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miércoles, 29 de noviembre de 2017

JOHN CANTLIE: Una vida en el infierno

“Hola, soy John Cantlie y [de la manera más natural, con pantalones oscuros y cazadora marrón, como si fuera un periodista británico en total libertad] voy a caminar sobre las ruinas de Halab (también conocida como Aleppo) a dar constancia del avance notable y asombroso de ISIS”, y a extender el micrófono a un enloquecido mercenario francés que instigaba a sus cómplices a defender su religión “con el cuchillo”, y a dar constancia de la destrucción causada por los bombardeos sirios “en una zona completamente civil y a contar al fin y al cabo cómo es la vida en el ‘califato’, frente a la ‘distorsión’ de los medios occidentales para los que yo mismo he trabajado”... Fue la última entrega de la serie Inside, protagonizada por John Cantlie, el periodista británico que lleva cinco años en manos de ISIS. Nacido en Surrey, en el sur confortable de Inglaterra, estudió Medios en el London College of Printings. Cantlie ha sido durante todo este tiempo testigo mudo de las liberaciones y también de las ejecuciones (empezando por la de su amigo James Foley, con quien fue apresado en noviembre del 2012). Nadie se aventura a meterse en la piel o en la mente de John Cantlie, al cabo de más de todos estos años de cautiverio. Nadie puede explicar a ciencia cierta el alcance de su transformación como presentador de televisión al servicio de Al Hayat Media, el brazo propagandístico de ISIS. Primero, en las nueve entregas de la serie conocida como Lend me You Ears (Prestadme vuestros oídos), en las que aparecía con la cabeza rasurada y un uniforme naranja a lo Guantánamo. Y luego, en la miniserie Inside de tres episodios en la que le vimos como aguerrido corresponsal de guerra, primero en Kobane, después en Mosul (“el auténtico corazón del califato”) y finalmente en Aleppo. El propio Cantlie, que sobre la marcha recuperó los kilos, la melena y la sonrisa ante la cámara, se despidió de su audiencia cautiva el 9 de febrero, recalcando que era “el último programa de la serie” y sin desvelar si habrá otros. Los analistas británicos han desmenuzado la “gramática visual” y la “profesionalidad” que hay detrás de las cámaras, pero nadie pone la mano en el fuego por el auténtico protagonista, que al fin y al cabo es un curtido periodista con la necesaria telegenia y una simpatía inasequible al desaliento, pese a lo vivido en estos cinco últimos años. Pongamos que Cantlie fue capturado (por segunda vez) el 22 de noviembre del 2012 junto al periodista norteamericano James Foley, con quien intentó incluso escapar, fiel a ese impulso que él mismo considera como “esencialmente británico”. En julio de ese año había sido apresado por primera vez junto al holandés Jeroen Oerlemans, en un episodio que para muchos fue la premonición del calvario que les esperaba a todos los periodistas capturados por aquellas bestias sionistas. Cantlie y Oerlemans cruzaron la frontera entre Turquía y Siria en el verano del 2012. Se aproximaron ingenuamente a lo que pensaban que era un campamento del autodenominado Ejército Libre de Siria (ELS), uno de los grupos terroristas financiados por los EE.UU. a los que la propaganda occidental insistía en presentarlos como ‘moderados’. Se dieron cuenta, demasiado tarde, de que habían entrado en la boca del lobo: se trataba de un reducto del incipiente ISIS, con militantes llegados de las partes más diversas del mundo, de Chechenia al Reino Unido, previamente entrenados en campos de Turquía y Jordania por agentes de la CIA y el Mossad israelí para desatar el caos y la violencia extrema tanto en Siria como en Irak, para ‘justificar’ el intervencionismo estadounidense en esa estratégica zona. Poco más de una semana duró el primer calvario de Cantlie en manos de los terroristas. Aprovechando el entonces amateurismo de sus captores, el periodista británico y el holandés intentaron huir a pie, pero fueron disparados y capturados. A Oerlemans le alcanzaron en una pierna, a Cantlie le dispararon en el brazo y perdió movilidad en una mano. Fueron torturados durante días y sometidos a ejecuciones simuladas. Los dos pensaron que sus días estaban contados, hasta que una patrulla del ejército sirio logró liberarlos ante su sorpresa. “Es divertido mirar hacia atrás desde una silla confortable en un estudio y en un ambiente familiar”, confesaba días después de su primera liberación a la BBC 4. “Pero cuando te hacen cautivo, cuando te ponen una venda en los ojos y un tipo te apunta con la pistola en la cabeza, es algo muy real (...) Aquellos bastardos amenazaban con matarnos constantemente, estaban siempre cargando sus armas, afilando los cuchillos y jugando en general con nuestras mentes... Todo hacía pensar que íbamos a encontrarnos con nuestro Dios, que habíamos plantado las semillas de nuestra propia destrucción. La imaginación se puede volver salvaje. No