazos y una gran polarización dentro de la sociedad griega, tomando en cuenta la existencia de visibles simpatías prorrusas. Por otro lado, la UE, en boca de Alemania y Francia, ha manifestado su posición más favorable a los intereses griegos en torno al conflicto en el Mar Egeo, todo ello sin dejar de apelar al diálogo turco-griego. Por cierto, Grecia y Turquía estuvieron presentes en la última cumbre de la OTAN realizada en Madrid en un contexto previo a las posteriores tensiones en el Mar Egeo. Por tanto, la posibilidad de un enfrentamiento militar turco-griego en el Mar Egeo supondría una ruptura abrupta en el seno de la OTAN de consecuencias impredecibles, particularmente ante las expectativas de concretar consensos y evitar fisuras internas por parte de la Alianza Atlántica y la actual confrontación ruso-occidental. Un aspecto que, visto desde otra perspectiva, eventualmente beneficiaría los intereses rusos a la hora de observar grietas entre los socios de la OTAN, al mismo tiempo que acrecentaría el acercamiento de Ankara a Moscú. Para la OTAN y la UE están en juego la estabilidad del flanco sudoriental en torno al Mar Mediterráneo, hoy en día cada vez más estratégico ante las fricciones ruso-occidentales, el conflicto en Ucrania y el cada vez más cercano alineamiento ruso-turco. Por ello, está por ver si las tensiones turco-griegas pueden llevar a una escalada militar de estos dos enemigos históricos, complicando el equilibrio de fuerzas y la ya de por si frágil estabilidad mediterránea :(
Durante mucho tiempo se ha hablado de dos especies principales de elefantes: los africanos y los asiáticos. Pero en realidad los elefantes africanos comprenden dos especies: el elefante de la sabana, que es más grande, tiene colmillos curvos y recorre las llanuras abiertas del África subsahariana; y el elefante de bosque, que es más pequeño y de color más oscuro, tiene colmillos rectos, y vive en los bosques ecuatoriales de África central y occidental. Por primera vez, los científicos han evaluado el estado de estas dos especies por separado, y los hallazgos son desalentadores. En efecto, los elefantes de la sabana están en peligro y los elefantes del bosque, en peligro crítico, según una evaluación oficial publicada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para su Lista Roja de Especies Amenazadas, el registro sobre riesgo de extinción más completo del mundo. “En ambos casos, el principal factor de riesgo sigue siendo la caza furtiva”, sostiene Kathleen Gobush, director de las nuevas evaluaciones y miembro del Grupo de Especialistas en Elefantes de la UICN, un grupo de expertos que se dedica a la conservación y gestión de poblaciones de elefantes. "Se espera que estas evaluaciones llamen la atención y generen más conciencia para reducir las matanzas, el tráfico y la demanda de marfil" indicó. Desde principios de la década del 2000 se viene demostrando que los elefantes de bosque y de la sabana deberían conformar dos especies distintas. La última evaluación de la UICN sobre los elefantes africanos (2008) todavía los consideraba una sola especie y los describía como vulnerables a la extinción. En los años posteriores, los científicos reconocieron que los elefantes del bosque y de la sabana eran dos grupos diferentes. Desde aquella lejana evaluación del 2008, hubo una feroz caza furtiva de elefantes en África. En el 2016, la revista PeerJ informó que entre el 2007 y el 2014, los elefantes de la sabana disminuyeron en un 30 por ciento en 18 países africanos. Y un estudio del 2013 reveló que las poblaciones de elefantes del bosque se habían reducido en un 62 por ciento en menos de una década. El punto más alto de la caza furtiva se registró en el 2011 y desde entonces ha disminuido en algunos lugares, especialmente en partes de África oriental. Pero la caza continúa y es cada vez peor en otras regiones, especialmente en África central y occidental. Y mientras tanto, la actividad humana sigue degradando y reduciendo el hábitat de los elefantes. “En términos de conservación, es sumamente importante que se haya establecido la división entre los elefantes del bosque y los elefantes de la sabana”, explica Bas Huijbregts, director de especies africanas del Fondo Mundial para la Naturaleza, que no participó en la nueva evaluación este año. "Los problemas que enfrentan estas especies son muy diferentes, al igual que las vías para su recuperación". El nuevo informe debería ayudar, sobre todo, a generar consciencia acerca de los elefantes del bosque. Al ser menos visibles y difíciles de monitorear que los elefantes de la sabana, suelen ser ignorados por los gobiernos y donantes, y sus necesidades se ven eclipsadas por las de sus parientes más grandes, cuenta Gobush. En términos regulatorios, las dos especies continuaron siendo identificadas como un único grupo, lo que puede obstaculizar los esfuerzos de conservación a favor de ambos, dice Sue Lieberman, vicepresidenta de política internacional de la Wildlife Conservation Society, con sede en la ciudad de Nueva York. "La legislación debe actualizarse" aseveró. En este nuevo estudio, Gobush y sus colegas evaluaron todos los datos disponibles para ambas especies