Hay guerras que pasan desapercibidas, a pesar del número de muertos y de las crisis humanitarias que provocan. Tragedias que en Occidente a nadie importan, como muchas que suceden actualmente en el África - sea en el Congo, Libia, Egipto, Republica Centroafricana, Chad, Nigeria, Kenia, Etiopia, Sudan del Sur, Mauritania, Argelia, Uganda, Senegal, Angola, Ruanda o Zimbabwe por citar solo algunas - por lo que no hacen nada para detener esas masacres y prefieren mirar hacia otro lado, ajenos a lo que sucede como si ello no existiera. Es el caso de Somalía, uno de los cinco países más pobres del mundo, convertido en un paraíso de la piratería, dividido entre facciones irreconciliables, en riesgo de hambruna, con un ‘gobierno’ débil y escenario de feroces guerras civiles. En suma, un Estado fallido. El último fin de semana se produjo un doble atentado en su capital, Mogadiscio, que dejo unos 300 muertos y centenares de heridos en el peor ataque terrorista de la historia en ese país, según el último balance facilitado a Reuters por el director del servicio de Ambulancias de la ciudad, Abdikadir Abdirahman. "Hemos confirmado 300 personas muertas por la explosión. El balance todavía tiene que subir porque algunas personas siguen desaparecidas", ha explicado Abdirahman. Los hospitales de la ciudad se desbordaron además ante la masiva llegada de heridos para los que no disponían de suficientes medicamentos ni de sangre para realizar transfusiones, por lo que el ‘presidente’ de Somalia, Mohamed Abdullahi Mohamed (un cargo simbólico dado el caos y descontrol absoluto que existe en el país) hizo un llamamiento urgente a la población para que donase sangre. Muchas de las víctimas murieron calcinadas, lo que está dificultando gravemente las tareas de identificación. La primera explosión se produjo junto al hotel Safari, situado en la conocida como intersección K5, una de las zonas más populares de la capital y sede de oficinas gubernamentales, hoteles y restaurantes. Según testigos, varios hombres armados efectuaron una incursión en el cercano hotel Safari, donde estuvieron varios minutos intercambiando tiros con la fuerzas de seguridad, en un incidente cuyo número de víctimas se desconoce todavía. El segundo ataque, con idéntico modus operandi, se llevó al cabo al lado de un concurrido mercado situado junto a la antigua sede de la aerolínea nacional Somalía Airlines en el distrito de Wadajir. El Gobierno, que decretó tres días de luto y se reunió de emergencia para aprobar nuevas medidas de seguridad, desplegó tropas para ayudar a los servicios de emergencia a tratar de encontrar supervivientes. El atentado es el ataque más sangriento con amplia diferencia perpetrado por la organización en toda su historia, muy por encima de los 70 muertos que dejó su asalto a una base militar de Puntlandia a mediados de este año. Como sabéis, este país del este de África vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barré, lo que dejó al país sin un gobierno efectivo y en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra que responden a los intereses de un clan determinado y bandas de delincuentes armados, que la han hecho prácticamente ingobernable. Según las investigaciones, los autores de la masacre habrían sido los miembros de Al Shabab, un grupo terrorista ligado a Al-Qaeda, que aún tiene mucha influencia en el desgarrado cuerno de África. Esta milicia radical también ha sido la responsable de decenas de ataques en Somalía y Kenia, que han dejado miles de victimas. Este grupo terrorista (cuyo nombre completo es Harakat al-Shabaab al-Mujahideen), surgió a mediados del 2006 tras la derrota de la Unión de Cortes Islámicas (UCI) el cual busca establecer un “Estado Islámico” en Somalía y está aliado con otros grupos radicales como Hizbul Islam o Al-Qaeda. Frecuentemente secuestra a jóvenes en edad escolar a quienes obligan a luchar y morir en batalla. De igual modo, ejecuta lapidaciones y amputaciones como forma de castigo a los adúlteros y ladrones, aunque también tienen en el punto de mira a los cristianos, a quienes persiguen encarnizadamente. Se cree que tiene siete mil combatientes en sus filas, entre ellos extranjeros procedentes de Afganistán, Pakistán, la región del Golfo e, incluso de naciones occidentales como Estados Unidos y Gran Bretaña. Utiliza las redes sociales como Facebook y Twitter con fines de reclutamiento y para extender información sobre las actividades de ese grupo criminal .Un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publicado en el 2011 indica que Al Shabab se financia por medio de la extorsión, impuestos ilegales y otros cobros. Se tiene pleno conocimiento que Arabia Saudita, EE.UU. e Israel, así como los países del Golfo Pérsico - tal como lo hacen con ISIS en Siria e Irak - contribuyen al financiamiento del grupo radical. No nos sorprende ello, ya que con el salvajismo mostrado en sus acciones terroristas ‘justifican’ la intervención estadounidense en una estratégica región desde el cual se puede controlar la entrada del Mar Rojo, por donde circulan los barcos petroleros procedentes del golfo rumbo hacia los países occidentales. Somalía es en su mayoría de población musulmana, pero está muy dividida en clanes y facciones que desde 1960 se han disputado el poder. Los principales grupos son los Issak, al norte, los Ogaden, al oeste, los Hawiyé en el centro y los Darod al suroeste. Ponerlos de acuerdo ha sido imposible y por eso la debilidad de un gobierno, que se ve desbordado por la pobreza, el hambre y los piratas, que convirtieron al país en la multinacional del crimen. Barcos cargueros son secuestrados con frecuencia y esto se convirtió en todo un negocio. El país, además de luchar contra el terrorismo, sufre una sequía que tiene a seis millones de personas en riesgo de padecer hambruna. En junio de este año se declaró la alerta. En la última hambruna que sufrió el país, en el 2011, murieron 260.000 personas. Esta sería la tercera hambruna desde aquella que ‘conmovió’ al mundo en 1992. La sequía ha devastado campos enteros y la guerra ha complicado la situación. Los organismos de seguridad no logran recoger la suficiente ayuda y, además, no logran llegar a todas las poblaciones necesitadas por cuenta de la división del país en clanes. Esto ha originado una nueva crisis de desplazados, quienes intentan llegar a Europa como ‘refugiados’ ya sea desde Libia para intentar llegar en barcazas a las costas italianas o intentando ingresar por la fuerza en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, en Marruecos. La presencia de los EE.UU. en el país se materializo en 1992, cuando el Criminal de Guerra George Bush respondió a la resolución 794 (1992) del Consejo de Seguridad para asumir la operación "Devolver la Esperanza" en Somalía a raíz de la hambruna generalizada como producto de la severa sequía que devasto el país. Pero sus verdaderas intenciones para tan generosa ‘ayuda’ eran otras, y fueron asentar sus tropas en tan estratégica región so pretexto de ‘luchar’ contra los grupos armados (que como es sabido, son en gran parte financiados por ellos), pero que en sus operaciones ‘antiterroristas’ la población civil ha sido víctima de los continuos ataques por parte del Ejército norteamericano. Y no solamente son civiles. Así, en septiembre del 2016, asesinaron “por error” a 22 soldados del Ejército somalí. Lo cierto es que lo hicieron a modo de advertencia por interferir en las actividades de Al Shabab, a quienes protegen y estimulan. No cabe duda que mientras haya más caos y violencia en la zona, mayor será el interés de los EE.UU. de tenerlo bajo su control. Por lo visto, el fin justifica los medios :(