Se están superando con creces los peores temores sobre la reacción del dictador turco Recep Tayyip Erdogan - aquel desequilibrado cuya locura es irreversible - tras el frustrado golpe de Estado en su contra. La feroz represión emprendida, que afecta ya a unos 60.000 funcionarios cesados o despedidos, que se suman a las decenas de miles de detenidos - la mayoría militares - supone una operación a gran escala por parte del régimen para aplastar la más mínima disidencia. Ankara incluso anunció la suspensión temporal de la Convención europea para los Derechos Humanos, tras decretar el estado de emergencia al menos durante los tres próximos meses y la creación además de “un cementerio para traidores” dando a entender que los fusilamientos en masa de sus “enemigos” es inminente, aparte de aquellos – claro está – que ya están muriendo producto de las atroces torturas a que son sometidos por parte de los esbirros del régimen, para que “confiesen” su participación en la intentona. El tirano tiene así vía libre para gobernar mediante decretazos y restringir los derechos fundamentales en todo el país, quedando completamente coartadas las libertades de expresión, circulación o reunión y donde la mas mínima critica es castigada con rigor, ya que quienes lo formulen son calificados ipso facto de ‘terroristas’ lo que puede acarrear la pena de muerte, que piensa restaurar a la brevedad posible. Es más que preocupante la deriva autoritaria por parte de un Gobierno que desde hace años ha dado sobradas muestras de no respetar en lo más mínimo los derechos humanos. Cargado de cinismo, Erdogan trata de detener las críticas internacionales, señalando que Francia también dejó en suspenso la Convención europea tras los atentados de ISIS en París. Soslaya, claro, una diferencia fundamental: el Gobierno de París en ningún momento ha aprovechado el estado de emergencia para golpear a la oposición, reprimir con violencia toda crítica o atacar a la prensa libre, mientras que Ankara está purgando sus Fuerzas Armadas - obligando a cometer “suicidio” a sus victimas - embistiendo a sus rivales políticos, eliminando voces críticas en escuelas y universidades o en el mundo de la judicatura, y cerrando medios que no le son afines. Nada justifica la brutal represión ordenada por quien lleva años imponiendo una reislamización de Turquía para tratar de eternizarse en el poder y poner en practica sus desvariados sueños de querer restaurar el Imperio Otomano con el como sultán, provocando una profunda polarización social, que ha puesto al país al borde del abismo. Las purgas masivas en la Administración buscan desmantelar al influyente movimiento del clérigo Fetulá Gülen -autoexiliado en EEUU-, otrora aliado principal del propio Erdogan. Ambos son acérrimos enemigos desde que el primero denunciara los graves escándalos de corrupción en el entorno presidencial, mientras Erdogan acusa a los seguidores de Gülen de formar un Estado paralelo que busca desestabilizar su sangriento régimen. Para ello, las “confesiones” de varios generales implicados en la intentona golpista - con signos evidentes de haber sufrido brutales torturas - han permitido al sátrapa acusar directamente al clérigo de estar detrás del golpe y exigir a EE.UU. su extradición para someterlo a una farsa de juicio y condenarlo a muerte a la brevedad posible. En paralelo, la ilimitada acumulación de poderes por parte del régimen y su indisimulado deseo de aprovechar esta oportunidad que se le presenta para solventar por la fuerza sus problemas internos, hace temer un recrudecimiento del conflicto kurdo, una minoría sometida a un trato despiadado por parte de Ankara, siendo victimas de un plan de exterminio masivo de su población, tal como hicieron a inicios del pasado siglo con los armenios. A pesar del terrible sufrimiento a manos del ocupante turco - quienes arrasan sus ciudades a cañonazos asesinando indiscriminadamente a mujeres, niños y ancianos con miles de cadáveres que se pudren entre sus ruinas bajo el sol - cuyos crímenes son soslayados por la comunidad internacional y acallados por la prensa occidental al tratarse de un socio de la OTAN, los kurdos luchan desde hace décadas heroicamente para lograr la anhelada independencia del Kurdistán. Pese a la gravedad de los pasos dados por Erdogan, las advertencias de la comunidad internacional están siendo muy tímidas y rayan en la hipocresía, porque sus bestialidades no son de ahora, sino de muy vieja data. El tirano sabe muy bien que Occidente no le va a pedir cuentas de sus aborrecibles actos, porque Turquía es un actor demasiado “importante” en la geoestrategia global, al ser miembro de la OTAN permitiendo a la infame alianza atlántica intervenir libremente en el Asia, a pesar de su conocida implicación en la agresión que sufre Siria a manos de ISIS (con los cuales su familia realiza suculentos negocios y a quienes aprovisiona con armas y logística, proporcionándoles a su vez “protección” tanto de los bombardeos rusos como del avance del ejercito sirio, que están liberando el país tras fieros combates con la bestia sionista, liderada por un conocido agente del Mossad israelí), como del miserable chantaje con el que amenaza a la Unión Europea exigiendo miles de millones de euros que salen de nuestros bolsillos, a cambio de contener a los millones de “refugiados” - terroristas en potencia - para evitar que lleguen al continente y desaten el terror islamista con el ‘patrocinio’ de Ángela Merkel. De todo ello se vale el nuevo sultán para actuar con total impunidad :(