Este lunes se dio inicio de manera oficial en Iowa a la carrera presidencial hacia la Casa Blanca, por parte de aquellos aspirantes tanto demócratas como republicanos en sus intentos de ser nominados por sus partidos como quien los representará finalmente en las elecciones de noviembre. Si bien Donald Trump ha quedado en segundo lugar entre los republicanos, no hay porque alarmarse ni sus adversarios cantar victoria - como lo han hecho apresuradamente - porque aún no está dicha la última palabra. Odiado por el Establishment quienes lo consideran un “peligro” para sus intereses, Trump ha sido sometido a constantes ataques por parte de influyentes medios de comunicación tanto en los EE.UU. como en Europa (la portada de Der Spiegel es mas que elocuente) tratando de desvirtuar cada una de sus propuestas, pero estos de nada han valido, porque el magnate - quien se vanagloria de ser el único aspirante que paga los gastos de campaña con dinero proveniente de su propio bolsillo “por lo que no le debe ningún favor a nadie”, a diferencia de los otros que dependen de donaciones de poderosos banqueros y grandes corporaciones de Wall Street con los cuales quedan comprometidos en cuerpo y alma - es el más mediático de los aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos. Y es que Donald Trump no es solo un hombre. Es una marca. La revista Forbes lo ubica como el hombre No. 72 más poderoso del mundo y por 33 años ha estado en su lista de las 400 personas más ricas del planeta. Su conglomerado, Trump Organization, no hace otra cosa que ganar por cada vez que las cinco letras de su apellido aparecen en público y no importa si es para ahondar en la casi guerra que su campaña política ha entablado por la amenaza que representan los inmigrantes provenientes de Méjico (sinónimo de delincuencia y trafico de drogas) o de Medio Oriente (ya que entre ellos se infiltran - como hacen en Europa con el apoyo de Angela Merkel - miles de terroristas) por los que quiere prohibir su entrada. Precisamente, entre sus propuestas más audaces están la de construir una muralla como la de China en la frontera entre EE.UU. y Méjico para frenar y controlar la entrada de indeseables al país y de deportar a todos aquellos que se encuentran ilegalmente en territorio estadounidense, es decir, unos 11.2 millones de personas. Es más, afirma que obligará al gobierno mejicano a pagar por el muro a construirse entre los dos países. Una iniciativa que como podéis suponer, ha levantado gran polémica al otro lado de la frontera, pero que es apoyada por millones de estadounidenses, quienes apoyan entusiastamente esa idea. Y es que el poseer miles de millones de dólares le ha dado la posibilidad a Trump de hacer lo que le quiera. Lanzarse a la Presidencia, evitar “lo políticamente correcto” y hablar con la verdad en televisión abierta, poniendo en su lugar al Criminal de Guerra Barack Hussein Obama (aquel musulmán encubierto de quien Trump ha prometido desenmascarar su verdadero origen) ha disparado su posición en todas las encuestas, donde acapara el primer lugar y de hecho, sus seguidores en las redes sociales son incluso mucho más numerosos que los de la candidata de la acera de enfrente: la demócrata Hillary Clinton, aquella sujeta que tiene las manos manchadas de sangre al haber sido responsable de la creación de Al Qaeda e ISIS, tal como ella misma lo reconoció. En su sitio web personal (no el de su campaña) Donald Trump se describe a sí mismo como “la auténtica definición del sueño americano, continuamente imponiendo los estándares de excelencia al mismo tiempo que expande sus intereses en el sector inmobiliario, de deportes y de entretenimiento. Un negociador sin igual”. El ego del hombre es notable, pero la descripción no es errónea. Donald John Trump fue el cuarto de cinco hermanos. Nació un viernes 14 de junio de 1946, en Queens, distrito de la ciudad de Nueva York. Sus padres fueron Fred Trump (hijo de una pareja alemana que emigró a EE.UU.) y Mary Anne MacLeod, una escocesa también migrante. Don Fred quedó huérfano cuando apenas tenía 12 años y poco a poco construyó y vendió viviendas de clase media en los barrios neoyorquinos de Queens, Brooklyn y Staten Island. Su esfuerzo lo hizo poseer miles de pisos y pronto era dueño de un conglomerado económico de mediano tamaño. Cuando cumplió 13 años sus padres lo enviaron a la Academia Militar de Nueva York para disciplinarlo y el joven se graduó con honores como atleta estrella y estudiante líder, en 1964. Luego ingresó a la Universidad de Fordham, donde estudió dos años, y fue transferido a la Escuela de Finanzas de la Universidad de Pennsylvania. Se