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miércoles, 5 de noviembre de 2025

SUDÁN: Descendiendo al Infierno

El Fasher, capital de Darfur del Norte, en Sudán, se ha convertido en el epicentro de una de las crisis humanitarias más graves del mundo, según Naciones Unidas y organizaciones especializadas que operan en el país. En efecto, tras 18 meses de asedio que mantuvo a decenas de miles de civiles atrapados, la ciudad ha caído en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (también conocidas como RSF, por sus siglas en inglés), la milicia formada a partir de antiguos janjawid, implicada en las masacres de Darfur en el 2003. Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU (OHCHR), al menos 782 civiles han muerto y más de 1.100 han resultado heridos desde mayo del 2024 en la ofensiva sobre El Fasher. Unicef calcula que alrededor de 260.000 personas permanecen atrapadas dentro de la ciudad, entre ellas más de 130.000 niños, sin acceso regular a alimentos, atención médica o agua potable. Otros 600.000 civiles han huido hacia el suroeste, principalmente a Tawila, donde los campos de desplazados están saturados. El conflicto entre las RSF y el Ejército sudanés (SAF), que empezó en abril del 2023, ha obligado a desplazarse a la fuerza a casi 12 millones de personas y más de cuatro millones se han marchado a países vecinos, según Acnur, en lo que se considera la mayor crisis de desplazamiento del mundo. Las estimaciones del número de muertos varían considerablemente, pero las víctimas se cuentan por miles. La caída de El Fasher marca un punto de inflexión militar y humanitario y revive los temores de una repetición de las atrocidades cometidas en Darfur hace dos décadas. Se calcula que el Ejército ha sido expulsado de aproximadamente un tercio del territorio sudanés, una situación que muchos creen que acerca la posibilidad de que el país se enfrente a una nueva partición, luego de que perdiera tras una sangrienta guerra los territorios que conforman lo que hoy se conoce como Sudan del Sur, en el 2011. Los civiles sudaneses están pagando así el precio más alto de esta guerra de atrocidades que ha devastado el país. Uno de los episodios más graves se ha producido recientemente en el Hospital Materno Saudí de El Fasher, donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 460 pacientes y acompañantes fueron asesinados en un solo ataque perpetrado por las RSF. Ante el Consejo de Seguridad, el coordinador humanitario de Naciones Unidas, Tom Fletcher ha apuntado que El Fasher “ha descendido a un infierno aún más oscuro”. “Mujeres y niñas están siendo violadas, la gente [es] mutilada y asesinada con total impunidad. No podemos oír los gritos, pero mientras hablamos, el horror continúa”, ha dicho. Además, Fletcher ha advertido de que 16 meses luego de la resolución que exigía que las RSF suspendiera el asedio a la ciudad y que las hostilidades se detuvieran inmediatamente, las violaciones al derecho internacional humanitario se han intensificado. “El mundo ha fallado a toda una generación”, ha afirmado. Al respecto, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos dijo de que ha recibido “múltiples informes alarmantes” de que las RSF están cometiendo múltiples atrocidades, incluidas ejecuciones sumarias, luego de tomar el control de grandes partes de El Fasher y de la ciudad de Bara, en el estado de Kordofán del Norte, en los últimos días. Según el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale, el nivel de violencia en El Fasher es comparable al de las primeras 24 horas del genocidio de Ruanda por parte de los hutus contra la minoría tutsi. En un informe, el laboratorio indica que esta zona parece estar inmersa “en un proceso sistemático e intencionado de limpieza étnica de las comunidades indígenas no árabes fur, zaghawa y berti mediante desplazamientos forzados y ejecuciones sumarias”. A lo largo de la guerra se han documentado numerosas violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra contra civiles. El órgano de Naciones Unidas que investiga las violaciones en Sudán, la Misión Internacional Independiente de Investigación (FFM), publicó recientemente un informe en el que recopila los abusos perpetrados por todas las partes en el conflicto. El documento se titula Una guerra de atrocidades y concluye que tanto el Ejército sudanés como las RSF han dirigido