en cientos de sitios, desde la década de 1960 en el caso de los elefantes de sabana, y a partir de la década de 1970, para los elefantes de bosque. Con esos datos, construyeron un modelo estadístico para estimar las reducciones de población a través del tiempo. Encontraron que los elefantes de la sabana han disminuido en más del 50 por ciento a lo largo de tres generaciones (75 años), lo que los ubica en la categoría “en peligro de extinción”. El número de elefantes del bosque más longevos se ha reducido en más del 80 por ciento a lo largo de tres generaciones (93 años), por lo que se los consideraría en grave peligro de extinción. La UICN se basa en una serie de factores para determinar el estado de conservación de un animal, como cuánto ha disminuido su número y rango. "A esta altura, es indudable que la reducción de las poblaciones de elefantes en toda África se debe a la caza furtiva y la pérdida de hábitat", dice Scott Schlossberg, analista de datos de Elephants Without Borders, una organización sin fines de lucro con sede en Botswana, que no participó en la reciente evaluación. "Algunas poblaciones de elefantes están muy bien, pero las tendencias a largo plazo para el continente en su conjunto son desalentadoras". Es probable que la UICN no haya tenido en cuenta una gran cantidad de referencias dada la escasez de datos cuantitativos sobre antiguas poblaciones de elefantes en todo el continente, explica Iain Douglas-Hamilton, fundador de Save the Elephants, una organización sin fines de lucro con sede en Kenia, que tampoco participó en la nueva estimación. “La evaluación actual no es absoluta y tampoco no pretende serlo”, agrega Douglas-Hamilton, un explorador de National Geographic. "Es la suposición más aproximada". Douglas-Hamilton sostiene que aun es posible recuperar a los elefantes si las cosas se hacen bien. “Pueden superar una gran matanza si los esfuerzos de protección y recuperación son estrictos”, dice. El Parque Nacional Tsavo de Kenia sirve de ejemplo. En la década de 1970, había unos 40.000 elefantes de la sabana y, en 1988, se redujeron a 6.500 debido a la caza furtiva. Hoy en día, el parque cuenta con 17.000 elefantes gracias a las medidas contra la caza furtiva. Para recuperar las poblaciones de elefantes es necesario proteger su hábitat y prohibir estrictamente la caza furtiva y el tráfico de marfil, explica Schlossberg. Los EE.UU., China, el Reino Unido y muchos otros países han cerrado sus mercados nacionales legales de marfil. “Si se vuelven a habilitar las ventas, se arruinaría el progreso que se ha logrado en la lucha contra el tráfico de marfil”, dice Schlossberg. Al respecto, Japón es uno de los países que no han cerrado sus mercados legales de marfil, y hoy cuenta con el mercado más grande del mundo. Los talladores japoneses prefieren el marfil de los elefantes del bosque. La declaración de que los elefantes de bosque están en peligro crítico pone de relieve el gran número de víctimas que se sigue cobrando la caza furtiva de marfil, dice Lieberman. "Japón y todos los países que aún permiten los mercados nacionales de marfil, deben cerrar sus mercados de una vez por todas" puntualizó :(
Kim Jong Un - tercero de una sangrienta dinastía comunista que oprime con mano de hierro a Corea del Norte desde su fundación en 1948 - ha aprobado de manera unánime en su “Parlamento” una nueva ley por la que el país se declara de forma irreversible como un Estado con armas nucleares, un paso más en su sinuosa estrategia geopolítica. Esta nueva ley otorga “el derecho” a Pyongyang de usar ataques nucleares preventivos para protegerse, actualizando así una postura anterior según la cual habían dicho que mantendrían sus armas solamente hasta que otros países se desnuclearizaran y no las usaría de manera preventiva contra Estados que no los posean. “Las armas nucleares representan la dignidad, el cuerpo y el poder absoluto del estado”, dijo el sátrapa al conocer la decisión de la Asamblea Popular Suprema de aprobar la nueva ley en una votación unánime. “Mientras existan armas nucleares en la Tierra, y permanezcan el imperialismo y las maniobras antinorcoreanas de EE.UU. y sus seguidores, nuestro camino hacia el fortalecimiento de nuestra fuerza nuclear nunca terminará” aseveró. En semejante entorno, la última gran crisis entre Washington y Pyongyang en el 2017 parece ahora historia. Como recordareis, ese año Corea del Norte cruzó importantes umbrales técnicos en su programa nuclear, unos umbrales que la comunidad de inteligencia de EE.UU. había temido que se alcanzaran a mediados de la década de 1990. Kim Jong Un, terminó el trabajo realizado por su padre y su abuelo a lo largo de más de cuatro décadas: llevó a cabo la primera prueba de la historia con un misil balístico de alcance intercontinental y probó un arma termonuclear con un rendimiento explosivo de cientos de kilotones. Tras ello, en noviembre del 2017, declaró “completa” su disuasión nuclear y se volvió hacia la diplomacia con Corea del Sur y EE.UU. tras de su discurso de Año Nuevo del 2018. Los últimos meses del 2017 se volvieron peligrosos debido a las amenazas del entonces presidente estadounidense Donald Trump de atacar