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miércoles, 7 de mayo de 2025

CONGO: Intereses ocultos

Devastada por una sangrienta guerra civil impulsada por EE.UU. a través de Ruanda, con el objetivo de apoderarse de sus ricos yacimientos de cobalto y otros metales raros controlados por China, claves para fabricar tecnología como baterías, teléfonos móviles y tablets, la República Democrática del Congo (RDC) se desangra desde hace varios meses en una vorágine de muerte y destrucción, lo que puede conducir a uno de los países más grandes de África a una situación de inestabilidad a gran escala. Cabe precisar que la RDC lleva más de 30 años sacudida por el conflicto, desde el genocidio ruandés de 1994 y los ciudadanos del país han sufrido las consecuencias. Los conflictos armados han desplazado internamente a más de 7 millones de personas. En tanto, las organizaciones de derechos humanos han denunciado atrocidades generalizadas, como masacres, violencia sexual y reclutamiento de niños soldados. En el centro de la crisis actual está el resurgimiento del grupo M23, liderado por integrantes de la etnia tutsi, quienes ya en el 2012 tomaron la ciudad de Goma - la mayor ciudad situada en el este del Congo, que desempeña un papel esencial en la economía y la administración del país - pero fueron expulsados por el Ejército congoleño y las fuerzas de la ONU al año siguiente. En el 2021, alegando que “protegía a la población tutsi del este del Congo de la discriminación y la violencia” el M23 retomó las armas con el apoyo de Ruanda, y el 27 de enero del 2025, tras fieros combates se hizo nuevamente con el control de Goma, ocasionando que miles de manifestantes en Kinshasa atacasen las embajadas de Bélgica, Holanda, Kenia, Uganda y EE.UU. acusándolos de su implicación en el conflicto por su apoyo a Ruanda. A los pocos días y tras la caída de Goma, el M23 - siempre respaldados por soldados ruandeses - ingresaron violentamente al centro de Bukavu, capital de Kivu del Sur. El caos se apodero de la ciudad tras la toma del aeropuerto y los barrios periféricos donde ocasionaron otra matanza. Hoy, su control es absoluto. Con esta ciudad en sus manos, el M23 y las tropas ruandesas dominan por completo las dos provincias del este de la RDC: Kivu del Norte y Kivu del Sur. En tanto, los líderes de la RDC en Kinshasa, afirman que el M23 no es más que “un representante de fuerzas externas que luchan por hacerse con el control de los ricos recursos minerales del país, especialmente en los territorios fronterizos con Ruanda y Uganda”… Y no le falta razón. En la actualidad, hay más de 100 grupos armados diferentes que buscan asegurar su posición en el este de la RDC. Los esfuerzos por pacificar la región, incluido un acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo y los rebeldes del M23 firmado en el 2013 en Nairobi, han fracasado una y otra vez. Si bien los líderes ruandeses han negado en repetidas ocasiones que apoyan al M23, desde el 2012, expertos de la ONU y organizaciones de derechos humanos afirman explícitamente que Kigali efectivamente, les brinda apoyo logístico en forma de suministros de armas e incluso personal militar. Como detallamos líneas arriba, esta historia tiene su origen en el genocidio ruandés de 1994, durante el cual 800.000 personas, principalmente de la comunidad tutsi, fueron masacradas por extremistas de etnia hutu, quienes tenían el apoyo de la RDC (en ese entonces llamada Zaire y gobernada por el dictador Mobutu Sese Seko). El genocidio terminó con la caída del régimen hutu quienes fueron expulsados del poder por una fuerza de rebeldes tutsis, liderados por el actual dictador de Ruanda Paul Kagame. Esto origino que casi 2 millones de hutus cruzaran a Zaire buscando refugio, temiendo represalias por sus monstruosos crímenes. Desde entonces, las tensiones entre hutus y tutsis se han recrudecido con fuerza en este último país. La caída de Mobutu no cambio las cosas, ya que las relaciones entre Ruanda y la ahora llamada RDC (que recupero su nombre original) continuaron tensas. Kagame ha reclamado la necesidad de neutralizar