A menos de una semana de las elecciones presidenciales en los EE.UU., la carrera entre el discapacitado físico y mental Joe Biden y el presidente Donald Trump aun no ha terminado. La razón de esto es que, si bien las encuestas nacionales muestran una cierta ventaja para el primero, la lucha por el voto del colegio electoral en los estados críticos sigue siendo cerrada - tal como sucedió en el 2016 donde Trump terminó por imponerse sobre Hillary Clinton, a quien los medios de prensa al servicio del establishment la dieron de antemano por “ganadora”, cosa que no ocurrió, quedando en el mas completo ridículo - por lo que la elección del 3 de noviembre aun no está decidida. Como sabéis, las elecciones presidenciales en los EE.UU. no se deciden por el voto popular, es más bien una contienda para ganar el colegio electoral. Es una batalla de 50 estados para llegar a los 270 votos electorales necesarios para que haya un ganador de los comicios. No cabe duda que en esta ocasión el establishment quiere evitar que se repita el mismo escenario de hace cuatro años y tal como lo alerto Trump, buscan adulterar la votación por correo para favorecer a su candidato, aquel viejo senil y abusador de mujeres que puede ser manejado a su antojo como un títere para ser ellos quienes realmente gobiernen. De allí el odio que le tienen a Trump y van a hacer todo lo posible para evitar su triunfo. Una de las razones de la extraordinaria hostilidad del establishment hacia Donald Trump es que no ha perdido el tiempo evocando nuevas misiones para justificar la existencia continua de la OTAN. En cambio, ha prometido retirar 12.000 soldados estadounidenses de Alemania y, para colmo de males, ha exigido que los estados miembros de la OTAN aumenten sus contribuciones financieras para el mantenimiento de la alianza militar que aparentemente está allí para "protegerlos" (?). Esto es un sacrilegio para los halcones que han pasado los últimos 70 años maquinando nuevas guerras para seguir manejando a su antojo a la OTAN. Según Nicholas Burns - ex embajador de EE.UU. en la OTAN y actual asesor de Joe Biden -“Trump ha acusado a sus aliados militares de la alianza de ser una carga para el Tesoro de los EE.UU., y ha criticado agresivamente a los ‘verdaderos amigos’ de Washington en Europa como el presidente francés Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel, mientras que a su vez, trata a Vladimir Putin, Xi Jinping, Kim Jong-Un y otros líderes ‘autoritarios’ con un tacto inusual” aseveró. Fuera de sus conocidas amenazas verbales a determinados países sin pasar a la acción, Trump no solo no le ha dado una nueva misión a la OTAN, sino lo único que se le ha ocurrido - solicitar más fondos a sus estados miembros - lo cual ha sido calculado para provocar recriminaciones mutuas dentro de la alianza. El magnate republicano regularmente se jacta de haber convencido a la OTAN para que desembolse 130.000 millones de dólares adicionales al año "y serán 400.000 millones de dólares" advirtió recientemente. Pero para los ‘expertos’ de política exterior en Washington, presionar a los estados miembros de la OTAN para que aporten más dinero es un asunto peligroso. Podría tener el efecto indeseable de obligarlos a preguntarse si dedicar sus recursos escasos a la OTAN -particularmente ahora luego de la recesión económica causada por el Coronavirus - es una inversión sólida. No es ningún secreto que desde la caída de la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia, la OTAN ha estado buscando desesperadamente una razón para ‘justificar’ su existencia. La alianza agresiva ha ampliado su membresía de 16 a 30 en 20 años, sin presentar una razón convincente, aparte de la inercia, para permanecer en el negocio. Sin duda, hubo y existen amenazas (ciberseguridad, migración masiva, tráfico de personas, narcóticos, proliferación nuclear, terrorismo internacional), pero nunca estuvo claro cómo una alianza militar estrechamente enfocada podría abordarlas unilateralmente. Por lo tanto, la OTAN se ha visto obligada a emprender un vigoroso cambio de planes. Así, durante la década de 1990, tuvimos la locura de la llamada "intervención humanitaria”. Esto llevó al bombardeo de Bosnia-Herzegovina por la OTAN en 1994 y 1995 y posteriormente, al bombardeo de Yugoslavia en 1999. Ninguna operación logró nada que no se hubiera logrado años antes, y sin el uso de la fuerza. En el 2001, la OTAN se involucró en lo que denomino “la Guerra Global contra el Terrorismo”. Luego del operativo de Bandera Falsa del 11 de septiembre, la OTAN, por primera vez en su historia, invocó el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, declarando “que el ataque terrorista (sic) a los EE.UU. fue un ataque contra todos los miembros de la OTAN”. Cuando EE.UU. tomó represalias invadiendo Afganistán en octubre del 2001, la OTAN estaba dispuesta para ‘ayudar’. En diciembre, estableció la llamada Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, cuya misión nebulosa era "fortalecer al gobierno afgano para ejercer y extender su autoridad e