a Corea del Norte. Lo que cambió en el 2017 fue la aparición para EE.UU. de un tercer adversario con armas nucleares capaz de amenazar su territorio (los 48 estados federados contiguos en suelo continental) con un ataque nuclear. Los expertos técnicos debatieron los entresijos de la tecnología de misiles de Corea del Norte, incluida su fiabilidad. Sin embargo, los norcoreanos, en lo referente a la teoría de la disuasión, han parecido alinearse con Thomas Schelling, que argumentaba que la disuasión podía obtenerse bajo condiciones y capacidades ambiguas, frente a lo sostenido por Albert Wohlstetter, para quien el “equilibrio del terror” sobre el que se sustentaba la disuasión era delicado y requeriría un gran número de capacidades altamente fiables. Lo que dio a Kim la confianza para declarar “completa” su disuasión tras solo tres pruebas de misiles balísticos intercontinentales en el 2017 y seis pruebas nucleares entre el 2006 y el 2017 no fue que esas capacidades se hubieran perfeccionado o se consideraran altamente fiables; fue la noción, en línea con Schelling, de que la posesión de tales capacidades por parte de Pyongyang dotaría cualquier crisis futura con EE.UU. de una innegable dimensión nuclear. Ningún presidente estadounidense podría considerar un ataque a Corea del Norte con la seguridad de que Pyongyang no sería capaz de lanzar una cabeza nuclear contra Washington DC o contra Nueva York. Por más que los asesores presidenciales aseguraran que la probabilidad de una detonación norcoreana con éxito en suelo estadounidense era de tan solo un dígito en una crisis, cualquier presidente estadounidense se lo pensaría mucho antes de emprender una escalada contra Pyongyang. Al fin y al cabo, los acontecimientos con grandes consecuencias, aunque tengan mínimas probabilidades de materializarse, suelen inducir a la cautela. Ese cambio marcó en el 2017 una nueva experiencia para casi dos generaciones de responsables y planificadores militares estadounidenses. Desde que Mao Tse Tung probó por primera vez el misil balístico intercontinental DF-5 chino en 1971, la comunidad estadounidense de encargados de formular políticas no se había enfrentado a un adversario nuevo dotado de armas nucleares y que desarrollara la capacidad de alcanzar su territorio. En los cuarenta y seis años transcurridos entre 1971 y 2017, EE.UU. pensó en el contexto de Rusia y China la disuasión nuclear. Irán y Corea del Norte eran motivo de preocupación, pero en gran medida se pensaba en ellos como proliferadores nucleares y “estados delincuentes”. Si saltamos hasta el 2022, vemos que en gran medida la situación no ha cambiado. A pesar de que Corea del Norte ha producido masivamente misiles balísticos y ojivas nucleares (algo que Kim pidió durante su discurso de Año Nuevo del 2018, el mismo que abrió la puerta a la diplomacia con Corea del Sur), el mundo sigue tratando a Corea del Norte como un proliferador en lugar de un poseedor de armas nucleares. Las consecuencias de este marco pueden resultar nefastas a largo plazo, ya que el mundo no comprende la importancia de la reducción de riesgos con Corea del Norte. El marco proliferador en relación con el problema nuclear en la península Coreana se remonta a principios de la década de 1990, cuando los servicios de inteligencia estadounidenses ofrecieron por primera vez evaluaciones que indicaban que Kim Il Sung, el fundador de Corea del Norte, intentaba conseguir la bomba. Bajo presión soviética, Kim había aceptado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). La URSS, una importante fuente de patrocinio para Corea del Norte, dejaría de existir luego de seis años de la adhesión de Corea del Norte al tratado en 1985. El TNP, piedra angular del orden nuclear mundial, ofrecía un sencillo trato a sus signatarios: dejando de lado los cinco estados que habían hecho estallar un artefacto explosivo nuclear antes del 1 de enero de 1967 (EE.UU., Rusia, Francia, Reino Unido y China), todos renunciarían a las armas nucleares a cambio de acceder al comercio nuclear y tecnologías nucleares civiles. Por su parte, los cinco Estados con armas nucleares trabajarían de buena fe para lograr el desarme mundial. Es probable que Corea del Norte nunca haya aceptado del todo esta visión. Si hay un Estado del sistema internacional que interpreta el orden mundial en sentido neorrealista clásico, se trata de Corea del Norte. Las instituciones globales tienen poca utilidad para Pyongyang en un mundo donde todos los países, grandes y pequeños, deben hacer lo necesario para sobrevivir bajo una lógica de autoayuda. Y así, aunque recibir el patrocinio soviético resultó útil durante la guerra fría, el derrocamiento de la dictadura comunista y el colapso de la URSS en 1991 obligó a tomar medidas drásticas. Kim Il Sung ya estaba fascinado con los efectos de las armas nucleares a finales de la década de 1950; también habló de amenazas nucleares tras la crisis de los misiles de Cuba. A principios de la década de 1990, el interés de Corea del Norte por las armas nucleares pudo finalmente ser respaldado con una capacidad autóctona: contó con un reactor de gas-grafito en funcionamiento y con dos más en