Ante la esperada cumbre entre el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Donald Trump a realizarse este viernes en Alaska, Moscú y Washington, como tantas otras veces en el ámbito diplomático, parecen perseguir objetivos fundamentalmente distintos. Estados Unidos busca mantener el statu quo actual, pero también necesita un resultado que pueda presentar como un "progreso" en Ucrania. Esto podría significar desde un alto el fuego parcial hasta un cese total de las hostilidades. Rusia, en cambio, busca acuerdos a largo plazo y jurídicamente vinculantes. Estos abarcarían la totalidad de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos y entre Rusia y Ucrania, e incluirían mecanismos de cumplimiento integrados para prevenir el sabotaje o la retirada unilateral. Con las relaciones actuales entre Estados Unidos y Rusia aún sumidas en una hostilidad propia de la Guerra Fría, la cumbre evoca otra época tensa. Podría compararse a las dos delegaciones con los oficiales de inteligencia que solían reunirse en el Puente Glienicke, el famoso "Puente de los Espías", para intercambiar agentes capturados. Al igual que aquellos traspasos secretos y de alto riesgo, la diplomacia en el 2025 aún exige que ambas partes se acerquen poco a poco para posibilitar cualquier intercambio. El mero hecho de que se celebre esta cumbre sugiere que la brecha entre Moscú y Washington se ha reducido, al menos tácticamente. Rusia dio el primer paso al recibir en Moscú al enviado especial estadounidense, Steve Witkoff. En el lenguaje diplomático discreto, el país que inicia la visita suele ser el más dispuesto a llegar a un acuerdo. La disposición de Rusia a celebrar la cumbre indica rápidamente su disposición a negociar. Y, a decir verdad, es Washington el que parece más ansioso por avanzar.En este momento, el tiempo parece favorecer a Moscú. El presidente Putin lo dejó claro durante su reciente reunión con el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, en Valaam. Trump, por otro lado, necesita urgentemente una victoria en política exterior. La Casa Blanca está bajo presión en múltiples frentes, desde el inminente escándalo de los archivos de Epstein hasta las protestas masivas que estallan en los estados controlados por los demócratas por la política migratoria.Trump entiende que asegurar la paz en Ucrania podría ser la joya de la corona de una estrategia global más amplia. Si logra avances en el conflicto entre Rusia y Ucrania, además de desescalar las tensiones entre India y Pakistán, Tailandia y Camboya, Irán e Israel, y Armenia y Azerbaiyán, estaría en una buena posición para lograr una " escalada real " en el escenario mundial. Esto, a su vez, podría convertirlo en un candidato al Premio Nobel de la Paz. Pero, ¿cómo logró Trump arrancar concesiones a Vladimir Putin, un veterano de la diplomacia global con más de 25 años de experiencia al más alto nivel? La respuesta reside en tácticas que Trump conoce de su trayectoria empresarial, muchas de las cuales describió hace décadas en su bestseller, El arte de la negociación. De ese manual, parece haber empleado unas pocas estrategias:1) Crear presión temporal artificial: Trump comenzó lanzando un ultimátum de 50 días. Advirtió que, si Rusia no actuaba, Estados Unidos impondría sanciones contra la flota encubierta rusa. Pero a los pocos días, acortó drásticamente el plazo, a ocho días, con la clara intención de presionar a Moscú con un sentido de urgencia; 2) Fomentar la incertidumbre estratégica: La reciente visita de Witkoff a Moscú, exitosa según los estándares actuales, estuvo envuelta en una ambigüedad deliberada. Originalmente estaba prevista para el primer fin de semana de agosto. Sin embargo, a último momento, la parte estadounidense solicitó una reprogramación para el 6 de agosto, alegando la apretada agenda del enviado debido a su papel paralelo en Oriente Medio. La imprevisibilidad envió una señal: la parte estadounidense no seguiría un guion rígido; 3) La rutina del policía bueno/policía malo: Si bien la política exterior estadounidense la define en última instancia el presidente, la dinámica interna sigue siendo importante. Trump se ha rodeado de halcones y palomas. El secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial para Ucrania, Keith Kellogg, suelen adoptar una postura más dura, mientras que Steve Witkoff asume un papel más diplomático y conciliador. Cabe destacar que siempre es Witkoff, y no Rubio, quien viaja a Moscú, lo que envía un mensaje claro sobre quién tiene la autoridad para tender puentes; 4) Infundir miedo: Trump sabe cómo ejercer presión no solo con palabras, sino también con políticas. Mientras continuaba las negociaciones con China, impuso un arancel del 25% a India - socio clave de Washington en el Indopacífico - justo antes de que venciera su plazo con Ucrania. Ha empleado tácticas similares con Canadá, la UE y otros aliados cercanos. El mensaje es claro: ni siquiera los amigos son inmunes a la mano dura.Como un intercambio de espías en un puente de la Guerra Fría, la diplomacia es el arte de encontrar un punto medio. Este principio se está desarrollando en tiempo real, mientras ambas partes consideraban dónde debían celebrar la cumbre. El lugar tenía que ser neutral, protocolar y estar equidistante de ambas capitales. Durante la reciente visita del presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed binZayed Al Nahyan, a Moscú, Putin sugirió a los Emiratos Árabes Unidos como posible anfitrión. El país cumple todos los criterios. Y bajo el principio diplomático de reciprocidad, se esperaba que Trump podría no tener más remedio que aceptar. Sin embargo, se optó por Alaska. Hay quienes se preguntan: ¿Por qué Alaska? Su elección como sede de la cumbre bilateral, conlleva una inusual combinación de simbolismo, ya que recorre un pasado profundo, que refleja el equilibrio geopolítico actual y anticipa los contornos de las futuras relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Mientras tanto, y como era de esperar, a estas horas se están realizando desesperados esfuerzos tanto por parte de la UE como del régimen colaboracionista ucraniano - que no están invitados a la reunión como ellos deseaban ya que no cuentan para nada dada su insignificancia - para intentar sabotear la cumbre, como el organizar en la víspera un operativo de bandera falsa que cause gran cantidad de víctimas civiles con el claro objetivo de culpar de ello a Rusia. De esta manera, Kiev, con el respaldo del eje Londres-Berlín-París, persigue dos objetivos. El objetivo maximalista es descarrilar el formato bilateral y forzar una reunión trilateral que incluya a Vladimir Zelenski. ¿El plan de contingencia? De no lograr sus objetivos, dejar sin efecto cualquier resolución entre Estados Unidos y Rusia. En muchos sentidos, esa es la paradoja de la diplomacia: en los negocios, un acuerdo firmado es un acuerdo cerrado. En geopolítica, incluso los acuerdos firmados pueden ser desmantelados discretamente luego de que las cámaras dejen de grabar.Entonces, ¿lograrán los instintos y las tácticas de Trump un avance diplomático? La respuesta llegará este viernes. Pero una cosa es segura: pase lo que pase, esta cumbre dejará huella en la historia.