Venga ya, la semana se paso volando y en esta ocasión nos referiremos a Corea del Norte, un hermético país regido por un tirano comunista de lo mas impresentable quien con sus armas nucleares amenaza continuamente la paz del mundo. A pesar que en estos últimos meses bajo su retórica, continúa siendo un peligro debido a la inexperiencia de quien lo gobierna, por lo que en caso de estallar una crisis en la conflictiva península coreana podría desatar la hecatombe nuclear. Es por ello que hace ya algunas semanas, el renegado musulmán Barack Hussein Obama, y el presidente de China, Xi Jinping, celebraron en California una cumbre bilateral y Corea del Norte fue un tema importante de su conversación. Como sabéis, este país se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear y desde entonces ha detonado tres dispositivos nucleares y realizado varios ensayos con misiles. A lo largo de estas dos décadas, funcionarios estadounidenses y chinos han discutido frecuentemente la conducta norcoreana, tanto en forma privada como en el marco de reuniones públicas. Los chinos han dicho una y otra vez que no querían que Corea del Norte desarrollara armas nucleares; pero también aseguraron que su influencia sobre el régimen es limitada
(a pesar de que China es el principal proveedor de alimentos y combustibles de Corea del Norte). El resultado fue un intercambio de mensajes hasta cierto punto previsible, en el que China y Estados Unidos se limitaron a proclamar la desnuclearización como objetivo compartido. Aunque China no mintió al declarar sus deseos de una península coreana libre de armas nucleares, la cuestión nuclear no era su principal preocupación. China también tenía otro objetivo: evitar el colapso del régimen comunista norcoreano, con el consiguiente riesgo de caos en su propia frontera
(que se manifestaría no solamente en la forma de flujos de refugiados, sino también en la posibilidad de que tropas surcoreanas o estadounidenses se desplazaran hacia el norte). Puesta en esta disyuntiva, China priorizó el mantenimiento de la dinastía familiar de los Kim, una elección con un efecto aparentemente paradójico: mantener su propia seguridad Si bien Beijing intentó persuadir a los norcoreanos para que sigan su ejemplo y adopten una economía de mercado, no obtuvo ningún resultado debido a la rotunda negativa de Pyongyang ya que la liberalización económica terminaría provocando demandas de mayor libertad política y el derrumbe del régimen comunista, por lo que la influencia de China sobre Corea del Norte es limitada. Como dijo cierta vez declaro un funcionario chino en un momento de franqueza: “Corea del Norte tiene nuestra política exterior de rehén”. Los líderes norcoreanos jugaron con audacia esa carta y, con ello, lograron aumentar su poder. Saben que si estallara un conflicto militar en la península, con sus 15.000 piezas de artillería en la Zona Desmilitarizada, a apenas 30 millas (48 kilómetros) al norte de Seúl, pueden hacer estragos en la economía surcoreana, mientras que ellos tienen relativamente menos que perder. Es por ello que Corea del Norte lleva mucho tiempo alardeando de su disposición a correr riesgos. Este año, realizó una prueba nuclear y una serie de ensayos con misiles, que acompañó con una andanada de retórica belicista.
Pero parece que China comienza a perder la paciencia. El inexperto dictador norcoreano, Kim Jong-un, le inspira menos confianza que su padre, Kim Jong-il. Además, los líderes chinos comienzan a darse cuenta de los riesgos que Corea del Norte está imponiendo a China. Si las pruebas nucleares continúan, en Corea del Sur y Japón podría aumentar la demanda de contar con armas nucleares. Además, si continua la retórica estridente que empleó el régimen de Kim recientemente contra Corea del Sur, puede suceder que los surcoreanos respondan con uso de la fuerza, y China podría verse arrastrada a un conflicto que no desea. Si bien saben que esta situación no puede continuar indefinidamente, el régimen norcoreano no da señales de estar dispuesto a abandonar su programa de armas nucleares, que considera esencial para su supervivencia. Es por eso que China sigue enfrentada al dilema de siempre: si presiona demasiado en demanda de reformas, puede provocar el colapso del régimen y daría paso a una peligrosa inestabilidad en la zona, que seria aprovechado por los EE. UU. para desplazar sus tropas hacia la península, una amenaza que los dirigentes chinos no estarían dispuestos a tolerar ¿Será necesario ir a la guerra para acabar con este problema de una vez por todas?
(Al momento de publicar esta nota, nos enteramos de los cientos de muertos que ha dejado la violenta represión por parte de los militares golpistas en Egipto, a quienes ya les dedique una entrada hace un par de semanas, pero esta nueva masacre nos obligara a retomarlo próximamente) :(