construcción. En 1992, las dos Coreas, al poco tiempo de entrar juntas en la ONU, sellaron un acuerdo para la “desnuclearización de la península de Corea”. Ese lenguaje, que forma parte aún hoy del léxico diplomático internacional acerca de la península de Corea, no aludía exclusivamente a la preocupación por un arma nuclear norcoreana, sino también a las armas nucleares estadounidenses en suelo surcoreano. En diciembre de 1991, la última arma nuclear táctica estadounidense abandonó la península de Corea. Esas armas no habían dejado de desplegarse en suelo surcoreano desde 1958 para disuadir a las fuerzas armadas de Corea del Norte, cuantitativamente superiores, de reanudar la guerra de Corea, concluida con un armisticio en 1953. La declaración conjunta de 1992 sobre la desnuclearización proporcionó otra base para asegurar el estatus no nuclear de ambas Coreas, algo que enseguida halló dificultades en la primera gran crisis entre EE.UU. y Corea del Norte de 1993-1994. Esa crisis acabó conduciendo al Marco Acordado, un acuerdo histórico que tuvo éxito en la medida en que retrasó la producción de plutonio por parte de Corea del Norte durante unos ocho años, hasta que se desmoronó durante la presidencia del Criminal de Guerra George W. Bush, cuando se hizo evidente que Pyongyang había buscado una capacidad de enriquecimiento de uranio, abriendo de ese modo una segunda vía hacia la bomba. Desde entonces, ha habido con Corea del Norte otros dos episodios diplomáticos dignos de mención. En primer lugar, a mediados de la década del 2000 y hasta el 2009, tuvo lugar el proceso multilateral del Diálogo de los Seis. Esas conversaciones condujeron a acuerdos e incluso al desmantelamiento de algunas instalaciones norcoreanas, pero fracasaron en gran medida con el empeoramiento de la salud de Kim Jong Il y el aumento de su preocupación por la sucesión. En el 2009, el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA), la agencia mundial de vigilancia nuclear encargada de cumplir las disposiciones de verificación y control del TNP, abandonó Corea del Norte por última vez y no ha regresado desde entonces. En diciembre del 2011, un nuevo y joven dirigente, Kim Jong Un, tomó el relevo de su padre. Bajo el mandato de Kim Jong Un, no habría esfuerzos diplomáticos serios hasta el 2018, cuando tuvo lugar la histórica cumbre entre Kim y el presidente estadounidense Donald Trump en Singapur. Este no era un experto en no proliferación y no parecía que le importara demasiado que Kim renunciara a sus armas. Esa cumbre fue, más bien, una forma de rebajar las tensiones de la crisis del 2017 y nada más. Como era obvio ello no iba a durar mucho debido a las intrigas de Washington, la diplomacia Trump-Kim, se derrumbó en una segunda cumbre en febrero del 2019, cuando EE.UU. no aceptó ofrecer a Corea del Norte un alivio de las sanciones a cambio de nada que no fuera su total capitulación y desarme, algo que los norcoreanos, como haría cualquier potencia armamentística que se precie, no podía aceptar bajo ningún concepto. Esta sombría historia nos ha dejado con pocos resultados tras treinta años de esfuerzos por hacer retroceder el programa nuclear de Corea del Norte. En la actualidad, tal programa funciona sin límites, y el único obstáculo para el ritmo y la escala del desarrollo nuclear del país es su aislamiento internacional bajo las sanciones económicas. Durante la pandemia del Cononavirus, Corea del Norte se aisló aun más del mundo, preocupada por el devastador efecto que tendría la pandemia en su limitada infraestructura sanitaria. Con ello, se ha sancionado a sí misma con más fuerza de la que podía esperar el mundo exterior. Ello no evito por cierto que el país comunista terminase contagiado y hoy no sabe la cantidad de muertos que ha originado, y según reportes de Seúl, aun sigue descontrolada. De todos modos, eso no ha contribuido mucho a frenar el ritmo de su desarrollo nuclear y de misiles. En el 2021, Kim Jong Un intervino en el VIII congreso del Partido del Trabajo, y esbozó un amplio programa de modernización de sus fuerzas nucleares. Entre otras capacidades, Kim pidió misiles balísticos con capacidad para múltiples ojivas, misiles hipersónicos, misiles de crucero de largo alcance y armas nucleares tácticas. Esas declaraciones desmontaron las ilusiones que aún sustenta gran parte de la política internacional hacia Corea del Norte: ya no se trata de un problema de proliferación, sino de un problema de disuasión. En relación con el desarme de Corea del Norte, cabe hablar en los mismos términos que en relación con el desarme de los otros ocho poseedores de armas nucleares del mundo. En el año transcurrido desde las declaraciones en el VIII congreso del Partido del Trabajo, Kim ha demostrado que sus ambiciones son creíbles. Ha supervisado las pruebas de nuevas armas hipersónicas y ha presentado un nuevo misil de crucero. El gobierno del discapacitado físico y mental de Joe Biden entretanto, ha fracasado en gran medida a la hora de considerar Corea del Norte como una prioridad. Enfrentada a un entorno internacional difícil, la administración estadounidense se ha encontrado incentivando fuegos de forma demoniaca en Ucrania