Han pasado tres años desde que Arabia Saudita anunció que estaba ‘interviniendo’ militarmente con sus aliados en Yemen, para remover a los huzíes (oficialmente llamados Ansar Alah) del poder, luego de que estos últimos hubieran derrocado al dictador pro saudi. Los analistas occidentales lo vieron como ‘un paso audaz’ del príncipe heredero Mohamed Ben Salman - quien como sabéis, padece de graves alteraciones mentales - con el aplauso de los fabricantes de armas y de sus mas estrechos aliados políticos, como EE.UU., Reino Unido e Israel. Pero lo que había sido pronosticado como una rápida y breve operación militar del reino saudita en un pequeño y remoto país empobrecido, se ha convertido en un humillante punto muerto. De nada le ha servido el multimillonario suministro de armas de última generación proporcionado por Washington y Londres para doblegar a los bravos combatientes yemenies, ya que Riad ha demostrado ser incapaz de imponer su voluntad por la fuerza, por lo que el demente Ben Salman en un acto de desesperación para intentar reconducir la guerra a su favor, no ha dudado en recurrir a los crímenes de guerra y los castigos colectivos - con el beneplácito de Occidente - causando una catástrofe humanitaria sin precedentes en tiempos recientes. De otro lado, la hipócrita ‘falta de interés mediático’ por parte de los grandes medios occidentales que ignoran olímpicamente la masacre cometida por los saudíes al tratarse de un ‘aliado’ vital en contra de Irán, hace que parezca una crisis a cámara lenta. Pero eso solo se debe a que la indignación y la compasión están destinadas a convertirse en armas cuando pueden ser útiles para ‘justificar’ las intervenciones imperialistas. Lamentablemente, para el pueblo yemení, la agonía es real y no hay escapatoria. En lo que ya era el país más pobre de la región, los bombardeos saudíes de infraestructuras y el bloqueo impuesto a los puertos yemeníes han dejado a millones de personas al borde del abismo. Según las estimaciones de la ONU, 17 millones de yemeníes, más del 60 por ciento de la población, necesitan urgentemente alimentos. De estos, siete millones se enfrentan al hambre. La destrucción de infraestructuras ha dejado a 15 millones de personas sin acceso a cuidados médicos y ha generado un brote de cólera sin precedentes, con 900.000 casos y miles de muertos. 50.000 niños y niñas yemeníes han muerto como consecuencia de enfermedades e inanición. No hace falta ninguna hipérbole, es un desastre humanitario que las palabras no pueden expresar. Desde luego, no es una catástrofe natural. No es algo que se permite que suceda, sino algo que se impone deliberadamente al pueblo yemení que resiste heroicamente a la criminal invasión patrocinada por Occidente. Como recordareis, cuando el ejército sirio avanzaba para liberar Alepo Oriental de las garras de los terroristas financiados por los EE.UU., esos mismos medios que hoy callan vergonzosamente el genocidio que ocurre en Yemen, iniciaron una agresiva campaña mediática de desinformación acusando a Siria de toda una serie de falsedades, consiguiendo que personas que nunca antes se habían molestado en levantarse de sus sofás lo hicieran para gritar que ‘la humanidad había perdido el norte’. Es de esperar que algún día la gente se pregunte cómo grandes sectores de la sociedad occidental fueron manipulados e inducidos a defender una ciudad que estaba en manos de terroristas agentes del sionismo. Meses antes, fuimos bombardeados por los mismos medios de comunicación sobre el asedio de Madaya, donde afirmaron que 40.000 personas estaban ‘muriendo de hambre’ cuando no era cierto. Sin embargo, ahora que todo un país como Yemen padece realmente de una gran hambruna como consecuencia de la inhumana guerra de agresión que sufre por parte de Arabia Saudita, el silencio de esos medios es atronador. Podemos expresar nuestro horror ante un hospital 'bombardeado' en Siria. La cuestión aquí no es comparar tragedias y exigir niveles proporcionales de indignación. La cuestión es que Occidente es