La crisis actual en Ucrania, en la que Rusia ha reconocido a las repúblicas separatistas en el Donbass para protegerlas del genocidio sufrido a manos del régimen fascista de Kiev - instaurado en el 2014 en un operativo de falsa bandera montado por la CIA - parece inusual para quien no conoce la historia, pero esta no es nueva para el espacio postsoviético. En efecto, algo similar a lo que ocurre hoy en el Donbass tuvo lugar en 1992, y el enclave que entonces surgió aún existe. El territorio no reconocido (Transdniéster, llamado también Transnistria) formalmente parte de Moldavia, se formó como resultado de una guerra breve, la cual contiene muchos paralelos con el conflicto actual, incluidas incluso las historias personales de muchos de sus participantes. Como sabéis, el colapso de la Unión Soviética en 1991 como consecuencia del derrocamiento de la dictadura comunista instaurada en Rusia en 1917, estuvo acompañado de una serie de conflictos armados. Algunos han pasado a la historia como ejemplos de violencia insana y desenfrenada, comparables únicamente a los conflictos de África y Oriente Medio. Sin embargo, entre ellos destaca esta pequeña guerra en la remota región de Transdniéster. Esta es un área apenas perceptible en el mapa, que se extiende de norte a sur a lo largo del río Dniéster en la frontera de Ucrania y Moldavia, de unos 200 kilómetros de largo y solo unos 20 de ancho. Al final de la era soviética, tenía una población de alrededor de 680.000 habitantes de origen ruso y ucraniano. Antes del colapso de la URSS, Transdniéster había sido una tierra soñolienta donde casi nada pasaba durante muchas décadas. En 1992, un conflicto estalló allí durante varios meses, cuando grupos de rebeldes tomaron las armas contra el gobierno de la recién independizada Moldavia. A pesar de su muy pequeña escala, esta guerra se convirtió en una especie de prólogo de toda la historia sangrienta de los conflictos armados postsoviéticos. Transdniéster se convirtió en parte de Rusia durante la era imperial de la dinastía Romanov. Las guerras entre San Petersburgo y el Imperio Otomano trajeron al Imperio Ruso vastas extensiones de tierra al norte del Mar Negro. Bajo Catalina II, la frontera pasaba justo a lo largo de las orillas del río Dniéster, y fue entonces cuando se construyó la futura capital de Transdniéster, la ciudad de Tiraspol. Una década y media más tarde, Rusia recuperó Besarabia de los turcos, la parte oriental del antiguo principado de Moldavia, cuyo territorio formó la base de la actual Moldavia. Estas tierras vivieron más o menos pacíficamente como parte del Imperio Ruso. Las raíces del problema actual se remontan a los acontecimientos de 1917. Como resultado de la Revolución Rusa y la Guerra Civil, Moldavia se convirtió en parte de Rumania, pero Transdniéster permaneció en la Unión Soviética, quien asumió el papel implícito de recaudador de las tierras imperiales rusas, y Transdniéster fue proclamada como una región autónoma de Moldavia con fines políticos. Tras los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, Moldavia fue anexionada por la URSS y Transdniéster se incluyó en su composición. El problema era que Transdniéster era una región muy distinta de Moldavia. Su estructura económica era muy diferente al resto de la república. A diferencia de la Moldavia agraria, Transdniéster era principalmente industrial. A pesar de que representa solo el 17 por ciento de la población de Moldavia y una porción muy pequeña de su territorio, a fines del período soviético, su industria proporcionaba el 40 por ciento del PIB de la república y hasta el 90 por ciento de su electricidad. Otra diferencia importante estaba en la composición étnica de la región. Mientras la mayoría de la población moldava son moldavos de habla rumana, emparentados con sus vecinos de Bucarest, en Transdniéster sin embargo, la mayoría de la población estaba compuesta por eslavos: rusos y ucranianos. Por razones obvias, el nacionalismo moldavo, que vino con un resurgimiento de los lazos con Rumanía, no encontró ningún apoyo en Transdniéster. En esta región industrial de habla rusa y eslava, las opiniones prosoviéticas siguieron siendo populares incluso tras el colapso de la propia URSS. Mientras la Unión Soviética se