a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo terrorista hutu que opera en el este de la RDC. El Gobierno ruandés afirma que los miembros de este grupo que participaron activamente en el genocidio de 1994, suponen una amenaza directa para la seguridad de Ruanda. El fondo de este asunto es que el que este último país, utiliza el conflicto para explotar los recursos naturales de la RDC, especialmente en las zonas controladas por el M23. El comercio de minerales, incluido el tráfico ilegal de oro y cobalto, es un negocio lucrativo que beneficia a Ruanda, al tiempo que desestabiliza a su vecino. El Dr. Hassan Khannenje, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos HORN, dice que es poco probable que Ruanda deje en paz a la RDC en un futuro próximo. "Ruanda ha estado, está y estará siempre implicada en la RDC. El país es de interés estratégico y nacional para Ruanda, no se trata sólo de los minerales. Pero es cierto que estos tienden a avivar el fuego", añade. Las consecuencias diplomáticas han sido graves. El 26 de enero, la RDC rompió sus lazos diplomáticos con Ruanda, mientras los esfuerzos regionales de mediación han dado escasos resultados. Según la ONU, el conflicto en la RDC puede derivar en una crisis regional más amplia. Uganda, al igual que Ruanda, también ha sido acusada de respaldar a grupos rebeldes en el este del Congo, aunque niega estas afirmaciones. Mientras tanto, los refugiados de Kivu del Norte y Kivu del Sur, en el este de la RDC - ambas en manos del M23 - ya están huyendo a los países vecinos, lo que aumenta el temor a la inestabilidad transfronteriza. Aunque se han impuesto sanciones a los líderes del grupo y se ha advertido contra la injerencia extranjera - en especial la de EE.UU. y Ruanda - la respuesta mundial sigue siendo tibia, dejando que las naciones africanas soporten el peso de las consecuencias del conflicto, mientras la población de la RDC, de más de 100 millones de personas, está en juego. Las organizaciones humanitarias advierten de que la violencia está provocando hambrunas, brotes de enfermedades y nuevos desplazamientos masivos. Sin una acción urgente, el conflicto corre el riesgo de convertirse en una tragedia a gran escala, con consecuencias para toda la región. Como sabéis, el mundo depende más que nunca de los metales y minerales de tierras raras del Congo para producir productos electrónicos, por lo que el interés por poseerlos ha aumentado. “EE.UU. busca apropiarse de las minas congoleñas - actualmente bajo control chino - y son quienes promueven la guerra”, aseguran en Kinshasa, “financiando al M23, quienes cuentan además con el apoyo de tropas ruandesas en el conflicto” añade. Aunque Ruanda niega esa afirmación, reconoció el año pasado que tiene tropas y sistemas de misiles en el este del Congo, aparentemente “para salvaguardar su seguridad”. Los expertos de la ONU estiman que hay hasta 4.000 efectivos ruandeses en el Congo. Los analistas afirman que las tropas ruandesas en el este del Congo se han mostrado cada vez más activas en las últimas semanas. “Anteriormente (el M23) exigía claramente su integración en el ejército de la RDC y una mayor participación en el proceso político”, afirmó Darren Davids, analista de Economist Intelligence Unit. Pero ahora, dijo, “parece que el M23, con la ayuda de Ruanda, tiene la intención de mantener bajo su control esos territorios capturados” aseveró. La mayor parte de los recursos minerales del Congo, cuyo valor se estima en 24 billones de dólares, siguen sin explotar, según informó el año pasado el Departamento de Comercio de Estados Unidos, que calificó al país como el principal productor mundial de cobalto, clave para fabricar baterías y lamenta que China esté presente en la región, negándoles el acceso a esos metales raros. De allí su interés en querer balcanizar el país y apoderarse de sus riquezas. La RDC produce cerca de dos tercios del cobalto mundial, una cifra que eclipsa la producción de sus competidores más cercanos, Australia y Rusia. Motivo más que suficiente para querer sacar provecho de la situación.
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