ataques a gran escala contra la población civil e infraestructuras vitales, incluidos centros médicos, lo que constituye una grave violación del derecho internacional. Según denunciaban, los civiles están siendo blanco de ambos bandos por su afiliación real o percibida con el bando contrario, y las ejecuciones, la tortura y las violaciones se han convertido en un horror cotidiano. Según Amnistía Internacional, las fuerzas armadas sudanesas, las paramilitares RSF y sus aliados han cometido crímenes entre los que figuran violencia sexual contra mujeres y niñas, torturar y matar de hambre a civiles y bombardeos mercados, campamentos de desplazados y hospitales. Desde la ciudad de El Geneina, la coordinadora de emergencias de MSF en Darfur, Myriam Laraoussi, describe un panorama cercano al colapso total. “En las últimas noches han llegado casi 1.000 personas en varios camiones tras un viaje muy peligroso. La mayoría llega débil, con heridas o desnutridas. En un solo día, atendimos a más de 400 pacientes. Todos los niños menores de cinco años sufrían malnutrición aguda”, explica. En Tawila, a unos 60 kilómetros de El Fasher, más de 800.000 personas desplazadas sobreviven en condiciones extremadamente precarias, mientras que el hospital opera con suministros médicos limitados y cortes de electricidad continuos. Los quirófanos funcionan con generadores y linternas, y el personal sanitario duerme por turnos en el suelo. Desde la misma localidad, la pediatra de MSF, Giulia Chiopris confirma que la caída de El Fasher ha multiplicado el número de heridos y desplazados. “Luego de la caída de El Fasher, como esperábamos, estamos viendo una enorme cantidad de civiles heridos. Por eso MSF construyó un puesto de salud en la entrada de Tawila, donde hacemos triaje a cada paciente y derivamos los casos más críticos”. Los testimonios de los desplazados, añade Chiopris, describen torturas, disparos en las rutas de huida y viajes nocturnos para evitar los combates, así como de personas forzadas a comer restos de animales para sobrevivir, lo que provoca graves problemas gastrointestinales, especialmente en niños. El discurso de Tom Fletcher ante el Consejo de Seguridad de la ONU confirma lo que los trabajadores humanitarios repiten desde hace meses: Sudán vive una crisis humanitaria de dimensiones excepcionales. Más de 24 millones de personas - casi el 40% de la población - no tienen suficiente comida, y tres de cada cuatro hogares encabezados por mujeres sufren inseguridad alimentaria. Entretanto, mientras la guerra se prolonga, la sociedad civil sudanesa vive entre la angustia, la impotencia y el silencio internacional. Mohamed Amro, presidente de Casa de Sudán con sede en Madrid, denuncio en una entrevista la indiferencia del mundo ante lo que consideran una campaña de exterminio en Darfur y en otras regiones. “Vivimos con tristeza y miedo. No sabemos cuántas personas han muerto, ni quién sigue vivo. Nadie habla de la crisis de Sudán, parece que pueden matarnos a todos y nadie va a decir nada”, afirma el joven. Los testimonios que llegan desde Sudán muestran un país traumatizado por las masacres en El Geneina, Wad al-Noura y ahora El Fasher, donde las RSF han repetido los mismos patrones de violencia que asolaron Darfur hace 20 años. “Todos los sudaneses sabemos que las RSF son una fuerza genocida”, explica Mohamed. “Por eso más de cuatro millones de civiles se han unido al Ejército sudanés durante los últimos dos años, para defenderse. Lo que están haciendo en El Fasher no sorprende a nadie, pero nos llena de rabia”, añade. “Lo que está ocurriendo en El Fasher recuerda los horrores que sufrió Darfur hace 20 años. Pero, de alguna manera, hoy estamos viendo una reacción global muy diferente: una de resignación. Por lo tanto, esta es también una crisis de apatía”, ha criticado el jefe humanitario de la ONU. Cabe precisar que la guerra de Sudán no se sostiene solo por las armas que se disparan dentro del país, sino también por las que llegan desde el exterior. Una investigación de The Guardian ha revelado que equipos militares de fabricación británica - visores, drones y componentes de artillería - fueron hallados en manos de las RSF. El hallazgo, incluido en un informe de expertos de Naciones Unidas, detalla cómo ese material llegó a Sudán a través de intermediarios en Emiratos Árabes Unidos (EAU). Por su parte, el