En un claro intento de provocación a China, Donald Trump acaba de anunciar tres importantes acuerdos de armas con Taiwán, ofreciéndole avanzados sistemas de ataque, lo cual como es obvio, ha provocado la furia de Beijing, quien ha prometido responder militarmente a Washington por inmiscuirse en sus asuntos internos, ya que considera a la isla como “una provincia rebelde”. En efecto, el anuncio del acuerdo entre Washington y Taipei sugiere un movimiento deliberadamente calculado por parte de la Casa Blanca para antagonizar deliberadamente con China. Al fin y al cabo, tanto el candidato republicano como su rival demócrata han estado discutiendo sobre quien puede mostrarse más duro con Beijing para atraer votos de los sectores que se muestran indecisos. Por lo tanto, irritar a China influiría en el cálculo electoral de Trump. Con unas encuestas de opinión que muestran que pierde terreno frente a Biden a solo tres semanas de la votación, parece que el titular de la Casa Blanca ha decidido ir a por todas, con el objetivo de aumentar sus posibilidades de reelección en noviembre. Anunciar asimismo una acelerada retirada de sus tropas de Afganistán, así como promocionar un acuerdo de armas nucleares con Rusia (descartado por Moscú como exagerado), parece ser parte de un último esfuerzo para conseguir votos. Pero el anuncio de la venta de armas ofensivas a Taiwán está llevando la campaña electoral a niveles imprudentemente peligrosos. Trump puede apostar a que China amenaza con tomar acciones, pero luego se hace la vista gorda, lo cual le permitiría obtener ganancias políticas sin ningún daño real, como comenzar una guerra. Sin embargo, ello conlleva riesgos que no están siendo debidamente analizados ya que todo tiene su límite y si cruza determinadas líneas rojas - como reconocer la “independencia” de la isla - ya no va a haber vuelta atrás. Como sabéis, EE.UU. ha estado usando a Taiwán como la excusa perfecta para enfrentarse a China durante demasiado tiempo y con mayor incidencia desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, quien primero desato una guerra comercial por el tema de los aranceles y luego intenta disputarle el control del estratégico Mar Meridional - que Beijing considera suyo - a lo que debemos agregar el recrudecimiento de las tensiones en sus fronteras con la India, estimulada por Washington. No es de extrañar por ello que los últimos acuerdos de armas anunciados demuestran la determinación de la Casa Blanca de agravar a toda costa sus relaciones con el gigante asiático, que esta camino a convertirse en la superpotencia mundial del siglo XXI mientras que a su vez, el declive estadounidense es irreversible. Cabe destacar que las medidas de Trump para aumentar el suministro de sistemas de armas ofensivas a Taiwán no tienen precedentes. Desde que Washington rompió formalmente sus lazos con Taiwán en 1979, como parte de su política de “Una China” para aplacar los reclamos territoriales de Beijing, las administraciones anteriores limitaron las ventas de armas a la isla separatista a armamentos "defensivos”. Sin embargo, bajo Trump, Washington ha señalado que está abandonando su anterior política para avanzar explícitamente hacia el apoyo a Taiwán y su posición separatista. La venta de misiles ofensivos, torpedos, minas antibuque y cazas F-16 a Taiwán solo durante el año pasado, le está haciendo saber a China que EE.UU. esta dispuesta a respaldar a la isla en caso de estallar un enfrentamiento armado con el continente, una amenaza que Beijing no esta dispuesta a pasar por alto. En los últimos meses, Trump envió a los más altos funcionarios estadounidenses en visitas de alto perfil a Taiwán desde 1979. El mes pasado, Kelly Craft, la embajadora estadounidense ante la ONU, declaró su apoyo a que Taiwán tenga representación oficial en el organismo mundial. Esos reconocimientos estatales de alto nivel han coincidido con el envío de Washington de poderosas fuerzas militares al Estrecho de Taiwán en forma de buques de guerra y bombarderos B-52 con capacidad nuclear. China se ha enfrentado a estos movimientos de provocación, aumentando considerablemente sus tropas al otro lado del estrecho, en una clara demostración de fuerza para apuntalar su derecho autodeclarado a retomar Taiwán, que Beijing considera una provincia renegada desde la victoria comunista en la guerra civil de 1949, cuando la facción nacionalista del Kuomintang se exilió allí bajo “protección” norteamericana y desde entonces ha podido mantenerse a salvo, rechazando cualquier “reunificación” solicitada por Beijing incluso si pueda mantener su sistema político por determinado periodo de tiempo, como sucede con Hong Kong y Macao. Pero cualquier intento de independizarse ha sido durante años rechazado enérgicamente por China, quien recientemente ha vuelto a advertir que no tolerara cualquier intento separatista de Taipei, “ya que ocuparía la isla en tres días y EE.UU. no podría hacer nada para detenerlos”. Esta claro por ello que la abierta hostilidad contra China generada en Washington es una posición bipartidista adoptada tanto por republicanos como por demócratas. Eso significa que las ventas de armas ordenadas por Trump para Taiwán probablemente serán aprobadas, sin importar quién gane la contienda presidencial del 3 de noviembre. También hay al menos otros cuatro paquetes de armas importantes que, según se informa, están en proceso para ser otorgadas en una etapa