En 1938, en medio de la prolongada guerra civil que asolaba China, Mao Tse Tung escribió: "Quien tiene un ejército tiene el poder". Y Xi Jinping - el último emperador - se ha tomado muy en serio esa frase. Como sabéis, este inmenso país asiático debido a su poderío económico y militar, va camino a convertirse en la superpotencia del siglo XXI, y de la mano con Rusia han conformado el Nuevo Orden Mundial, donde los EE.UU. y sus aliados no tienen cabida. A nadie debe sorprender esto, porque la decadencia de Occidente es innegable y por ese motivo que Washington a contracorriente de la historia, trata de impedirlo a como de lugar, así origine con ello una conflagración nuclear que acabaría con nuestra civilización y con mayor razón cuando un impresentable elemento como Donald Trump (cuyos arranques de locura son de por si peligrosos) esta al frente de la Casa Blanca, el cual ve impotente como su mayor adversario le este ganando la partida. Ante todo para comenzar, cabe recalcar que China, de “comunista” no tiene nada y muy por el contrario, en ese país se aplica el capitalismo de su forma mas extrema que en Occidente muchos quisieran imitar. En efecto, en la cima de su poder y cuyas ambiciones no conocen limites, Xi como comandante en jefe del Ejército Popular de Liberación (PLA por sus siglas en inglés) conformada por dos millones de efectivos, ha decidido realizar los cambios mas audaces desde que Mao ganara la guerra civil y fundara la República Popular en 1949. Para lograrlo, ha acelerado el cambio de esa fuerza -tradicionalmente terrestre - transformándolo en un formidable e intimidante poder naval. Ha acabado además con la vasta burocracia militar heredada de la época maoísta. De esta forma, ha surgido una nueva cadena de mando que lo ha colocado como presidente de la poderosa Comisión Militar Central, el principal órgano de decisión militar de China, el cual esta enteramente bajo su control. Pero el líder chino no solo está revolucionando su ejército, sino que ha realizado una serie de audaces movimientos que están transformando tanto a China como al orden global. Abandonó el proyecto de reforma de Deng Xiaoping , el cual decía que “China debería ocultar su fuerza y esperar su momento”. Pero ese tiempo de espera ha terminado. No es de extrañar por ello que los discursos nacionalistas de Xi estén salpicados de continuas referencias al pasado imperial chino, donde una antigua y milenaria nación busca recuperarse de la humillación sufrida producto de la invasión extranjera - desde la infame Guerra del Opio hasta la brutal ocupación japonesa - y retoma el lugar que le corresponde como el poder dominante en el mundo. Ese esfuerzo multimillonario incluye programas ambiciosos como La Ruta de la Seda, construyendo una inmensa red global de comercio e infraestructura teniendo a China en su centro, y sus planes para convertir al país en un gigante de la tecnología. Pero el golpe más audaz es la expansión del poder militar de China y convertir al PLA, en la fuerza de combate más grande del mundo. En el centro de esta visión de renovación nacional se encuentra Xi, quien afirma que China debe estar preparada para luchar y ganar todas las batallas. Su empuje para proyectar esa fuerza en el extranjero ha sido acompañado por un juego de poder en casa, purgando a más de 100 generales acusados de corrupción o deslealtad, reemplazándolos por elementos incondicionales que le aseguran el control absoluto del PLA. Para alarma de EE.UU. y sus aliados en la región - en especial Japón, Australia y Taiwán - el emperador ha puesto fin a la era de la supremacía estadounidense en el Asia. En poco más de dos décadas, China ha construido una fuerza de misiles convencionales que superan a la estadounidense. Sus astilleros han construido la flota más grande del mundo, que ahora domina el este de Asia. Beijing puede lanzar además desde sus submarinos misiles balísticos con armas nucleares, lo que le otorga una poderosa capacidad de ataque. Y el PLA está fortaleciendo sus puestos en vastas extensiones del Mar de China Meridional, mientras