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miércoles, 13 de julio de 2016

IRAK: Poder e ignominia

El demoledor informe Chilcot dado a conocer el pasado miércoles en el Reino Unido, en el cual acusan al ex primer ministro Tony Blair de confabularse con George W. Bush y José Maria Aznar - el infame Trío de las Azores - para atacar Irak valiéndose de la mentira y el engaño, ha puesto al descubierto la vileza, la vergüenza y el deshonor de los autoproclamados “luchadores por la libertad” quien creyéndose los dueños del mundo, en el cual podían imponer su voluntad a quienes les apetezca, acusaron sin prueba alguna al régimen de Saddam Hussein “de poseer armas químicas” - lo cual era completamente falso - y actuando al margen de la ley, invadieron y destruyeron el país en el 2003, imponiendo un gobierno colaboracionista conformado por agentes a sueldo de la CIA, para quedarse con sus fabulosas reservas de gas y petróleo, que era el verdadero motivo de ese acto de felonía. En efecto, tras siete años de larguísima espera, al fin vio la luz la investigación oficial británica sobre la guerra de Irak, el Informe Chilcot, que resulta devastador para Tony Blair a quien acusa de basarse en pruebas falsas para atacar Irak, mostrándose dispuesto a seguir a Bush a toda costa: «Estaré contigo pase lo que pase», le dijo ocho meses antes de la invasión. En el 2009, el Primer ministro laborista Gordon Brown encargó un informe sobre la participación británica en la invasión de Irak en marzo del 2003, y cuya investigación recayó en sir John Chilcot, diplomático y alto funcionario, quien concluyó su trabajo en el 2011, pero la publicación se había ido demorando debido a razones políticas, por temor a dañar “las relaciones británico-estadounidenses” cuando en realidad trataban de evitar a toda costa que sus crímenes salieran a la luz. En sus más de dos millones de palabras, detalla las reuniones llevadas a cabo entre Blair y el primer ministro español José Maria Aznar (aliado en la guerra de Bush y Blair) quienes preocupados por la ola de opinión pública contraria a la guerra, acuerdan establecer una estrategia de comunicación que transmita al público la sensación de que “habían hecho todo lo posible por evitar la conflagración” cuando buscaban todo lo contrario. En su informe, Chilcot viene a ratificar lo que todo el mundo daba por sentado: la guerra no era el único recurso en 2003, Saddam Hussein no suponía una amenaza inminente y las “pruebas” de los servicios de inteligencia carecían de fiabilidad y no fueron revisadas. El informe Chilcot destaca asimismo que los objetivos establecidos para la guerra no se lograron. Las armas de destrucción masiva no se erradicaron porque nunca existieron. Irak no se convirtió en “un modelo de democracia para Oriente Medio” tal como el Criminal de Guerra George W. Bush había previsto. Saddam fue derrocado, pero Irak se desmorono completamente como país cayendo en el caos y el desgobierno más absoluto, provocando que varios grupos sunnitas se alinearan para formar más tarde el corazón de ISIS. Es así como trece años después de la invasión de Irak, muchas preguntas vinculadas con la guerra persisten hasta el día de hoy. Al respecto, Owen Jones escribió en The Guardian un interesante artículo que vale la pena reproducirlo, entrecomillado claro esta: “Elogiemos la investigación Chilcot por darle sello oficial a las verdades que siempre hemos sabido, que ya estaban ahí mucho antes de que se abrieran las puertas del infierno. Tony Blair está condenado y merece ser juzgado. Hemos visto encubrimientos de las élites en el pasado: del Domingo Sangriento a Hillsborough, las autoridades han conspirado a menudo para esconder la verdad por el interés de los poderosos. Pero esta vez no. La investigación Chilcot se estaba convirtiendo en una forma satírica de referirse a tardar un tiempo ridículamente largo en ejecutar una tarea, pero sir John pasará sin duda a la historia por dictar el veredicto más devastador y exhaustivo sobre un primer ministro moderno. Los que nos manifestamos en su momento contra el desastre de Irak, repudiamos los crímenes cometidos por aquellos quienes utilizaron el engaño para dirigir una guerra de agresión que robó cientos de miles de vidas y que hirió, traumatizó y desplazó a millones de personas, en un desastre que cultivó extremismo a un nivel catastrófico. El legado de Chilcot debe animarnos a ser más atrevidos en nuestros desafíos a la autoridad, en ser escépticos con las afirmaciones oficiales, en permanecer firmes contra una agenda agresiva tejida por los medios al servicio de los grupos de Poder que hoy como ayer, confabulan para iniciar una nueva guerra de agresión esta vez dirigida contra Rusia y China. 'Hay que aprender las lecciones', declararán ahora los defensores de la guerra. No les dejemos irse de rositas. Las lecciones fueron obvias para muchos de nosotros antes de que empezaran a caer las bombas. Lo que ha hecho Chilcot es ilustrar que las afirmaciones del movimiento contrario a la guerra no eran teorías de la conspiración ni reclamaciones disparatadas o desorbitadas. 'Cada vez parece más que tenemos un gobierno que busca un pretexto para la guerra más que la forma de evitarla', dijo el diputado laborista que se oponía a la guerra Alan Simpson varias semanas antes de la invasión. Esta, como señala finalmente Chilcot, no fue una guerra de último recurso: fue una guerra elegida, desatada antes de que se agotaran las opciones pacíficas para el desarme. Elogiemos esta investigación porque los culpables deberán asumir sus responsabilidades. No fue un error, ni una confusión como sus apologistas tratan ahora de presentarlo, este fue desde cualquier punto de vista moral uno de los crímenes más graves de nuestros tiempos. Los responsables de este acto de barbarie merecen ser juzgados y condenados por sus acciones. Ahora podemos señalarlos y llamarlos por su nombre” puntualiza la nota. Venga ya, no cabe duda que este informe va a traer consecuencias: Mientras que los veteranos de la guerra y familiares de las víctimas que perdieron la vida en Irak, piden una demanda legal y política contra el ex primer ministro Tony Blair - a quien califican acertadamente como el mayor terrorista del mundo - la Corte Penal Internacional analiza el Informe Chilcot para determinar si hay motivos para demandar a Blair. Si bien es cierto que el ex primer ministro no puede ser acusado de un Crimen de Guerra en su país, puede serlo en La Haya por haber inducido al Parlamento a cometer el error y esto representa un delito perseguible. Sus crímenes no deben quedar impunes y junto con Bush y Aznar, deberán responder por ello ante la justicia :)
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