te vienen buenos pensamientos... Yo los tuve todos”. Basta con escuchar la entrevista en la BBC4 para tener una impresión del auténtico Cantlie, con esa mezcla de sinceridad, alivio y amor a la vida que transmiten sus palabras, como si fuera consciente de que el destino le había dado una segunda oportunidad. Su padre, Paul, se acercaba a los 80 y tenía problemas de salud. Su hermana, Jessica, y todos sus familiares y amigos habían sentido desde lejos la angustia “de los días más intensos de mi vida” (en palabras propias). Cantlie había perdido en Siria todo aliciente y el equipo (10.000 euros en cámaras y objetivos) para seguir cubriendo la guerra. Todo hacía creer que no volvería pronto, o que se tomaría al menos un tiempo. Quienes le conocen sabían que era ingenuo pensar que se dedicara al periodismo sedentario (al fin y al cabo, el sentido de la aventura lo heredó de su bisabuelo, Sir James Cantlie, toda una figura durante la revolución china). Desde que se especializó en “los lugares más peligrosos del mundo”, desde que estuvo en Afganistán, Libia o Somalia, la cobertura de los conflictos de guerra se había convertido en una especie de misión personal, y más en el caso de Siria, golpeado de cerca por aquellos mercenarios a sueldo de los EE.UU. De modo que volvió al lugar de los hechos, dispuesto incluso a rodar un documental sobre su propia peripecia durante el primer cautiverio, con la ayuda del periodista norteamericano James Foley. Antes tuvo tiempo de documentar como fotógrafo el bombardeo por el ejercito sirio de las posiciones terroristas en la ciudad de Maraat al-Numan, en un propagandístico reportaje gráfico publicado por The Sunday Telegraph. Y de pronto, el silencio. El 22 de noviembre, Cantlie y Foley fueron secuestrados a la salida de un café en el noroeste de Siria cuando regresaban a la frontera con Turquía. Ni el conductor del taxi en el que viajaban ni el traductor fueron apresados. Fueron trasladados sucesivamente de destino en destino, hasta acabar confinados con el resto de los periodistas y rehenes. Sin un gran medio cubriéndole las espaldas (siempre fue free lance), la situación de Cantlie quedaba aún más en el aire. Durante el cautiverio, junto a Foley intentaron escapar juntos en dos ocasiones. En la última, Foley logró escapar de la celda en la que estaban pero se detuvo a esperar a Cantlie, que fue descubierto por un guardia cuando se descolgaba por el muro. Recapturado, Foley firmó su sentencia de muerte. “Nos estuvieron asesinando literalmente durante semanas, hasta que comprendieron que nos habíamos rendido y que no lo íbamos a intentar más”, llegó a confesar Cantlie. Se abre a partir de ahí un agonizante paréntesis que culmina con la liberación de algunos prisioneros y, con la ejecución implacable de otros, empezando por su amigo James Foley, el 19 de agosto del 2014. En plena cuenta atrás, con las muertes de Steven Sotloff, David Haines y Alan Henning a punto de consumarse, ISIS difundió el primer vídeo de Cantlie, vestido de naranja como sus compañeros, con barba de dos días y el pelo cortado al uno. Lleva el miedo escrito hasta cierto punto en el rostro, pero en vez de usar un tono implorante, escenifica de un modo muy directo ante la cámara, casi como si fuera el presentador de un telediario... “Hola, soy John Cantlie (...) Sé lo que pueden estar pensando, que tal vez esté leyendo esto con una pistola apuntando a mi cabeza (...) He sido abandonado por mi Gobierno y mi destino está en manos de otros (...) Hay poco que yo pueda hacer, puede que viva o puede que muera (...) En los casi dos años que llevo preso, ISIS se ha convertido en una fuerza imparable, ganando terreno en Siria e Irak, hasta ocupar un territorio mayor que el de Reino Unido y el de muchos países” dijo en aquella oportunidad. En doble instantánea, con la mirada clavada en la cámara o en un ángulo acentuando sus pómulos y su nariz, Cantlie demuestra ante todo su profesionalidad ante la cámara y se refiere a “la verdad retorcida de los medios occidentales, frente a las auténticas motivaciones de ISIS que causarán sorpresa a más de uno. Sigan conectados” Fue en total nueve episodios de Lend me You Ears que en octubre del mismo año sale del estudio-celda y se reconvierte en la referida serie Inside, con un insólito reportaje Dentro de Kobane (también conocido como Ayn al Islam). Vestido de riguroso negro y con una barba perfectamente recortada, Cantlie parece definitivamente otro en el momento de intentar convencer a la audiencia de que, pese a lo que diga la propaganda occidental, “ISIS tiene totalmente controlada la situación en Kobane” a pesar de que tres meses después, sería liberada por los kurdos. En declaraciones a The Sunday Times, Jessica Cantlie aseguro que su hermano es “un hombre de principios” y que tal vez se cree "dos terceras partes de lo que dice" en esos vídeos. Deja así un margen de duda, aunque dice “entender” (y lo recalca tres