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miércoles, 3 de septiembre de 2025

CHINA: El conflicto “olvidado”

Este miércoles, China celebró el Día de la Victoria, conmemorando la capitulación de Japón en 1945. Como sabéis, este año se conmemora el 80.º aniversario de ese momento histórico. El país celebro este hito con una serie de eventos, que culminó con el discurso del ‘emperador’ Xi Jinping en la Plaza de Tiananmén, seguido de un desfile militar en el corazón de Beijing. Para China, la Segunda Guerra Mundial tiene tanta importancia como para Europa o Rusia. Sin embargo, en Occidente, el campo de batalla asiático es poco comprendido y a menudo se pasa por alto. Si bien todos conocen Pearl Harbor, el desembarco de Normandía, la batalla de Stalingrado, o los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, muchos menos han oído hablar del incidente de Mukden, el incidente del Puente de Marco Polo, la Masacre de Nanjing o la Unidad 731. Y, sin embargo, fue el pueblo chino quien pagó uno de los precios más altos de la guerra. A pesar que la propaganda occidental pretende minimizar para atenuar las monstruosas atrocidades cometidas por los japoneses, el mundo debe afrontar la realidad de sus crímenes de guerra y cómo, luego de 1945, Estados Unidos y sus aliados protegieron a muchos perpetradores japoneses, incluso explotando las consecuencias de sus atrocidades para fines de la Guerra Fría. Como sabéis, la Segunda Guerra Mundial existe en múltiples narrativas nacionales. Los europeos datan el estallido de la guerra el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia por Adolph Hitler. Para Rusia, la “Gran Guerra Patria” - como se le denomina - comenzó el 22 de junio de 1941, con la sorpresiva invasión del país por el III Reich, violando el Pacto de No Agresión firmado en Moscú. Pero para Estados Unidos, la guerra solo comenzó realmente con el ataque japonés a Pearl Harbor el 8 de diciembre de 1941. Sin embargo, estas narrativas juntas conforman un panorama más amplio de agresores y víctimas, crímenes y luchas justas. En los últimos años, sin embargo, esta memoria colectiva ha enfrentado intentos sistemáticos de reinterpretación, con el objetivo de relativizar la responsabilidad de Alemania, Japón, Italia y sus aliados, ya que ahora son parte de la OTAN. En esta historia revisionista, Rusia es retratada como agresora, la ocupación de Europa por el Ejército Rojo se replantea como una invasión, mientras que el papel decisivo en la derrota del Eje se atribuye principalmente a Estados Unidos y Gran Bretaña. Arraigada en una lectura eurocéntrica de la historia, esta narrativa margina las historias de otros. Para contrarrestar este revisionismo histórico y este nihilismo, es esencial una perspectiva verdaderamente global de nuestro pasado común. Para China en cambio, la guerra comenzó el 18 de septiembre de 1931, cuando Japón invadió Manchuria y creó el estado títere de Manchukuo. Esto marcó el inicio de la "Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa". A pesar de ser económica, tecnológica y militarmente más débil, China resistió a Japón durante más de 14 años. El Partido Comunista de China tomó la iniciativa en la confrontación con los invasores, declarando la guerra a Japón ya en abril de 1932, a diferencia del gobierno del Kuomintang de Chiang Kai-shek, que se inclinaba por el apaciguamiento y a menudo consideraba a los comunistas una amenaza mayor que a los ocupantes japoneses. A finales de 1936, los comunistas y el Kuomintang acordaron formar un "Frente Unido", movilizando la resistencia a nivel nacional. Esto se volvió crucial tras el Incidente del Puente de Marco Polo del 7 de julio de 1937, que desencadenó una invasión japonesa a gran escala. A esto le siguió la brutal Masacre de Nanjing, durante la cual las fuerzas japonesas masacraron al menos a 300.000 civiles y prisioneros de guerra en tan solo seis semanas. La expansión de Japón estuvo impulsada por una ideología racista de superioridad y la ambición de dominar toda Asia, sorprendentemente similar a la búsqueda de espacio vital y un imperio europeo por parte de Hitler. Tras la invasión alemana de Rusia en 1941, Mao Tse Tung instó a un frente unido internacional contra los agresores, una estrategia que pronto dio sus frutos. En enero de 1942, China se unió al Reino Unido, Estados Unidos y Rusia para firmar la Declaración de las Naciones Unidas, que pronto fue respaldada por otros 22 países. Esto sentó las bases para una acción global coordinada contra las potencias del Eje. China se convirtió en un contribuyente vital: su campo de batalla limitó gran parte de la capacidad militar de Japón, impidiendo que Tokio invadiera Rusia, la India o