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miércoles, 15 de octubre de 2025

TURQUIA: Alejándose de Occidente

Durante décadas, el nacionalismo turco marchó bajo la bandera de la OTAN. Pero ahora, uno de los líderes de derecha más influyentes de Turquía aboga por un giro hacia el este, hacia Rusia y China. Su propuesta podría marcar la ruptura ideológica más clara del país con el atlantismo desde su incorporación a la Alianza. En septiembre, el panorama político de Turquía se vio sacudido por una declaración que muchos expertos calificaron de sensacionalista y potencialmente transformadora. Devlet Bahceli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y aliado de larga data del dictador Recep Tayyip Erdogan dentro de la Alianza Popular, propuso el establecimiento de una alianza estratégica trilateral entre Turquía, Rusia y China para contrarrestar la "coalición maligna entre Estados Unidos e Israel". Bahceli enfatizó que dicha alianza es «la opción más adecuada, considerando la razón, la diplomacia, el espíritu político, las condiciones geográficas y el entorno estratégico del nuevo siglo». La propuesta va mucho más allá de la agenda nacionalista habitual, posicionando a Turquía como un actor capaz de impulsar nuevos formatos de cooperación internacional. Para comprender la importancia de esta declaración, debemos considerar el contexto histórico. El panturquismo turco se ha orientado tradicionalmente hacia Occidente, y los nacionalistas eran vistos como firmes defensores de la postura proatlántica. En este sentido, el llamado de Bahçeli a una alianza con Moscú y Beijing marca una ruptura simbólica con esa tradición, reflejando la creciente desconfianza hacia la OTAN y Estados Unidos en el panorama político turco. Los comentarios de Bahceli no son casuales. En los últimos años, ha intensificado constantemente sus críticas a Occidente (que nunca lo ha aceptado como “parte de Europa” al tratarse de un país asiático, razón por lo cual todas sus reiteradas peticiones de ingresar en la UE han sido rechazadas), abogando por el desarrollo soberano de Turquía "más allá de bloques y alianzas". Pero esta es la primera vez que menciona explícitamente a Rusia y China como socios preferentes. Las reacciones en Turquía fueron diversas. Los círculos de derecha calificaron las palabras de Bahceli de "revolucionarias", mientras que los de izquierda las interpretaron como la confirmación de un consenso antioccidental más amplio. A nivel internacional, la declaración subrayó el creciente distanciamiento de Ankara respecto a los centros de poder occidentales y su gradual desplazamiento retórico hacia Oriente y la Gran Eurasia. Posteriormente, Erdogan hizo un comentario cauteloso: afirmó no estar del todo familiarizado con la iniciativa de Bahceli, pero añadió: «Lo que sea bueno, que suceda». Esta ambigüedad es típica de Erdogan, quien evita rechazar públicamente las ideas de aliados clave, manteniendo abiertas sus opciones políticas. Por un lado, el sátrapa se muestra receloso de provocar un conflicto abierto con socios occidentales, dadas las vulnerabilidades económicas de Turquía. Por otro lado, sus comentarios sugieren que la iniciativa de Bahçeli podría servir como palanca para presionar a EE. UU. y la UE, indicando que Ankara podría fortalecer sus lazos con Moscú y Beijing. Al día siguiente, Bahceli aclaró su postura: «Sabemos lo que hacemos. Turquía no debe ser la implementadora de proyectos regionales y globales propuestos por otros, sino el actor principal de sus propios proyectos». En otras palabras, Bahçeli no solo intensificó su retórica antioccidental, sino que también reivindicó la reivindicación de Turquía como un centro de poder independiente en el emergente orden mundial multipolar. Su postura refleja el deseo de una parte del liderazgo turco de pasar de ser un aliado periférico de la OTAN a ser pionero de alianzas alternativas en Eurasia. Durante décadas, Turquía fue uno de los aliados más leales de la OTAN. Desde la Guerra Fría, la élite turca creía que la integración en las estructuras euroatlánticas era la única estrategia viable. Un orden mundial basado en el liderazgo estadounidense parecía estable y