No es para reírse, pero las disparatadas acciones tomadas estos días por el Criminal de Guerra Donald Trump ponen en riesgo a toda la humanidad. En efecto, tras romper unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán, dejando en ridículo a sus ‘aliados’ europeos que incluso lo visitaron en la Casa Blanca para tratar de convencerlo de lo contrario; este pobre y triste payaso ha dado luz verde a la controvertida apertura el lunes de la embajada estadounidense en Jerusalén (originando violentas protestas que han dejado hasta el momento mas de 60 muertos y 2271 heridos a manos de los sionistas); luego decidirá la suerte del Tratado de Libre Comercio, que nunca ha sido de su agrado; a continuación se ocupará del destino de la guerra arancelaria con Europa; y el 12 de junio, en un espectáculo circense a realizarse en Singapur, hablará sobre el futuro nuclear de Corea del Norte con un tipo tan demente y paranoico como el. Es así como en apenas un mes, el mundo habrá asistido a un terremoto geoestratégico del que emergerá el nuevo desorden mundial soñado por Trump. El de una América más solitaria que nunca. Europa queda estos días muy lejos de Estados Unidos. Mientras la canciller alemana, Angela Merkel, ha sentenciado que ya no se puede confiar en Estados Unidos y que Europa debe seguir su propio camino, Trump vive horas dulces en su mundo de fantasía. El desempleo toca el nivel más bajo desde 2000, los escándalos internos han quedado amortiguados por el vendaval exterior y las encuestas le sonríen. “Su valoración ha vuelto al lugar que tenía el día de su elección. Si los comicios del 2016 se celebraran hoy, nos encontraríamos con un resultado similar: Clinton ganaría el voto popular, pero Trump se llevaría el colegio electoral”, afirma el experto Larry Sabato, director del Centro para la Política de la Universidad de Virginia. Esta aparente ‘recuperación’ de Trump traza, como todo en él, un cuadro paradójico. Hay una parte previsible, enraizada en su reforma fiscal y la bonanza económica, y otra inesperada que atañe a su agenda internacional. El showman televisivo que carecía de experiencia diplomática, el aislacionista que nunca había tratado con jefes de Estado, está ahora mismo librando su gran batalla política fuera de las fronteras, con el propósito exclusivo de favorecer a los intereses de los criminales sionistas en sus afiebrados sueños de crear un gran Israel ‘desde el Nilo hasta el Eúfrates’: Bombardear Siria, romper el pacto nuclear con Irán, distanciarse de sus aliados atlánticos, abrir embajada en Jerusalén o reunirse cara a cara con el dictador comunista de Corea del Norte le han dado entre los suyos aquello que este improvisado jamás tuvo: aires de estadista. No es que hayan disminuido las críticas de los demócratas. Por el contrario, este no deja de crecer y el propio musulmán encubierto y ‘califa’ de ISIS Barack Hussein Obama ha roto su silencio. Pero en el fracking permanente en que ha transformado Trump su presidencia, la polarización le proporciona el carburante electoral que necesita. Su votante, al igual que hiciera cuando era candidato, le identifica ahora como un mandatario ‘poderoso’ y ‘efectivo’. El hombre capaz de cambiar, no ya Washington, sino el mundo, no importando si ello lo conduce a una conflagración nuclear. “Hemos llegado a un momento crucial de la política exterior de EE UU. Es un mes donde todo se junta y los riesgos son muchos. Las conversaciones con Corea del Norte, las sanciones a Irán y la apertura de la embajada pueden detonar grandes crisis”, señala Jonathan Schanzer, experto de la Fundación para la Defensa de las Democracias. En este viaje, Trump no ha ido solo. Ha hecho suya la agenda israelí en Oriente Próximo, ha impuesto el credo aislacionista en la Casa Blanca y él mismo se ha radicalizado. Hombre de instintos abrasivos, durante los primeros 12 meses de mandato, el ala moderada frenó sus ansias rupturistas y megalómanas. El