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miércoles, 5 de junio de 2019

ESCOCIA: El momento ha llegado

Escocia, no ha sido ajena a los vientos independentistas que soplan con fuerza en Europa. Y un segundo referéndum para decidir su separación del Reino Unido antes del 2021, vuelve a estar sobre la mesa. De esta manera, intenta de nuevo avanzar hacia el camino de la autonomía, convertirse en una nación independiente y tomar las riendas de su propio destino. Aunque en el plebiscito del 2014, el 55,3% de escoceses rechazó separarse del Reino Unido, todo cambió dos años más tarde, con la victoria del “brexit”, cuando los británicos decidieron su ‘divorcio’ de la Unión Europea, UE. En esta última consulta, los escoceses indecisos se decantaron por mantenerse dentro del Reino Unido pero ello no pudo impedir que Londres oficialice su salida del bloque europeo, cuya fecha previsible es el próximo 31 de octubre. Como recordareis, en la consulta se aprobó con un 52% de los votos abandonar la Unión Europea, pero mientras que Gales e Inglaterra votaron a favor de la separación, Escocia e Irlanda del Norte optaron por mantenerse dentro del bloque. A pesar de que los escoceses rechazaron el “brexit”, tienen que lidiar con las consecuencias de esta decisión de los británicos en su conjunto. Escocia - territorio de lagos, montañas onduladas y cientos de islas, envuelto casi siempre en una atmósfera de luz tamizada y extraña que te impide saber en qué parte del día te encuentras - al estar rodeada de mar a excepción de su estrecha frontera sur, les ha tocado compartir ésta con Inglaterra, el vecino problemático y difícil con el que ha mantenido una relación de mil años basada en el recelo y los resentimientos generados por tantas guerras que ha sufrido a manos de los ingleses, quienes nunca ocultaron sus ambiciones expansionistas a costa de sus vecinos. Es de esta manera como hace tres siglos de una forma prepotente, Londres ‘unifico’ las dos coronas que, con Gales e Irlanda del Norte, formando lo que se dio por llamar Gran Bretaña (o Reino Unido como también se le denomina) y desde ese momento se agudizaron las diferencias especialmente por parte de los escoceses, que ansían nuevamente a ser libres. La primera intervención inglesa de envergadura en los asuntos de Escocia se produjo cuando en 1286 Alejandro III murió sin descendencia. La inestabilidad en la que se vieron inmersos los escoceses fue aprovechada por Eduardo I de Inglaterra que apoyó a Juan Balliol, representante de uno de los dos clanes que se disputaban el trono, con la condición de que se sometiese a su protección. Este rey, temeroso de que le ocurriese lo que les pasó a los galeses en 1284 cuando fueron conquistados por el ejército de Eduardo, firmó con Felipe IV de Francia en 1295 la Auld Alliance, una alianza que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XVI y que evocaba el proverbio “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Eduardo I, conocido como Longshanks o Mártillo de los escoceses, decidió invadir el país demostrando ser un enemigo muy duro y de eso pudieron dar fe los ocho mil habitantes de la ciudad costera de Berwick que sintieron en sus carnes las consecuencias del apodo real. Apenas un puñado de ellos sobrevivió al asedio inglés para poder contarlo. Es aquí donde surge la figura del héroe nacional William Wallace, un noble de segunda fila cuyas correrías contra los ingleses le hicieron ganar un enorme prestigio entre su pueblo. En septiembre de 1297, aliado con otros nobles escoceses, vence al ejército de Eduardo I en la batalla de Stirling. Víctima de una traición, Wallace fue capturado y ejecutado en 1305 en Londres. Mientras tanto, las luchas entre clanes rivales se suceden en Escocia y Robert the Bruce se hace coronar rey en 1306. Varias victorias locales de Robert I preceden al fin de la presencia inglesa en Escocia y ese momento llega en 1314 con la batalla de Bannockburn. Esta victoria garantizará la independencia escocesa por largo tiempo y poco después, en 1371, queda instaurada la dinastía Estuardo, el linaje que reinará en Escocia durante tres siglos. La política matrimonial de los Reyes Católicos de España, cuya finalidad era el aislamiento de Francia en el panorama europeo, dio sus frutos cuando Enrique VIII de Inglaterra, casado con Catalina de Aragón, se sumó en 1513 a la Liga Santa, creada para apoyar al papa Julio II contra las ambiciones francesas en Italia, y desembarcó en Calais. Los escoceses, leales a los pactos de la vieja alianza con Francia, que mandó algunas tropas para apoyarles, invadieron Northumbria con 35.000 soldados dirigidos por su mismo rey Jacobo IV con el fin de distraer a las fuerzas inglesas de su cuñado Enrique. Ambos ejércitos se encontraron en Flodden Field en septiembre de ese año y los escoceses sufrieron una contundente derrota, en la cual incluso su rey Jacobo murió en la batalla. Al final de su reinado, Enrique VIII, harto de ver franceses al norte del Muro de Adriano, forzó en 1543 a la regente de Escocia, María de Guisa, a firmar los Tratados de Greenwich por los que la recién nacida María Estuardo debería casarse con su hijo Eduardo y así, facilitar la futura unión de los reinos. María de Guisa se retractó y Enrique trató de hacer cumplir lo acordado con la intimidatoria estrategia del 'cortejo a la inglesa' (rough wooing), una serie de incursiones militares de desgaste que se prolongaron hasta 1551. En esa fecha ya era rey de Inglaterra Eduardo VI, pero antes se vieron momentos críticos como en 1544 cuando un ejército inglés entró en Edimburgo e incendió gran parte de la ciudad, con la intención de secuestrar a la reina niña. El final de la Auld Alliance llegó en 1560, cuando Isabel I de Inglaterra mediante el apoyo al partido protestante escocés consiguió que