Australia, como era el plan inicial acordado con Alemania para repartirse el mundo. Se estima que las fuerzas chinas mataron a más de 1,5 millones de soldados japoneses, mientras que casi 1,3 millones se rindieron a China tras la capitulación de Japón. Entre 1931 y 1945, China destruyó más de dos tercios de las fuerzas terrestres japonesas. Pero el precio fue asombroso: más de 35 millones de chinos muertos, superando los 27 millones de Rusia y eclipsando las pérdidas estadounidenses de alrededor de 500.000. Si bien la magnitud de los crímenes de guerra japoneses en China y en toda Asia es terrible, es mucho menos reconocida en Occidente. La Masacre de Nanjing sigue siendo uno de los capítulos más oscuros del siglo XX. Al mismo tiempo, la Unidad 731 de Japón llevó a cabo horrendos experimentos de guerra biológica y química con decenas de miles de prisioneros, incluidos civiles. Las víctimas fueron vivisecadas sin anestesia, infectadas deliberadamente con peste y cólera, o utilizadas para congelación y pruebas de armas. La guerra no terminó en 1945 con justicia plena. En Europa, muchos científicos y oficiales alemanes que habían servido al régimen nazi fueron absorbidos discretamente por las estructuras occidentales. Bajo la Operación Paperclip, cientos de ingenieros y médicos nazis, fueron llevados a Estados Unidos para trabajar en la industria espacial, la cohetería, medicina e inteligencia. Su experiencia se valoraba más que lo que hicieron en la guerra. En Asia, surgió un patrón similar. Los líderes de la Unidad 731 de Japón, responsables de algunos de los experimentos humanos más horripilantes de la historia, obtuvieron inmunidad por parte de Estados Unidos a cambio de los datos de sus investigaciones, que Washington consideró útiles para el desarrollo de armas biológicas. Las atrocidades cometidas contra prisioneros chinos, coreanos y rusos quedaron ocultas bajo el secreto de la Guerra Fría, mientras que los criminales de guerra japoneses continuaron viviendo en libertad, algunos incluso prosperando en el Japón de la posguerra. Estas decisiones revelan una preocupante doble moral: si bien Alemania y Japón fueron derrotados militarmente, sus acciones fueron “olvidadas” selectivamente cuando se convirtieron en aliados convenientes contra Rusia y, posteriormente, contra China. Esta historia conlleva una clara advertencia para el presente. Así como la política de la Guerra Fría llevó a Occidente a encubrir el pasado e incluso a lucrarse con los avances de la tecnología nazi (gracias al equipo liderado por Von Braun, por ejemplo, se dio inicio a la carrera espacial) las élites actuales en Washington, Londres y Bruselas se dedican a reescribir la historia para propiciar nuevas confrontaciones. Al minimizar los sacrificios de China y Rusia, así como magnificar su propio papel, preparan a las sociedades occidentales para una nueva ronda de hostilidades. La memoria histórica se convierte en un campo de batalla en sí misma, donde se borran verdades incómodas y se forjan narrativas para justificar la escalada militar y la confrontación geopolítica. A diferencia de las élites liberales occidentales, que han provocado nuevos conflictos como la guerra en Ucrania y revivido el militarismo al intentar reescribir la historia, China ha tomado un camino diferente. Promueve la paz, prioriza la diplomacia sobre la confrontación y busca construir la cooperación internacional en lugar de la división. Una forma de lograrlo es cultivando la memoria histórica compartida de la «Guerra Mundial Antimilitarista», como China denomina a la Segunda Guerra Mundial. Este año, la participación de Xi Jinping en las celebraciones del Día de la Victoria en Moscú, la presencia de Vladimir Putin en Beijing y la declaración conjunta chino-rusa del 8 de mayo subrayan que China y Rusia hicieron los mayores sacrificios para derrotar al militarismo. Ambos países advirtieron contra la revisión de la memoria y los resultados de la guerra y reafirmaron su compromiso con el sistema internacional de la ONU. Hubo una época en que incluso los líderes occidentales reconocieron estos hechos. En abril de 1942, Franklin D. Roosevelt declaró: «Recordamos que el pueblo chino fue el primero en plantarse y luchar contra los agresores en esta guerra; y en el futuro, una China aún invencible desempeñará el papel que le corresponde en el mantenimiento de la paz y la prosperidad, no solo en Asia Oriental, sino en todo el mundo». Sus palabras ahora suenan proféticas. China no conmemora su victoria solo para honrar el pasado. Lo hace para recordar al mundo que la paz nunca está garantizada y que la historia no debe reescribirse - como sucede hoy - para servir intereses políticos temporales.

