Parece un juego de palabras pero no lo es, Esta semana China atrae nuestra atención, debido a que su actual vicepresidente Xi Jinping será nombrado la próxima semana secretario general del Partido Comunista y, en marzo, sucederá a Hu Jintao como presidente del país. De esta manera, este hombre de 59 años y que encarna la «Quinta Generación» de dirigentes comunistas tendrá una importancia esencial en la geopolítica mundial. De puertas para adentro, es un hombre del aparato del partido que heredará el poder de un país en pleno cambio. De cara al exterior, tendrá que mostrar si continúa con la cuestionada política de derechos humanos de su predecesor, tan criticada por la comunidad internacional. Si bien con su nombramiento el régimen chino seguirá profundizando en el capitalismo de Estado para mejorar la economía, deberá hacer frente a las cada vez mayores demandas de derechos y libertades, abolidos con el triunfo de la Revolución en 1949. Como sabéis, cuando Hu Jintao llegó a la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh) a finales de 2002 y a la presidencia del país en marzo del año siguiente, lo hizo enarbolando la bandera de la lucha contra las desigualdades sociales y la corrupción, fracasando en su intento. Así, cuando su mandato se acerca a su fin, tuvo que admitir en la apertura del 18 Congreso del PCCh “que si China no elimina la corrupción, podrían caer el partido y el Estado”. Pero ¿Cuál es el balance y su legado de haber estado una década en el poder?
Si bien deja una China más fuerte desde el punto de vista de la economía y la política exterior, las desigualdades entre ricos y pobres han continuado ampliándose y el nivel de corrupción alcanza niveles estratosféricos. “Estos serán los principales problemas económicos y políticos que tendrá que abordar de forma prioritaria la nueva administración”, afirma Hu Xiaobo, director del Centro de Estudios sobre China en la Universidad Clemson (Carolina del Sur). Cuando ascendió a la presidencia, la economía china era un poco mayor que la de Italia, hoy es la segunda del mundo -detrás de Estados Unidos-, el país asiático tiene el mayor número de usuarios de telefonía móvil e internautas del mundo y continúa siendo un fuerte polo de atracción de inversión extranjera. La renta per cápita anual se ha quintuplicado, hasta 5.400 dólares. China es ahora un miembro imprescindible en cualquier organismo de decisión global, y es reconocida por los estrategas militares de Estados Unidos como el único potencial competidor. Asimismo, Pekín ha impulsado estos años un ambicioso proceso de modernización del ejército. Durante la administración de Hu Jintao, China ha realizado su primer viaje espacial tripulado, ha organizado unos juegos olímpicos que deslumbraron al mundo, y ha potenciado el alcance de sus empresas e inversiones por todo el planeta.
Pero detrás de estos logros, hay muchísimos problemas sin resolver debido a que su negativa a dar pasos significativos en el campo político, ya que China es un país sin libertades, con un partido comunista que monopoliza el poder desde 1949 y que reprime sangrientamente cualquier demanda de cambio. La bestialidad de sus métodos – como el ocurrido en la matanza de Tiannamen - le ha permitido sobrevivir a las revoluciones democráticas que derrocaron a las dictaduras comunistas de Europa Oriental en 1989. Como consecuencia de ello, reprimió salvajemente cualquier tipo de disidencia, no dudando en utilizar al ejército para lograr sus fines. Es por eso que no debe sorprendernos el gasto en seguridad interna, policía, tribunales y otros medios de represión que ha excedido largamente el propio presupuesto de defensa, Asimismo, Pekín ha incrementado el control sobre las “incomodas” minorías como la tibetana y la uigur (región autónoma de Xinjiang), que se vieron afectadas por violentos enfrentamientos étnicos en 2008 y 2009, respectivamente. Desde marzo de 2011, se han inmolado a lo bonzo un total de 68 tibetanos en China para protestar contra lo que el Dalai Lama y sus seguidores consideran la represión de su cultura y su religión por parte de Pekín.De ellos, han muerto 54, según el Gobierno tibetano en el exilio. Otro problema en el horizonte sin resolver es Taiwán.
Asimismo,las recientes revueltas ocurridas en los países árabes, por parte de grupos terroristas y traidores colaboracionistas financiados por los EE. UU. tuvieron como consecuencia un endurecimiento de la represión sobre activistas y disidentes en China. Pekín también ha reforzado la censura en Internet. Todo ello con el objeto de “preservar la estabilidad” y la continuidad de un régimen represivo que no da su brazo a torcer.Ese es el problema que afronta China. Si no hay libertades políticas de nada valdrán los logros económicos y tarde o temprano esta situación ya de por si insostenible le pasará factura. Esperemos que el nuevo gobierno se decida a hacerlo antes que sea demasiado tarde :(