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miércoles, 17 de julio de 2024

EE.UU.: Salvado por la Providencia

Como sabéis, el intento de asesinato de Donald Trump el último fin de semana demuestra hasta qué punto el establisment está dispuesto a llegar para impedir su triunfo en las elecciones de noviembre, que significaría el fin de la guerra en Ucrania, así como de la demoniaca fobia antirrusa y antichina imperante en la Casa Blanca que nos puede conducir a la III Guerra Mundial, más aun cuando su candidato, ese viejo senil de Joe Biden no da para más… Pero fracasaron en sus demenciales propósitos. Ahora bien, imaginemos si el aspirante a asesino Thomas Matthew Crooks hubiera logrado eliminar al candidato republicano. ¿Qué tipo de caos se habría desencadenado? Si se dice “Fort Sumter”, la mayoría de los estadounidenses reconocerían el lugar donde comenzó la Guerra Civil en 1861. Cuando esa guerra terminó luego de cuatro años, entre 752.000 y 851.000 soldados habían muerto (sin contar a los civiles), el equivalente al 2% de la población de EE.UU. en vísperas de la guerra. Si no fuera por la Guerra Civil y su papel en ella, Fort Sumter sería un pintoresco monumento histórico entre muchos otros, pero difícilmente tendría el reconocimiento de nombre que tiene ahora. La pequeña ciudad de Butler, capital de un condado rural del estado de Pensilvania con menos de 14.000 habitantes, puede haber perdido la oportunidad de adquirir una “fama” similar. Porque fue durante un mitin de campaña en los terrenos del Butler Farm Show donde el futuro presidente estadounidense Donald Trump escapó de la muerte, literalmente, por un pelín: una de las varias balas disparadas por Crooks le atravesó la oreja derecha. Otras, trágicamente, hirieron gravemente y, en un caso, mataron a miembros del público. Crooks, que obviamente no actuó solo - como cierta narrativa quiere presentarlo para encubrir la verdad - fue abatido por las fuerzas de seguridad, utilizó un fusil semiautomático AR-15, un arma potente y de fácil acceso en EE.UU. que en otros países estaría fuera del alcance de los particulares. También se acercó sospechosamente, disparando desde el tejado de un edificio a tan solo 120 o 150 metros de donde Trump estaba hablando en un escenario elevado. Un miembro del público afirmó que, minutos antes del tiroteo, alertó a la policía sobre un hombre que se había subido a un tejado con un fusil y que, sin embargo, no hicieron caso a la advertencia ¿negligencia o complicidad? Tales declaraciones ya están alimentando las teorías de la conspiración, que hablan sobre una colusión oficial en el ataque para eliminar a Trump, a quien el establisment considera “peligroso”. Pero como podéis imaginar, hay quienes tratan de ocultar la verdad afirmando que el atentado solo fue producto de “una total incompetencia”, como están afirmando los principales medios de comunicación estadounidenses. Pero millones de estadounidenses - y no solo los partidarios de Trump - consideran esa explicación como ingenua. Esto nos lleva al hecho de que no fue solo Trump quien tuvo suerte de escapar con vida de Butler. Es todo EE.UU. el que también salió mucho más ileso de lo que podría haber sido. Imaginemos, por un momento, una hipótesis contrafáctica plausible: si Crooks no hubiera logrado asestarle un tiro letal en la cabeza, ¿qué aspecto tendría hoy EE.UU. si Trump no hubiera sobrevivido? En un principio, es justo suponer que habría un estado de profunda conmoción a nivel nacional. Sin embargo, mientras que muchos estadounidenses estarían genuinamente atónitos y sinceramente agraviados, otros -quienes organizaron el atentado - se alegrarían sobremanera, porque son los mismos que han demonizado constantemente a Trump - así como a sus partidarios y votantes, incluidos - en el marco de la histeria mediática conocida como “Rusiagate”, calificándolos como “traidores que se han vendido a Rusia y que son agentes de Putin”. En pocas palabras, si Trump hubiera sido asesinado, la enorme polarización política, cultural y moral de EE.UU. no desaparecería mágicamente como esperarían los conspiradores, sino que las tensiones hubiesen empeorado dramáticamente. En el centro de ese enfrentamiento cada vez más intenso habría una narrativa simple y por lo tanto poderosa: que Trump fue asesinado porque estaba destinado a ganar otro mandato y que su asesinato no fue obra de un tirador solitario sino del estado profundo y el establishment, especialmente su ala liberal o - en términos partidarios - demócrata. En esa situación, ocasionaría un efecto desastroso, ya que muchos estadounidenses la creerían. Y cualquier intento de los medios de comunicación dominantes de refutar, ridiculizar o, en efecto, criminalizar esa creencia no la disminuiría sino que la confirmaría. ¿A dónde conduciría semejante escalada de polarización? Consideremos algunos hallazgos recientes y bien establecidos. Una importante encuesta y estudio realizado por un grupo de politólogos -publicado previamente en el 2022 bajo el título Views of American Democracy and Society and Support for Political Violence - ha descubierto que la mitad de los estadounidenses está de acuerdo en cierta medida, incluido un 13,7% “firme o muy firmemente”, con la afirmación de que “en los próximos años habrá una guerra civil en los EE.UU.” El estudio también detectó minorías sustanciales que admitieron abiertamente (las cifras reales seguramente serán más altas) que estaban listas para participar