y Taiwán, provocando con ello a Rusia y China. Todo eso constituye una buena noticia para Kim Jong Un. Si bien la pandemia y las dificultades económicas provocadas por ella en el país enfrentan a Kim con el contexto interno más problemático desde que llegó al poder, el contexto internacional quizás sea el más propicio que haya tenido nunca. No es probable que Rusia muestre mucho interés en presionar a Corea del Norte, y el enviado de China para asuntos de la península de Corea ha defendido la incorporación a la política internacional de las “legítimas preocupaciones de seguridad” de Pyongyang. Tanto Moscú como Beijing han reclamado también un alivio de las sanciones contra Corea del Norte; en el 2017, antes de que las relaciones con EE.UU. se deterioraran seriamente, ambos países permitieron la imposición de nuevas sanciones cuando Corea del Norte realizó sus grandes pruebas armamentísticas. Ello ahora pertenece al pasado. La diplomacia con Corea del Norte no parece que vaya a reanudarse pronto, ahora que se proclamo como Estado nuclear. La actual campaña de modernización militar de Kim tendrá que seguir su curso antes de que los norcoreanos sientan que tienen suficiente influencia para volver a la mesa de negociaciones. Mientras tanto, los riesgos nucleares en la península Coreana siguen siendo elevados. Al tratar con una Corea del Norte en posesión de armas nucleares, hay que centrarse en gestionar el problema, disuadir la agresión y reducir los riesgos. El desarme de Pyongyang, ya no es realista ni a corto ni a largo plazo. Intentarlo bajo presión significaría la guerra. Lo que queda a Washington seria aceptar una coexistencia con una Corea del Norte con armas nucleares: una coexistencia peligrosa, sin duda. Ya es hora de aceptar la realidad de que treinta años de esfuerzos para desnuclearizar la península de Corea han llegado a un punto muerto, algo que Washington no va a aceptar por ningún motivo y trataran de repetir lo hecho en Libia, donde a Gaddafi le ofrecieron de todo si se deshacía de sus misiles, pero al hacerlo, ordenaron su asesinato, convirtiendo a ese país en un Estado fallido y santuario del terrorismo. De seguro Kim Jong Un ha tomado nota de ello y no permitirá que ello se repita, por lo que la situación en la península coreana seguirá agudizándose :(
Son wahabitas, una versión puritana del Islam, aunque más “liberales” que sus vecinos sauditas. Y si bien tienen un sistema judicial “laico”, la ley islámica, la Sharía, se aplica todavía en cuestiones de familia y herencia. Hablan árabe, pero más el inglés. Nos referimos al Emirato de Qatar, donde dentro de poco se realizara el Mundial de futbol más polémico y controvertido que se recuerde. Su jefe de gobierno es el emir Thamim bin Amad al Thani, de 42 años. La imagen del monarca absoluto es onmipresente. Incluso cuelgan grandes gigantografías suyas en los edificios, al estilo Gran Hermano de George Orwell. Su familia gobierna el país como si fuera de su propiedad desde hace casi 200 años. Por cierto, en Qatar lo que falta son qataríes. Les sobra gas (son la tercera reserva mundial) y en consecuencia dinero (tienen la mayor renta mundial per cápita del planeta). También abunda el calor, pero los ciudadanos son muy pocos, unos 250.000. El resto de los 2.700.000 habitantes son inmigrantes extranjeros que vienen en su mayor parte de la India, Irán y países africanos a trabajar, prácticamente como esclavos, según Amnistía Internacional, que califica al Mundial como el torneo de la vergüenza. Como podéis imaginar, en Qatar no existen partidos políticos, ni nadie puede cuestionar las decisiones del déspota oriental que los gobierna. Hacerlo podría acarrearle a quien lo haga la pena de muerte por decapitación. Así de “democrático” es Qatar. De otro lado, debido a que su religión lo prohíbe, tampoco se vende alcohol, salvo en los hoteles donde hay turistas occidentales. Para el Mundial, según se acaba de anunciar hace unas horas, se permitirá a los aficionados con entradas comprar cerveza con alcohol en los partidos de la Copa del Mundo tres horas antes del inicio del partido y una hora luego del pitido final, pero no durante el partido, dijo una fuente con conocimiento de los planes para el torneo. Budweiser, uno de los principales patrocinadores de la competencia con derechos exclusivos para vender cerveza en el torneo, servirá cerveza dentro del perímetro que rodea cada estadio, pero no en las gradas ni en la explanada del estadio. Cabe precisar que los visitantes no pueden traer alcohol a Qatar, ni siquiera desde el aeropuerto libre de impuestos, y no pueden comprar alcohol en la única licorería del país, en las afueras de Doha. Solo los residentes extranjeros con permisos pueden comprar allí exclusivamente para el consumo doméstico. “Quien infrinja las normas será detenido y expulsado inmediatamente del país” preciso la fuente. Algunas notas sueltas: prácticamente todos los hombres usan una barba corta y prolija, llueve nada unas diez veces al año, no hay industria (salvo la petrolera) ni agricultura, todo está limpio, los autos son grandes, en los shoppings están las mismas marcas que en las ciudades europeas, en una sociedad