mantuvo fuerte, nada de esto fue un problema. Para la URSS, el nacionalismo étnico era inaceptable. Los pueblos estaban fusionados por ideología, al menos oficialmente. Sin embargo, a fines de los años 80, la URSS se vio desgarrada por una variedad de dificultades. En particular, la cuestión nacional había resurgido con fuerza. Durante una época en que la URSS estaba experimentando esta serie de problemas internos, su influencia se esfumo rápidamente, mientras que el nacionalismo gano un fuerte impulso entre los pueblos que formaron parte de la URSS. El proyecto soviético había fomentado la creación de una capa de intelectuales y directivos en las repúblicas nacionales, de la ideología socialista, para mantenerlos bajo su control. Sin embargo, el colapso y desaparición de la URSS llevo a muchos dirigentes comunistas de esas repúblicas que la conformaban, a ‘metamorfosearse’ en nacionalistas y esto obviamente, también ocurrió en Moldavia y en Transdniéster. Finalmente, otro detalle importante: el 14º Ejército soviético tenía su base en la hoy república separatista. Aunque su complejo de instalaciones militares era más parecido a arsenales gigantes que a un contingente completo listo para el combate, había suficientes armas para armar uno. Además, había muchos oficiales jubilados que vivían en Transdniester que se mantuvieron en contacto entre sí y formaron una 'corporación' bastante influyente en la región. Como podéis imaginar, este dejó de ser un rincón tranquilo y pintoresco de la URSS alrededor de 1989, cuando Moldavia estaba experimentando una oleada de nacionalismo como en el resto de países de Europa del Este que desde 1945 se convirtieron en satélites de la URSS y que tras derrocar a sus regímenes comunistas se unieron a Occidente. Si bien en Moldavia los líderes del estado emergente rechazaron también el oprobioso pasado comunista, tenían vagas ideas sobre cómo funcionan los estados en una democracia “al estilo occidental”. Naturalmente, esto también afectó sus puntos de vista sobre cómo una nación que acaba de lograr la condición de Estado debería construir relaciones con sus ciudadanos. Las creencias de estas personas iban desde el fanatismo sincero hasta el deseo de jugar la carta nacional para ganar puntos políticos. Entre ellos, por ejemplo, Mircea Druk, quien expresó convicciones nacionalistas tras el colapso de la Unión Soviética pero que, de hecho, era un representante típico de la nomenklatura soviética que se deleitaba en el papel de un funcionario privilegiado y que ahora desaparecido el comunismo, quería seguir disfrutándolo. Otro líder del movimiento independentista moldavo, Mircea Snegur, también era originalmente un arribista del partido, pero la desaparición de la URSS le abrió el camino para transformarse de un funcionario regional ordinario en el líder de un estado pequeño y pobre, pero separado. La idea de reunificarse con Rumanía, a la que los moldavos son cercanos en sangre e idioma, presentó un problema aparte. Aunque estos puntos de vista podrían haber sido populares en la sociedad moldava 'nativa' en ese momento, tal futuro era categóricamente inaceptable para los habitantes de Transdniéster. Fue el radicalismo extremo de los participantes del evento, junto con la falta de voluntad para comprometerse, lo que llevó al problema a escalar hasta convertirse en una confrontación civil y, finalmente, en una guerra. Todo comenzó en 1989, cuando se presentó un proyecto de ley en Moldavia sobre la adopción del idioma moldavo como único idioma estatal y su transición al alfabeto latino. Esta decisión se tomó basándose únicamente en los sentimientos nacionalistas de los moldavos, sin ningún intento de sondear al público eslavo de Transdniéster sobre el tema, ya que ellos en cambio hablan ruso y utilizan el alfabeto cirílico. Precisamente allí, la situación era particularmente difícil. Por un lado, la gente estaba asustada por la retórica nacionalista cada vez más dura por parte de las autoridades de Chisináu. Ante ello, ya se había desarrollado un fuerte sentido de solidaridad entre la población de Transdniester, y tanto los trabajadores de las grandes empresas industriales como el personal militar retirado estaban bien unidos. En el mismo año, formaron el Consejo Unido de