medio Middle East Eye también documentó vuelos procedentes de aeropuertos emiratíes que transportaron armamento y suministros logísticos a las RSF, incluso luego de que Abu Dabi anunciara el cierre de las negociaciones de paz. Sin embargo, el papel de EAU en el conflicto sudanés va mucho más allá del apoyo militar puntual. Emiratos Árabes Unidos (EUA) ha pasado de ser un socio comercial a un actor geoestratégico clave en África, combinando inversiones, diplomacia y presencia militar indirecta. EUA es hoy el cuarto país en inversión directa en el continente, solo por detrás de China, Estados Unidos y Francia. El país controla o gestiona una veintena de puertos en diez países africanos a través de dos empresas estatales –DP World y AD Ports Group–, y ha firmado seis nuevos acuerdos de concesión portuaria en los últimos cuatro años. El proyecto emiratí en África comenzó en el puerto de Berbera en Somalilandia y con el tiempo expandió su presencia hacia Sudán, Malí, Uganda, Tanzania y República Democrática del Congo, pero Sudán ocupa un lugar central en su estrategia africana. El país es uno de los principales exportadores de oro hacia Dubái y buena parte de ese comercio - según informes de Chatham House y Global Witness - financia indirectamente a las RSF, que controlan minas en Darfur, Kordofán y el Nilo Azul. La empresa al-Gunade, propiedad de familiares del líder de la RSF, Mohamed Hamdan Dagalo (popularmente conocido como Hemedti), es uno de los principales socios comerciales de compañías emiratíes, entre ellas Kaloti Jewellery Group, con sede en Dubái, y otras firmas de compraventa de metales preciosas en el Golfo. Además, Emiratos firmó en el 2022 un acuerdo de 6.000 millones de dólares con el Gobierno sudanés para la construcción del puerto Abu Amama, en el mar Rojo, a través del grupo estatal AD Ports. El proyecto quedó suspendido en el 2024 tras el estallido de la guerra y las acusaciones desde el Gobierno sudanés hacia EAU sobre su apoyo a las RSF. El portavoz de Casa de Sudán también apunta a la implicación de actores extranjeros, especialmente Emiratos, en el sostenimiento de la guerra: “Han enviado mercenarios congoleños y etíopes, con pasaportes y banderas de Emiratos. Llegan a través de empresas de seguridad emiratíes que operan en Libia”, cuenta. Su organización denuncia que este apoyo se traduce en un saqueo directo del oro del país, controlado por las RSF y exportado a Dubái: “Están usando la sangre de los sudaneses para financiar sus negocios. Y el mundo calla”, advierte. “La comunidad internacional tiene la obligación de declarar a las RSF como una organización terrorista, sancionar a quienes las arman y juzgar a los responsables del genocidio”, concluye. Sin embargo, la masacre continua y a nadie parece importarle...

EXPLORADORES DEL UNIVERSO: ¿Inaugurando una nueva era de viajes espaciales?

En esta ocasión, Astronomy nos presenta la experiencia vivida por el científico planetario Alan Stern (conocido principalmente por ser el investigador principal de la misión de la NASA New Horizons) en una nave espacial de su propia empresa realizada hace dos años, el cual por su interés, os reproduzco traducido y entrecomillado ¿vale?: “A finales del 2023, volé al espacio. Pero no volé como astronauta de la NASA ni como turista espacial. En cambio, volé en una misión de entrenamiento e investigación a bordo de una nave espacial de Virgin Galactic para mi empresa, el Southwest Research Institute (SwRI), una organización sin fines de lucro de investigación y desarrollo con más de 3000 empleados. La misión, llamada Galactic 5, duró apenas una hora, pero estuvo repleta de actividades para nueve objetivos de misión distintos, todos los cuales se cumplieron con éxito. Despegamos y aterrizamos en Spaceport America, en el sur de Nuevo Méjico, donde tiene su sede Virgin Galactic. A bordo del vuelo conmigo como tripulación de pasajeros estaban la turista espacial Ketty Maisonrouge y la investigadora espacial Kellie Gerardi, financiada por el Instituto Internacional de Ciencias Astronáuticas en Boulder, Colorado. Para las tres, fue nuestro primer vuelo espacial. La tripulación de vuelo de Virgin Galactic de la misión, compuesta por el comandante Mike Masucci, la piloto Kelly Latimer y el instructor Colin Bennett, eran todos veteranos con múltiples vuelos espaciales. El vuelo espacial surgió al