estratega económico, Gary Cohen; el consejero de Seguridad Nacional, Herbert R. McMaster, y el secretario de Estado, Rex Tillerson, actuaban de contrapesos. Eran la última resistencia ante sus continuos estallidos de furia, propias de su mente trastornada. Pero llegado el año de las elecciones legislativas, claves para mantener el control del Congreso y evitar un eventual impeachment, los ha fulminado. En su lugar ha elegido a un equipo de psicópatas asesinos escapados de algún manicomio, como su nuevo jefe de la diplomacia, Mike Pompeo, el Secretario de Defensa James ‘perro rabioso’ Mattis y el impresentable Consejero de Seguridad Nacional John Bolton, quienes con sus posiciones extremistas y ánimos revanchistas quieren arrastrarnos a la III Guerra Mundial. “Obama entendía que EE.UU. debido a su poder, tenía una responsabilidad global. Para Trump no hay tales responsabilidades, solo existe la fuerza para tratar de imponer sus condiciones a todos los demás. Mientras las demás naciones deben cumplir si o si sus requerimientos, EE. UU. no tiene compromisos que cumplir ni respetar lo pactado con nadie”, ha escrito el analista Peter Beinart. Bajo este excepcionalismo, se dirige ahora hacia su mayor reto. El cara a cara con Corea del Norte. El 12 de junio se verá en Singapur con Kim Jong-un. El objetivo va mucho más allá del desmantelamiento nuclear. La meta es restaurar, sobre las ruinas del multilateralismo, la hegemonía mundial estadounidense, que hoy forma parte del pasado debido a la hegemonía practicada actualmente por China y Rusia, convirtiendo a los EE.UU. en un actor secundario. Con esta premisa, Trump prepara su partida ante Kim. Dirige un ejército infinitamente superior al norcoreano y, tras un año de amenazas de guerra, ambos contendientes han arribado a aguas de apariencia tranquila. Kim ha liberado a los últimos tres espías estadounidenses en su poder. Y Trump incluso ha ‘humanizado’ a quien hace poco era el demonio en persona. Eso no significa que haya cambiado en su forma de definir al sátrapa norcoreano a quien odia con toda el alma, solo lo halaga hipócritamente con el animo de engañarlo a ver si así el otro se anima a desnuclearizar su país, para hacer mas fácil su caída. Recuerden lo que paso con el dictador libio Moammar Gadhafi a quien le ofrecieron de todo a cambio de desmantelar su arsenal nuclear. Y luego como su vida termino sangrientamente en manos de sus enemigos, mercenarios a sueldo de los EE.UU. Ese mismo destino le tienen preparado a Kim una vez que acceda a los requerimientos exigidos, pensando ilusamente que respetaran su vida o la de su régimen. Es por ello que siguiendo esta lógica perversa, en dicha reunión Trump solo aceptará en Singapur un acuerdo de máximos. Es la doctrina del todo o nada. Negociar con la pistola en la mano. O como el mismo afirma: “Tienen que saber que EE.UU. no lanza ya amenazas vacías”. Si triunfa, Trump habrá logrado lo que nadie esperaba de él, pero será solo un espejismo. “El mundo no sería un lugar más seguro como se puede creer, porque tiene desde hace mucho la mira puesta en Irán”, sentencia Schanzer. Pero si fracasa, se quitara la careta y nos demostrara lo que siempre ha sido en realidad: un enemigo inveterado de la paz. Por delante solo quedaría el uso de la fuerza y enfrentarse a la amenaza de un conflicto nuclear que involucraría a Rusia y China, que no tolerarían una guerra en sus fronteras. Sería el estreno del nuevo desorden mundial de Trump. (En cuanto a sus ‘socios’ europeos, humillados y ninguneados una vez mas por este energúmeno, deberían darse cuenta de una vez por todas que deben asumir su propia defensa, abandonar la OTAN y unirse para proteger sus intereses que no son los mismos de Washington. Pero con decenas de miles de soldados estadounidenses instalados desde hace décadas en su territorio ‘para protegerlos de la amenaza rusa’ como afirma su propaganda ¿alguien puede creer que ello es posible?) :(