Euroescéptico, ultraconservador en lo social y, sobre todo, imbuido de un concepto exacerbado del patriotismo que puede llevar a Polonia a una situación muy comprometida dentro de la Unión Europea, Jaroslaw Kaczynski y el resto de dirigentes del partido Ley y Justicia – primera organización en la reciente historia polaca que controla al mismo tiempo la presidencia de la República, el Gobierno y el Parlamento – han interpretado la victoria por mayoría absoluta en las elecciones legislativas del pasado octubre como un mandato para cambiar a su medida la estructura legal e institucional del país. Su credo se basa en el anticomunismo (en su acepción más amplia), en una hostilidad infinita hacia Rusia y en la desconfianza histórica hacia Alemania. Este recelo hacía ambos países se debe a que en el pasado, tanto rusos como alemanes se repartieron el país en reiteradas ocasiones y es por ese motivo que los nacionalistas los ven como enemigos, a pesar de que este último es su “socio” de la OTAN. Aun así, el partido Ley y Justicia (PyS) fundado en 2001 por dos inefables gemelos, Lech y Jaroslaw Kaczynski, está dispuesto a nadar contra corriente. Desde la trágica muerte del que siempre se consideró como el hermano “más brillante”, Lech, en un accidente de aviación cargado de simbolismo el 10 de abril del 2010, parecía que el partido no volvería a levantarse de sus cenizas. Lech murió siendo presidente de la República cuando se dirigía en avión junto a la élite del Estado a la conmemoración del 70 aniversario de la matanza de Katyn - el fusilamiento de más de 20.000 polacos por los soviéticos - a la ciudad rusa de Smolensk, en un accidente causado precisamente por su empecinamiento en aterrizar allí a pesar de las malas condiciones meteorológicas. Aunque no exista ninguna prueba sobre el particular, Ley y Justicia (PyS) sigue manteniendo la tesis absurda de que aquel accidente fue un complot en el que participaron el presidente ruso, Vladimir Putin, y su principal rival político, el conservador Donald Tusk, contando para ello con la complicidad de Alemania. El actual ministro de Defensa, Antoni Macierewicz, es el principal defensor de esta disparatada teoría. Los dos hermanos gemelos solo estuvieron juntos en el poder durante un corto periodo de año y medio entre 2006 y 2007, Lech como presidente de la República y Jasroslaw como primer ministro. Ahora este último se mantiene como presidente del partido, formalmente alejado de la responsabilidad ejecutivas aunque todos dan por hecho que la primera ministra, Beata Szydlo, no es más que una pantalla de Kaczysnki - quien es el que realmente gobierna - para preservarlo del desgaste. Los observadores han interpretado la victoria de Ley y Justicia (PyS) el año pasado y su vuelta al poder por segunda vez como una consecuencia colateral de la situación en la vecina Ucrania (dividida por las ambiciones de los EE.UU. y sus secuaces de la OTAN, que origino la subsiguiente respuesta rusa para proteger a las minorías rusas del este del país) que en Polonia se ha vivido como si los tanques rusos estuviesen apostados nuevamente en la frontera. De hecho, uno de los objetivos de Kaczynski (admirador del dictador polaco de entreguerras, Józef Pilsudski) es precisamente lograr que la OTAN acepte estacionar tropas aliadas de modo permanente en su territorio, aunque sabe que eso contraviene el pacto que Estados Unidos y la Alianza sellaron con Moscú. Esa es precisamente una de sus bazas con su principal aliado político, los conservadores británicos de David Cameron, al que han pedido directamente refuerzos militares, como intermediario ante Estados Unidos. Al mismo tiempo, la vuelta de este partido extremista al poder ha arruinado la delicada política que había construido Alemania para establecer una alianza sólida con su vecino oriental. Mientras que en el interior del país se suceden las manifestaciones de protesta contra el partido de los Kaczynski, síntoma evidente de que la sociedad polaca se está dividiendo de forma traumática ante una gestión tan radical. Y lo que para muchos resulta en estos momentos difícil de asumir es el apoyo de la influyente Iglesia Católica a la política del partido, algo que por cierto no debería sorprendernos, ya que El Vaticano históricamente siempre ha estado del lado de los genocidas y con Polonia no iba a ser la excepción. Como si su talante autoritario no seria motivo suficiente para preocuparse, una serie de medidas contrarias tomadas por el nuevo gobierno ha puesto los pelos de punta a los observadores y es por