Colectivos Laborales (UCLC), que representaba los intereses de Transdniéster en su conjunto. Así, cuando en el verano de 1990 Moldavia declaraba su independencia, el 2 de septiembre de ese mismo año los separatistas proclamaron la suya en Transdniéster. Estaba encabezado por un ruso étnico llamado Igor Smirnov, hijo de un director de escuela y un periodista, que había trabajado en la industria toda su vida. Aunque vivía en Transdniéster desde los años 80, Smirnov era el director de una planta eléctrica en Tiraspol y ya era muy conocido en la región. Los separatistas estaban motivados por varias consideraciones. Por un lado, dadas las acciones del recién proclamado gobierno moldavo y su retórica extremista, en particular, la gente temía la discriminación por parte de los nacionalistas. Por otro lado, muchas personas querían preservar el modo y el orden de vida soviéticos, o viceversa, querían concesiones financieras para la región económicamente más importante de Moldavia. Sin embargo en Chisinau, ya habían tomado la iniciativa: allí las autoridades consideraban que todos los proyectos de autonomía no eran más que un paso a la insurrección. Así, el enfrentamiento tomó forma. A un lado de la barricada estaban los habitantes de Transdniéster, personas de etnia rusa y ucraniana que tenían creencias prorrusas o incluso soviéticas. Por el otro permaneció la mayor parte de los moldavos, que abrazaron las ideas nacionalistas. En realidad, la situación era mucho más complicada. Entre los habitantes de Transdniéster, había muchos moldavos con puntos de vista socialistas o que simplemente se unieron a la milicia por amigos y vecinos. Y entre las fuerzas de seguridad moldavas, había muchos rusos que se quedaron debido a las perspectivas de carrera o por lealtad al nuevo estado. Entretanto el 14º ejército soviético, que aún tenía su cuartel general en una antigua fortaleza del siglo XVI en la ciudad de Bender, fue un importante aliado de Transdniéster desde el principio. En el caos que acompañó al colapso de la URSS, esencialmente dejó de recibir órdenes de Moscú. Aunque algunos de los oficiales dudaron, muchos en realidad simpatizaron con los habitantes de Transdniéster, especialmente con aquellos cuyas familias vivían en Moldavia. La guerra real se vio obstaculizada por la falta de armas, pero sobraba una gran cantidad en los almacenes del país. En consecuencia, ambos bandos en formación saquearon los almacenes soviéticos. Moldavia creó sus propias fuerzas armadas, inicialmente sobre la base de destacamentos de voluntarios y policías. Por su parte en Transdniéster, los separatistas formaron su propia milicia y la Guardia Republicana. Al principio, los moldavos intentaron resolver el problema de manera simple. Smirnov fue secuestrado mientras estaba en Ucrania, probablemente con el conocimiento de los servicios especiales locales. Sin embargo, el enfrentamiento aún no había alcanzado el nivel de una verdadera guerra en ese momento, y el líder separatista fue liberado luego de que amenazara con cortar la electricidad en toda Moldavia, ya que esta provenía de Transdniéster. Sin embargo, estaba claro que las batallas reales podrían acechar en el horizonte. Voluntarios de Rusia y Ucrania llegaron a Transdniester, a menudo con creencias políticas opuestas, desde comunistas hasta monárquicos. Los cosacos rusos, revitalizados en medio del colapso soviético, también enviaron un número inusualmente grande de voluntarios que se destacaron por sus uniformes medievales y temperamento violento. La milicia local también incluía muchos de los tipos de personajes que salen a la luz precisamente en una era de anarquía. El más llamativo de ellos fue el teniente coronel Yuri Kostenko, un oficial del ejército soviético y veterano de la guerra afgana. Se había retirado del ejército debido a su temperamento difícil para convertirse en uno de los primeros empresarios privados en la ciudad de Bender a principios de los 90. En medio de la escalada del conflicto, Kostenko formó su propio batallón de la Guardia Republicana y se hizo famoso como un hombre increíblemente valiente y, al mismo tiempo, muy cruel, que no prestaba atención a sus superiores. Las opiniones sobre él variaban. En Bender, algunos lo veían como el principal