graduó de Ciencias Económicas y oficialmente se ganó el permiso para codearse con su padre, cobrar alquileres por toda Nueva York y demostrar su talento. Apenas a los 28, Donald entró de lleno al mundo de los bienes raíces. Relevó a su padre al frente del negocio familiar y cambió el nombre de la compañía de Elizabeth Trump and Son a The Trump Organization. Al poco tiempo de dirigirla también cambió la visión de la empresa y se dedicó a la construcción de rascacielos. Su nueva “zona de combate” era Manhattan. Pasando los 35 años el emprendedor ya había trasformado un edificio de la calle 42 del distrito en el Hotel Grand Hyatt, que sigue siendo suyo, y adquirió la Trump Tower en la Quinta Avenida. En los años ochenta el joven magnate siguió creciendo y amasando fortuna. Invirtió en más edificios, en apartamentos y hoteles de lujo, expandió el nombre de su marca a otros países, compró e hizo casinos en Atlantic City, entre ellos el Taj Mahal; pero la crisis económica de esos años lo sacudió en la década siguiente.A comienzos de los noventa Trump acumuló hasta 975 millones de dólares en deudas y tardó casi diez años en reponerse. Cuando lo hizo, eso sí, regresó con un golpe de autoridad. En 1998 adquirió el edificio General Motors, es decir, una manzana completa de 50 pisos a solo dos cuadras del Central Park neoyorquino, una de las zonas más caras y exclusivas del mundo. En resumen, Donald Trump heredó entre 62.5 y 100 millones de dólares de su padre, y con tiempo y talento los convirtió en los 4,500 millones de dólares que posee hoy, según Forbes. Trump ha dicho que no es el dinero lo que más le importa, sino “ser parte del juego”. Y ha dicho un sinnúmero de cosas más. Con su experiencia en la montaña rusa de los negocios, ha publicado más de 15 libros, entre ellos muchos bestsellers. De sus cinco hijos la más famosa es Ivanka, de su primer matrimonio. Guapa, esbelta e inteligente, se ha convertido en una celebridad y una mujer de negocios. Es la vicepresidenta del departamento de desarrollo y adquisiciones de la Trump Organization y no soporta que los medios la comparen con Paris Hilton. “Yo trabajo 13 horas al día para ganar mi dinero”, dijo a medios de Inglaterra en 2007 y su propio padre es fanático suyo. En el 2004 Trump se había aventurado en televisión y como era de esperar, su triunfo fue rotundo. Se alió con la NBC para realizar un reality show llamado The Apprentice (El Aprendiz), donde unos 18 empresarios competían por 250,000 dólares y un contrato para dirigir una de las empresas del multimillonario. El show se detuvo en el 2015 debido a la campaña política de su protagonista, pero acumuló 14 temporadas y 185 episodios; le generó millones de dólares a Trump, millones de espectadores y un invaluable posicionamiento continuo en televisión nacional. Por el valor de su apellido, sus éxitos en los negocios y sus cientos de propiedades, Trump, quien se jacta de jamás haber usado un cajero automático en su vida, estima que su fortuna total es de 10,000 millones de dólares y critica duramente a la afamada revista Forbes por “solo” apuntarle 4,500 millones. Pese a que hoy Trump es algo así como la imagen del futuro del partido republicano, el precandidato presidencial no siempre simpatizó con esos colores. En 1999 se refirió a temas políticos y sociales y lo hizo con pensamiento liberal e incluso en el 2005, aunque usted no lo crea, invitó a Hillary Clinton a su boda. La esposa del ex presidente Bill Clinton se sentó en primera fila y se sabe además que sus fundaciones han gozado de grandes donaciones del magnate. Carismático y provocador, no duda en proclamarse como el salvador de los Estados Unidos, “un país moribundo y convertido en la escoria del mundo” prometiendo hacerlo grande de nuevo, según su eslogan de campaña. Admirador incondicional del presidente ruso Vladimir Putin (a quien reconoce como el nuevo líder mundial) afirma que está dispuesto a unirse a el para destruir completamente a ISIS. Venga ya, lo que me gusta del señor Trump - y lo ha repetido en anteriores oportunidades - es su sinceridad, hablar con la verdad por más que esta no sea grata a ciertos oídos, algo por cierto nada habitual en la política estadounidense y de allí el revuelo que ha causado su candidatura. Es como un libro abierto donde podemos ver claramente cuales son sus intenciones … y poder actuar en consecuencia. Tiene ese carisma y personalidad que le falta a los demás. No dudo por ello que finalmente se presentará como candidato - bien como republicano o independiente - y por que no, ser el ganador. Que nadie os engañe con los resultados en Iowa, que esto recién comienza :)