Los horrendos crímenes cometidos por el Japón desde antes de la Segunda Guerra Mundial están presentes en la mente de muchos gobiernos de la zona quienes ven con gran preocupación el renacimiento del militarismo japonés. Es por ese motivo que el pasado viernes, se reunieron en Seúl el presidente chino, Xi Jinping, y la jefa de Estado surcoreana, Park Geun-hye, quienes reiteraron su firme oposición a las intenciones de Tokio, cuestionando el cambio en su Constitución antibélica y su revisión de una disculpa pública por las atrocidades cometidas durante la guerra, dijo un funcionario surcoreano. En efecto, Japón colonizó la península coreana y ocupó parte de China, mediante el uso de una gran violencia, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Es por ello que mucha gente en China y Corea del Sur aún guarda rencor contra Japón y hay temores en ambos países sobre el aumento del nacionalismo en el país nipón. Durante su visita, el presidente chino Xi Jinping y la presidenta surcoreana Park Geun-hye conversaron "ampliamente" sobre Japón y compartieron sus temores sobre su "actitud revisionista" y la reinterpretación de su Constitución para permitir que su ejército tenga un papel militar más prominente en el mundo, dijo el alto funcionario surcoreano Ju Chul-ki. Ambos líderes también lamentaron la reciente revisión de Japón a su histórica disculpa por obligar a las mujeres asiáticas a dedicarse a la prostitución durante la guerra, porque fue un intento por "restarle importancia" al asunto. Horas antes, Xi recordó la ancestral animadversión de Japón contra China y Corea durante un discurso en su último día de visita por Seúl. Xi dijo que a finales del siglo XVI, una dinastía china envió soldados para ayudar a una dinastía coreana a derrotar a los invasores japoneses. En el siglo XX, China ayudó a Corea del Norte a combatir contra el sur durante la guerra de 1950-53 que tuvo el “apoyo” de los Estados Unidos. En 1992,Corea del Sur y China restablecieron sus relaciones diplomáticas y tienen ahora grandes lazos comerciales y comparten sus temores sobre las ambiciones criminales del ejército japonés, así como los intentos de Tokio por tratar de obscurecer su pasado sangriento. Como sabéis, el gabinete japonés decidió el pasado martes 1 de julio que las fuerzas de seguridad podrán “apoyar militarmente a sus aliados ante una amenaza enemiga”, lo que representa un cambio dramático en la política de seguridad adoptada por el país tras su derrota y colonización estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Pese al amplio rechazo de la población, Japón tendrá en el futuro el derecho a la "autodefensa colectiva", es decir que tendrá el “derecho” de luchar del lado de aliados - sobre todo Estados Unidos- en conflictos, “aún cuando el país no sea atacado directamente”, esto es, participar activamente en guerras de agresión. El cuestionado primer ministro, Shinzo Abe (un ultraderechista de ánimos revanchistas quien visita continuamente el polémico santuario de Yasukuni , para “honrar” a los criminales de guerra japoneses que yacen allí) dijo a modo de excusa que con esta señal “quiere ofrecer un aporte proactivo a la paz mundial y a la vez fortalecer al Ejército en el marco de un aumento de las tensiones en el este de Asia”, en alusión directa a China, su gran enemiga desde tiempos inmemoriales. Los que se oponen a esta medida temen - con razón - que Japón pueda intervenir en guerras como las de Afganistán o Irak y ello debido a las presiones de Washington para que “participe más activamente” en su política militarista. No cabe duda que el giro belicista de Tokio, contribuirá a reforzar los intereses bilaterales entre China y Corea del Sur. Es difícil, no obstante, que este ultimo vaya a convertir el cortejo de Pekín en algo más que un coqueteo ya que es bueno recordarlo, se trata de un país ocupado por los estadounidenses quienes mantienen unos 26.000 soldados en territorio surcoreano. Y EE.UU, que mira con atención el desarrollo de las relaciones entre Corea del Sur y China, “desalentará” cualquier cambio que pueda perjudicar a Tokio, su gran aliado en la región, inclusive mediante un golpe de estado en Seúl o una intervención militar directa para seguir manteniéndolo bajo su control. Como si no fueran suficientes los sangrientos conflictos que suceden en Ucrania, Irak y Siria (debido a las intenciones criminales de Washington por apoderarse de ellos) se suma esta amenaza en el Lejano Oriente. Pero Tokio debe andarse con cuidado, porque los chinos serán pacientes pero no olvidan. Y si llega a estallar un conflicto, será el momento de saldar viejas cuentas con ellos y lo pagaran caro, De eso estamos seguros :)