PALESTINA: Entre la incertidumbre y la desesperación
Victima de la crueldad sionista sin límites, el pueblo palestino resiste desde hace décadas la brutal ocupación de sus tierras ancestrales por parte de aquellos que cuentan con la complicidad de la mayoría de la comunidad internacional (encabezados por los EE.UU.) quienes “justifican” sus acciones. Arrojados de ellas por sus verdugos - quienes emplean una violencia inusitada asesinando a mansalva a quienes pretendan resistirse al brutal desalojo del que son objeto - ven con impotencia como sus casas son demolidas con bulldozers por el ejército, para ser ocupados inmediatamente por los colonos judíos, quienes levantan apresuradamente sus asentamientos, cercados con elevados muros y alambradas, en lo que consideran “su tierra prometida” (?) los cuales paulatinamente, y contando para ello con el apoyo unánime del Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu, siguen extendiéndose como un cáncer por todos los territorios ocupados de la Cisjordania y Jerusalén Oriental, anexados ilegalmente por la entidad sionista, que a su vez también mantiene encerrados a miles de ellos en esa inmensa cárcel que es la franja de Gaza. Al saberse abandonados por el mundo y presas de la desesperación, a los palestinos no les queda sino el uso de la violencia para tratar de hacer respetar sus derechos y defenderse de esa brutal agresión del que son víctimas por parte de esos despiadados asesinos. Así, a lo largo de su turbulenta historia, nacieron las llamadas intifadas, como se denomina a las dos rebeliones de los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza, que tienen como objetivo combatir la ocupación de los Territorios Palestinos ocupados ilegalmente por los sionistas. Ambas intifadas empezaron como campañas de resistencia de los palestinos, seguidos de sangrientas represalias por parte de los ocupantes, generándose así un ciclo de violencia inercial de difícil solución. La Primera Intifada empezó en 1987 en la que los palestinos atacaron con piedras y otros objetos al ejército sionista, y este respondió con balas y bombas, llegando a su fin con la firma de los Acuerdos de Oslo (13 de septiembre de 1993) y la creación de la Autoridad Nacional Palestina. La Segunda Intifada, que se ha dado en llamar Intifada de al-Aqsa, empezó en septiembre del 2000 - con la profanación de las mezquitas por parte de Ariel Sharon - y terminó oficialmente el 24 de febrero del 2005. Desde entonces, otras guerras, otros conflictos, otras crisis habían desplazado a la tragedia palestina, como si aquella tierra hubiera entrado en hibernación. Y, sin embargo, no pocos avisaban de la inminencia de una nueva explosión, ya que la situación por si es insostenible. Y ya está aquí. Sea o no la Tercera Intifada, es lo de menos. Lo cierto es que una creciente frustración sorda e inatendida, se ha convertido en una manifestación terrible de desesperación. Lo primero que debería hacerse es intentar discernir los perfiles propios de esta furia nueva, o renovada, porque no son pocos los rasgos diferenciadores con respecto a los dos Intifadas anteriores. A saber: La mayoría de los actos han sido cometidos sin orientación, consigna o estrategia. Salvo algunos casos, los ataques con cuchillo a civiles o policías israelíes ha sido iniciativa de palestinos sin afiliación política u organizativa en particular. Asimismo, el icono de la protesta actual no es el adolescente ‘armado’ con piedras y palos; Es un joven ya más maduro, que va a la Universidad, y se sirve de un cuchillo para descargar su frustración. Esta dupla (juventud y formación universitaria) ha favorecido el uso de las redes sociales como elemento de interconexión no personal, etérea, pero enormemente inspiradora. Algunos de los actos de violencia han sido respuestas contundentes a los actos de represión o castigo contra quienes se habían alzado contra el genocidio sistemático del pueblo palestino a manos de los sionistas, como un acto íntimo y al mismo tiempo solidario de indignación; Los jóvenes que han dejado rastro de sus motivaciones antes de terminar abatidos han manifestado o dejado entrever asimismo su profundo disgusto por la actuación del liderazgo nacional palestino. El alcance de esta protesta puede ser limitado, pero viniendo de jóvenes con cierta formación resulta indicativo de un malestar creciente en la sociedad por la falta de alternativas políticas viables y la desafección creciente de las masas palestinas hacia sus dirigentes; Llama la atención además que ninguno de los jóvenes que se han ‘sacrificado’ con sus actos vengadores se le ha escuchado o leído declaraciones encendidas de islamismo. La apelación al ‘martirio’ tiene un indudable contenido religioso, pero trasciende de ese ámbito. No hay un discurso extremista. En todo caso, la adhesión al Islam debe interpretarse como elemento adicional de identidad frente al ocupante sionista. Que la oleada actual de protestas haya venido precedida de la tensión originada en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén le confiere un aire de reivindicación religiosa. A esta situación ha contribuido sobremanera no solo la llegada al poder de un extremista como Benjamín Netanyahu - lo cual acabó con cualquier oportunidad de acercamiento y con quien desde entonces el proceso ilegal de colonización y construcción de viviendas en loa territorios ocupados se han acelerado mediante el uso de la fuerza, apelando a la mano dura para lograrlo- sino también a la impotencia del Gobierno palestino de Mahmud Abbas, quien hace patéticos llamados a la calma y a la protesta pacífica, cuando casi nadie lo escucha y mucho menos confía en él, debido a su desgaste e incapacidad para generar cohesión social y nacional. A ello hay que agregar que no hay capital occidental que admita desinterés por el drama palestino. En los últimos meses (hasta un par de años), Occidente ha puesto mas énfasis en otros asuntos, como el acuerdo nuclear con Irán o la presencia de ISIS, que han relegado de hecho el problema palestino, decepcionados además por el fracaso de sus esfuerzos por encontrar alguna solución que convalide la ocupación sionista. Por lo tanto, no hay proceso de paz, ni negociaciones, ni voluntad de acabar con ese conflicto. Mientras los EE.UU. y la UE miran hipócritamente hacia otro lado, indiferentes al drama palestino, los sionistas no cesan de expandir sus ilegales asentamientos en Cisjordania, mediante el uso de la violencia. Para agravar la situación, se tiene conocimiento de las intenciones de Netanyahu, de querer modificar el Status Quo que rige desde 1967 en la Explanada de las Mezquitas - lugar donde antiguamente se ubicaba el Templo de Herodes destruido por los romanos el año 70 d.C. - al cual estaba prohibido el acceso de los sionistas, quienes ahora con mayor frecuencia profanan el lugar. Es mas, existen sectores radicales entre quienes conforman su gabinete que han deslizado abiertamente la “posibilidad” de hacer volar las mezquitas para reconstruir el Templo, lo cual podría generar una guerra religiosa de insospechadas consecuencias, mucho peor que cualquier intifada, al ser el tercer lugar mas sagrado para millones de musulmanes, luego de La Meca y Medina ¿A ese extremo quieren llegar? :(