en la violencia política para “amenazar o intimidar”, “herir” o incluso “matar a una persona”. El 18,5% de los encuestados creía que era “al menos algo probable que dentro de los próximos años” hubiera “una situación en la que creyeran que la violencia política estaba justificada” y “estarían armados con una pistola”. El 36% de los encuestados en el estudio Views - el 56% de los republicanos y el 22% de los demócratas – coincidieron además en que “el estilo de vida americano tradicional está desapareciendo tan rápido que quizá tengamos que usar la fuerza para salvarlo”; y el 18% consideró que “debido a que las cosas se han desviado tanto de su curso normal, los verdaderos patriotas americanos quizá tengan que recurrir a la violencia para salvar nuestro país”. Si la creencia en una inminente guerra civil - y la disposición a luchar en ella - son preocupantemente populares, también lo es el profundo escepticismo sobre las realidades del sistema político actual. Casi el 70%, “con resultados muy similares para demócratas y republicanos”, estuvo de acuerdo en que “la democracia estadounidense sólo sirve a los intereses de los ricos y poderosos”. Francamente, ¿quién puede culparlos por ser realistas? Pero eso no es todo. El estudio del 2022 también exploró hasta qué punto los estadounidenses respaldan las opiniones asociadas con la ideología de QAnon, radicalmente confrontacional con el orden establecido actual: el 22,7% estuvo de acuerdo (el 9% muy o muy firmemente) en que “un grupo de pedófilos adoradores de Satanás” tiene el control. El 29,7% estuvo de acuerdo (el 10,1% muy o muy firmemente) en que “una tormenta que viene pronto” arrasará con las élites en el poder y restaurará a los líderes legítimos. El 43,4% estuvo de acuerdo (el 19,3% muy o muy firmemente) en que EE.UU. está “viviendo en lo que la Biblia llama 'el fin de los tiempos'”. Es de particular importancia con respecto a las reacciones a un ataque a Trump que el 32,1% creyera que le robaron las elecciones del 2020” y que el discapacitado físico y mental de Joe Biden es un presidente ilegítimo. Como resultado, los autores del estudio del 2022 extrapolaron que más de 50 millones de adultos estadounidenses “consideran que la violencia está al menos a veces justificada en general para lograr objetivos políticos”, mientras que “más de 60 millones podrían al menos a veces justificar la violencia “para preservar un estilo de vida estadounidense basado en las tradiciones europeas” y casi 20 millones podrían justificar la violencia para impedir que voten las personas que no comparten sus creencias”. Asimismo, seis millones de estadounidenses estarían “dispuestos a dañar la propiedad y entre cuatro y cinco millones a amenazar o intimidar a alguien, herirlo o matarlo”. Entre tres y cinco millones están dispuestos a “cometer violencia contra otros porque son representantes de instituciones sociales: funcionarios gubernamentales, funcionarios electorales, funcionarios de salud, miembros del ejército o la policía”; tres millones a participar en “violencia motivada políticamente contra otros debido a diferencias de raza/etnia o religión”. Tenga en cuenta, todo el tiempo, que estas cifras se basan únicamente en aquellos lo suficientemente desinhibidos como para dejar que un encuestador sepa sobre su disposición a cometer lo que, al fin y al cabo, son delitos; estos son recuentos por debajo de la realidad por definición. Los autores del estudio The View concluyeron que existe un “alto nivel de apoyo a la violencia, incluida la violencia letal, para lograr objetivos políticos” y que “la perspectiva de violencia política a gran escala en el futuro cercano es totalmente plausible”. También señalaron, es cierto, que todavía hay grandes mayorías que se oponen a la violencia política. Pero para una sociedad moderna, no puede haber duda de que sus hallazgos apuntan a una tendencia alarmantemente grande. Ningún contrafactual puede reemplazar la realidad tal como se desarrolla. Nunca sabremos exactamente qué habría sucedido si Donald Trump hubiera sido asesinado, pero sería complaciente descartar la posibilidad muy real de que un asesinato de esa magnitud, en un país tan polarizado, amargado y plagado de armas como EE.UU., pudiera haber llevado a disturbios armados masivos, a que las tendencias secesionistas ganaran terreno en varias regiones e incluso a una pérdida de control por parte de un gobierno central del que muchos estadounidenses desconfían profundamente y hasta lo odian. En definitiva, un asesinato de estas características podría haber sido el detonante de una guerra civil. ¿Le parece una idea descabellada? Basta recordar lo siguiente: en Europa, en 1914, el asesinato del heredero de la Corona Imperial Austriaca Francisco Fernando de Habsburgo en Sarajevo por parte de un terrorista serbio, detonó una situación de tensión y desconfianza que desembocó en una guerra total y devastadora, que ocasiono profundos cambios en el mundo. Así, cuando unas élites irresponsables y unas políticas disfuncionales han reunido suficiente material combustible, la chispa final que inicia la conflagración puede resultar sorprendentemente pequeña. Esa regla se aplica tanto dentro de los países como entre ellos. Por cierto, si bien Trump sobrevivió en esta ocasión, hay que estar alertas a las oscuras maniobras de quienes ya se saben perdidos, para desbaratar sus malévolos planes... El Mal nunca triunfará.
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