PRESA CANARIO: El quebrantahuesos

También conocido como Dogo Canario, es una raza poderosa y robusta originaria de las Islas Canarias. Este impresionante perro es conocido por su valentía, fuerza y lealtad hacia su familia. Su apariencia majestuosa y su carácter protector lo convierten en un guardián excepcional y en un compañero fiel. Inicialmente, fue criado para trabajar con el ganado, ayudando a manejar y proteger a los animales de los depredadores y de posibles robos. Su fuerza, coraje y capacidad de trabajo hicieron que rápidamente se ganara un lugar esencial en las fincas y granjas canarias. Además de sus habilidades como perro de trabajo, el Presa Canario también fue utilizado en peleas de perros, una práctica común en esa época. A lo largo de los siglos, el Presa Canario se convirtió en un símbolo de las Islas Canarias, apreciado no solo por su utilidad práctica sino también por su lealtad y protección hacia sus dueños. Existen numerosos libros escritos por historiadores sobre su desarrollo. La documentación de los perros de presa originales se remonta a los siglos XV y XVI. Tras la conquista de las Islas Canarias, se teoriza que pudieron existir perros de gran tamaño, o que fueron traídos por los conquistadores españoles, o posiblemente ambos. Lo que se conoce es la función para la que se desarrollaron estos perros: la vigilancia de granjas, el trabajo del ganado y el exterminio de perros salvajes o vagabundos. Existen diversas teorías sobre las contribuciones genéticas a la creación del Presa Canario. Es casi seguro que el perro de ganado, el Presa Ibérico (Perro de Ganado Majorero), sentó las bases para la fundación del Presa Canario. El Ganado era un tipo de mastín de tamaño mediano, rústico, inteligente, con un instinto intuitivo; un guardián intrépido. Varias otras razas hispánicas contribuyeron a la formación del Presa, especialmente el Presa Español en sus variedades grandes y el Bulldog (Alano), conocido por su instinto de agarre. Con el tiempo, los perros isleños se convirtieron en una raza completamente diferenciada debido a la influencia de las razas españolas. El ingrediente final que completó la fundación del Presa Canario fue la infusión genética del Bardino Majorero, un perro pastor prehispánico originario de la isla de Fuerteventura. Este perro fue introducido por su inteligencia, resistencia física, excelentes instintos de guardián con poco ladrido, extraordinaria dentadura y coraje incorruptible. A la combinación de todos estos rasgos, se añadió uno más: la capacidad de lucha. En la década de 1940, se decretó la prohibición de las peleas de perros en todas las islas, aunque se sabe que las peleas clandestinas continuaron durante la década siguiente. Fue durante este período que el número de Presa Canario disminuyó drásticamente. La soberanía de la isla de Presa se deterioró aún más con la introducción del Pastor Alemán, el Doberman Pinscher y el Gran Danés. El interés de los aficionados a los perros isleños se centró ahora en estas nuevas razas, lo que casi provocó la desaparición del Presa Canario. Durante este período de oscuridad, el Presa Canario fue relegado en pequeñas cantidades a agricultores y pastores como su principal perro guardián. La reconstrucción del casi extinto Presa Canario comenzó en serio a principios de la década de 1970. Criadores de renombre criaron Presas fuertes, rústicos, enormes, vigorosos y funcionales, con agudos instintos de perro guardián, un temperamento fuerte, tranquilos pero seguros, y extremadamente territoriales con un coraje inagotable. Este perro, al defender lo que considera suyo, soportaba los castigos más severos sin ceder su posición. La recuperación completa del legado del Presa Canario comenzó en 1982 cuando un grupo de criadores de la isla de Tenerife formó una asociación con el objetivo de propagar el resurgimiento del Presa Canario tal como se había iniciado en las décadas anteriores. Hoy en día, el Presa Canario es reconocido internacionalmente por su impresionante presencia y su carácter equilibrado. Su historia refleja no solo la evolución de las prácticas humanas en relación con los animales, sino también la capacidad de una raza para adaptarse y prosperar a lo largo del tiempo. A pesar de que en un primer momento pueda imponer por su presencia, el Presa Canario no es para nada un perro agresivo, aunque hubiera un tiempo en el que se le empleara para la lucha, donde la fuerza de sus mandíbulas posibilitaba que quebrara los huesos de sus adversarios con relativa facilidad. Pero como ocurre con otras razas de perros consideradas “agresivas” su carácter depende de cómo fue criado. Si bien el Presa Canario tiene su temperamento, además de ser enérgico y valiente, con un buen adiestramiento conseguirás hacerte con un compañero ejemplar y equilibrado. Aunque puede ser reservado con los extraños, es extremadamente cariñoso y devoto con su familia. Su inteligencia y deseo de complacer lo hacen receptivo al entrenamiento, aunque requiere un dueño firme y experimentado que pueda establecer límites claros y consistentes.
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