directamente responsable de la tragedia de Yemen. Ello se debe a que son compañías occidentales son quienes suministran armas, asimismo, asesores militares occidentales colaboran en los trabajos de inteligencia y de elección de objetivos, en tanto que aviones estadounidenses reabastecen a los jets saudíes y de la coalición, mientras llevan a cabo sus salvajes bombardeos en Yemen. La supuesta ‘indignación’ en el caso de Siria no está relacionada con los derechos humanos, sino que es meramente un truco propagandístico de política exterior. Y la principal prioridad para Occidente debería ser poner fin a los crímenes que cometen e instigan, sus propios gobiernos. No tiene sentido por ello invocar esta o aquella convención, porque todos los gobiernos y los fabricantes de armas occidentales alegarán que las armas que venden no son empleadas para cometer violaciones de los derechos humanos. Pero hay pruebas abrumadoras de que se están cometiendo crímenes de guerra a diestra y siniestra, incluyendo bombardeos de hospitales, escuelas infantiles e incluso funerales, y nadie ha sugerido poner freno a este tren económico que son las ventas de armas. Las pruebas de los monstruosos crímenes de guerra cometidos por los invasores saudies serán ignoradas o, como sugirió cínicamente el ex ministro británico de asuntos exteriores Boris Johnson, estas deben ser dejadas a los propios saudíes… ¡para que investiguen! Algunos medios de comunicación incluso colaboran abiertamente por la propaganda saudita. Así, la cobertura mediática del genocida Mohamed Ben Salman es celebrada por medios como The Guardian , por no hablar del inefable Thomas Friedman. Y los criminales saudíes siempre pueden expresar sus posiciones a través de los medios occidentales que les son tan adictos. Un ejemplo recurrente es la aparición de uno de ellos negando que hayan llevado a cabo un ataque aéreo determinado y, acto seguido, los medios de comunicación occidentales se apresuran a hacerse eco de ello, sin recordar a sus lectores que nadie más están sobrevolando Yemen. Es como si unas bombas descarriadas vagaran por Yemen. También la ONU ha eludido prácticamente sus responsabilidades. Su papel se ha reducido a pedir a Arabia Saudita que deje de bloquear los puertos de un país extranjero. El alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, un títere occidental por excelencia, en su último informe no menciona el horrible sufrimiento en Yemen. Pero mientras de los sospechosos habituales (Corea del Norte, Venezuela, Irán, etc.) se afirman todo tipo de falsedades, Arabia Saudita ni siquiera es mencionado como responsable de esta tragedia: tan solo hay algunas vagas referencias a los “ataques aéreos de la coalición” sin mencionar sus abominables crímenes, como si no fueran culpables de nada. Las informaciones periodísticas ya no se preguntan de qué trata esta guerra y por qué continúa. La impunidad en el escenario global suele ir acompañada de la indiferencia de los medios de comunicación. Para empezar, más allá del lucrativo comercio de armas, se trata de dejar que los saudíes hagan lo que quieran. Para seguir con billones de dólares revoloteando sobre importantes planes saudíes de privatizaciones en marcha, como el de Saudi Aramco: dejar que millones de prescindibles víctimas mueran en Yemen parece un pequeño precio a pagar. El Criminal de Guerra saudí puede tener uno de sus recurrentes ataques de locura, lanzar una mortífera guerra contra indefensos países, matar a millones en el proceso y salir impune porque está sentado sobre una enorme pila de dinero. La idea de que “Irán está detrás” no es muy convincente para cualquiera que pueda ver un mapa. Puesto que los saudíes y los aliados locales controlan el golfo de Adén, los supuestos barcos iraníes cargados con armas no pueden hacer la ruta hasta el norte de Yemen y Saná. Lo mismo vale para el espacio aéreo, que está totalmente controlado por los saudíes. Por consiguiente, aunque Teherán puede haber logrado enviar cierto apoyo y asesores, resulta ridículo