arcaica donde los hombres pueden tener hasta cuatro esposas, las cuales no tienen ningún derecho y pueden ser repudiadas en cualquier momento por su marido o incluso muertas a pedradas por “infieles” si así lo determina su dueño y señor, “amparado” obviamente en la ley islámica. Las mujeres son obligadas a llevar una túnica negra que llega hasta el suelo. Algunas tienen la cara al descubierto, otras solo los ojos y las menos ni siquiera eso. El velo se llama hiyab. Y pobre aquella que se atreva a quitárselo, ya que se arriesga a ser calificada de “prostituta” y ser lapidada por su marido y sus propios hijos. Así de barbaros son. Una más: en Qatar los ciudadanos no pagan impuestos. Por derecho, no por evasores. Pero la gran cuestión que ocupa a los qataríes es la actual situación política que sucede en el mundo, donde EE.UU, provoca en forma constante y deliberada tanto a Rusia como a China, lo cual puede desencadenar un conflicto de mayor envergadura y gravedad, perjudicando la realización del inminente torneo, como la llegada de miles de aficionados al país que se verían imposibilitados de viajar. Como sabéis, Qatar ganó la sede en el 2010, en una votación cuanto menos polémica, ya que hubo dinero por debajo de la mesa para ser favorecida con la sede. Y desde entonces trabajaron intensamente para organizar un mega torneo que observará el mundo entero en un lugar donde además no existe tradición futbolera alguna: la Copa será otra manera de mostrarse al mundo. Marketing puro. Y caro: la inversión supera los 6.500 millones de dólares. Esa Copa tendrá varias particularidades. Una es que se jugará entre los meses de noviembre y diciembre, por el calor: en junio-julio el verano qatarí lleva la temperatura hasta los 50 grados y es obvio que así no se puede jugar. Pero la característica más destacable es que los 8 estadios (con nombres difíciles de retener casi todos) cuentan con aire acondicionado y se ubican a una distancia máxima entre sí de 55 kilómetros y a una mínima de 5. Unidos, además, por líneas de metros subterráneos y trenes. Es decir, los aficionados podrán acudir por primera vez a más de un partido por día. Y no deberán viajar con sus selecciones cambiando de sede. Una vez instalados, se podrán quedar en el mismo lugar toda su estadía. Lo mismo vale para los equipos, claro: no deberán preocuparse por conseguir diferentes concentraciones o sufrir viajes extenuantes entre partido y partido. Las entradas se han vendido con un sistema parecido al del Fan ID que se usó en Rusia 2018 y con ellas en el smartphone se podrá ingresar a la cancha, los cuales además, recibirán información en vivo de los partidos que se están mirando. Parte de la inversión fue el impulso a una liga local, la Star League, de 12 equipos, para los cuales importaron a veteranas estrellas del futbol europeo que por una buena pasta se prestaron al juego. Queda así un camino espinoso hasta entonces, es verdad, más allá de que ni Mahoma (el profeta desnudo del Islam) sabe y es que final - a pesar de todos los cuestionamientos que se le pueden hacer a los qataríes por la forma innoble en haberlo conseguido - el Mundial pueda llegar o no a tener éxito en todo sentido, especialmente en lo económico, buscando recuperar todo lo invertido, que para ellos lo deportivo es secundario. Faltan pocas semanas para su inicio y podran comprobarlo :(
Con la inminente llegada del invierno al continente y el definitivo corte de suministro de gas por parte de Rusia, Europa aprenderá de mala manera lo que valen las promesas de Washington: Absolutamente nada. En efecto, en una carta que el consejo editorial del Wall Street Journal ha descrito como “intimidación”, la Secretaria de Energía de EE. UU., Jennifer Granholm, exige que las principales empresas de refinación de energía del país se abstengan de aumentar las exportaciones de combustible a “sus aliados europeos” en un momento en que estos tienen una gran necesidad. “Dado el nivel histórico de las exportaciones de productos refinados de EE. UU., los insto nuevamente a concentrarse en el corto plazo en la creación de inventarios en los Estados Unidos, en lugar de vender las existencias actuales y aumentar aún más las exportaciones”, escribió Granholm, citando “niveles de inventario históricamente bajos” de gasolina y diesel en partes del país”. En otras palabras, América primero. ¿Quién está sorprendido? Europa ciertamente no debería serlo, a pesar de lo que se le haya hecho creer, inmiscuyéndola en una guerra que no es suya en Ucrania - donde el régimen fascista de Kiev la patrocina por orden de Washington en contra de Moscú, que estuvo en la obligación de intervenir en ese país para salvar a su minoría rusófona de un genocidio - y ahora está pagando las consecuencias de sus irresponsables acciones. La postura de Granholm está muy lejos de la declaración conjunta emitida por la UE y la Casa Blanca el pasado 27 de junio, citando hipócritamente la cooperación para "trabajar juntos para encontrar formas de reducir aún más los ingresos derivados de la energía de Rusia en los próximos meses". Los aliados occidentales afirmaron "avances importantes hacia la reducción de la dependencia de la Unión