proponer a la NASA probar si la nave espacial de Virgin Galactic, conocida como SpaceShipTwo, sería adecuada para realizar observaciones astronómicas que anteriormente se habían realizado en el transbordador espacial y en cohetes sonda suborbitales. Específicamente, nuestro objetivo es averiguar si las observaciones a bordo de SpaceShipTwo se ven significativamente comprometidas por efectos como las películas de escape, los reflejos de la nave espacial y las microabrasiones de las ventanas. Con financiación de la NASA, voy a poner a prueba esta idea - quizás ya en 2026 - llevando al espacio un sistema de imágenes astronómicas SwRI del que fui investigador principal. Esta cámara voló anteriormente en dos misiones del transbordador espacial y capturó imágenes de estrellas, cometas, planetas y la Luna a través de las ventanas del transbordador. Observaré campos estelares similares, pero a través de las ventanas del SpaceShipTwo, y luego compararé los datos de ambas plataformas. Pero existen riesgos únicos al hacer que un astronauta novato realice un experimento de este tipo en un vuelo suborbital breve y comprimido en el tiempo: la posibilidad de distraerse en gravedad cero a gran altura sobre la Tierra, la presión de trabajar rápidamente en una misión suborbital breve y el desafío de aprender a operar un sistema de cámara astronómica con una mano mientras se maniobra entre ventanas en gravedad cero con la otra. Para reducir estos riesgos y prepararme para esa misión, realicé mi primer vuelo espacial a finales del 2023. En ese vuelo, pude simular la realización del experimento astronómico de la NASA mientras experimentaba las aceleraciones del lanzamiento y la reentrada, la vista desde el espacio y la presión del tiempo bajo la que trabajaré durante mi segundo vuelo de investigación. La astronomía, la física solar, la ciencia planetaria y muchos otros campos de investigación han utilizado vehículos suborbitales automatizados llamados cohetes sonda desde finales de la década de 1940. Pero hasta el nacimiento de los cohetes reutilizables comerciales como los que Virgin Galactic y Blue Origin han impulsado, los humanos no volaban en misiones de investigación suborbitales. Obviamente, los primeros astronautas del programa Mercury de la NASA y los pilotos del avión espacial experimental X-15 sí llegaron al espacio suborbital, pero no realizaron investigaciones científicas significativas en esos breves vuelos. En cambio, la ciencia se dejó en gran medida a los cohetes sonda. Estos cohetes han realizado cientos de vuelos breves al espacio durante los últimos 70 años para llevar a cabo una serie de experimentos: probar sensores antes de que volaran en órbita, tomar muestras de la atmósfera superior, estudiar el sistema solar y el universo, y realizar experimentos de microgravedad y biología espacial. Además, los cohetes sonda se convirtieron en un valioso campo de pruebas para que los científicos aprendieran a medida que dirigían pequeños proyectos espaciales antes de intentar otros más grandes. Pero a pesar de sus inmensas contribuciones, los cohetes sonda siguen siendo caros. Y debido a que no están tripulados, requieren automatización, que en sí misma puede ser costosa y propensa a fallar. Los nuevos vehículos suborbitales tripulados del siglo XXI, construidos por Blue Origin y Virgin Galactic, son mucho menos costosos para realizar experimentos que los cohetes sonda. Además, permiten a los investigadores volar con ellos y operar sus propios experimentos. Por primera vez, los investigadores espaciales pueden hacer lo que oceanógrafos, vulcanólogos, geólogos de campo y muchos otros científicos han hecho siempre: ir al terreno a recopilar datos. Este aspecto revolucionario de las naves suborbitales comerciales no se valoró inicialmente, ya que los vehículos se construyeron originalmente para el turismo espacial. Pero a finales de la década del 2000, científicos como yo comenzamos a reconocer el valor de estos nuevos vehículos para llevar a cabo muchos de los mismos tipos de investigación que los cohetes sonda, pero con un ahorro de costes significativo y otras ventajas. Cuando regresé de mi puesto como jefe de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA al SwRI en el 2009, inicié un esfuerzo financiado internamente para poner al SwRI a la vanguardia en la explotación de vehículos suborbitales comerciales