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miércoles, 24 de enero de 2024

GODZILLA MINUS ONE: La redención del Mal

En un momento en el que Godzilla se mantiene como un personaje válido a setenta años de su primera aparición, gracias a series como ‘Monarch: el legado de los monstruos’ y la próxima ‘Godzilla y Kong: el nuevo imperio’, la creadora del asunto volvió a contraatacar tras la singular ‘Shin Godzilla’, que convertía el desastre de Fukushima en una diana perfecta para explicar la ineficiencia burocrática de un gobierno acomodado e incapaz, recuperando ahora el poder alegórico del icónico monstruo en su versión más terrorífica y devastadora hasta ahora. De hecho, Toho volvió al original siguiendo la senda ideológica de la anterior, de nuevo planteando un país en ruinas con una casta en el que no se puede confiar y unos EE.UU. dibujados como el enemigo en la sombra, dejando la lucha contra Godzilla a los ciudadanos. No por casualidad, la película reutilizo la sintonía clásica de Akira Ifukube, que nos lleva a 1954, tan solo unos años más tarde del final de la Segunda Guerra Mundial, justo el periodo elegido para armar esta especie de precuela muy conectada con el film de Ishiro Honda. El resultado es uno de los blockbusters más apabullantes del año en cualquier género. Llegado en tiempo de descuento, pero marcando de chilena, Takashi Yamazaki insufla nueva vida al mito y nos prepara para la que puede ser un revival kaiju equiparable al de la trilogía de Gamera en los 90. Sin salirnos de las franquicias, vale, pero su presupuesto de unos 15 millones de dólares hace palidecer a toda la producción de Marvel y DC del 2023, planteando incluso otras posibilidades de ritmo y uso de efectos especiales. Salvo ‘The Creator’ ninguna película de gran presupuesto de los últimos años ha explorado demasiado las posibilidades dramáticas de un uso estratégico de la tecnología. En sus monumentales escenas de catástrofe, ‘Godzilla: Minus One’ pone cada momento de espectáculo al servicio de una tragedia que nos fascina y aterra ver. Nada funcionaría sin su meditado enfoque de drama de posguerra de un periodo muy concreto de su historia, no solo en la forma, sino en sus temas de derrota, honor y resurgir. Esto, que se ha confundido con un problema de ritmo, hace que cada momento importe y el esfuerzo del personaje principal por superar su vergüenza y reintegrarse vaya, mano a mano, con las escenas en las que aparece Godzilla, sintetizando el drama de toda una nación en su experiencia particular. De hecho, buena parte de la película es casi una respuesta a ‘Oppenheimer’ desde el lado japonés, explorando el trauma nuclear colectivo de forma que sirve de contrapunto a la fascinación por la peripecia científica que transpira el éxito americano. Tras convertir la creación de la bomba atómica en una experiencia de viernes noche y palomitas en el multicine de un centro comercial, es imposible no pensar que hay mucho de Hiroshima en la forma en la que se presenta el uso del rayo característico de Godzilla, un momento preparado con la misma anticipación que la prueba de la bomba atómica, pero con un propósito bien distinto. Sí, tenemos a un lagarto gigante que anda torpemente, pero esa representación fantasiosa resulta más temible y peligrosa en cuanto sintonizamos con lo que nos está queriendo enseñar realmente. No hay que ser muy avispado para captar que el ataque a Ginza está reflejando el efecto devastador de una fuerza inesperada - que aparece, claro, por efecto de otras pruebas militares americanas - , usando al coloso como avatar del terror atómico. Desde las "quemaduras" de Godzilla, a la forma angustiosa de reflejar el pánico civil o la presencia de una lluvia de ceniza negra... La imaginería es un catálogo de efectos de la bomba nuclear que explora todo lo que no interesaba reproducir en ‘Oppenheimer’, mostrando, de alguna manera, la cara de la moneda más “descortés” en una película aparentemente de espectáculo. Irónicamente, ‘Godzilla: Minus One’, entre sus varios recursos del cine bélico, recicla algunos momentos del cine reciente de Christopher Nolan, concretamente de ‘Dunquerque’, en algunas de sus escenas navales, que dan la distintiva personalidad marítima a esta entrega frente a las demás. De hecho, esta vocación "acuática" hace que tenga algunos momentos de pura aventura marinera que recuerdan a los momentos de peripecia más memorables de ‘Tiburón’ (1975), lo que convierte a Godzilla en una criatura más fiera y que crea lazos con el cine de terror animal más tradicional. Con más comentario social o más aventura, el resultado consigue un balance insólito entre el peso emocional y el gran espectáculo de efectos especiales perdido en el blockbuster americano actual, logrando aprovechar sus limitados recursos al máximo, poniendo en evidencia a las últimas entregas del monsterverse. Un hype que se explica sin matices y un éxito sorpresa de taquilla que evidencia un error de cálculo garrafal de algunas distribuidoras que no han medido la respuesta que tendría en salas, un testamento al poder de los rarísimos blockbusters con actitud y FX al servicio de la historia y no al revés. Con un equilibrio perfecto entre el cine de monstruos y el bélico, ‘Godzilla: Minus One’ funciona gracias a su parte humana, un drama construido sobre la culpa, que no se corta en explotar un énfasis militarista sobre el honor perdido con el que no se atrevería Michael Bay, y que explica el resentimiento nacionalista de un Japón que parece estar buscando reconstruir su orgullo tras un desastre al evocar el deseo patriótico de una nación casi emulando a una película de propaganda ficticia de posguerra, con un fondo tan populista y fascinante como peligroso. Nominada al Premio Óscar de la Academia de este año, el gigante radioactivo ha vuelto a la palestra, demostrando un futuro prometedor y a su vez, aterrador.
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