Profundamente marcado por décadas de conflicto armado, Afganistán ha conocido, en la segunda mitad de los años 90, el reinado implacable de los talibanes. Sin respeto alguno por cualquier convenio internacional y haciendo caso omiso de los derechos humanos más básicos, instauraron en Afganistán una dictadura religiosa fanática donde hombres, mujeres y niños fueron regularmente torturados y ejecutados por "delitos" tan ridículos como el volar un cometa, usar maquillaje o mirar televisión. Inspirado por un Islam primario, esta milicia - entrenada y apoyada por Pakistán - los cuales tras una sangrienta guerra civil, lograron ocupar dos tercios del país desde 1996 a 2001, incluida la capital, Kabul. Durante este período, los talibanes ejercieron total dominación sobre una población ya fuertemente afectada por el hambre, la guerra y sobretodo, las minas antipersonales, dispersadas ampliamente por el territorio, crueles recuerdos de un conflicto que ha dejado miles de mutilados. A ello debemos agregar el desastre humanitario agravado por continuos años de sequía que ocasionaron el éxodo de 3 millones de afganos a los países vecinos, donde el aumento del fundamentalismo y las células terroristas simpatizantes a los talibanes preocupa a las autoridades, amenazando así el frágil equilibrio de poder en el Asia Central. Su derrocamiento por una Coalición Internacional liderada por los EE.UU. en el 2001 no trajo la paz prometida por los invasores y por el contrario, los talibanes se dispersaron por las agrestes e inaccesibles montañas que conocen muy bien y no tardaron en pasar a la ofensiva poniendo en jaque al gobierno colaboracionista afgano, que prácticamente solo tiene el control de algunos barrios de la capital, mientras que los ‘señores de la guerra’ - que habían sido expulsados por los talibanes - volvieron a repartirse el país, y donde su palabra es ley. Como sabéis, el caos, el escenario de guerra permanente y la fragmentación territorial en Afganistán no responden a causas azarosas. “Estados Unidos y la OTAN promueven una estrategia del caos en la región, sea en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Siria e incluso ahora en Turquía, donde fracasaron en su intento de derrocar a su ‘aliado’ Erdogan, ya que han perdido toda la confianza en el”, afirma al respecto la politóloga y profesora de Relaciones Internacionales, Nazanin Armanian. El caos se convierte por tanto en un elemento de dominación que, bajo el control de las potencias occidentales, puede prolongarse o atajarse a conveniencia. El objetivo es que se prolongue el conflicto bélico, que los enemigos de Estados Unidos y sus aliados se desangren entre ellos en pequeñas guerras. “Cuanto más larga sea la guerra, mejor, mientras Israel, aquella bestia sionista, resulta indemne en medio de este desbarajuste en la región”, afirma la investigadora, y no le falta razón. En el caso de Afganistán, este ahora mas peligroso que antes de la entrada de los EE.UU. con el objetivo de ‘liberarlos’, ya que a pesar de sus promesas iniciales, le conviene que la situación se mantenga así, porque de esta manera ‘justifica’ la permanencia por tiempo indeterminado de sus tropas en el territorio, el cual no tienen ningún motivo de abandonarlo debido a su gran importancia estratégica: "Afganistán se ubica en el corazón de Asia, es vecino de China, comparte frontera con el antiguo espacio soviético, con Irán y la India. No existe un país más estratégico para la OTAN" sostiene Armanian. "Si Estados Unidos mantiene la ocupación de Afganistán podrá controlar a superpotencias actuales como Rusia y China, o a las 'emergentes' como India e Irán", desarrolla la analista para concluir que "Estados Unidos no abandonará por ningún motivo Afganistán y que todos los anunciados planes de retirada son falsos. En el 2012 Hussein Obama dijo que dado que como habían ‘terminado’ con la vida de Osama Bin Laden - un personaje ficticio del cual muchos dudan de que haya existido alguna vez - sus tropas volverían a casa, pero enviaron un mayor número y renovaron la estancia de las que permanecían en el país, para mantener nueve bases militares que están ubicadas en lugares estratégicos de Afganistán" puntualizó. No debe extrañarnos por ello que a Washington les conviene el avance de los talibanes, ‘gracias’ a la ineptitud de las tropas afganas que se baten en retirada incapaces de contenerlos, ya que así se