luchador contra el crimen de la ciudad y, por otros, como el principal jefe de los grupos criminales. En cualquier caso, hasta sus enemigos notaron su valentía, e incluso sus amigos le reprocharon su ferocidad. Rápidamente estableció contactos con excompañeros que ayudaron a su escuadrón a conseguir armas. Muchos destacamentos se crearon de manera similar, con oficiales del 14º Ejército soviético participando activamente en la formación de la milicia con el permiso tácito del comandante del ejército, Gennady Yakovlev. En 1990, la URSS ya estaba agonizando y la guerra estaba estallando en Transdniéster. La primera sangre se derramó en la ciudad de Dubossary, que se encuentra en el centro geográfico de la república. El 2 de noviembre de 1990, la policía moldava intentó entrar en la ciudad y se encontró con una multitud hostil aunque desarmada. Uno de los policías perdió los nervios y abrió fuego, y tres personas murieron. La propia policía no esperaba este curso de los acontecimientos, pero los asesinatos provocaron horror e indignación. La guerra comenzó a tomar vida propia. Hasta ese momento, los reclutas no habían entrado en la milicia a raudales ni a cuentagotas, pero ahora la gente de la ciudad iba en masa a alistarse en destacamentos. Los planes de los moldavos eran simples y bastante lógicos: abrirse camino a través del río Dniéster a través de puentes y cortar Transdniéster en dos. Sin embargo, ninguno de los bandos tenía un ejército regular y, en lugar de una guerra relámpago, tanto moldavos como separatistas lucharon en las trincheras durante meses. Pero esta difería de las trincheras de la Primera Guerra Mundial en que ambos bandos estaban mal preparados y carecían de armas pesadas, lo que impedía un combate efectivo. Otra diferencia notable fue que tuvo lugar en medio de un bello entorno sureño. En general, muchos combatientes percibieron la guerra que se avecinaba como un picnic paramilitar. Los soldados y milicianos a menudo llegaban al frente con botes de vino, a veces con novias, y se fotografiaban con entusiasmo en uniforme con sus armas. Un luchador recordó que en la zona neutral crecían enormes cerezos, que los enemigos a menudo trepaban para recoger mientras se exponían a la línea de fuego. Pero luego disfrutaron de la cosecha por la que habían arriesgado sus vidas. Pero a veces estos picnics eran interrumpidos por batallas verdaderamente feroces. Los moldavos intentaron abrirse paso por el frente, mientras que la milicia asaltaba constantemente los almacenes del 14º ejército, llevándose armas y municiones. A veces, los soldados incluso pedían a los asaltantes que los golpearan un poco para que pudieran decir “que les habían robado el equipo”. Durante el tiempo que duraron estos hechos, la URSS se derrumbaba estruendosamente, pero eso cambió poco para los combatientes. El lado moldavo no logró romper el frente alrededor de Dubossary. Un factor importante fue que pocas personas tanto en Transdniéster como en Moldavia realmente querían pelear. Y mientras las milicias separatistas defendían sus propios hogares, los moldavos carecían de esa motivación. No había ninguna razón seria para esta guerra, y pocas personas querían morir en ella. Como resultado, la lucha fue lenta. Para el verano de 1992, los moldavos decidieron cambiar la dirección de la ofensiva. Esta vez el objetivo era la ciudad de Bender. A diferencia de casi todo el resto de Transdniéster, esta ciudad está situada en la orilla oeste del Dniéster, por lo que no fue necesario cruzar el río. Por el contrario, el puente que cruza el Dniéster estaba detrás de los defensores de la ciudad, grande para los estándares locales, con más de 140.000 habitantes, y allí se encontraba la base clave del 14.