para la investigación. Como parte de ese esfuerzo, contratamos dos vuelos con Virgin Galactic y comenzamos a preparar experimentos para volar en cada una de esas misiones. También iniciamos un programa de capacitación para prepararme a mí mismo y a otros dos científicos del SwRI, Dan Durda y Cathy Olkin, para volar a bordo de estos vehículos como especialistas de carga útil. El entrenamiento inicial consistió en vuelos en aeronaves de gravedad cero, centrífugas de alta gravedad y vuelos de alta gravedad a bordo de aviones de combate F-104. En la primavera del 2020, la NASA publicó su primera convocatoria de propuestas para que los investigadores volaran al espacio con sus cargas útiles a bordo de vehículos suborbitales comerciales. Para ser elegibles, la NASA insistió en que las propuestas debían justificar la necesidad de que el investigador volara con el experimento. Nuestra propuesta lo hizo al demostrar que un investigador que volara al espacio podría obtener la misma cantidad de datos que tres cohetes sonda, y por menos dinero. En el otoño del 2020, la NASA seleccionó nuestra propuesta. Una vez que nuestra propuesta ganó, sabíamos que habría una gran expectativa de "obtener los resultados" (es decir, lograr el éxito). Por lo tanto, decidimos utilizar un vuelo de Virgin Galactic financiado por SwRI específicamente para familiarizarme con los vuelos espaciales y mitigar algunos de los obstáculos para el éxito que podrían haber aparecido en el vuelo de la NASA, si hubiera sido mi misión de novato. Mi entrenamiento específico para la misión del vuelo Galactic 5 comenzó unos 100 días antes del lanzamiento. Este tuvo lugar al amanecer del 2 de noviembre del 2023. Las actividades previas al vuelo comenzaron alrededor de las 2:30 a. m. Me desperté, hice una revisión final del cronograma y la lista de verificación previos a la misión, y tomé un vehículo de transporte hasta el sitio de lanzamiento en Spaceport America. Luego de un desayuno ligero, nos pusimos los trajes espaciales, nos sometimos a revisiones médicas previas al vuelo y recibimos información meteorológica, nos pusimos nuestro equipo de supervivencia y paracaídas (en caso de un aterrizaje fuera de pista), y luego abordamos la nave espacial VSS Unity. Luego de que los pilotos de la nave nodriza y la nave espacial completaron con éxito las comprobaciones previas al vuelo, rodamos por la pista y ascendimos sin incidentes a la estratosfera, donde comenzó otra serie de comprobaciones. Todas las comprobaciones se realizaron sin problemas y recibimos la autorización para el lanzamiento de la nave. Con un fuerte golpe, los grandes y pesados pestillos que sujetaban la Unity a su nave nodriza se soltaron, y experimentamos una breve ingravidez mientras la nave descendía. Conté «mil uno, dos mil» antes de que comenzara el emocionante ascenso propulsado, que nos llevó a velocidad supersónica en cuestión de segundos. Tras esto, la Unity recuperó la verticalidad y se disparó hasta Mach 3. Sesenta segundos después, el motor se apagó a una altitud cercana a los 61 000 metros (200 000 pies). Al apagarse el motor, experimentamos ingravidez durante cuatro minutos, describiendo una parábola suborbital que nos elevó hasta los 86 kilómetros (55 millas) de altitud y nos hizo descender. Han pasado casi dos años desde mi primer vuelo espacial, y Virgin Galactic está preparando una nueva clase de nave espacial, llamada Delta, en la que volaré para la misión de investigación astronómica de la NASA. El vuelo está previsto para el otoño del 2026, pero podría ser más tarde, dependiendo del progreso de Delta en la construcción y los vuelos de prueba. Nuestra cámara astronómica está lista, al igual que el arnés biomédico que usaré para obtener más datos fisiológicos en el segundo vuelo suborbital. Estoy muy emocionada de volar por segunda vez y puedo imaginar un punto no muy lejano en el que numerosos investigadores estén volando al espacio, algunos con frecuencia, para obtener sus datos. Ha sido un honor y un privilegio ser parte de la apertura de esta nueva forma de hacer investigación espacial. Algún día, cuando los precios bajen lo suficiente, me encantaría volar como turista, con el lujo de mucho más tiempo para ver la magnífica Tierra desde el espacio. ¡Y espero que tú también puedas hacerlo!” puntualizo.
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