presentan como los ‘únicos’ que pueden detenerlos, pero que prácticamente no hacen nada por combatirlos. En efecto, la guerra en Afganistán está llegando a un momento crítico. Los ejércitos de Kabul están a la defensiva y ya han perdido el control de grandes áreas del país donde los talibanes gobiernan abiertamente, instaurando un régimen de terror.El portavoz del Ministro del Interior afgano, Sidiq Siddiqi, ha admitido recientemente que al menos "nueve distritos al noreste y sur del país están bajo control de los talibanes" quienes no sólo siguen ganando terreno, sino que además gobiernan a más de dos de los 33 millones de afganos. Según Seddiqi, los talibanes controlan cuatro distritos en la provincia de Helmand y dos en Zabul, al sur del país, dos en Badakshan, al noreste; y dos en Ghazni, en el centro del país. "Los talibanes están usando esos distritos como base para sus operaciones terroristas forzando a la población a obedecerlos bajo pena de muerte", ha añadido. Asimismo, dichos distritos también cuentan con "centros de entrenamiento para sus combatientes, clínicas aprobadas por los talibanes y centros para el entrenamiento de los comandos suicidas en los que se desarrollan y producen artefactos explosivos", según ha explicado el Jefe policial de Ghazni, Aminullah Amarkhail. Las cifras facilitadas por Siddiqi no han sido aceptadas por organizaciones como The Long War Journal, una iniciativa norteamericana que monitoriza el conflicto en Afganistán, la cual asegura que son demasiado bajas tras compararlas con sus propios estudios realizados sobre el terreno. "Actualmente, los talibanes controlan 39 de los 398 distritos en el país y están luchando por el control de otros 43 en los que no dominan el centro de los mismos pero controlan las zonas de alrededor", rebate el editor en Jefe de dicha iniciativa, Bill Roggio. "El Gobierno afgano está infravalorando el poder territorial actual de los talibanes, como por ejemplo el pasado 16 de junio, cuando los terroristas tomaron el distrito de Char Chino", en la provincia de Uruzgan, al sur del país, "y del que hasta ahora no se tienen noticias de una contraofensiva o admisión del hecho por parte del Gobierno", ha añadido. Desde la invasión estadounidense en el 2001, se ha gastado más de 65.000 millones de dólares en entrenar a las fuerzas de seguridad afganas y dotarlas con el armamento necesario para combatir y derrotar a los talibanes en sus feudos, según Reuters. Una cifra destinada a conseguir un ejército de 370.000 hombres que está muy lejos de los 170.000 actuales. Además, el ejército afgano sigue a la baja con una cifra de muertos que el Gobierno de Kabul no quiere admitir, con un número de deserciones que un estudio realizado en 2015 por el Ejército de EE.UU. estimó como "alarmante" así como "graves problemas de reclutamiento". De esta manera, entre 2015 y 2016, el ejército afgano ha tenido que reemplazar a más de un tercio de sus combatientes con reclutas novatos que sólo han realizado el entrenamiento básico de tres meses y que, por lo tanto, no están en condiciones de enfrentarse a los talibanes, que no sólo conocen mejor el terreno sino que están liderados y cuentan con hombres curtidos en combate. En el 2014, las fuerzas agresivas de la OTAN y sus aliados finalizaron ‘oficialmente’ las operaciones militares transformando la operación Enduring Freedom (Libertad Duradera) en la misión Resolute Support (Apoyo Resuelto) que, en teoría, sólo asiste y entrena a las fuerzas de seguridad afganas, aunque éstas siguen dependiendo del apoyo aéreo de la Coalición para derrotar a los terroristas. Una asistencia que "continuará hasta 2020 con un gasto de 5.000 millones al año", según el último acuerdo de la OTAN firmado en Polonia. Una ‘ayuda’ y patrocinio que, tras 15 años de conflicto y más de 92.000 muertos, ha demostrado el fracaso de una estrategia que no está resistiendo el peso de la embestida de los talibanes. El tiempo ya es escaso para la administración del musulmán encubierto Barack Hussein Obama y lo que no pudo resolver hasta ahora, de ninguna manera lo hará en los pocos meses que le restan. Sea quien sea quien ocupe la Casa Blanca - el multimillonario Donald Trump o la Criminal de Guerra y fundadora de ISIS Hillary Clinton - está claro que quien asuma el mando, tendrá a los talibanes esperándolos en las montañas afganas :(
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