º ejército, lo que significaba que tenía tanto un arsenal como un fuerte contingente de partidarios de Transdniéster. Todas estas consideraciones razonables empujaron al ejército moldavo a una batalla general. Sin embargo, no todo salió según lo planeado, y los ministros y generales posteriormente se responsabilizaron mutuamente. Al final, muchos intentaron culpar al presidente Mircea Snegur, quien, a su vez, afirmó que no sabía nada sobre los combates. Por extraño que parezca, el departamento de policía moldavo siguió trabajando en Bender, principalmente para defenderse. Sin embargo, el 19 de junio arrestaron a un mayor de la Guardia de Transnistria, que se desplazaba descuidadamente por la ciudad acompañado únicamente por un conductor. Estalló una batalla espontánea en la ciudad y la comisaría fue rodeada. En ese momento, un grupo de tropas moldavas se acercaba a Bender, mientras se realizaban fiestas de graduación en las escuelas de la ciudad. Más tarde, se recordó a los moldavos el momento extremadamente inoportuno del ataque. El asalto a Bender se convirtió inmediatamente en una pelea increíblemente caótica en las calles. Los moldavos lograron abrirse paso hasta el puente sobre el Dniéster, mientras que las milicias de Transnistria intentaron abrirse camino hacia la ciudad desde la costa este. Los moldavos desplegaron armas de campaña y comenzaron a disparar contra los vehículos que intentaban ingresar al puente. Todo parecía una batalla de la era napoleónica, con cañones disparando directamente a los vehículos y tanques que intentaban adentrarse en Bender. Curiosamente, esta batería estaba comandada por un coronel de etnia rusa llamado Leonid Karasev, que vivía en Moldavia y estaba imbuido de las ideas del patriotismo local. Él personalmente disparó un cañón cuando los jóvenes reclutas se asustaron. Mientras tanto, en la costa este, los cosacos, después de haber bebido mucho, se subieron a los autos y literalmente saltaron sobre el puente bajo fuego, capturando la batería en un combate cuerpo a cuerpo. Karasev sobrevivió, pero las armas se perdieron. Los refuerzos finalmente comenzaron a llegar a Bender desde la orilla este, mientras que los soldados y oficiales que apoyaban a los separatistas, muchos de los cuales tenían familias en la ciudad, comenzaron a unirse a la batalla. Los combates por hacerse del control de Bender podría haber sido mucho más destructiva de lo que resultó ser en realidad, ya que una parte importante de la ciudad está ocupada por instalaciones industriales y afuera hacía calor y estaba seco. Los trenes que transportaban combustible estaban atascados en la estación y el elevador de granos de la ciudad estaba lleno de semillas de girasol secas. Los incendios estallaron de inmediato y amenazaron con destruir completamente la ciudad. Bender se salvó gracias a los increíbles esfuerzos de su servicio de bomberos, quienes llegaron incluso desde Chisinau, desde el lado opuesto del frente. Formalmente, los combatientes estaban dispuestos a dejar que los bomberos hicieran su trabajo, pero en la práctica, ambos bandos estaban formados por destacamentos de milicias paramilitares, voluntarios y, en el mejor de los casos, policías, cuyos nervios cedieron rápidamente. Además, la artillería que golpeaba la ciudad a menudo no alcanzaba sus objetivos o simplemente disparaba a las plazas. Por lo tanto, muchos vehículos de bomberos regresaban de las llamadas literalmente dañados, y los bomberos a menudo se arrastraban hacia los incendios con sus mangueras. Sin embargo, al final de la lucha, los bomberos podían estar orgullosos de sí mismos: Bender se salvó del fuego. Hubo caóticas batallas callejeras en la ciudad durante varios días más. Mientras tanto, se hicieron cambios serios a la política de Rusia. El 14º Ejército, una vez soviético, fue transferido formalmente a las fuerzas armadas rusas, y ahora la guerra en Transdniéster se convirtió en un problema de Moscú. Posteriormente, el general Alexander Lebed, que en ese momento tenía buena reputación en el ejército ruso, llegó de incógnito a la república para averiguar qué estaba sucediendo en Transdniéster. Llegó a una conclusión obvia: había un caos sangriento en la ciudad, y el 14º ejército estaba realmente fuera de control, luchando de forma independiente y espontánea. Lebed comenzó restableciendo el orden en la retaguardia y arrestando a los saqueadores y bandidos que salían del bosque. Luego, en la noche del 2 de julio, organizó un bombardeo de artillería breve pero muy intenso contra las tropas moldavas que avanzaban. Con su experiencia como general soviético, Lebed despreciaba a los rebeldes de Transnistria, a quienes veía como anarquistas, mientras consideraba fascistas a los militares moldavos con su gobierno nacionalista y prometía “encontrarles un