se intensifican los preparativos para recuperar Taiwán, por la fuerza si es necesario. Por primera vez desde que los portugueses llegaron a sus costas hace cinco siglos, China tiene el poder militar para dominar los mares convirtiéndolas así en su área ‘natural’ de influencia, no permitiendo que ningún otro país le dispute el control de lo que considera históricamente suyo. Es por ello que un potencial conflicto entre Washington y Beijing por el dominio de esas aguas sería extremadamente peligroso y sumamente destructivo en primer lugar para Taiwán, según asegura la inteligencia estadounidense, ya que es incapaz de enfrentase por si solo a China. Y es que para decepción de Washington, la Pax Americana - mediante el cual imponía su voluntad al mundo - es hoy cosa del pasado. Como era de esperar, Washington no se ha quedado con los brazos cruzados ante este formidable desafío, y tras el fracaso de sus planes de someter a Beijing mediante una serie de sanciones económicas, lo ve como un peligroso adversario que ya lo desplazo como la fuerza dominante de Asia. Para ello, está incrementando de manera exorbitante su gasto en defensa, reconstruyendo su armada y desarrollando con urgencia nuevas armas, especialmente misiles convencionales de mayor alcance, ampliando además sus lazos militares con otras potencias regionales, como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia, Singapur y la India, buscando ‘cercarla’ tal como intenta hacer con Rusia en Europa. La confrontación se produce cuando Donald Trump está librando una guerra arancelaria dirigida a reducir el superávit comercial masivo de China con los EE.UU. Es por ello que si el conflicto comercial logra resolverse, el riesgo más grave es la posibilidad de que las tensiones políticas puedan dar origen a un enfrentamiento armado entre Beijing y Washington por el control del estratégico Mar Meridional, que China considera como parte de su área natural de influencia, no reconociendo por ello reclamo alguno por parte de terceros países como los EE.UU. que no tienen nada que hacer allí. Desde su ascenso al poder en China, Xi decidió a hacer un cambio radical en el ejército, aun a pesar de los riesgos que pudiera encontrar. Así, la purga de elementos corruptos y la promoción de oficiales leales dejaron claro que tenía grandes planes para el PLA. Rompió asimismo los cuatro "departamentos generales" de la era maoísta que se habían convertido en organismos poderosos, altamente autónomos y profundamente corruptos. Xi los reemplazó con 15 agencias nuevas que ahora informan directamente a la Comisión Militar Central que él preside. También dejo de lado las siete regiones militares existentes y las reemplazó con cinco comandos de teatro de servicio conjunto. Estos nuevos comandos regionales, comparables a los que gobiernan las fuerzas armadas de los EE. UU., son enteramente responsables de las operaciones militares con el objetivo de combinar las capacidades aéreas, terrestres, navales de las fuerzas armadas chinas para adaptarlas a la guerra moderna. Xi también promovió a sus incondicionales, muchos de ellos oficiales que conocía en las provincias de Fujian y Zhejiang, donde se desempeñó durante la mayor parte de su carrera como oficial, según observadores chinos y occidentales del PLA. Una muestra de ello ocurrió durante el XIX Congreso del Partido en octubre del 2017, cuando reforzó aún más su control sobre los militares, reduciendo la Comisión Militar Central de 11 miembros a siete y reemplazándolos con elementos leales. Ahora su control sobre la institución es total y en sus discursos que ofrece en las ceremonias militares a los que tanto gusta asistir, se describe a sí mismo como “un soldado convertido en oficial”. Así, con su distintivo uniforme de camuflaje, botas y gorra de combate, ha supervisado algunos de los desfiles militares más grandes desde la victoria comunista de 1949. En la más reciente, Xi ha recibido el saludo de las tropas sin compartir el podio - como era habitual - con los líderes del partido y los veteranos combatientes provenientes