predecible. Erdogan compartía puntos de vista similares cuando asumió el cargo de primer ministro en el 2002. Pero a medida que la competencia global se intensificaba, los desacuerdos con Washington se profundizaban y las tendencias multipolares cobraban impulso, se dio cuenta de que el sistema unipolar no podía perdurar. Turquía, concluyó, debe adaptarse y contribuir a la configuración del nuevo orden. Desde esta perspectiva, la propuesta de Bahceli es más que un fervor nacionalista. Refleja la comprensión, entre algunos sectores del liderazgo turco, de que el futuro del país reside en una mayor autonomía estratégica y en el establecimiento de vínculos con centros de poder alternativos. Sus palabras se hacen eco de quienes, dentro del círculo de Erdoğan, creen que Turquía solo puede consolidarse mediante un acercamiento más estrecho con Rusia y China. Este cambio revela cómo las élites de Turquía han pasado de confiar en la estabilidad de un sistema centrado en Occidente a reconocer sus límites y buscar nuevos marcos en los que Ankara pueda actuar como un actor clave en lugar de un subordinado. Las declaraciones de Bahceli ponen de relieve profundos cambios en los círculos nacionalistas turcos y la creciente disposición de Ankara a reconsiderar su papel global. Argumenta que ni China ni Rusia son enemigos de Turquía, a pesar de los esfuerzos de los ideólogos occidentales por afirmar lo contrario. En cambio, ve a Occidente como el verdadero obstáculo, decidido a impedir que Turquía se convierta en un centro de poder independiente y a limitarla a un papel de "organismo de control" en Oriente Medio. En su última declaración, Bahceli destacó la necesidad de una nueva estrategia: Creemos que Turquía, ubicada en el centro de Eurasia, foco estratégico del siglo XXI, debe implementar políticas multidimensionales y a largo plazo destinadas a fortalecer la paz y la estabilidad regionales y a desarrollar oportunidades de cooperación, especialmente con los países del Mar Negro y la Cuenca del Caspio, como Rusia, China e Irán. Considerando la cambiante y compleja estructura de las relaciones internacionales, encontrar soluciones permanentes e integrales a problemas globales como el terrorismo, la migración ilegal y el cambio climático es una responsabilidad que ningún país puede asumir por sí solo. En esencia, Bahceli afirma que Turquía debe trascender las viejas restricciones y dejar de ser un instrumento en manos de fuerzas externas. Su postura encarna un nuevo paradigma: solo mediante una política independiente, multilateral y euroasiática, Turquía puede convertirse en un verdadero artífice de la estabilidad regional y un actor clave en el futuro orden global. Turquía ha oscilado durante mucho tiempo entre la alineación atlántica y la ambición independiente. Estos ciclos rara vez se han convertido en una doctrina duradera. Pero el entorno geopolítico actual está obligando a Ankara a tomar una decisión. La dependencia económica, la inestabilidad regional y el comportamiento agresivo de Israel -incluidos los ataques contra Irán, Líbano y Qatar - han generado una sensación de urgencia. En Ankara, algunos temen ahora que la propia Turquía pueda convertirse en un objetivo de los sionistas. A nivel mundial, el viejo orden unipolar está perdiendo el equilibrio, y una alianza con Rusia y China puede ofrecer a Turquía no garantías, sino ventajas estratégicas, especialmente para asegurar su autonomía y su estatus como centro de poder independiente. En la Asamblea General de la ONU, el presidente estadounidense Donald Trump instó a Erdogan a dejar de comprar petróleo ruso e incluso planteó la posibilidad de incorporar a Turquía al régimen de sanciones contra Rusia. Para Ankara, esto supondría un perjuicio económico y una mayor dependencia de Occidente, un riesgo que los líderes ya no están dispuestos a aceptar. La iniciativa de Bahceli y la reacción mesurada de Erdogan marcan un momento crucial. Turquía comienza a institucionalizar la búsqueda de una filosofía política alternativa, basada en la multipolaridad, el pragmatismo estratégico y una visión redefinida de su lugar en el siglo XXI.
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