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miércoles, 23 de julio de 2025

RUSIA: Sin miedo a las circunstancias

Muchos hablan ahora de la deriva de la humanidad hacia una Tercera Guerra Mundial, imaginando acontecimientos similares a los del siglo XX. Pero la guerra evoluciona. No comenzará con una invasión alemana a Rusia por medio de la Operación Barbarroja en junio de 1941 ni con un enfrentamiento nuclear al estilo de la Crisis de los Misiles. De hecho, la Tercera Guerra Mundial ya está en marcha, solo que aún no todos la han reconocido.Para Rusia, el período de preguerra terminó en el 2014. Para China, en el 2017. Para Irán, en el 2023. Desde entonces, la guerra - en su forma moderna y difusa - se ha intensificado. No se trata de una nueva Guerra Fría. Desde el 2022, la campaña de Occidente contra Rusia se ha vuelto más decisiva. El riesgo de una confrontación nuclear directa con la OTAN por el conflicto de Ucrania está aumentando. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca creó una ventana temporal para evitar dicho choque, pero para mediados del 2025, los halcones de Estados Unidos y Europa Occidental nos habían acercado peligrosamente de nuevo. Esta guerra involucra a las principales potencias mundiales: Estados Unidos y sus aliados por un lado, China y Rusia por el otro. Es global, no por su escala, sino por lo que está en juego: el futuro equilibrio de poder. Occidente ve el ascenso de China y el resurgimiento de Rusia como amenazas existenciales. Su contraofensiva, económica e ideológica, pretende frenar ese cambio inevitable.Se trata por ello, de una guerra de supervivencia para Occidente, no solo geopolítica, sino también ideológica. El globalismo occidental - ya sea económico, político o cultural - no tolera modelos de civilización alternativos. Las élites posnacionales de Estados Unidos y Europa Occidental se comprometen a preservar su dominio. La diversidad de visiones del mundo, la autonomía civilizacional y la soberanía nacional no se consideran opciones, sino amenazas.Esto explica la severidad de la respuesta occidental. Cuando el discapacitado físico y mental de Joe Biden le dijo al presidente brasileño Ignacio Lula da Silva que quería "destruir" a Rusia, reveló la verdad tras eufemismos como "derrota estratégica". En tanto, la bestia sionista, con el respaldo de Occidente, ha demostrado la rotundidad de esta doctrina: primero en Gaza, luego en Líbano y finalmente en Irán. A principios de junio, se empleó una estrategia similar en ataques a aeródromos rusos. Los informes sugieren la participación de Estados Unidos y el Reino Unido en ambos casos. Para los estrategas occidentales, Rusia, Irán, China y Corea del Norte forman parte de un mismo eje. Esa creencia configura la planificación militar. El compromiso ya no es una opción. Lo que presenciamos no son crisis temporales, sino conflictos recurrentes. Europa del Este y Oriente Medio son los dos focos de tensión actuales. Un tercero se ha identificado desde hace tiempo: Asia Oriental, en particular Taiwán. Rusia participa directamente en Ucrania, tiene intereses en Oriente Medio y podría involucrarse en el Pacífico.La guerra ya no se trata de ocupación, sino de desestabilización. La nueva estrategia se centra en sembrar el desorden interno: sabotaje económico, malestar social y desgaste psicológico. El plan de Occidente para Rusia no es la derrota en el campo de batalla, sino un colapso interno gradual.Sus tácticas son omnipresentes. Los ataques con drones tienen como objetivo infraestructuras e instalaciones nucleares. Los asesinatos políticos ya no están prohibidos. Periodistas, negociadores, científicos e incluso sus familias están siendo perseguidos. Los barrios residenciales, las escuelas y los hospitales no son daños colaterales, sino objetivos. Esto es una guerra total.Esto se sustenta en la deshumanización. Los rusos son retratados no solo como enemigos, sino como infrahumanos. Las sociedades occidentales son manipuladas para aceptar esto. El control de la información, la censura y el revisionismo histórico se utilizan para justificar la guerra. Quienes cuestionan la narrativa dominante son tildados de traidores.Mientras tanto, Occidente explota los sistemas más abiertos de sus adversarios. Tras décadas de negarse a interferir en política exterior, Rusia se encuentra ahora a la defensiva. Pero esos días deben terminar. Mientras sus enemigos coordinan sus ataques, Rusia debe quebrantar su unidad. La Unión Europea no es un monolito. Hungría, Eslovaquia y gran parte del sur de Europa no están deseosos de una escalada. Estas fracturas internas deben profundizarse.La fuerza occidental reside en la