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miércoles, 24 de julio de 2024

UCRANIA: Camino a su aniquilación

Como sabéis, el realismo político se presenta erróneamente como “inmoral” porque se centra principalmente en una competencia ineludible por la seguridad y, por lo tanto, rechaza los esfuerzos idealistas por trascender la política de poder. Como los Estados no pueden separarse de la competencia por la seguridad, la moralidad para el realista implica actuar de acuerdo con la lógica del equilibrio de poder como base para la estabilidad y la paz. Los esfuerzos idealistas por romper con la política de poder pueden definirse entonces como “inmorales”, ya que socavan la gestión de la competencia por la seguridad como base de la paz. Como expresó Raymond Aron en 1966: “El idealista, creyendo que ha roto con la política de poder, exagera sus crímenes”. El argumento idealista más peligroso que destruyó a Ucrania es el de “que tiene derecho a sumarse a cualquier alianza militar que desee”. Es una declaración engañosa que puede ganar fácilmente el apoyo de un público desinformado, ya que la alternativa seria aparentemente “permitir que Rusia dicte las políticas de Ucrania”. Sin embargo, afirmar que “se debe permitir que Ucrania se una a cualquier alianza militar” es un argumento idealista, ya que apela a cómo nos gustaría que fuera el mundo, no a cómo funciona realmente. El principio de que la paz se deriva de la expansión de alianzas militares sin tener en cuenta los intereses de seguridad de otras grandes potencias nunca ha existido. Estados como Ucrania, que limitan con una gran potencia, tienen todos los motivos para expresar preocupaciones legítimas en materia de seguridad, pero invitar a una potencia rival como EE.UU. a su territorio intensifica la competencia en materia de seguridad. ¿Es moral insistir en cómo debería ser el mundo cuando la guerra es la consecuencia de ignorar cómo funciona realmente el mundo? La alternativa a la ampliación de la OTAN es no aceptar una esfera de influencia rusa, que denota una zona de influencia exclusiva. La paz se deriva del reconocimiento de una esfera de intereses rusa, que es un área donde los intereses de seguridad rusos deben ser reconocidos e incorporados en lugar de excluidos. No solía ser polémico argumentar que los intereses de seguridad rusos deben tenerse en cuenta al operar en sus fronteras. Por eso Europa tenía un cinturón de estados neutrales como amortiguador entre Oriente y Occidente durante la Guerra Fría para mitigar la competencia en materia de seguridad. Hoy ese cinturón no existe. Méjico tiene muchas libertades en el sistema internacional, pero no tiene la libertad de sumarse a una alianza militar liderada por China ni de albergar bases militares chinas. El argumento idealista de que puede hacer lo que quiera implica “ignorar las preocupaciones de seguridad de EE.UU.”, y el resultado probablemente sería su destrucción por parte de EE.UU. Si Escocia se separa del Reino Unido y luego se suma a una alianza militar liderada por Rusia y alberga misiles rusos, ¿seguirían defendiendo los ingleses el principio del consentimiento? Obviamente que no. Cuando vivimos en un mundo realista y reconocemos que la competencia en materia de seguridad debe mitigarse para lograr la paz, entonces aceptamos un sistema de seguridad basado en restricciones mutuas. Cuando vivimos en el mundo idealista de los Estados buenos contra los Estados malos, entonces no se debe limitar la fuerza del bien. La paz está entonces garantizada cuando el bien derrota al mal y el compromiso es un mero apaciguamiento. Los idealistas que buscan trascender la política de poder y crear un mundo más benigno se encuentran intensificando la competencia en materia de seguridad e instigando guerras. Los idealistas condenan regularmente como “inmoral” el argumento de que el expansionismo de la OTAN provocó