Esta semana nuestra atención se concentra en Eslovenia, un país sumido en una grave crisis económica producto de las políticas neoliberales seguidas por anteriores gobiernos conservadores y que hoy el nuevo presidente socialdemócrata tiene la difícil misión de solucionarlo antes que sea demasiado tarde: “Eslovenia está empapada de gasolina. Basta una cerilla para prender un incendio”. Así describió la situación del pequeño país alpino el hasta hoy primer ministro, el conservador Janez Jansa, en una declaración pública en vísperas de las elecciones presidenciales que se celebraron este domingo. El viernes, Eslovenia, azotada desde 2009 por una crisis que la ha colocado a un paso de necesitar un rescate internacional, sufrió los mayores desórdenes desde su independencia. La protesta de miles de personas congregadas en varias ciudades contra la política de austeridad implementada por el Gobierno degeneró en serios disturbios, que causaron decenas de heridos y detenidos. Los eslovenos llevan semanas incrementando la intensidad de sus protestas en contra de los recortes y de la corrupción, y los del viernes no fueron los primeros disturbios. El país —miembro de la UE y de la zona euro, y el más prospero entre las republicas que fueron obligadas a vivir bajo el yugo de Belgrado con el nombre de Yugoslavia — entró otra vez oficialmente en recesión la semana pasada, y lleva una contracción acumulada del PIB de más de ocho puntos en cuatro años. Es así como los eslovenos han dado hoy otra muestra de su profundo disgusto con una afluencia a las urnas para las presidenciales de apenas el 42%, en mínimos históricos. Los comicios dieron una rotunda victoria al socialdemócrata Borut Pahor, el candidato que más insistió en la necesidad de forjar un consenso nacional entre las partes enfrentadas; entre exigencias de equilibrio fiscal y derechos sociales. Pahor, un ex primer ministro, obtuvo un 67% de los votos. Su contrincante, el independiente Danilo Türk, el mandatario saliente, se había posicionado de manera muy contundente en contra de las medidas impulsadas por el Gobierno conservador, cuyo candidato a la presidencia fue eliminado en la primera ronda. La presidencia eslovena es un cargo con prerrogativas de carácter sustancialmente representativo, pero, como en la vecina Italia, ejerce una considerable influencia sobre el juego partidista. Y en la situación actual, Eslovenia necesita consenso, unión y estabilidad para no descarrilar. La historia del reciente calvario esloveno tiene dos principales claves de lectura, según Boštjan Vasle, director del gubernamental Instituto de Análisis Macroeconómico y Desarrollo esloveno. “Por un lado, la externa: como consecuencia de la situación internacional. Eslovenia es una economía muy abierta y exportadora —nuestras exportaciones representan un 70% del PIB— y, por tanto, la crisis de nuestros socios comerciales ha repercutido mucho sobre el país”, comenta Vasle, en conversación telefónica. “Pero, por otra parte”, prosigue, “también hay factores puramente internos, que derivan del haber postergado reformas imprescindibles en el área de la competitividad, de la sostenibilidad de las finanzas públicas y de la seguridad social. Con la crisis, además, han estallado dificultades en el sistema bancario, muy expuesto en sectores que se han hundido, como la construcción, que ahora tiene un tamaño que es el 40% del que tuvo antes de la crisis”, señala Vasle. Precisamente el agujero negro en el sector bancario —con unos 6.000 millones de euros en créditos basura— es el motivo por el que muchos analistas dudan de la sostenibilidad de las finanzas eslovenas. La deuda pública ha pasado de un 22% a un 53% del PIB en los últimos cuatro años; el déficit superó el 6% del PIB en 2011; y el tipo de interés del bono a diez años rozó en septiembre el fatídico umbral del 7%. Ahora se encuentra en el 5,6%, pero Eslovenia sigue en apnea, sumergida en titánicas tareas de ajuste y reformas estructurales. Sobre algunas de ellas —como la creación de un 'banco malo'— pende la espada de Damocles de referendos, cuya convocatoria permite la constitución local con cierta facilidad. El tamaño del país —que tiene dos millones de habitantes— hace que su potencial rescate tendría proporciones manejables, pero toda Europa quiere evitar el impacto psicológico de un nuevo país de la zona euro en la UCI.Mientras, las protestas han subido de tono, y ya hay otras convocadas para las próximas semanas. Este es el turbulento escenario en el que el nuevo presidente asume el cargo. Esperemos que encuentre la solucion a este grave problema que tiene entre manos tunantes de asumir el gobierno. Lo que le espera :(