Cuando el magnate inmobiliario y candidato republicano Donald Trump se convirtió hace un año en presidente de los Estados Unidos, muchos se preguntaron como sería su administración, y particularmente su política exterior. Después de todo, como candidato, el señor Trump se había enfrentado abiertamente al establisment, quienes lo atacaron inmisericordemente a través de vomitivas campañas mediáticas en su contra como nunca antes candidato presidencial estadounidense alguno habría sufrido, deformando cada una de sus propuestas de campaña en los diversos medios de comunicación que se encuentran en manos de poderosas corporaciones judías - especialistas en falsificar la historia - derrotándolos completamente y sin atenuantes a pesar de todo, accediendo así a la Casa Blanca. Si bien en su discurso inaugural dio a conocer algunos detalles interesantes, como denunciar el TLC y el Acuerdo Transpacífico, prohibir la entrada de los musulmanes a los EE.UU. o construir un muro en la frontera con Méjico, al final poco o nada se ha hecho en ese sentido, debido sobretodo a una tenaz oposición en el Congreso, tanto de los demócratas (como malos perdedores que son) como de algunos despistados republicanos que al parecer no comprenden que están en el gobierno, quienes dejándose llevar por la envidia y el rencor, han intentado bloquear todas sus iniciativas. Su discurso inaugural confirmó la esperanza de que veía el mundo con nuevos ojos y había llegado el momento de cambiar la situación. “A través de las erradas políticas seguidas por nuestros antecesores, hemos enriquecido a otros países, mientras que a su vez, la confianza en nuestro propio país se han disipado en el horizonte. Es por ese motivo que a partir de hoy, América será primero” expresó en medio de multitudinarios aplausos de los invitados a la ceremonia. Sin embargo, una vez en el cargo, cayo en manos del Estado Profundo (The Deep State) una élite oculta del poder integrado por un conjunto de corporaciones que nadie ha elegido nunca para esta función. Independiente de la Casa Blanca e incluso capaz de imponer su voluntad al ejecutivo, The Deep State no figura en la Constitución y opera por encima y por detrás de todo gobierno democrático. Como rehén de estas fuerzas oscuras, se puede explicar claramente la continuación en la presente administración de la infame política seguida por el Criminal de Guerra y musulmán encubierto Barack Hussein Obama, bombardeando sin motivo ni excusa alguna a Siria, acusándola de haber empleado armas químicas en su guerra contra ISIS (un grupo terrorista creado y financiado tanto por los EE.UU., Arabia Saudita y liderado por un conocido agente del Mossad israelí con el objetivo de derrocar al régimen del señor Bashar Al Assad), cuando en realidad según denuncio Wikileaks, todo fue un montaje preparado por la CIA. Asimismo, dada su inexperiencia, se ha dejado llevar por los malos consejos de sus asesores, colocando en la mira a China, Rusia, Irán, Venezuela y Corea del Norte, tratando de ‘cercar’ a los dos primeros, instalando tropas tanto de la OTAN como de sus ‘aliados’ en sus fronteras, intentando desestabilizar a la República Islámica con revueltas internas de similares características a las organizadas durante la fracasada ‘Primavera Árabe’ (creada asimismo por la CIA), financiando grupo terroristas en la República Bolivariana (sometiéndola además a un inhumano bloqueo económico) o amenazando con atacar a Corea del Norte, donde un dictador comunista pretende intimidar al mundo con sus misiles nucleares, pero aparte de algunos exabruptos a través de su cuenta de Twitter, no se ha pasado a mayores, al menos por el momento. De esta manera, el mundo no explotó como muchos esperaban y la tan temida Tercera Guerra Mundial aun no se ha llevado a cabo. Por lo visto, incapaz de tomar sus propias decisiones, se muestra impotente para enfrentar de una vez por todas a la amenaza norcoreana, cuyos misiles, según puede deducirse, son capaces de alcanzar territorio continental estadounidense. Y he ahí el riesgo, ya que un ataque ‘preventivo’ contra Pyongyang - como Washington acostumbra a hacerlo con países débiles que saben muy bien que no tienen la capacidad de responder de la misma manera - es impensable en esta ocasión porque supondría una respuesta desesperada del enemigo, quien a no dudarlo lanzaría sus misiles con ojivas nucleares matando a millones de seres humanos. Es por ello que la alternativa a tomar en cuenta y que se esta preparando intensamente en secreto, es una invasión por sorpresa a gran escala, tan fulminante, incluyendo el asesinato en primer lugar de Kim Jong-Un por parte de comandos surcoreanos, lo cual impediría una reacción inmediata por parte del descabezado régimen comunista, aunque ello lo lleve a una guerra abierta con China, tal como sucedió en la pasada guerra de Corea, con la salvedad que ambos tienen arsenales nucleares y que no dudarían en usarlo de llegar el momento. Es por ello que en los próximos meses, Trump se enfrentara a una difícil elección: desatar una guerra para derrocar al régimen norcoreano tal como se lo proponen sus generales o abandonar su política agresiva hacia Pyongyang para no tener que