Esta semana mientras somos testigos de la desintegración de Ucrania debido a la ambiciones de los EE.UU. y la OTAN, desviamos nuestra atención por un momento a Ruanda, donde el lunes se dio inicio a los actos de duelo de uno de los peores crímenes étnicos conocidos por el hombre, un genocidio que todavía avergüenza a la comunidad internacional por no haber hecho nada para detenerlo y sobretodo por la complicidad de Francia en la masacre. En efecto, hace 20 años comenzaba uno de los episodios más aberrantes de la historia reciente en ese país africano, en el que el 85% de la población hutu exterminó al otro 15% tutsi. Todo se inicio el 6 de abril de 1994, unas horas después del asesinato la víspera del presidente moderado hutu Juvénal Habyarimana -
cuyo avión fue derribado sobre Kigali por extremistas de su misma etnia - quienes se apresuraron en acusar del magnicidio a los tutsis, dando inicio a uno los episodios más sanguinarios y atroces de la historia reciente: el genocidio de Ruanda. Fue tal la ola de violencia que se desató en el país africano que, durante cinco meses, fueron asesinados entre 800.000 y un millón de tutsis (y hutus moderados), provocando, además, más de dos millones de refugiados según los datos oficiales. El 85% de la población, los hutus, agredió, torturó y aniquiló de manera sistemática al otro 15% tutsi con un objetivo claro: exterminarlos.
Los métodos utilizados contra las «cucarachas tutsis» –como eran calificados - fueron increíblemente despiadados: violaciones masivas de niñas y mujeres antes de ser degolladas, extremidades amputadas a golpe de machete, cientos de personas quemadas vivas en recintos cerrados y decapitaciones de niños y bebes recién nacidos, entre otras bestialidades. Y eso que no había entre ellos ningún rasco étnico ni lingüístico que les diferencia a simple vista, pero sí una serie tensiones históricas que se habían iniciado en el siglo XV, cuando los tutsis invadieron Burundi, de donde son originarios los hutus. Fue a partir de entonces cuando se las ingeniaron para monopolizar la política, el Ejército y la economía del país, a pesar de que los tutsis solo conformaban una mínima parte de la población total. Una pequeña minoría dominando a la gran mayoría. Ese fue el escenario en el que nació y se enraizó el odio entre hutus y tutsis, hasta que, tras obtener Ruanda y Burundi la independencia de Bélgica en 1962, los enfrentamientos entre ambos grupos étnicos se fueron intensificando, dando paso a una época en las que las violaciones de derechos humanos y los golpes de Estados se convirtieron en la norma común.
Sin embargo, los acontecimientos se sucedieron a una velocidad de vértigo a partir del 6 de abril del 94, cuando ese día se produjo el atentado contra el presidente hutu Habyarimana, quien durante 20 años había gobernado Ruanda a favor de la convivencia y el entendimiento con la minoría tutti - algo que desagradaba a los extremistas hutus - quienes decidieron asesinarlo y culpar de ello a sus ancestrales enemigos, de quienes envidiaban su riqueza y poder: Era la hora de la venganza largamente esperada. El genocidio que se inicio ese momento fue seguido en directo por Occidente a través de la televisión, dejando imágenes tan dantescas como difíciles de olvidar. Según las organizaciones humanitarias, en los dos días siguientes al asesinato del presidente ruandés, más de 2.000 miembros de la elite tutsi fueron ejecutados sumariamente solo en la capital, Kigali, desatándose una ola de terror nuca antes vista. A pesar de esta carnicería del cual eran victimas, los tutsis pudieron sobreponerse a ello y al frente del EPR derrotaron a los hutus luego de una cruenta guerra civil. Probablemente nunca se sabrá el número exacto de muertos, pero dando por cierta la cifra de 800.000, eso equivaldría al 11% de la población, un 80% de los tutsis y el resto de hutus moderados asesinados salvajemente a manos de los extremistas, quienes al final trataron de huir del país, aunque varios de los responsables del genocidio pudieron ser capturados y ejecutados públicamente.
Fue el mayor infierno que haya podido ver la humanidad desde los abominables crímenes cometidos por despreciables genocidas como Stalin y Mao Tse Tung, quienes en nombre del “socialismo” asesinaron a mas de 150 millones de seres humanos. Lamentablemente el mundo no ha aprendido la lección y hoy vemos casos como los de Palestina y Kurdistán, cuyas poblaciones sufren un genocidio sistemático a manos de Israel y Turquía, ante la indiferencia y complicidad del mundo “civilizado” :(