Kosovo, tierra ancestral serbia, arrebatada a la fuerza por Occidente para crear un país artificial y sin historia, constituye uno de los conflictos más antiguos del continente europeo que sigue a la espera de una solución política. Desde hace siglos -
incluso tras la “independencia” de esta antaño región serbia por los cañones de la OTAN - la paz no llega a esta martirizada zona y la violencia mostrada en las elecciones del último domingo demuestra que pese a los años transcurridos, Kosovo es una herida abierta que sigue sin cicatrizar. En efecto, el camino de Kosovo hacia la estabilidad va a ser más largo de lo que muchos esperaban. La violencia de grupos extremistas ha dinamitado el ultimo domingo las elecciones locales convocadas en el norte de la antigua provincia serbia, en un pasaje clave para la normalización de la situación de este territorio, en el que la mayoría serbia no reconoce las instituciones kosovares, creadas por la fuerza tras el bombardeo de la OTAN a Serbia. Al anochecer del domingo, hombres encapuchados irrumpieron en varios colegios electorales de Mitrovica, principal centro urbano de la zona de mayoría serbia, forzaron la suspensión de las operaciones de voto, acosaron a los observadores internacionales y destruyeron las urnas que contenían las papeletas. Hasta entonces, la participación había sido muy baja: un 7% a cuatro horas del cierre de las urnas, último dato disponible, en Mitrovica, y alrededor del 22% en otras municipalidades de la región.
El dato ilustra el escaso compromiso de los lugareños con el proceso impulsado por las capitales, tanto por falta de convicción como o por intimidación de los radicales que añoran la expulsión de los invasores musulmanes de su territorio ancestral y la reunificación del país para crear la Gran Serbia. La jornada electoral había sido precedida por un goteo de episodios de violencia. El nudo del norte es el mayor escollo a la normalización de la situación de Kosovo. Pese al aparente deshielo de las relaciones entre Belgrado y Pristina, la población serbia que vive en la parte de norte de Kosovo no acepta integrarse con los musulmanes. Se calcula que residen ahí entre 50.000 y 60.000 serbios. La provincia de Kosovo declaró su “independencia” de Serbia en el 2008, y ha obtenido desde entonces el reconocimiento de un centenar de países. Belgrado se ha opuesto frontalmente a la independencia, pero en aras a abrirse camino hacia la UE ha terminado por “aceptar” una normalización de las relaciones con Pristina que no incluye el reconocimiento de Kosovo como Estado. Pero el aparente entendimiento entre ambos Gobiernos debe lograr convencer a los radicalizados ciudadanos serbios de Mitrovica y alrededores, que temen que su integración en el sistema kosovar representaría el inicio de una lenta asfixia a base de escasez de fondos y trato discriminatorio. Si bien la región goza de amplias ayudas de Belgrado y es regida por instituciones paralelas independientes de Pristina, los serbios de Kosovo saben que dichos privilegios con la Madre Patria quedarían cortados si aceptan el envenenado ofrecimiento. Sin duda, Belgrado - cuyo interés prioritario es acercarse a la UE - tratará de “presionar” a los serbios de la zona para que acepten los términos del acuerdo con Pristina, el fracaso de los comicios locales deja presagiar que la barricada que todavía separa en dos la ciudad de Mitrovica - norte serbio, sur musulmán - será muy difícil de desmontar. Y es que las atrocidades cometidas por los musulmanes contra la población serbia tras su “independencia” están muy presentes en la zona. La región de Kosovo -
parte indiscutible de Serbia durante siglos - ha sido “limpiada” de las comunidades serbias por los musulmanes con la complicidad de Occidente. La violencia, el hostigamiento, los asesinatos indiscriminados, la destrucción de sus iglesias y conventos ortodoxos (que son parte de su identidad cultural) así como las continuas agresiones a los serbios han sido una constante desde la intervención de la OTAN contra Serbia y la posterior instalación en dicho territorio de un régimen de protectorado internacional que supuestamente pretendía consolidar un Kosovo “democrático y multiétnico”. Sin embargo la cruda realidad demuestra que el resultado conseguido dista bastante de dicho objetivo. Visto así las cosas, la “independencia” de Kosovo constituye un mal precedente para la comunidad internacional y para Europa. Todos los principios políticos y morales han sucumbido en aras de oscuros intereses estratégicos de los Estados Unidos y sus infames socios de la OTAN para atomizar a Serbia y desaparecerla del mapa de ser posible, tal como hicieron con Yugoslavia.
En definitiva, la situación de inestabilidad que se vive en Kosovo es el resultado de esta barbarie cometida contra los serbios, quienes de ningún modo aceptaran la existencia de ese país artificial creado por la fuerza de las armas. De momento la OTAN mantiene su presencia en Kosovo con 5,000 efectivos, si bien esta no será eterna. Mientras tanto, los extremistas serbios continuaran ganando terreno y llegara el momento de ajustar cuentas con sus opresores musulmanes. Y todo vuelve a empezar :(