enfrentarse a los chinos (cuyo creciente poderío económico y militar es más inquietante que hace un año) lo cual seria una dura humillación para el. Trump ya carga en sus espaldas la derrota de ISIS en Siria e Irak, donde a pesar del ingente apoyo proporcionado a esa banda terrorista, cuyos monstruosos crímenes ‘justificaban’ la presencia estadounidense en la región, no pudo evitar su debacle y virtual desaparición. Con su ilusorio ‘califato’ pulverizado por los quirúrgicos bombardeos de la aviación rusa en Siria, los sobrevivientes han sido reagrupados por los EE.UU. cerca de la frontera con Turquía y buscan crear un enclave similar a Kosovo bajo la ‘protección’ estadounidense, demostrando con ello su apoyo a esos criminales. Pero allí ha tenido que enfrentarse a la ira de su ‘socio’ Recep Tayyip Erdogan quien desde el pasado fin de semana ataca la zona por aire y tierra, advirtiendo a Washington que no permitirá por ningún motivo la creación de un nido de terroristas en el lugar. En el Golfo Pérsico en cambio, Trump ha tenido mejor ‘suerte’ alineándose firmemente con Arabia Saudita y las corruptas petromonarquias del Golfo, para enfrentarlas contra Irán. Señaló asimismo su deseo de alejarse del acuerdo nuclear firmado con la República Islámica y mostró nulo interés en el genocidio practicado por sus aliados sauditas contra Yemen, que resiste firmemente la invasión del país. Por el contrario, ha decidido apostar por el príncipe heredero de la Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, quien padece de graves alteraciones mentales y es un feroz adversario de Irán, pero que a su vez es considerado por diversos analistas como un títere de los israelíes. Pero para intranquilidad de los EE.UU. el ejército saudita no es rival alguno para los iraníes. Ello se ve en las continuas derrotas que sufren a manos de los yemeníes, quienes en reiteradas ocasiones han pasado a la ofensiva llegando a atacar con misiles Riad, su capital. Si no pueden con ese pequeño ejercito ¿como lo van a lograr con quienes poseen las fuerzas mas grandes y disciplinadas de la región? Se preguntan muchos. Por lo visto, Trump no puede resolver ninguno de los problemas que heredó, ni parece tener alguna solución a la vista. Como recordareis, luego de denunciar e su campaña una participación excesiva de las tropas estadounidenses en el exterior - llegando a anunciar incluso su retirada de la OTAN - una vez en la Casa Blanca, aumentó considerablemente el despliegue de fuerzas en zonas de guerra activas. En Afganistán, por ejemplo, Trump elevó el número de tropas estadounidenses sin un objetivo claro más allá de la persistencia. Otros movimientos fueron dramáticos pero esencialmente sin sentido. El reconocimiento unilateral de Jerusalén como capital de los sionistas, fue repudiado por todo el mundo, quedando más aislado que antes. Si bien es cierto, que el primer año de Trump en gran parte transcurrió sin incidentes, hay motivos para pensar que el 2018 será considerablemente más difícil. No solo los desafíos de la política exterior comienzan a acumularse; un año de la administración Trump ha dejado a los Estados Unidos en una posición más débil y aislada en su relación con el mundo, posibilitando que tanto China y Rusia sean el nuevo eje de poder. De otro lado, para nadie es un secreto que el conflicto con Corea del Norte se está moviendo hacia algún tipo de clímax que debe de llegar a su fin cuanto antes. Es completamente plausible que Kim Jong-Un, ordene la prueba de un misil balístico con armas nucleares en el 2018. En respuesta, los Estados Unidos podrían derribar el misil de prueba, incluso si no está armado. Tal decisión, o algún incidente menor en aguas territoriales a lo largo de la zona desmilitarizada, podrían degenerar en una guerra devastadora. A los cien años del final de la Primera Guerra Mundial, es bueno recordar que pequeños eventos pueden desencadenar otros mucho más grandes . Estados Unidos, luego de haber declarado que no aceptaría jamás una Corea del Norte convertida en una potencia nuclear, deberá usar la fuerza para cumplir su palabra. De una forma u otra, esta crisis podría llegar a su punto máximo a comienzos del 2019, o quizás antes de lo esperado. Continuar con el actual status quo en la península, permitiendo que el dictador norcoreano siga haciendo de las suyas amenazando con sus misiles a diestra y siniestra, puede terminar con la escasa reputación que le queda a los EE. UU. ya que estaría permitiendo la consolidación de ese régimen, al cual ha sido considerado una y otra vez como un peligro inaceptable. A su turno, un conflicto con Rusia también se ha vuelto cada vez más probable. Y es que aparte de la retórica de Trump (y su declarada admiración por Vladimir Putin) al mismo tiempo, las acciones más hostiles tomadas por su administración contra Moscú han aumentado el riesgo de un conflicto en Europa, con mayor razón cuando se han desplegado tropas de la OTAN alrededor de sus fronteras contra la imaginaria ‘amenaza rusa’ que solo cabe en las mentes perversas del Pentágono con el objetivo de desencadenar una guerra, mas aun tras su fracaso en Ucrania, que se debate en una sangrienta guerra civil organizada