Nuestra ruta del Báltico nos lleva a una de las urbes más inquietas e interesantes de Europa, Oslo. En los últimos años, el que era un centro logístico y político se ha convertido en un destino vibrante en el que arte, música y arquitectura sorprenden por su exuberancia. Además, el pasado vikingo, que se disfruta en el museo de barcos vikingos y en la iglesia de Gol completa una visita en la que no puede faltar la naturaleza exuberante de su fiordo ni la cata de sabores sorprendentes en sus restaurantes. Vivir en Oslo es vivir sin prisa. Eso lo he comprendido a los pocos días de mi llegada. Siempre pensé que la capital noruega se conjugaba en futuro, en parte, como reacción a un pasado secuestrado. Ciudad en perpetua construcción, las grúas lo atestiguaban a diario. Hablará con quién hablara -con Kjetil Trædal Thorsen, fundador del premiado estudio de arquitectura Snøhetta; con Christian Ringnes, acaudalado inversor inmobiliario-, lo repetían como un mantra: “estamos construyendo nuestra identidad cultural”. Aunque la huella humana se remonta a tiempos remotos, Oslo como capital es joven (1905) y no recuperó su nombre original hasta 1925. Durante 400 años fue simplemente una ciudad de provincias danesa, Kristiania. Su historia, como la de su país, fue de privaciones de todo tipo y de la lucha constante por superarla. Hasta que en 1970 se descubrió petróleo en el Mar del Norte. Hoy Noruega -además del más feliz- es uno de los países más ricos del mundo y Oslo, su mejor escaparate. Hay quien cree que cuando el dinero llega rápido también puede gastarse rápido. No es el caso. No sólo porque los ingresos de esta industria se ahorren en un fondo soberano-el mayor del mundo- destinado a asegurar las pensiones de las generaciones venideras cuando ya no quede petróleo, sino porque aquí todo se piensa, se debate, se vuelve a pensar, y entonces -y tal vez- se ejecuta. Como si no hubiera prisa. Es una sociedad de consenso, cuya cultura política se basa en valores comunes. Pese a esa dilación, Oslo es la capital que más rápido crece en Europa. La ciudad reactivó social y culturalmente el área industrial del río Aker -hoy epicentro de la industria creativa-, y ha recuperado el fiordo tras décadas dando la espalda al mar con un ambicioso plan urbanístico. Además, han florecido edificios que ya son iconos -como la Ópera de Snøhetta o el Museo Astrup Fearnley - en nuevos barrios de diseño que no tienen nada que envidiar a los de Copenhague. Ya no hay lugar para la condescendencia por parte de sus pares escandinavas. Oslo no posee el testamento imperial de Estocolmo ni la gloria danesa, precisamente porque hubo un tiempo en que los noruegos no sólo no eran noruegos (primero daneses, luego unidos con Suecia), sino que pasaban muchas privaciones en una tierra extrema. No hay lugar para una cultura de lo excepcional cuando se trata de sobrevivir. Con el siglo XIX, la industrialización permitió levantar un puñado de edificios respetables -el Parlamento, el teatro, bancos, bibliotecas y hospitales- que marcaron la confianza nacional. Ahora bien, a lo nuestro, el lugar perfecto para comenzar el recorrido por la capital noruega es la calle principal del centro de Oslo, Karl Johans gate, que además se encuentra delante de la estación central de la ciudad, la Oslo Sentralstasjon. Diseñada durante la década de 1840 como una vía que conectaba el recientemente construido Palacio Real con el resto de la ciudad. Al recorrer esta calle hacia el este, pasaremos por delante de cafeterías, restaurantes, bares, clubes nocturnos, boutiques y centros comerciales; Por su parte, el Palacio Real, residencia oficial de los reyes de Noruega en Oslo, fue construido en el siglo xix, entre 1823 y 1848, con planta en forma de C, donde el lado central es más ancho y contiene un cuerpo central saliente hacia ambos lados. Es obra del arquitecto Hans Linstow, quien lo proyectó para Carlos XIV Juan de Suecia, rey de Suecia y Noruega, que tras alcanzar el poder en 1818 quiso construirse un palacio en Oslo. El edificio, de tres alturas, incluye una capilla y un salón de baile. Posee