Europea de los combustibles fósiles rusos al disminuir la demanda de gas natural, cooperar en tecnologías de eficiencia energética y diversificar el suministro de energía". ¿Dónde está esa cooperación ahora? La verdad es que EE. UU. simplemente no tiene la infraestructura ni la capacidad para satisfacer las necesidades masivas de Europa y enfrenta presiones ambientales internas que complican su construcción. Es la misma lógica que impidió que el primer ministro canadiense Justin Trudeau prometiera gas natural licuado canadiense al canciller alemán Olaf Scholz durante su visita a Ottawa a principios de este mes. La Casa Blanca declaró que se estaba “asociando para diversificar el suministro de energía a Europa” y que “EE.UU. y otros productores han dado un paso al frente”. Excepto que ahora el secretario de energía estadounidense les está diciendo a los proveedores de energía de los EE. UU. que se escondan detrás del sofá y pretendan no estar en casa, mientras la UE corre por todos los países productores de gas y petróleo del mundo llamando frenéticamente a las puertas, y que ellos no pueden proveerles porque también tienen sus propias necesidades y que tienen acuerdos anteriores con otros países que les impiden atender los pedidos europeos. Es comprensible anotar que el discapacitado físico y mental de Joe Biden, y los demócratas busquen sus propios intereses políticos antes de las elecciones intermedias de noviembre. Ciertamente no querrían arriesgarse a una escasez de combustible en casa que podría dar una victoria a los republicanos. Tampoco es un inconveniente para Washington que Bruselas esté luchando sin su gas ruso barato. Mucho antes del conflicto de Ucrania, Washington sancionó el gasoducto Nord Stream 2 cuando estaba a punto de completarse y estaba listo para transportar gas ruso a Europa a través de Alemania. El ridículo argumento de Washington para burlarse de la preocupación era que “era malo para Europa depender tanto de Rusia para su energía”. Entonces, bajo el pretexto de proteger a Europa de sí misma, Washington hizo todo lo posible para estrangular el proyecto. El resultado final, por supuesto, es una Europa económicamente menos viable, para la ventaja competitiva global de Washington, que intenta seguir dominándola a su antojo (como lo hace desde 1945) gracias a políticos corruptos y venales solícitos a sus intereses, que no son ciertamente la de sus propios países. Como sabéis, el gas ruso que fluye a través del gasoducto Nord Stream 1 es lo que convirtió a Alemania en el corazón económico de la Unión Europea y, por extensión, permitió a la UE competir globalmente a la par con Washington. Confiar en Rusia nunca ha sido un problema para la UE hasta ahora. Y hoy quieren presentarlo como tal, debido a que la UE cortó unilateralmente su propio suministro por órdenes de la Casa Blanca y ahora en un alarde de cinismo, trata de responsabilizar por ello al presidente ruso Vladimir Putin. Culpar a Putin y convencer a los europeos de que todo “es culpa de Rusia” es la única oportunidad que tienen los funcionarios europeos de redirigir la indignación pública lejos de sí mismos en medio de facturas de energía récord, escasez, apagones, racionamiento, escasez de fabricación y desindustrialización. Pero si no se desactiva con éxito esta bomba de relojería de la ira, esto podría significar disturbios civiles en casa. No es que los estados miembros de la UE no tuvieran opciones como afirma su vomitiva propaganda. Hungría ha estado demostrando que es completamente posible rechazar las sanciones energéticas contra Rusia cuando se considera que no es lo mejor para el propio pueblo y la industria. Hungría no solo ha asegurado nuevos acuerdos energéticos con Rusia desde el comienzo del conflicto, sino que ahora también ha dado luz verde a la construcción de nuevos reactores nucleares que construirá Rusia. La Hungría de Viktor Orbán ha demostrado el coraje de salvarse a sí misma, mientras que el resto de la UE impone un mayor control sobre el uso de energía de sus ciudadanos mientras les dice que se preparen para la austeridad. Como gran parte del mundo ya ha aprendido, cuando EE. UU. hace promesas “de un futuro mejor” luego de destruir lo que existía anteriormente, Europa está a punto de ser la gran perdedora en todo esto ya que se viene un invierno sombrío, mientras Washington solo vela por sus propios intereses ante todo, como confirma la carta de Granholm, pero eso sí, pretende que Europa se convierta en un campo de batalla para defender lo indefendible. Si la UE tuviera dignidad y políticos que le hagan el pare a Washington antes que sea demasiado tarde, otra seria la historia, pero lamentablemente carece de ellos y los que se encuentran en el poder se muestran cada vez más abyectos y claudicantes - uno peor que el otro - sometidos completamente a los dictados de Washington que los utiliza como quiere. Con “amigos” así ¿Quién necesita enemigos? :(