influencia en todo el país, allanando el camino para la reconstrucción y la gobernanza eficaz". Pero el fracaso de la intervención militar fue total y hoy Afganistán es un callejón sin salida para Washington. Luego vino Irak. A pesar de la oposición vocal de Francia y Alemania a la invasión del 2003, la OTAN, en poco tiempo se involucró en otra aventura criminal. En el 2004, se estableció la Misión de Entrenamiento de la OTAN en Irak, cuyo objetivo supuestamente era "ayudar en el desarrollo de las estructuras e instituciones de entrenamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes para que Irak pueda construir una capacidad efectiva y sostenible que aborde las necesidades de la nación". Una de sus tareas fue capacitar a la policía iraquí. Sin embargo, como reveló la divulgación de los registros de la guerra de Irak por WikiLeaks, la policía colaboracionista iraquí finamente entrenada, llevó a cabo horribles torturas a los detenidos. Como sucedió en Afganistán, la misión de la OTAN en Irak fue un fiasco y actualmente ambos países son Estados fallidos y la ‘autoridad’ de los gobiernos títeres allí establecidos no sobrepasa más allá de sus asediadas capitales. El resto, es bastión de grupos terroristas y “señores” de la guerra. Con el regreso de los demócratas al poder en Washington en el 2009, la OTAN volvió al vil negocio de la “intervención humanitaria”. Su bombardeo de Libia en el 2011 destruyó su gobierno, la ley y el orden público, instituciones que antes de la intervención habían asegurado que el pueblo libio tuviera el más alto standard de vida del África. Así, de ser un país rico, próspero y envidiado por muchos, la "intervención humanitaria" de la OTAN la convirtió en la mas pobre y miserable del continente, despedazada por grupos armados de intereses contrapuestos que pelean ferozmente entre si. A ello debemos agregar su responsabilidad en el brutal asesinato del líder libio Muammar Gaddafi - considerado un crimen de guerra - en la que la OTAN ha estado claramente involucrada, volviendo así a la antigua misión de "contención" de la Guerra Fría. Pero aun hay más. Tras el golpe de Estado del 21 de febrero del 2014 en Ucrania - donde el Presidente constitucional Víktor Yanukóvich fue derrocado por la CIA, siendo reemplazado por el traidor colaboracionista Petró Poroshenko - y la reincorporación de Crimea a Rusia, la nueva misión de la OTAN era muy parecida a la anterior, esta vez dirigida contra Moscú. En ese sentido, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, prometió que: “Ahora tendremos más aviones en el aire, más barcos en el agua y más disponibilidad en tierra. Por ejemplo, los aviones de vigilancia aérea realizarán más incursiones sobre la región del Báltico, mientras los barcos aliados se desplegarán en el Mar Báltico, el Mediterráneo Oriental y otros lugares”. Han pasado seis años y está claro que simplemente no hay suficientes conflictos armados en el mundo para justificar su continua existencia, sin mencionar el enorme gasto que representa una organización militar tan gigantesca y anacrónica. Por lo tanto, la OTAN ha recurrido a aprovechar la actual fobia antirrusa para intentar demostrar su ‘vigencia’. Pero el hecho de que Trump no vea con buenos ojos la OTAN, combinado con su deseo de extraer más y más fondos de las 29 Estados miembros, coloca a la alianza militar en una posición muy vulnerable. Sin una nueva misión y sin amenazas obvias para Europa en el horizonte, o al menos ninguna que la OTAN parezca capaz de abordar, sus estados miembros, tarde o temprano, estarán obligados a cuestionar el valor de pertenecer a una organización, con cuotas de membresía tan altas y tan pocos beneficios. No es de extrañar por ello que los entendidos en política exterior en Washington ataquen a Trump y recen por una victoria de Biden, que significaría el retorno de las “intervenciones humanitarias”, así como atizar la vomitiva propaganda antirrusa para incrementar su presencia en Europa. Otra de las razones por la que detestan a Trump es que a diferencia de sus predecesores, no se ha molestado en intentar inventar una nueva razón para la continua existencia de la OTAN: Clinton tenía a Yugoslavia, Bush a Afganistán e Irak, Obama a Libia, pero Trump no ha proporcionado ninguna "nueva misión" para la OTAN. Quizás porque no haya uno. Esta claro que al magnate republicano no le interesan las guerras sino los negocios. De allí sus negociaciones con Corea de Norte y sus llamados a Irán para realizar “conversaciones” en la cual puede sacar algún beneficio. E incluso con China, por más que haya enviado una flota al Mar Meridional como modo de presionar a los chinos para llegar a un “acuerdo” mutuamente ventajoso, lo cual es inaceptable para el establishment. De seguro, con Biden en la Casa Blanca, no tardarían en desatar conflictos en diferentes lugares del globo que proporcionarían jugosas ganancias a los fabricantes de armas. Por ese motivo esperan con ansias su victoria. A ver si finalmente, no terminan dándose nuevamente un portazo en la cara :)