una habitación llamada Sala de los Pájaros que posee pinturas de aves en las paredes. Tras la independencia de Noruega en 1905 el palacio, que no había sido demasiado utilizado por los reyes suecos, pasó a ser patrimonio de la Casa Real noruega, que actualmente lo utiliza como lugar de trabajo y de residencia de los reyes; En tanto, ubicada dentro del gran parque Frogner de Oslo se encuentra el recinto escultórico artístico Vigelandsanlegget, donde se erigen diversas esculturas de granito y bronce de Gustav Vigeland, el famoso escultor noruego fallecido a mediados del siglo XX. Al recorrer el puente de 100 metros que conecta la entrada principal con la fuente del parque se puede admirar las 58 esculturas y el gran monolito. Todas las esculturas del parque son impresionantes, e incluso en la zona infantil hay estatuas de bronce que representan a niños jugando. Te proponemos un reto: intenta encontrar una de las estatuas más famosas del recinto, el Sinnataggen o Bebé enfadado; Poe cierto, no podemos dejar de mencionar una de las estampas con más encanto de Oslo, la fortaleza de Akershus. Este castillo medieval data de principios del siglo XIV, de la época del reinado de Haakon V de Noruega. A lo largo de los años se utilizó como puesto de avanzada militar y prisión, pero sigue conservando todo su encanto original, debido en parte a su situación en un saliente que domina el puerto de Oslo, en la orilla sur. En verano puedes unirte a una visita guiada por el interior de la fortaleza y explorar la iglesia, los patios, las armerías y las estancias reales. Otro lugar cercano de relevancia histórica es el Museo de las Fuerzas Armadas de Noruega; Hablando de museos, una visita obligada es el Museo de Barcos Vikingos, donde puedes revivir esa era de aventuras de los grandes navegantes nórdicos. Ubicada en la oslense península de Bygdøy, forma parte del Museo de Historia Cultural de la Universidad de Oslo, y la entrada permite acceder a los dos recintos (el coste es aproximadamente de 100 NOK por persona). En su interior, te esperan algunos de los tesoros vikingos más importantes del país y barcos muy bien conservados, recuperados de yacimientos famosos como Tønsberg y el cementerio vikingo de Borre en Vestfold; Para des cubrir cómo era la vida nórdica en el siglo XIII, que mejor que visitar el Museo del Pueblo Noruego, localizado en En Bygdøy, a unos 15 minutos en coche del centro de Oslo en dirección oeste, te espera un museo al aire libre donde podrás pasear entre casas de troncos de granjas tradicionales y edificios históricos. El Museo del Pueblo Noruego o Norsk Folkemuseum es uno de los más antiguos de su tipo. Cuenta con más de 100 casas tradicionales conservadas que corresponden a diferentes áreas de Noruega y, en algunas de ellas, se realizan demostraciones con actores que visten la indumentaria propia de la época; Finalizamos el día en la Ópera de Oslo, con un diseño innovador y contemporáneo inspirado en las pendientes del paisaje montañoso noruego, perfecto para la práctica del esquí, la impresionante obra arquitectónica de la Ópera de Oslo domina el puerto. Este es el auditorio de la Ópera y el Ballet Nacional de Noruega, y muchas otras orquestas y compañías de danza visitan a menudo este escenario de lujo. Acércate a este enclave aunque no vayas a asistir a ningún espectáculo, ya que las blancas cubiertas inclinadas que simulan laderas nevadas parecen deslizarse hacia la orilla y forman una estampa cautivadora. No podrás resistirte a caminar por ellas y disfrutar de las vistas de la costa al atardecer. De hecho, también se realizan conciertos en las propias cubiertas. Si esto fue solo el primer día, imaginaos el resto, en el cual visitamos los fiordos noruegos, las islas del Mar de Norte y sobretodo, la región de Tromso, por ser uno de los destinos más populares para presenciar las espectaculares Auroras Boreales y que ocupo gran parte de nuestra estadía en el país. Ahora sigue en nuestro itinerario Reikiavik, capital de Islandia, que aunque no está en el Báltico, decidí incluirla por ser escandinava... allí nos dirigimos.