posterior. Por cierto, el establecimiento de la política exterior de EE.UU. y el Pentágono, como se ve en varios documentos de planificación en los últimos años, han apuntado a China como una gran potencia rival. El antagonismo al que Trump ciertamente ha prestado su peculiar personalidad no desaparecerá incluso si pierde las elecciones el próximo mes. Aumentar por ello la venta de armas a Taiwán no es simplemente una táctica electoral que Trump podría calcular que lo beneficia. Es parte de una dinámica creciente de beligerancia desde Washington hacia Beijing. Ya sea Trump o Biden sentados en la Casa Blanca, eso no alterara el curso de colisión desastroso que EE.UU. está trazando hacia China basándose en las presuntas prerrogativas imperialistas del primero y con mayor razón cuando por todos es sabido que la Pax Americana ya es cosa del pasado. Pero ello lo hace más peligroso. Es por ese motivo que en un presagio de los tiempos turbulentos en que vivimos, el ‘emperador’ chino, Xi Jinping, acaba de advertir a sus marines de combate a que se preparen “para la guerra en defensa de la soberanía de la nación”. El mandatario destacó que los marines son una unidad de élite que tiene por objeto proteger la soberanía, la seguridad, la integridad territorial y los intereses del Estado en el extranjero. “Es necesario preservar el liderazgo absoluto del Partido sobre el Ejército, observar plenamente la estricta disciplina del Partido y del Ejército, garantizar la lealtad absoluta del Ejército, su impecabilidad y fiabilidad",subrayó Xi Jinping. Además, llamó a desarrollar las mejores tradiciones para transferir el "gen rojo" a las generaciones futuras, para formar una cultura de un tipo especial de tropas, para cultivar una moral que no tema a las dificultades y a la muerte, y para proporcionar al Ejército el "poder del tigre" un lema de combate utilizado por Mao Tse Tung en su guerra contra Japón y los nacionalistas del Kuomintang, a quienes venció completamente, instaurando la Republica Popular China. Siguiendo esa misma línea abiertamente confrontacional, Hu Xijin, editor en jefe del diario ultranacionalista chino Global Times - conocido por sus posiciones extremistas - abogó esta semana por dar un castigo decisivo a las fuerzas separatistas en Taiwán. “La única forma de avanzar es que el continente se prepare por completo para la guerra y dé a las fuerzas secesionistas de Taiwán un castigo decisivo en cualquier momento”, escribió el periodista en una columna. Hu advirtió que Beijing podría revocar el actual estatus de Taiwán - basado en “un país dos sistemas” como el que aplica a Hong Kong y Macao - si se incrementan las actividades secesionistas en la isla. “Cuantos más problemas creen los dirigentes taiwaneses, más rápido tenemos que darles una lección”, alertó. “Seguiremos firmes en la salvaguarda de la soberanía e integridad territorial de China y nunca toleraremos ningún plan o actividad separatista para la independencia de Taiwán” puntualizo. Ahora bien, la reciente postura militar de China hacia Taiwán ha llevado a algunos observadores a temer que una invasión pudiera ser inminente. Pero, ¿valdría la pena arruinar el actual status quo?. Beijing señala que su política de “Una China”, reconocida por las Naciones Unidas desde 1971, significa que solo existe un gobierno legítimo para todo el país. Ha insistido en que la reunificación “pacífica” será el siguiente paso e instó a otros países a respetar su posición. Por otro lado, muchos en la propia isla ahora abogan por una identidad separada y están contentos con su “independencia de facto”, una posición que Washington ha respaldado durante mucho tiempo y que está intensificando para disuadir a China. Beijing ve la legitimación de ese intento separatista como una grave amenaza a su soberanía, por lo que ha intensificado las demostraciones de su poderío militar para intimidar a Taipei. Pero, ¿podría estallar la guerra y ser invadida formalmente? Si bien el equilibrio de poder en el Estrecho de Taiwán se está inclinando cada vez más a favor de China, semejante posibilidad llevaría al país a una guerra con los EE.UU. y resultaría destructivo para su propia economía y el mundo en general. Pero podría arriesgarse a ello, más aun cuando se trata de la integridad de su territorio, el cual no volvería a ser mancillado como en el pasado. En consecuencia, su actividad militar alrededor de la isla debe entenderse como una forma de disuasión para obligar a otros países a tomar en serio sus reclamos soberanos y atenerse a las consecuencias. Washington, por otro lado, se complace en alentar la escalada, no solo para obligar a China a una confrontación, sino también porque Taipei ofrece grandes ganancias para el complejo industrial militar. Aunque China ha sostenido constantemente “que usará la fuerza” si es necesario para reunificarse con la isla, el actual status quo ha seguido prevaleciendo, debido a que Taipei recibe el respaldo militar de Washington. Si bien EE.UU. "reconoce" oficialmente la política de Una China y no mantiene vínculos "oficiales" con Taiwán, ha mantenido una importante relación estratégica con la isla para disgusto de Beijing. Pero con la intensificación de las tensiones entre ambas potencias nucleares, la actual situación puede cambiar peligrosamente y degenerar en una guerra abierta con consecuencias devastadoras para todos. No cabe duda que EE.UU. esta jugando con fuego ... y que se puede quemar :)