TV EN VIVO

miércoles, 21 de agosto de 2013

EGIPTO: Un Genocidio sin final

Tal como lo había prometido, esta semana nos volvemos a ocupar de Egipto, donde una sangrienta represión ordenada por los militares golpistas han dejado como saldo miles de muertos en las calles, quienes protestaban por el derrocamiento del gobierno constitucional. El llamado que hacían los manifestantes para la restauración del sistema democrático y la restitución del señor Mursi en el cargo, tuvo como respuesta una lluvia de balas, metralla y bombas que ocasiono un baño de sangre entre la multitud, ante la complicidad de Occidente, que escandalosamente se niega a condenar a ese régimen asesino (quienes por lo demás cuentan con el apoyo incondicional de los EE.UU. demostrando que Washington estuvo detrás del golpe). En efecto, la caída de Mohamed Mursi el pasado 3 de julio representa, más allá de Egipto, un episodio relevante en la pasión y los tormentos que afectan al conjunto del mundo árabe. Egipto, con sus 83 millones de habitantes, es el gigante árabe de una región con un rol geopolítico cardinal, ya que se articula con el sistema mundial a través de dos factores cruciales: las exportaciones de petróleo y gas, y la cuestión de Israel. De ahí que una situación de crisis global en ese país tiene ineludiblemente efectos universales. Los sucesos ocurridos en Túnez y Libia, así como el derrocamiento del Genocida Hosni Mubarak y la posterior victoria electoral de los Hermanos Musulmanes en junio de 2012 en Egipto creo un espejismo alimentado por Occidente denominado la “Primavera Árabe” una fusión armoniosa entre la ley islámica - sharia - y la democracia, garantizando la perpetuidad de la renta petrolera a las corruptas y decadentes monarquías del Golfo Pérsico mientras reinaría “la paz social” bajo la égida de gobernantes con ideas “democráticas” pero que en realidad no han salido de la Edad Media. Demás esta decir que esta fantasía duro poco frente a la profundidad de la crisis que afecta a las sociedades árabes, enclaustradas en el pasado con una religión arcaica predominante en sus sociedades profundamente divididas entre si, La caída de esos regímenes opresores - que sustituyeron a las potencias colonizadoras europeas desde su “independencia” - no significo ningún cambio en sus vidas, lo que llevo primero al desengaño y luego a la violencia. Este deseo de libertad fue una exigencia irreprimible que no fue comprendida por los Hermanos Musulmanes en Egipto, cuya lógica política está articulada en torno a una visión paternalista y retrograda de la sociedad, asimilada a una comunidad de creyentes marcados exclusivamente por una vocación sacralizada de actuar hacia el bien y de la cual ellos imaginan ser los depositarios por excelencia. Pero Mursi ganó los comicios con una mayoría de 51.3 por cientos de votos que incluía numerosos electores no islamistas - que votaron por el, únicamente por su rechazo a Mubarak - quienes se desmarcaron de Mursi desde que buscó arrogarse plenos poderes, como el derrocado Mubarak. La dimensión del rechazo a Mursi - alimentado por su traición al Islam al alinearse con EE.UU. e Israel en su criminal agresión contra Siria, así como una muy mala gestión de gobierno en los planos económico, social y de seguridad - explica las multitudes considerables que salieron a las calles el pasado 30 de junio. Pero el 3 de julio, la caída del presidente - impopular, pero constitucionalmente elegido - solo ocurrió al precio de un pronunciamiento del estado mayor militar que aprovecharon la efervescencia popular para intentar regresar al pasado e instaurar una sangrienta dictadura con el beneplácito y complicidad de Washington (que no confiaba en Mursi a pesar de la traición a su propio pueblo) para restablecer los fundamentos de un execrado autoritarismo. Sin prejuzgar el futuro de este movimiento que ha decidido enfrentarse al ejército golpista, los hechos en Egipto nos remiten a la capacidad de las sublevaciones árabes a comienzos de esta década de producir un proceso democrático acorde con las aspiraciones de las poblaciones en rebeldía. Con la excepción de Túnez, la situación en la región es calamitosa. Desde Libia, despedazada por las milicias integristas - con la complicidad de la OTAN - que se han repartido el país hasta Siria, victima de una criminal agresión organizada por los EE UU e Israel que ha dejado al menos 100 mil muertos, pasando por Yemen y Bahrein, el balance de las revueltas de la llamada “Primavera Árabe” - asfixiadas, abortadas, revertidas - es deplorable. Y es que a pesar de la propaganda occidental, la democracia es incompatible con el Islam, el cual es autoritario y represivo desde sus orígenes. Sea cual fuera quienes los gobiernen: civiles, militares, integristas o “socialistas” todos apelan a la fuerza para mantenerse en el Poder y solo mediante la violencia podrán ser sacados de ella, para ser sustituidos por otros que emplearan los mismos métodos que sus antecesores.Y volvemos a lo mismo. Tales son los fantasmas que acechan esta convulsionada región que no conoce la paz (Al momento de publicar esta nota, es anunciada sorpresivamente la liberación del Genocida Hosni Mubarak, hecho que sin lugar a dudas incrementará la violencia) :(
Creative Commons License
Esta obra está bajo una Licencia de Creative Commons.