la invasión rusa, porque aparentemente legitima tanto la política de poder como la invasión. ¿Es inmoral la realidad objetiva si contradice el mundo ideal en el que nos gustaría vivir? El ex embajador británico en Rusia, Roderic Lyne, advirtió en el 2020 que era un “error enorme” impulsar la adhesión de Ucrania a la OTAN: “Si quieres iniciar una guerra con Rusia, esa es la mejor manera de hacerlo”. La por entonces canciller alemana Angela Merkel reconoció que Rusia interpretaría la posibilidad de la adhesión de Ucrania a la OTAN como una “declaración de guerra”. El director de la CIA, William Burns, también advirtió contra la incorporación de Ucrania a la OTAN, ya que Rusia teme un cerco y, por lo tanto, estará bajo una enorme presión para usar la fuerza militar: “Moscú tendría que decidir si interviene; una decisión que Rusia no quiere tener que afrontar”. Un asesor del ex presidente francés Sarkozy argumentó que la Carta de Asociación Estratégica entre EE.UU. y Ucrania en noviembre del 2021 “convenció a Rusia de que deben atacar o ser atacados”. Ninguna de las personas mencionadas anteriormente buscó legitimar una invasión, sino que buscaron evitar una guerra. Sin embargo, prestar atención a su advertencia se condena como dar a Rusia un veto, mientras que ignorar estas advertencias se presenta “como una cuestión de principios y virtud”. Cuando las grandes potencias no tienen un veto institucional blando, utilizan un veto militar duro. Los idealistas que insisten en que Rusia no debería tener un veto sobre la expansión de la OTAN impulsaron las políticas que previsiblemente resultaron en la pérdida de territorio, cientos de miles de muertes y una nación destruida. ¿Por qué los idealistas se presentan como morales y “pro-ucranianos”? ¿Por qué los realistas que durante más de una década advirtieron contra la expansión de la OTAN son inmorales y “anti-ucranianos”? ¿Se basan estas etiquetas en las disparatadas ‘teorías’ de los idealistas? Sugerir que Ucrania “tiene el derecho soberano de unirse a la OTAN” presenta al bloque militar como un tercero pasivo que simplemente apoya “la aspiración democrática de los ucranianos”. Nada más falso. Esta narrativa pasa por alto que la OTAN no tenía la obligación de ofrecer a Ucrania una membresía futura. De hecho, los países occidentales firmaron varios acuerdos con Moscú luego de la Guerra Fría, como la Carta de París para una Nueva Europa, con el objetivo de construir colectivamente una Europa sin líneas divisorias y basada en una seguridad indivisible. Pero la OTAN rompió esos acuerdos al impulsar la expansión al este de Europa y negarse a ofrecer a Rusia garantías de seguridad para mitigar la competencia en materia de seguridad. Al ofrecer una membresía futura a Ucrania, la OTAN desplazó la presión hacia Ucrania y el conflicto OTAN-Rusia se convirtió en un conflicto Rusia-Ucrania. Moscú sintió que tenía la obligación de impedir que Kiev se uniera al bloque militar y albergara al ejército estadounidense en su territorio. El apoyo de la OTAN "al derecho de Ucrania a elegir su propia política exterior” también es una gran mentira, ya que Ucrania fue arrastrada a la órbita de ese agresivo bloque militar contra su voluntad. El público occidental rara vez es informado de que todas las encuestas de opinión entre 1991 y 2014 demuestran que solo una minoría muy pequeña de ucranianos quiso alguna vez unirse a la alianza. La OTAN reconoció la falta de interés del gobierno y el pueblo ucranianos como un problema que debe superarse en un informe del 2011: "El mayor desafío para las relaciones entre Ucrania y la OTAN radica en la percepción de la OTAN entre el pueblo ucraniano. La membresía en la OTAN no cuenta con un amplio apoyo en el país, y algunas encuestas sugieren que el apoyo popular es inferior al 20%". La solución fue impulsar mediante un infame operativo montado por la CIA, denominado