por la camarilla fascista de Kiev, colocada en el poder por Washington. Al mismo tiempo buscan debilitar a Irán - enemigo acérrimo de los sionistas en el Medio Oriente - y tensa cada vez más sus relaciones con China, al cual hostiliza constantemente porque su advenimiento de gran potencia, es vista por los EE.UU. como un gran peligro para sus intereses. La combinación de estos conflictos, y no solo cada uno individualmente, constituye una segunda fuente de preocupación. Si alguno de ellos se sale de control, sus adversarios sabrán como explotarlo para su beneficio, con mayor razón cuando Rusia, China e Irán son firmes aliados en su lucha contra un enemigo común. Mientras el Criminal de Guerra Franklin Roosevelt podría concebir y ejecutar una estrategia contra Japón y Alemania simultáneamente (mas aun cuando los separaban miles de kilómetros, lo que les impedía actuar en conjunto, como hoy puede hacerse gracias al desarrollo de los medios de transporte, que pueden trasladar a las tropas en cuestión de días) Trump no es Roosevelt, y los EE.UU. del 2018 no es el mismo de 1942. Un Estados Unidos preocupado con un combate en digamos, la península coreana, probablemente sería menos agresivo si se enfrentara simultáneamente a Rusia en Europa. Y si los líderes extranjeros saben una cosa sobre Trump, que es incapaz de enfocarse en un solo punto, mas aun cuando su autoridad esta en entredicho. Cabe destacar por cierto, que la inestabilidad de la política exterior de los EE. UU. se agudizara este año, ya que las elecciones de noviembre pueden costarle a los republicanos el control de una o ambas cámaras del Congreso, lo cual seria nefasto para su administración. También es probable que haya algunos ‘avances importantes’ en la ofensiva orquestada contra Trump, mediante las sesgadas investigaciones dirigidas por el destituido exdirector del FBI, Robert Mueller, quien ahora es el abogado especial que ‘investiga’ la imaginaria injerencia rusa en las elecciones del 2016 y sus posibles vínculos entre la campaña de Trump y Rusia. Como no es posible encontrar prueba alguna de esa conexión, porque nunca la hubo, toca inventarlos. Total, para falsificar documentos y toda clase de ‘evidencias’, la CIA es experta en ello. Estas podrían resultar en acusaciones de altas figuras de la administración o del propio Trump, a quien por todos los medios buscan someterlo a un proceso de impeachment en el Congreso tal como sucedió con Richard Nixon, debido al caso Watergate, quien tuvo que renunciar para evitar ser destituido ignominiosamente por sus enemigos, como ahora pretenden hacerlo con el actual mandatario, en medio de un clima polarizado por aquellos que apostaron por Hillary Clinton y perdieron. Como resultado, la agitación interior afectará la conducta de la política exterior estadounidense tentando a un presidente tan irascible como Trump, el cual trataría de desviar la atención pública hacia su persona de una manera más dramática, aventurándose a iniciar una guerra sabiendo que no las tiene todas consigo y que una derrota seria lapidaria para el. El actual mandatario parece creer que ha logrado grandes cosas durante su primer año en el cargo y que sus críticas a sus adversarios habían demostrado ser las correctas. Pero de hecho, ha sido todo lo contrario, ya que ha demostrado una incapacidad total a la hora de gobernar. Él ha decepcionado a muchos, incluso a sus aliados más cercanos al hacer todo lo contrario a lo que prometió y dejar en el aire el resto de sus promesas., ya que se sometió a las condiciones dictadas por The Deep State. No es de sorprender por ello que la gran mayoría de quienes lo apoyaron desde los primeros días de su administración terminaron por abandonarlo, decepcionados de su proceder y solo un pequeño grupo de incondicionales insiste en estar a su lado. Se ha ganado nuevos enemigos, quienes incluso llegaron a publicar libros llenos de historias fantasiosas escritos con el objetivo de ridiculizarlo (‘Fire and Fury: Inside the Trump White House’ es un ejemplo de ello) cotilleos sin sustento alguno que respalden sus afirmaciones, del cual dicen incluso que harán una serie televisiva, pero ello no significa que tenga credibilidad alguna, simplemente porque no lo tiene. Lo peor de todo, es que ante la desesperada ofensiva mediática de sus adversarios, Trump sigue viviendo en su mundo de fantasía sin estar consciente del peligro que lo acecha y pensando que sabe lo que está haciendo. Que gobernar es como manejar sus empresas, donde todo lo tiene bajo control y no parece darse cuenta de que poderosas fuerzas oscuras - que controlan el aparato militar-industrial estadounidense y sus organismos de seguridad, que son el poder detrás del poder - deciden por el en la Casa Blanca. Así ha sido siempre y siempre lo será. Es dudoso por ello que se le permita a Trump adoptar una iniciativa propia que no haya sido previamente autorizada por ellos. Si lo intenta, podemos esperar que las presiones en su contra se intensificaran de una manera tal desde todos los frentes que le impedirán culminar su mandato, siendo reemplazado por Mike Pence, el hombre de confianza de The Deep State. Total, el mismo se lo ha buscado :)