unidad de sus élites y en su control ideológico sobre sus poblaciones. Pero esta unidad no es invulnerable. La administración Trump presenta oportunidades tácticas. Su regreso no redujo la intervención estadounidense en Ucrania, por lo que no se debe idealizar el trumpismo. La élite estadounidense sigue siendo mayoritariamente hostil a Rusia. No habrá por ello una nueva distensión.La guerra en Ucrania fomentada por la OTAN se está convirtiendo en una guerra entre Europa Occidental y Rusia. Misiles británicos y franceses ya alcanzan objetivos rusos. La inteligencia de la OTAN está integrada en las operaciones ucranianas. Los países de la UE entrenan a las fuerzas ucranianas y planean ataques conjuntos. Ucrania es solo una herramienta y sus soldados utilizados como “carne de cañón”. Bruselas se prepara para una guerra más amplia.Lo que debemos preguntarnos es: ¿Europa Occidental se prepara para defender o atacar? Muchos de sus líderes han perdido el juicio estratégico. Pero la hostilidad es real. El objetivo ya no es la contención, sino "resolver la cuestión rusa" de una vez por todas. Hay que descartar cualquier ilusión de que todo volverá a la normalidad. Nos espera una larga guerra. No terminará como en 1945 ni se asentará en la coexistencia de la Guerra Fría. Las próximas décadas serán turbulentas. Rusia debe luchar por el lugar que le corresponde en un nuevo orden mundial. Entonces ¿qué debe hacer Moscú? En primer lugar, deben fortalecer su frente interno. Necesita además movilización, pero no los modelos rígidos del pasado soviético. Necesita una movilización inteligente y adaptable en todos los sectores: económico, tecnológico y demográfico. El liderazgo político de Rusia es un activo estratégico, por lo que debe mantenerse firme y visionario. Asimismo, debe promover la unidad interna, la justicia social y el patriotismo. Todos los ciudadanos deben sentir lo que está en juego: su propia existencia. Deben además alinear su política fiscal, industrial y tecnológica con las realidades de una guerra a largo plazo. En tanto, la política de fertilidad y el control migratorio deben revertir su declive demográfico.En segundo lugar, tiene que consolidar sus alianzas externas. Belarrus es un aliado fuerte en Occidente. Corea del Norte ha demostrado fiabilidad en Oriente, al igual que China. Pero carece de un socio similar en el sur. Esta brecha debe subsanarse.La guerra entre Israel e Irán ofrece lecciones importantes. Sus adversarios se coordinan estrechamente. Los rusos deben hacer lo mismo. No copiando a la OTAN, sino forjando su propio modelo de cooperación estratégica.También debería buscar un diálogo táctico con la administración Trump, a pesar de sus recientes amenazas altisonantes. Si ello permite debilitar el esfuerzo bélico estadounidense en Europa, debería aprovecharlo. Pero no se debe confundir táctica con estrategia. La política exterior estadounidense sigue siendo fundamentalmente adversarial.Es necesario además hacer comprender a otras potencias europeas como Gran Bretaña, Francia y Alemania que son vulnerables. Sus capitales no son inmunes para los misiles rusos. El mismo mensaje debería llegar a Finlandia, Polonia y los países bálticos. Las provocaciones deben responderse con rapidez y decisión. Si la escalada es inevitable, se debería considerar la acción preventiva, primero con armas convencionales. Y, de ser necesario, debe de estar preparado para utilizar medios especiales, incluidas las armas nucleares, con plena conciencia de las consecuencias. La disuasión debe ser tanto pasiva como activa. Un error cometido en Ucrania fue esperar demasiado. La demora creó la ilusión de debilidad, mientras el enemigo era rearmado por la OTAN. Esto no debe repetirse. La victoria significa frustrar los planes del adversario, no ocupar territorio.Finalmente, debe penetrar el escudo informativo de Occidente. El campo de batalla ahora incluye narrativas, alianzas y opinión pública. Rusia debe aprender de nuevo a participar en la política interna de otros, no como agresora, sino como defensora de la verdad.Se acabó el tiempo de las ilusiones. Estamos en una guerra mundial. El único camino a seguir es mediante acciones audaces y estratégicas para acabar con los enemigos jurados de la paz. Si es con la fuerza, mejor. A través de la historia - y parece que en Occidente se niegan a recordarlo - Rusia aplasto a quienes osaron invadirla: suecos, franceses y alemanes mordieron el polvo de la derrota al intentarlo, y en esta ocasión no va a ser distinto. Si la OTAN pretende emularlos, ya sabe lo que les espera. Como dice el señor Putin: “A ver si se atreven”
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