Tal como se esperaba, y a pesar de la nauseabunda campaña mediática montada en su contra por el Reino Unido para acusarlo del envenenamiento de un ex espía ruso (cuando se ha descubierto que se trata de uno de esos operativos de bandera falsa a la cual Occidente nos tiene acostumbrados), Vladimir Putin fue reelegido este domingo con el 76.6 % para un nuevo periodo de seis años al frente del Kremlin, una victoria aplastante que le permitirá guiando firmemente los destinos de Rusia, para lamento de los EE.UU. y secuaces de la OTAN quienes ven con desconsuelo como gracias a la genial intervención del líder ruso, todos sus planes de dominación mundial se han hecho trizas y están conscientes - aunque no lo quieran reconocer cerrando sus ojos a la realidad - que su decadencia es inevitable, al mismo tiempo que surge un Nuevo Orden Mundial conformado por Rusia y China, dispuestos a hacerle frente las veces que sea necesario. Es así como desde el Báltico hasta el Pacifico, de los Urales a Siberia y desde Crimea hasta el Ártico, Rusia ha resurgido como una Gran Potencia gracias a la aguda visión de quien con toda razón es considerado como el nuevo Zar de Rusia. Tras el cierre de las urnas, un exultante Putin se presento en un multitudinario mitin en la plaza Manézhnaya, en el centro de Moscú para celebrar su victoria: “Veo confianza y esperanza, la esperanza de nuestra gente con la que vamos a seguir trabajando”, agradeciendo a los electores su incondicional apoyo. El actual mandatario ruso ha destacado asimismo la importancia de la unidad de la nación y ha señalado que es preciso convencer a quienes han votado esta jornada por otros candidatos para que se pongan de su lado. “Para avanzar tenemos que ir codo con codo con cada ciudadano del país. Vamos a pensar en el futuro de nuestra gran patria, en el futuro de nuestros hijos, y al actuar de esta manera estaremos destinados al éxito. Emprenderemos juntos un trabajo a gran escala en nombre de Rusia” declaró ante miles de moscovitas allí reunidos. Como sabéis, cuando Putin, de 65 años, llegó al poder en el año 2000, su país era inestable y con una economía fallida, como consecuencia del caos que siguió a la caída de la Unión Soviética. Ahora, todo eso es parte del pasado y millones de sus conciudadanos lo alaban por haber acabado con ello, reconociendo su sabiduría y asociándolo con la estabilidad, la renovada prosperidad y gran influencia del cual goza Rusia actualmente en el mundo. ¿Su método? “Una lucha paciente y obstinada, al acecho de cualquier síntoma de debilidad del adversario para vencerlo inobjetablemente”, explicaba en el 2013 el propio líder ruso. Esa técnica le ha resultado exitosa en Siria, donde Rusia interviene en apoyo del régimen de Damasco desde el 2015 (victima de una agresión criminal por parte de los EE.UU. y sus secuaces, mediante la creación y financiamiento de ISIS, un grupo terrorista que mediante el terror y la violencia extrema pretendía crear un ‘califato’ al servicio de los intereses sionistas), lo cual supuso un giro decisivo en el transcurso de la guerra, ya que gracias a la intervención rusa, ISIS fue aplastada sin piedad y su ilusorio ‘califato’ pulverizado bajo toneladas de bombas lanzadas quirúrgicamente por la aviación rusa, que mando asimismo al infierno a su cabecilla, Abu Bakr al-Baghdadi, conocido agente del Mossad israelí y cuyo cadáver fue mostrado por la televisión iraní, como signo inequívoco de la derrota total de la bestia sionista. Un año antes, en otra jugada maestra que descoloco a sus enemigos, desbarato los infames planes de la OTAN en Ucrania, donde tras derrocar al gobierno legitimo del señor Víktor Yanukóvich, instauro en el poder al traidor colaboracionista Petro Poroshenko con el objetivo de usar el país como ‘territorio de paso’ para sus tropas con el fin de apoderarse de las inmensas reservas de gas y petróleo existentes en Siberia. Pero fracasaron miserablemente en su empeño ya que Rusia acudió inmediatamente en defensa de las minorías rusas del este de Ucrania que estaban siendo masacradas por la camarilla fascista de Kiev con el beneplácito de Washington, ya que buscaban ‘limpiar’ la zona para instaurar una gran base militar destinada a la ‘conquista’ de Siberia. La intervención rusa dio al traste con todo ello y más aun, mediante un referéndum donde más del 90% de los consultados voto por el si, se decidió reintegrar la península de Crimea a Rusia, del cual había sido separada ilegalmente en 1954 por el dictador comunista soviético de origen ucraniano Nikita Jruschov, y ‘regalada’ a Ucrania a la cual por cierto, nunca había pertenecido. Lo que hizo el señor Putin fue simplemente reparar esta injusticia histórica y ahora Crimea esta nuevamente unida a Rusia, de la cual nunca más volverá a separarse. Esa audaz operación disparo su popularidad a proporciones míticas nunca antes vistas, pero desató el odio de Occidente que se muestra impotente para detenerlo, reviviendo de