Euromaidán, que en el 2014 derrocó al gobierno democráticamente elegido de Viktor Yanukovich, violando su Constitución y sin el apoyo mayoritario de los ucranianos, instaurando un régimen colaboracionista completamente sometido a los EE.UU. Al respecto, la llamada telefónica filtrada entre Nuland y Pyatt reveló que Washington desde tiempo atrás, estaba planeando un cambio de régimen, incluyendo quién debería estar en el gobierno posterior al golpe, quién tenía que quedarse fuera y cómo legitimarlo. Luego del golpe, EE.UU. dejo al descubierto su influencia intrusiva sobre el nuevo gobierno títere que había instalado en Kiev. El fiscal general de Ucrania, Viktor Shokin, se quejó de que desde el 2014, “lo más chocante es que todos los nombramientos [del gobierno] se hicieron de acuerdo con EE.UU. y Washington creía que Ucrania era su feudo”. Por ese motivo se fabricaría un conflicto con Rusia para ‘justificar’ la presencia de la OTAN en el país. ¿Cuáles fueron las primeras decisiones del nuevo régimen elegido por Washington? El primer decreto del “nuevo” Parlamento fue derogar la capacidad de las regiones ucranianas de designar el ruso como segunda lengua oficial. The New York Times informó que el primer día del golpe, el nuevo jefe de espionaje de Ucrania llamó a la CIA y al MI6 para establecer una asociación para operaciones encubiertas contra Rusia, que finalmente dieron lugar a 12 bases secretas de la CIA a lo largo de la frontera rusa. El conflicto se intensificó cuando Moscú respondió reunificando Crimea con Rusia (de la cual el dictador soviético de origen ucraniano, Nikita Jrushchov lo separo ilegalmente en 1954) apoyando asimismo un levantamiento separatista en el Donbás para salvar a su minoría rusófila del genocidio planificado por los golpistas, y la OTAN saboteó el acuerdo de paz de Minsk que la abrumadora mayoría de los ucranianos votó a favor de que se aplicara. La preservación e intensificación del conflicto proporcionó a Washington un representante ucraniano dependiente que podía utilizar contra Rusia. El mismo artículo del New York Times mencionado anteriormente también reveló que la guerra encubierta contra Rusia tras el golpe fascista en Kiev fue una de las principales razones del operativo especial ruso en Ucrania: “A finales del 2021, según un alto funcionario europeo, el presidente ruso Vladimir Putin estaba sopesando la posibilidad de lanzar una operación a gran escala cuando se reunió con el jefe de uno de los principales servicios de espionaje de Rusia, quien le dijo que la CIA, junto con el MI6 británico, estaban controlando Ucrania y convirtiéndola en una cabeza de playa para operaciones contra Moscú”. Tras la intervención rusa de Ucrania, los idealistas insistieron en que Ucrania “debía convertirse en miembro de la OTAN tan pronto como termine la guerra”. Se trata de una declaración moral y atrayente para garantizar que “Ucrania estará protegida y que una tragedia como ésta no se repetirá” Pero ¿qué le comunica a Rusia? Todo territorio que Rusia no conquiste caerá en manos de la OTAN, “que podrá utilizarla como territorio de primera línea contra Rusia”. La amenaza de la expansión de la OTAN incentiva a Rusia a liberar la mayor cantidad de territorio ucraniano posible y a garantizar que lo que quede sea un Estado residual profundamente disfuncional. Lo único que puede traer paz a Ucrania y poner fin a la carnicería impulsada por EE.UU. y la OTAN es restablecer su neutralidad, pero los idealistas denuncian esto como profundamente “inmoral” y, por lo tanto, “inaceptable”. Al contrario, exigen intensificar la guerra contra Rusia, sabiendo de antemano que Ucrania tiene todas las de perder y así le transfieran toda clase de armamento, su suerte está echada, y nada la salvará de su destrucción... y la culpa de ello no solo la tendrán los idealistas.
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