de los primeros años de lucha. El esta por encima de todos y no quiere compartir ese privilegio con nadie. Sabe que tiene la última palabra y gusta demostrarlo en público. Un ejemplo de ello sucedió durante un ejercicio naval masivo realizado en abril del año pasado, cuando Xi abordó el destructor de misiles guiados Changsha para revisar la flota de 48 buques de guerra que se encuentran en el Mar de China Meridional. La televisión estatal mostró al comandante de la marina, el vicealmirante Shen Jinlong, y al comisario político de la marina, el vicealmirante Qin Shengxiang, prestando atención a cada palabra de Xi , demostrando una sumisión absoluta ante el emperador, el cual dio la orden para el inicio del ejercicio militar. Ambos jefes de la marina son protegidos de Xi. Shen fue promovido rápidamente, superando a otros oficiales de mayor rango, capacidad y experiencia, según analistas occidentales. Qin había trabajado estrechamente con el líder chino en un alto cargo en la Comisión Militar Central antes de su ascenso en el 2017 a su papel en la marina, informaron medios militares. Xi también estuvo nuevamente presente en uniforme en julio del 2017 en un gran desfile militar para conmemorar el 90 aniversario del PLA en el campo de entrenamiento de Zhurihe en Mongolia Interior, donde recibió el saludo del comandante del desfile, general Han Weiguo, un oficial que sirvió en Fujian mientras Xi era un oficial del partido y del gobierno en la provincia. Han también ha experimentado un ascenso meteórico bajo Xi, siendo promovido para comandar las fuerzas terrestres de China poco después de esta ceremonia por el presidida."Xi Jinping siempre ha estado obsesionado con los desfiles militares", afirmo Willy Lam Wo-lap, un experimentado observador de las élites militares y políticas de China y profesor en la Universidad China de Hong Kong. "Le encantan estas demostraciones de poder que afianzan su vanidad" agregó. Como parte de la construcción de esta imagen marcial de Xi, la maquinaria de propaganda del partido lo presenta como el responsable del giro decisivo en la recuperación de China de la conquista extranjera y la dominación colonial que comenzó con la Primera Guerra del Opio a mediados del siglo XIX, transformándola en la gran potencia que es hoy. Así, en las escenas iniciales del documental "Strong Military", se muestra a Xi abordar el destructor de misiles guiados Haikou en el puerto de Shekou el 8 de diciembre del 2012, y navegar por primera vez en el Mar de China Meridional desde que se convirtió en jefe del partido y militar ese año. Mientras el emperador observa el horizonte a través de los binoculares, el narrador dice: "Cuando el barco de guerra atraviesa las olas, Xi Jinping tiene una visión del ominoso pasado cuando hace 170 años, las potencias occidentales llegaron por mar y obligaron a abrir sus fronteras a China, comenzando una amarga pesadilla que termino en 1949 con la victoria comunista de Mao y los períodos de creciente poder económico y militar de Deng, Jiang y Hu. Con Xi al cargo, una China fuertemente armada está preparada para recuperar su antigua gloria" puntualizó. Dejando a un lado la propaganda, Xi está demostrando ser mucho más agresivo que sus predecesores al emplear el nuevo poder militar de China. En el 2013, Beijing comenzó a dragar y construir islas artificiales en el Mar Meridional, en donde Filipinas, Malasia, Taiwán, Vietnam y Brunei, creen que tienen derechos territoriales, lo cual no es reconocido en forma alguna por Beijing. Xi decidió consolidar su dominio en tan estratégica zona dirigiendo personalmente los movimientos para la construcción de las citadas islas, según un informe publicado en julio del 2017 en The Global Times, un vocero oficioso que se caracteriza por sus posiciones extremistas. "Es el equivalente a construir una Gran Muralla en el mar", aseveró el líder chino en aquella oportunidad. La extensa fortificación de estos puestos de avanzada, incluidas las baterías de misiles, significa que China ha reforzado su control sobre una vasta franja del