considerar que los huzíes están controlados o, incluso, apoyados por Irán. Pero como suele ser el caso, los ogros tienden a tener propiedades fantásticas. A comienzos de la guerra, oímos a menudo que se trataba de ‘restaurar el gobierno legítimo y democráticamente elegido’ de Yemen. Multitud de periodistas escribieron que el reino reaccionario de Arabia Saudita estaba lanzando una guerra ‘para restaurar la democracia’ (?), sin darse cuenta de que algo funcionaba mal en ese interesado relato. Sus artículos solían decir que Yemen ‘estaba saliendo’ de décadas de dictadura, cuando precisamente era lo que sufría desde hace décadas. El dictador, Alí Abdulah Saleh, como títere de los saudíes había gobernado Yemen con puño de hierro y había sido un aliado útil de Arabia Saudita y EE.UU., que ha enviado drones a bombardear todo lo que se encontraba cerca de un teléfono móvil que alguna vez perteneció a un presunto sospechoso de terrorismo. Cuando las protestas masivas que comenzaron en el 2011 forzaron la renuncia de Saleh, Washington y Riad se apresuraron a salvar la situación. Al final, consiguieron que todas las partes, incluyendo a los huzíes, acordaran una transición política. Como parte del plan, se celebraron unas elecciones en las que solo hubo un candidato, Abdrabuh Mansur Hadi. Así que él es el presidente legítimo al que hay que devolver el poder, pero los medios de comunicación nunca mencionan que había sido vicedictador durante 20 años. Unas elecciones con un único candidato y, voilà, ya tenemos a los medios occidentales hablando de ‘democracia’. Lo que los medios también olvidan decir es que el mandato de Hadi debía terminar a finales del 2014 y que fue solo después de que no cumpliera con las medidas políticas y económicas prometidas que los huzíes tomaron el poder. Ahora, luego de tres años de guerra ocasionada por Arabia Saudita que ha sembrado la muerte y la miseria en Yemen, en el nombre del propio pueblo yemení, ¿quién se atreve a referirse a Hadi como el presidente internacionalmente reconocido? ¿Cuánto vale ese reconocimiento? La última apuesta de los invasores ha consistido en hacer que su antiguo amigo Saleh se volviera contra los huzíes. Dada la larga historia de opresión del dictador Saleh y el hecho de que hubo levantamientos armados previos, esta alianza tenía que ser forzosamente frágil. Saleh pensó que había una posibilidad para que, con la cobertura aérea saudita, se restaurara la sumisión normal al vecino del norte. Pero la jugada fracasó, Saleh terminó muerto y, según las informaciones, los huzíes recuperaron el control total de la capital, Saná. Si no hubiera sido así, la rehabilitación mediática de Saleh, como el hombre ‘que restauró la democracia yemení’, estaría ya en pleno apogeo. En resumen, un enfermo mental como Mohamed Ben Salman, con un temperamento explosivo y un gran arsenal, ha iniciado una guerra de exterminio en Yemen que está resultando interminable porque Arabia Saudita, con su nula legitimidad, no puede tolerar a un vecino insubordinado. Pero hace falta más que armas, si bien los saudíes tienen muchas, para subyugar a un pueblo, porque ha quedado demostrado que son incapaces de lograrlo. Solo aquellos que son demasiado miopes o demasiado ansiosos por ver la mano iraní en todo son incapaces de reconocer que los huzíes no son solo un movimiento yemení con un gran apoyo popular, sino que también han demostrado ser un poderoso adversario en su terreno de juego. Los saudíes no pueden ganar esta guerra, pero tampoco hay un final a la vista. Eso sí, están dispuestos a matar o dejar morir a millones de yemeníes porque pueden hacerlo impunemente. Y sus patrocinadores occidentales también se alegran de que este genocidio siga adelante. Porque aunque podría causar algunos problemas de relaciones públicas, es, tanto a corto como a largo plazo, un gran negocio y, a fin de cuentas, eso es lo que siempre ha buscado la política exterior de EE.UU. y sus aliados. Yemen vive un infierno mientras los criminales celebran y nadie quiere detenerlo :(