En esta oportunidad nuestra atención se dirige a un país ubicado en Europa del Este gobernado con mano de hierro por un sátrapa de la época comunista, metamorfoseado en “nacionalista” tras la caída y desaparición del la Unión Soviética, a la cual por entonces pertenecía subyugada por la fuerza de las armas desde tiempo de los zares, como Ucrania, Georgia, Armenia o los países bálticos, entre otros, quienes consiguieron su ansiada libertad tras el derrocamiento del comunismo. Nos referimos a Belarus (también conocida como Bielorussia) tiranizada por el ultimo vestigio que queda de la Guerra Fría, Alexander Lukashenko, un déspota que desde que llego al poder en 1994, y con su afilada lengua y primitivas ideas es una nota discordante en el continente. Este demagógico personaje no se resigno a los nuevos vientos de libertad
(que derribaron uno a uno cual frutas podridas de un árbol carcomido hasta sus raíces a los decadentes regimenes comunistas instalados por los soviéticos al final de la II Guerra Mundial y convertidos en satélites de Moscú) y es partidario de “reunificar” el país con Rusia a pesar del amplio rechazo que semejante proyecto genera en la población. Es tan “rusófilo“ que al asumir el mando en 1994, abolió los tradicionales símbolos nacionales bielorrusos recientemente restaurados tres años antes - como la bandera, el escudo y el himno nacional - prohibidos durante la ocupación rusa hasta 1991 y reinstalo los odiados emblemas comunistas. El dictador tiene poco sentido del humor cuando de su persona se trata, pero esboza una sonrisa despectiva cuando lo llaman acertadamente como
"el último dictador de Europa". Hijo de una campesina, Lukashenko se crió sin padre en la provincia oriental de Mogilev. Estudió historia y también economía en la Academia de Agricultura, fue miembro del Partido Comunista de la URSS y en 1987 llegó a ser director de un sovjós (explotación agrícola colectiva). Simultáneamente hizo carrera como diputado en el Sóviet Supremo de Bielorrusia (Parlamento), donde cobró fama de luchador contra la corrupción. Tras la Independencia del país en 1991 y desbordados por las turbulencias históricas, los bielorrusos le eligieron presidente con más del 80% de los votos en 1994.En los 18 años transcurridos, el tirano se libró primero del Parlamento democráticamente electo y consolidó su poder con una fórmula que combinaba la protección social, el orden y la retórica soviética de “fortaleza acosada” aplicada a escala bielorrusa. Varios políticos opositores que podían haberle hecho sombra, “desaparecieron” al estilo estalinista en 1999. El apoyo del que gozó Lukashenko se ha ido diluyendo con el tiempo. Han crecido jóvenes que se han visto obligados a estudiar en Lituania o en Polonia y que comparten los valores de sus vecinos europeos. Esta juventud ve a Lukashenko como una figura siniestra, anacrónica y colérica, anclado en la mentalidad soviética. No es de extrañar por ello que en todas las “elecciones” en las que Lukashenko ha sido reelegido presidente han sido fraudulentas. Tras las últimas, en diciembre de 2010, el dictador metió en la cárcel a siete de sus nueve contrincantes y a numerosos miembros de la oposición. El poder de Lukashenko se ha basado en la lealtad de los siloviki (miembros privilegiados de los ministerios con fuerzas armadas), que es asegurada por su hijo Víctor, el controlador y coordinador de los cuerpos de seguridad, la policía y el Ejército.
Sin embargo, gran parte de su supervivencia se debe al gran apoyo que le presta Rusia,su principal aliado militar y económico, que actúa en nombre de sus propios intereses geoestratégicos en Europa. Es por ello que Lukashenko sabe aprovechar hábilmente las contradicciones y rivalidades de Rusia con Occidente para obtener el máximo beneficio posible. Sin embargo, debido a la represión generalizada luego de las elecciones presidenciales del 2010, la UE le ha dado la espalda y se ha convertido en el paria de Europa, un apestado con el que nadie quiere aparecer en público. Debido a ello, estrecho su alianza con países como China, Irán y Venezuela para contrarrestar ese veto. Las próximas elecciones presidenciales serán en el 2015 y Lukashenko espera ganarlas. Más aún, parece acariciar la idea de una dinastía como en Corea del Norte, personalizada en su inseparable hijo menor, Nikolai, de siete años, que tuvo con su médica personal. Oficialmente, el dictador sigue casado con Galina, que vive apartada y que es la madre de sus dos hijos mayores, Víctor y Dmitri. Puede que Nikolai sea la esperanza de su padre, pero ese niño con pistola al cinto y que estudia en casa por no adaptarse a la escuela, más bien augura problemas.
Con una oposición diezmada, y cuyo llamado a boicotear las elecciones legislativas celebradas este domingo -.repudiadas por la UE por considerarlas fraudulentas - no tuvo el respaldo esperado, Belarus se enfrenta a un incierto futuro :(