ese motivo que Bruselas ya estudia posibles sanciones. Y es que la velocidad con la que los ultranacionalistas del PyS han empezado a desmontar algunos pilares de su Estado de derecho ha sorprendido dentro y fuera de un país que, por su peso económico e influencia en Europa Oriental, es crítico dentro de la UE. En apenas dos meses ha amordazado a la prensa, sancionado la politización de los medios de comunicación públicos e inutilizado el Tribunal Constitucional. La Comisión Europea ha lanzado una investigación que podría acabar en sanciones contra Varsovia por violar los principios democráticos del bloque, que será debatido hoy en el Parlamento Europeo, cuyo presidente, Martin Schulz, equiparó las reformas polacas con un "golpe de Estado", pero todo fue en vano. El presidente del país, Andrzej Duda (afín al PiS y elegido en mayo para ese cargo ceremonial) la aprobó inmediatamente, tras atacar ferozmente a los críticos por orden de Kaczynski. La reforma era vital para allanar el camino a todo lo que iba a venir luego. Entre las próximas medidas que se están cocinando en las ollas del populismo ultraconservador del PiS, se encuentran, según varios medios locales, una reforma para limitar el poder del capital extranjero en las empresas nacionales, así como para hacerles pagar más impuestos, y una modificación legal para domesticar al Banco Central polaco. El ministro de Finanzas, Pavel Szalamacha, avanzó hace unos días que el impuesto especial para cadenas de hipermercados extranjeras podría entrar en vigor el 1 de marzo. También se especula que planean cambios en la Constitución para evitar que algún futuro Gobierno pueda permitir el aborto o el matrimonio homosexual. Por último, en las últimas semanas se han denunciado purgas en la policía y en los servicios secretos, así como registros en las sedes de varias asociaciones y en unas oficinas dependientes de la OTAN. “Los pilares de la democracia polaca están siendo destruidos”, aseguraba recientemente el comentarista británico Timothy Garton Ash. Jiri Pehe, profesor del Centro de Estudios Europeos y Mediterráneos en la Universidad de Nueva York, destacaba que “Polonia se está convirtiendo rápidamente en una democracia antiliberal” como Hungría. Varsovia, por su parte, ha respondido tachando de injerencias en los asuntos internos de su país de los poderes fácticos extranjeros, que no quieren ver limitada su capacidad de influencia en Polonia. El nuevo Ejecutivo no tiene que responder ante Bruselas o sus socios, sino exclusivamente ante sus votantes, aseguró recientemente Marek Magierowski, portavoz de Duda. Como era de esperar, la situación ha hecho reaccionar a Bruselas. Tras varias e infructuosas advertencias, en un tono cada vez más hostil, la Comisión Europa (CE) abrió el último fin de semana un proceso para estudiar cómo responder a la deriva polaca. El Parlamento Europeo, por su parte, le va a dedicar una sesión este miércoles al giro de Varsovia, por entender que le aparta de los fundamentos democráticos del bloque. No obstante, es difícil que la sangre llegue al río. En primer lugar, porque cualquier tipo de sanción requiere unanimidad, y el también populista y ultraconservador primer ministro húngaro, Viktor Orban, ya ha dicho que “nunca” permitirá un castigo al Gobierno de Polonia, con quien ideología política y sintonía personal. Pero la cuestión fundamental, más allá de este tecnicismo de la maquinaria comunitaria, es la importancia de Polonia. Al estar situada estratégicamente entre Alemania y el este europeo, es vital para la OTAN (que ha anunciado el despliegue de tropas “adicionales” en su frontera oriental, que sería oficializada en la cumbre de la Alianza que se celebrará en Varsovia en julio) pero dada la “innata” capacidad de un gobierno manejado desde las sombras por Kaczynski - que es la de ganarse enemigos por todos lados – y es que el odio que tienen tanto a los rusos como a los alemanes solo va a contribuir a su aislamiento y ello lo hace aún mas peligroso. Con una oposición socialista “desaparecida” (por no decir proscrita) al PyS sólo pueden hacerle frente desde una derecha “liberal” que como sabéis, tiene su propia agenda dictada desde Washington, dispuesto a la confrontación y organizar revueltas como en Ucrania para derribarlo llegado el caso. Solo que en esta ocasión la represión sería sangrienta, ya que para la banda de Kaczynski sería un acto de “traición a la Patria” y no habría piedad con ellos. Es por ese motivo que su radicalismo puede poner en peligro la seguridad de toda Europa :(