océano. Antes de su nombramiento el 30 de mayo pasado para encabezar el Comando Indo-Pacífico de los Estados Unidos, el almirante Philip Davidson dijo a un comité del Congreso estadounidense que China ahora era capaz de controlar el Mar Meridional "sin necesidad de desatar una guerra". Xi también está aumentando la presión militar sobre Taiwán, Japón y la India. Junto a un enorme arsenal de misiles nucleares capaces de llegar a cualquier objetivo, las fuerzas navales y aéreas chinas realizan ejercicios cada vez más complejos que regularmente rodean la isla separatista. Estos ejercicios están diseñados para intimidar a Taiwán, según algunos analistas de defensa taiwaneses. "Obviamente están aplicando su poder coercitivo sobre Taiwán", dijo Yang, un ex ministro de defensa. Como sabéis, China considera a Taiwán como una provincia renegada y está decidida a ponerla bajo control continental en el más breve plazo. Y es que luego del continuo rechazo de Taipei a las iniciativas de Beijing para la reunificación pacifica de la isla - como sucedió con Hong Kong y Macao - a Xi no le queda otra alternativa. Aparte de ello, las fuerzas navales y aéreas chinas también están aumentando el ritmo de los despliegues, ejercicios y patrullas a través de la cadena de islas japonesas. El año pasado, el Libro Blanco de Japón dijo que la "escalada unilateral" de las actividades chinas en torno a Japón estaba despertando fuertes preocupaciones acera de su seguridad. "China ha expandido e intensificado las actividades militares no solo en el Mar de China Oriental, sino también en el Océano Pacífico y los mares alrededor de Japón", dijo el Ministerio de Defensa japonés. "Estas actividades parecen tener como objetivo mejorar su capacidad operativa y reforzar la presencia de China en el mar" admitió con evidente temor. Y es que sabe que Tokio tiene cuentas pendientes con Beijing por las atrocidades cometidas por sus tropas en territorio chino durante la II Guerra Mundial y ha llegado el momento de cobrárselos. A pesar de estos movimientos intimidatorios, todavía hay preguntas sobre la real capacidad de las fuerzas chinas para competir con los EE.UU. y otras potencias militares avanzadas en caso de estallar un conflicto. Si bien su número es impresionante - dicen los analistas occidentales - habría que verlos como se desenvuelven en el campo de batalla. Sin embargo, consideran que el creciente poder de Xi y su audaz agenda conllevan un gran riesgo tanto para él como para China. Se ha generalizado la idea de que el combate a la corrupción en el ejército y la purga paralela de funcionarios del partido y del gobierno es una respuesta de Xi a una lucha de poder entre bastidores. Una evidencia de esto surgió en una reunión clave de altos funcionarios. Al margen del 19º Congreso del Partido en octubre del 2017, Liu Shiyu, entonces el principal regulador del mercado de valores de China, acusó a un grupo de altos funcionarios depuestos en la purga, de planear un golpe de Estado contra Xi, incluyendo entre los conspiradores al el ex jefe militar Guo Boxiong. Anteriormente, el periódico militar oficial insinuó las mismas acusaciones, aunque sin citar pruebas. Al destituir de sus cargos a un gran número de líderes, tanto militares como del partido, el emperador se ha hecho de muchos enemigos, aunque se duda mucho que puedan tener éxito en sus oscuras maniobras, ya que el poder de Xi es absoluto, y por cierto no muestra señal alguna de querer atenuar sus impulsos. Es así que durante su visita al Southern Theatre Command en la ciudad de Guangzhou - responsable de las operaciones en el Mar de China Meridional - Xi los exhorto a que se concentraran "en prepararse para la guerra y el combate que se avecina" refiriéndose sin duda alguna a las continuas y vociferantes amenazas de Trump y su cuadrilla de desequilibrados, empeñados como están en desatar una conflagración mundial. Si bien en el pasado, Occidente decidía sobre el destino de China, hoy la situación es muy diferente y nada ni nadie le impedirá que se convierta en la superpotencia del siglo XXI :)