lugar en el poste de flagelación”. Sin embargo, el objeto real tanto de sus amenazas como de sus ataques resultó ser el ejército moldavo, ya que era la parte más activa. Sin embargo, la guerra terminó abruptamente. De hecho, Lebed usó el 14º ejército como un mazo para vencer a cualquiera que no quisiera detener la lucha. Entre los que no estaban contentos con el cese de las hostilidades estaba el carismático jefe rebelde, el teniente coronel Kostenko, quien había logrado adquirir muchos enemigos durante la guerra, incluidos sus propios superiores, a quienes en principio no obedecía. Una noche, fue interceptado en una carretera y asesinado. Convertido en leyenda, fue descrito como una especie de 'rey bajo la montaña', que aparentemente podía salir de su propia tumba para combatir a sus enemigos. El conflicto en Transdniéster había llegado a un punto muerto total. Aunque resultó sangrienta, con un total de hasta mil muertos, entre ellos unos 400 civiles, se trataba claramente de una 'guerra sin sentido', y las partes supieron entrar en razón. Hasta el día de hoy, Transdniéster no ha roto por completo los lazos con Moldavia. Aunque la república separatista nunca ha sido reconocida oficialmente, su economía e infraestructura social están funcionando. El líder rebelde Igor Smirnov se convirtió en presidente y permaneció así hasta el 2011, cuando perdió las elecciones. En tanto, los veteranos de Transdniéster viajaron a otras guerras que se realizaban en territorios que formaron parte de la antigua URSS. Uno de los más extraordinarios fue Igor Girkin, más tarde conocido bajo el seudónimo de 'Strelkov'. Llegó a Transdniester como un rebelde ordinario armado con su propio rifle de carga manual de la Segunda Guerra Mundial, recién graduado del Instituto Histórico y de Archivos de Moscú. Este hombre inquieto luchó en Bosnia del lado de los serbios, luego en Chechenia del lado del ejército ruso y, en el 2014, lideró a los rebeldes en el este de Ucrania durante varios meses en una guerra que tiene mucho en común con la de Transnistria. Irónicamente, allí tuvo que enfrentarse a los nacionalistas ucranianos que, como él, habían luchado en Transdniéster del lado de los rebeldes. Luego de la guerra, el estado de Transdniéster resultó ser ambiguo. Un pequeño contingente ruso de mantenimiento de la paz permanece en la república hasta el día de hoy, proporcionando trabajo a muchos de sus residentes. Pero la república no ha ganado reconocimiento internacional. Sin embargo, llamaba la atención que, en comparación con otros puntos conflictivos, las hostilidades entre las partes en Moldavia se habian reducido al mínimo. Así, los separatistas y los moldavos solían mantener con éxito lazos personales y contactos económicos. Aunque Transdniester defiende muy estrictamente su autonomía, habia logrado abstenerse de destruir los lazos con el estado del que se separó. Pero todo puede cambiar ahora, con el operativo militar ruso en Ucrania, que están liberando el país del yugo fascista de Kiev y cuyas tropas avanzan por el sur del país hacia Odessa, cuyo control no solo le cortaría a los ucranianos el acceso al Mar Negro, sino que posibilitaría a los rusos llegar a Transdniéster la cual podría ser reunificada con Rusia, tal como lo declaro el general Rustam Minnekayev, subcomandante de las fuerzas del distrito militar del centro de Rusia: “El control del sur de Ucrania es también un corredor hacia la Transnistria, donde también observamos casos de opresión de la población rusoparlante por parte de los moldavos” afirmo, lo cual como podéis imaginar es el sueño de los separatistas, pero no ha caído nada bien en Moldavia. No es de extrañar por ello que de un momento a otro se ha iniciado una serie de ataques en Transnístria, con fuertes explosiones tanto en la radio regional que transmite emisiones en ruso, como en la sede del ministerio de seguridad en Tiraspol, y todo señala los moldavos como responsables del hecho tratando de intimidar a los separatistas, pero ello le está dando la razón a los rusos quienes no tardaran en llegar para ayudarlos, y Moldavia con su actitud claramente provocadora - por ‘instrucciones’ obviamente digitadas por los EE.UU. - se verá involucrada en un conflicto mayor del cual no saldrá indemne :)