los franceses se retirasen de Escocia tras la firma del Tratado de Edimburgo y dejasen de prestar apoyo a María Estuardo. El protestantismo escocés consiguió la renuncia de la obediencia al Papa y en adelante los europeos del continente no lograrían ser parte activa en los asuntos británicos. Muchos reyes ingleses persiguieron con ahínco la unión de ambos reinos pero, paradójicamente, tuvo que ser el rey escocés Jacobo VI de Escocia el que se ciñó ambas coronas. Cuando Isabel I, la Reina Virgen, murió en 1603, Jacobo hizo valer los derechos al trono que le daba su bisabuela Margarita, hermana de Enrique VIII. La unión terminaba en la dinastía de los Estuardo, ambos Estados continuaron con sus parlamentos e instituciones particulares durante todo un siglo XVII que les trajo fortísimas tensiones internas, incluida la guerra civil. La lucha por el poder se dirimía entre la realeza y el Parlamento inglés, y las luchas religiosas escocesas entre presbiterianismo (los covenanters) y catolicismo. A finales de 1705, cuando la relación entre ambos países parecía abocarles de nuevo a la guerra, Londres impuso unas ‘negociaciones’ para que se gestase la Gran Bretaña a costa de los escoceses, norirlandeses y los galeses como ciudadanos de segundo orden. En efecto, los ingleses les obligaron a firmar la infame acta de Unión de 1707, la cual ‘integro’ a Escocia al Reino Unido en contra de su voluntad. Ello dio origen desde entonces a diversos movimientos independentistas que ansían separarse de los ingleses y recuperar su libertad perdida. Si el acta se firmó con Escocia fue las intensas presiones y amenazas por parte de Londres. El pueblo escocés no fue partidario de la unión y durante la primera mitad del siglo XVIII las sublevaciones jacobitas, partidarias de los Estuardo, contaron con fuertes apoyos en el norte y entre protestantes disidentes. El esfuerzo final contra los Hannover lo encabezó Carlos Eduardo Estuardo Bonnie Prince Charlie en 1745, pero fue vencido en Culloden por un ejército británico que ya contaba con muchos efectivos de la propia Escocia. Sometidos a por los ingleses desde entonces, los escoceses jamás renunciaron a su derecho a volver a ser independientes, pero tuvieron que esperar hasta el siglo XX para reaparecer con fuerza. En efecto, el movimiento nacional escocés se agrupó desde 1934 en torno al Scottish Nacional Party (SNP), que aglutinó en sus filas a las corrientes independentista y autonomista. En los años setenta consiguió poner la devolución, transferencia de competencias, en el debate político y el Partido Laborista de James Callaghan, tradicionalmente más votado en Escocia, intentó un proceso autonomista en 1979 que no pasó el referéndum por poco margen. Los 18 años de Gobierno conservador de Thatcher y Major no trajo cambio alguno para Escocia, con la excepción, en lo que toca a sus inquietudes nacionalistas, a la devolución de la mítica Piedra de Scone, objeto de veneración que Eduardo I se había llevado como botín de guerra. Hoy Escocia tiene un Gobierno autónomo presidido por la nacionalista Nicola Sturgeon del SNP, quien ha vuelto a proponer la independencia a través de un segundo referéndum. Sturgeon, quien ha indicado varias veces en el pasado que le interesa sacar a su país de la unión británica, espera utilizar el descontrol político que ha causado el 'brexit' en Inglaterra para conseguir el apoyo mayoritario de sus compatriotas y poder garantizar la victoria de los independentistas en un segundo plebiscito. Sturgeon, fue la encargada el mes pasado de poner la cuestión del secesionismo en primer plano, al insistir que ya es hora de que Escocia se convierta en un país independiente. De esta forma, la líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP) dice que “también defenderá que por derecho debe ocupar Escocia entre las naciones soberanas de Europa”. Y fue más allá, al comprometerse a impulsar una segunda consulta sobre la independencia antes de que termine su mandato en dos años. Sturgeon ya había pedido al gobierno del Reino Unido que inicie las negociaciones sobre un segundo referéndum de independencia en el 2017, pero Theresa May rechazó la demanda y se archivó luego de que el SNP perdiera escaños en una elección general tres meses después. Sturgeon ha indicado que presentará la ley ante el Parlamento de Escocia antes de que termine el año. La ley busca pavimentar el camino para un segundo referéndum sin mencionarlo explícitamente. Es que solamente propondría un marco legal para la celebración de referendos sobre cualquier tema, que podría utilizarse para otra encuesta sobre la independencia, aunque también existe la posibilidad de que Escocia lleve a cabo un segundo referéndum independentista sin el permiso del parlamento británico. Esta demás decir que el mensaje independentista de Sturgeon ha logrado seducir a un sector amplio de escoceses hartos de la prepotencia inglesa que los trata con desdén y los ve como seres inferiores. Tras la II Guerra Mundial, el decadente Imperio Británico ha quedado reducido a una constelación de islas minúsculas que solo evoca nostalgia y su ‘pegamento’ identitario pierde propiedades. El escritor Andrew Marr, citado por Timothy Garton Ash, afirmo en The day Britain died (El día en que murió Gran Bretaña): “El imperio hizo a Gran Bretaña. Pero su desaparición puede significar el final de Gran Bretaña”. Tras el desastre que origino la imposibilidad de aplicar en 'brexit' en el Reino Unido debido a la oposición laborista y el caos subsiguiente que obligo a renunciar a Theresa May, es el momento perfecto para que Escocia - aprovechándose de la circunstancias - de el puntillazo final y acabe de una vez por todas con ese infame experimento iniciado en 1707. No hay tiempo que perder :)
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