este modo la Guerra Fría. Gran aficionado al deporte, el presidente ruso intentó volver a hacer de su país una potencia deportiva, organizando en el 2014 los Juegos Olímpicos más caros de la historia en Sochi y que a mediados de este año, acogerá el mundial de fútbol, que desde ya se anuncia que será el mejor jamás realizado. Nacido el 7 de octubre de 1952, en el seno de una familia promedio en San Petersburgo, nada hacía presagiar que Putin acabaría ocupando la cima del poder, como el nuevo Zar que devolvería su grandeza a Rusia. Graduado en Derecho, trabajó en el KGB como agente de inteligencia exterior. Tras el derrocamiento de la dictadura comunista y el colapso de la URSS, se convirtió en asesor para relaciones exteriores del nuevo alcalde de San Petersburgo y luego comenzó un ascenso fulgurante. En 1996, fue requerido para trabajar en el Kremlin. En 1998 fue elegido director del FSB (que sustituyó al KGB) y un año después fue nombrado primer ministro por el presidente Boris Yeltsin. Algunos miembros del círculo de Yeltsin creían que podrían manipularlo fácilmente, pero cuan equivocados estaban, ya que él estaba metido de lleno en restablecer la autoridad del Estado formando un “poder vertical” que dependía únicamente de él. La guerra contra las bandas terroristas en Chechenia, lanzada en octubre de 1999, supuso el fundamento de su popularidad en Rusia. Cuando Yeltsin dimitió ese año, Putin ya se había impuesto como el nuevo hombre fuerte del país. Tras ser elegido en el 2000, aceleró su influencia apoyándose en las “estructuras de fuerza” (servicios secretos, policía, ejército) y en sus familiares de San Petersburgo. Expulsó del poder a los “oligarcas” que se enriquecieron bajo la sombra de Yeltsin y encarceló a los más prominentes, como al director del grupo petrolero Yukos, Mijail Jodorkovski, liberado en el 2013. El Kremlin metió en vereda también a las cadenas de televisión, que pasaron a estar al servicio de la Patria. En el 2008, al verse limitado a dos mandatos consecutivos por la Constitución, le confió el Kremlin por cuatro años a su primer ministro, Dmitri Medvedev, y se puso al frente del gobierno, lo cual sorprendió al mundo, que no se esperaban esta brillante jugada. Cuando en el 2011 anunció su intención de volver a la presidencia para un nuevo mandato, provocó una oleada inédita de entusiasmo que se vio manifestada en su aplastante reelección en el 2012, para un nuevo periodo que culminaría en el 2018. Sin embargo, debido al explicito deseo de millones de ciudadanos rusos que clamaban que se presente nuevamente a las elecciones de este año, accedió a ello y hoy ha vuelto a ser el gran triunfador. Extremadamente celoso de su vida privada, a Putin, padre de dos hijas y divorciado desde el 2013, le gusta dar la imagen de un hombre de gustos simples. Sin embargo, suele coquetear con el culto a la personalidad, acaparando la atención de los medios, ya sea con demostraciones de judo, luchando con osos, cabalgando en caballo sin camiseta o apagando un incendio al mando de un avión Bombardier, lo que le ha ganado una inmensa popularidad en la juventud, quienes lo consideran un ídolo y el símbolo perenne de la Nueva Rusia. Cabe destacar que esta campaña electoral ha reflejado una nueva faceta de Putin. Esta vez el presidente ruso ha elegido ser candidato independiente y potenciar la imagen de alguien que está por encima de las ideologías, cuyo único objetivo es hacer lo mejor para Rusia y todos sus conciudadanos. No ha participado en los debates electorales y el único discurso significativo durante la campaña ha sido el del Estado de la Nación, en el que presentó nuevas y temibles armas nucleares, muy superiores a las estadounidenses, las cuales son indetectables y que en cuestión de minutos pulverizarían a sus enemigos sin darles tiempo de reaccionar. Paralelamente, la televisión rusa en su conjunto han emitido diversos documentales sobre la vida religiosa del presidente, entre los que destaca uno sobre su visita al monasterio de Vaalam, el Athos ruso, en una isla del lago Ladoga (Karelia), donde se sumergió en agua helada para llevar a cabo un rito de Epifanía. Vaalam, “espejo de Rusia” según el documental, fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y restaurado gracias a la ayuda del presidente. Como salvador religioso, pretende reconciliar dos legados, su condición de gran potencia mundial y la tradición imperial ortodoxa del zarismo, conectando así con el mito de la eterna Rusia, invadida por los mongoles, por Carlos XII, por Napoleón, por Hitler, pero liberada y restaurada por Iván III, Pedro el Grande, Alejandro II y Stalin, y, antes que ellos, por San Alexander Nevski, guerrero y salvador del reino ruso de Kiev contra suecos y alemanes, el modelo que mejor se aviene con el nuevo avatar de Putin. Con su reelección, se inicia una nueva etapa y se avizoran mayores desafíos, de la cuales a no dudarlo, volverá a salir airoso... Dios salve al Zar :)