A primera vista, uno pudiera pensar que se trata del discapacitado físico y mental de Joe Biden, que de una forma por lo demás demoniaca provoca constantemente a Rusia y China - ya sea en Ucrania como en Taiwán - intentado desatar una conflagración nuclear que acabaría con toda la humanidad. Pero no, no se trata de ese demente senil, sino del irreverente Cripto, tan loco como él. Ante todo, cabe precisar que THQ Nordic es una de las editoras y desarrolladoras que más ha crecido en los últimos años, probablemente, junto a su compañía maternal, Embracer Group. Con casi 200 licencias bajo el brazo, si hay que reconocerle algo es que parece comprarlas para mantenerlas vivas y no guardarlas en un cajón; algo que al leerlo tiene todo el sentido del mundo, pero es algo que no todas las compañías hacen. En cualquier caso, gracias a THQ Nordic hemos visto el retorno de Crypto, protagonista de la disparatada saga Destroy All Humans!, que ahora recibe un remake de su segunda parte. En efecto, Destroy All Humans! 2: Reprobed es un juego de acción en tercera persona que nos lleva hasta los años 60 y nos pone en la piel de un alienígena que, en este caso, vuelve a la tierra a vengarse de los humanos y, en particular, de la KGB. De hecho, nos ha sorprendido que en un momento bastante sensible con estos temas, con juegos retrasándose para evitar tocar la extremadamente delicada situación política en la que vivimos por culpa de los EE.UU., Reprobed retrate sin ningún tipo de tapujos a los rusos como rivales. Por otra parte, es algo completamente comprensible, primero, por su acercamiento cómico a la narrativa y, segundo, porque simplemente recupera la historia del original. En cualquier caso, tanto si habéis jugando al anterior remake o a los originales, sabréis lo que os espera aquí: todo tipo de armas a cual más loca, secuencias de «infiltración» poseyendo a humanos, momentos de destrucción desatada desde nuestro platillo volante, peleas contra jefes... Es un título increíblemente sencillo en lo jugable, quizás más un producto de su época que otra cosa, y que se recrea en el humor absurdo y, a veces, escatológico –una de las armas, por ejemplo, es una sonda anal–, pero que gracias a la variedad de objetivos y la brevedad de sus misiones se hace muy entretenido. A diferencia de muchos juegos actuales que pueden llegar a tomarse muy en serio, con misiones complejas y paseos interminables, Destroy All Humans! 2: Reprobed va siempre al grano y es algo que puede apetecer a muchos jugadores. Como juego, lo cierto es que no nos parece una revolución con respecto a su predecesor. Al final, es algo más variado (algo que se nota sobre todo en los escenarios que podemos explorar, ambientados en diferentes zonas del mundo), pero en lo que respecta a diseño sigue siendo muy básico y falla donde fallaba la primera parte. Obviamente, se han pulido algunos aspectos en este remake con respecto al original, pero el núcleo es el mismo y no deja de ser un juego entretenido, sin más. Por último, queremos mencionar que tenemos tres modos multijugador a pantalla partida, sólo de manera local, no disponibles a través de internet. Por una parte, podemos disfrutar de la historia de manera cooperativa, algo que, personalmente, nos ha gustado mucho. Los otros modos, el competitivo y el llamado «Tenis PK» están curiosos y, desde luego, consiguen darnos unos buenos ratos; particularmente el último, en el que utilizamos nuestras habilidades psíquicas para jugar a un rocambolesco tenis. Vamos a dejar claro que, gráficamente, no se puede comparar con los mayores portentos técnicos de la industria, pero para ser un remake de un juego de PlayStation 2 y, estamos seguros, contar con un presupuesto moderado, creemos que Destroy All Humans! 2: Reprobed se ve increíble. Gracias al siempre versátil Unreal Engine 4, la nueva aventura de Crypto se ve sorprendentemente bien, con una iluminación fantástica, un nivel de detalle altísimo, animaciones muy cuidadas, y con todo sorprendentemente cuidado miremos donde miremos. Como sabéis, podemos poseer a los humanos para realizar misiones pasando desapercibidos, y nos ha llamado muchísimo la atención lo cuidado que está cualquier personaje. Gracias al modo modo - valga la redundancia - podemos apreciar todavía con más detalle el enorme trabajo que ha hecho Black Forest Games por actualizar gráficamente esta secuela. Lo único que le podemos criticar, es que las zonas «fuera de mapa» (las que sirven de fondo, a las que no podemos acceder) tienen muy poco detalle y resultan hasta chocantes, pero sólo las veremos en momentos muy puntuales. Por lo demás, nos encontramos un apartado sonoro igualmente cuidado, con efectos de sonido muy trabajados y una sorprendentemente efectiva banda sonora. Finalmente, destacar que hemos podido terminar la historia principal en unas 13 horas, con bastante más horas si queremos hacer el 100% y, obviamente, las que les queramos meter al multijugador. Destroy All Humans! 2: Reprobed es uno de esos juegos que ya sabes si son para ti o no. No hace nada especialmente bien o destacable, pero se las apaña para mantenernos entretenidos de principio a fin gracias a un diseño muy ágil, que evita que se haga pesado o que nos dé tiempo a aburrirnos. Para nosotros, ha sido una buena manera de desconectar de los triple A más serios, y si se os apetece algo así o si sois fans del original, es un título que podemos recomendaros fácilmente :)