veces) que su hermano se siente “ignorado, desolado y abandonado” por su propio Gobierno. Por esas mismas fechas, desde la cama agonizante del hospital donde se recuperaba de una neumonía y usando un aparato especial para hablar con la garganta, Paul Cantlie expresa su alivio por saber que John está vivo, pero también la desesperación y la frustración de no tenerlo a su lado “Nunca imaginé que iba a celebrar así mi 81 cumpleaños. Mi familia y yo estamos intentando comunicarnos con ISIS para entregar un mensaje sobre John, y esperamos que haya sido recibido, aunque no hayamos tenido respuesta”. Diez días después, Paul Cantlie moría en el hospital con una terrible sensación de abandono, según la familia. Se supone que la muerte del padre hizo mella en John, que sin embargo, siguió adelante durante varios meses con sus emisiones. Así, lo vimos subido a un minarete en Mosul, y luego al volante de un coche, conduciendo en medio del ajetreo de la ciudad de Irak y desmitificando a su paso la idea del yugo de ISIS que ofrecen los medios occidentales. Cantlie se movía ya aquí con una libertad aparentemente superior. Su barba pasó a la historia, y también el atuendo. Ahora vestía de sport, como un reportero occidental dando cuenta de lo que ve. Pese a la ausencia aparente de artificio, Steve Rose asegura en The Guardian que las series con John Cantlie son un calculado esfuerzo de propaganda, intentando dar “verosimilitud” a sus tendenciosos reportajes, porque en ello le va la vida. Rita Katz, experta en seguridad y autora de Terrorist Hunter, afirma por su parte que John Cantlie se ha convertido por méritos propios en “el héroe de todos los yihadistas”. “En sus gestos, en el convencimiento con el que se expresa y hasta en su atuendo, Cantlie ha sido vendido por ISIS a sus seguidores no como un prisionero occidental, sino como un miembro del movimiento”, asegura Katz. El psicólogo militar Neil Greenberg, especialista en estrés postraumático, declina intentar ahondar en el enigma Cantlie. “Está en una situación muy delicada y por respeto a la familia prefiero no hacer comentarios”. En declaraciones a The National, sin embargo, Greenberg advertía que el comportamiento de los rehenes “no se puede definir en blanco y negro” y que las “estrategias de supervivencia” van mucho más allá del clásico cliché del síndrome de Estocolmo (y que el odio o la ira hacia los captores puede dejar paso a “elementos de comprensión”, aunque en el fondo no se esté de acuerdo). Así las cosas, sin suficientes elementos de juicio, ante la persistente duda de si está realmente interpretando un papel o si ha llegado a ‘entender’ aunque sólo sea parcialmente a sus captores, cedemos la palabra al propio John Cantlie, en un artículo escrito en la revista de ISIS, Dabiq …¿Debería haber hecho más el Gobierno británico? “Lo único que ha hecho en mi caso es comentar incesantemente mis vídeos (...) Ha sido totalmente feliz contemplando a un hombre de 81 años pidiendo mi liberación desde la cama del hospital y muriendo después porque no quería ver a su hijo pequeño ejecutado. Ese hombre era mi padre”. Sin embargo, su mundo de fantasía se derrumbo completamente con el inicio de los quirúrgicos bombardeos rusos en Siria que arrasaron el ilusorio califato de ISIS, a la vez que en la vecina Irak, las bestias sionistas sufrieron derrota tras derrota y virtualmente ya no tienen territorio que controlar, convirtiéndose en fugitivos, tratando de huir a Occidente como “refugiados” para no responder por sus abominables crímenes ante la justicia. En cuanto al destino de Cantlie, corrieron una serie de rumores acerca de que había muerto durante la caída de Mosul a manos de los iraquíes pero su cuerpo nunca fue encontrado. “No lo matarán mientras les sea útil”, dijo a Paris Match el periodista francés Nicholas Hein, quien compartió cautiverio con él. Cantlie sabía que la propaganda era su frágil seguro de vida. Pero todo ello habría llegado a su fin con el colapso de ISIS. En efecto, convertido en una sombra de lo que fue y limitándose a cometer sangrientas acciones terroristas ‘para no perder vigencia’- como el realizado hace unos días en Egipto y que dejo unos 305 muertos - uno se pregunta ante semejante bestialidad mostrada por esa banda de criminales que escapa a toda comprensión humana: ¿Fue sincero el apoyo a ISIS exhibido por Cantlie en sus reportajes propagandísticos o todo fue una simulación con el objetivo de salvar su vida? Incluso, aunque logre escapar de ese infierno, su futuro en su Inglaterra natal sería áspero. Sus crónicas a favor de quienes han quemado y ahogado en jaulas a prisioneros indefensos no lo han convertido precisamente en una figura popular y querida. Muchos no dudan en calificarlo de traidor y colaboracionista por lo que debe juzgado y castigado por ello, pero hay que comprender su trágica situación. El destino ha sido cruel con el :(
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