Abdel Fatah al-Sisi, aquel militar que llego al poder mediante un incruento golpe de Estado en el 2013, instaurando un régimen de terror y desatando una brutal represión que ha dejado miles de muertos, esta dispuesto cual nuevo Faraón a eternizarse en el cargo, contando para ello con la ‘bendición’ de los EE.UU. y el apoyo de los sionistas de quien es cómplice del genocidio al que somete a los palestinos en Gaza. Temeroso de ser asesinado por quien menos lo espera - es tal el odio que genera que ya no confía ni en su propia sombra - se ha vuelto paranoico ante el rechazo generalizado hacia su persona. “Sólo porque seas paranoico no significa que no vayan tras de ti”. Cincuenta y ocho años luego de que Joseph Heller escribiera su clásico antibelicista, este podría ser el lema del tirano que dirige Egipto a sangre y fuego. La paranoia se ha convertido en algo más que un estado de ánimo para quien una vez se arrastró ante sus superiores y que ahora ostenta el poder de la vida y la muerte de millones de egipcios. Se ha convertido en la forma en la que gobierna con puño de hierro. La maquinaria de terror de al-Sisi funciona incansablemente y sin descanso alguno: “Tengo que arrestar cada vez a más personas a mi alrededor porque si no, uno de ellos irá a por mí. Después de todo, yo hice lo mismo con mi presidente” en referencia al islamista Mohamed Morsi, el primer y único gobernante egipcio elegido democráticamente a quien derroco de modo incruento. A pesar de la sangrienta y despiadada persecución al que sometió desde entonces a Los Hermanos Musulmanes, del cual era miembro Morsi - aunque están encarcelados, exiliados y entre ellos divididos - se mantienen vivos en la máquina giratoria del régimen, presentándolos como la mano satánica que está detrás de todos los males de Egipto “justificando” de esta forma el violento accionar de sus fuerzas represivas, cuyo salvajismo no tiene nada que envidiar a las de aquel sátrapa turco Recep Tayyip Erdogan, a quien al-Sisi tanto admira y desea emular. De la violenta persecución a las que ha sometido a sus adversarios políticos, no se han librado ni sus amigos ni su propia familia. Mamud Hegazy fue despedido como jefe de las fuerzas armadas, a pesar del hecho de que uno de los hijos de al-Sisi está casado con la hija de Hegazy. El mismo destino le aguardaba al supuestamente bien consolidado ministro de Defensa, el general Sedki Sobhi. Al haber prescindido ya de los islamistas, izquierdistas y liberales, era sólo cuestión de tiempo que volcara su atención entre los propios partidarios del régimen, en quienes ve a conspiradores que buscan traicionarlo tal como el lo hizo con Morsi. Incapaz de actuar correctamente al carecer de legitimidad - que se crea estableciendo una clase de empresarios, partidos políticos e instituciones que prosperen con él-, al-Sisi se ha ido deslizando cada vez más por el camino de la opresión y el aislamiento. El terror se nota en el ambiente. Abrir la boca en Egipto es arriesgarte a que te arresten y las redes sociales se han convertido en una trampa. Te pueden declarar culpable sobre la base de una captura de pantalla. Los blogs y las cuentas con más de 5.000 seguidores están controladas por el Consejo Estatal de los Medios para detectar “noticias falsas o incitación a las acciones ilegales, violencia u odio”. Como consecuencia de ello, cientos de personas han sido arrestadas y sometidas a brutales torturas acusándolos de “vínculos terroristas” por expresar sus opiniones pacíficamente o tomar parte en las multitudinarias protestas contra el régimen. De momento, setenta personas se enfrentan a sentencias de cárcel de hasta quince años. Y son los más ‘afortunados’ porque muchos de los capturados han desaparecido y no se sabe más de ellos. Najia Bunaim, directora de Amnistía Internacional para las campañas en África del Norte, declaró que la actual ofensiva no tiene precedentes “En la actualidad es más peligroso criticar al gobierno en Egipto que en cualquier otro momento de la historia reciente del país. Los egipcios que viven bajo el sangriento régimen de al-Sisi son tratados como criminales simplemente por manifestar de forma pacífica sus opiniones”, dijo. Ahora, no contento con hacerse ‘elegir’ en una farsa de elecciones posteriores al golpe que encabezó - con sus principales adversarios políticos en la cárcel o bien exiliados - considera que cuatro años “es muy poco tiempo” para gobernar, por lo que puso en marcha una enmienda constitucional para asegurarse en el cargo por lo menos hasta el 2034. El mandato de al-Sisi tendría que acabar en el 2022, pero si la enmienda sale adelante y es posible que esto ocurra, dado que apenas tiene oposición en el Parlamento, podría volver a presentarse a elecciones, lo que le facilitaría permanecer en la presidencia hasta cumplir los 80 años. La enmienda, de todos modos, luego ser aprobada por dos tercios del Parlamento -que tiene 596 escaños- tendrá que pasar luego por un referéndum. “Cuatro años no son suficientes. Nuestro deseo de prolongar el mandato presidencial se halla en el contexto de lo que vemos en la realidad que nos rodea”, dijo crípticamente el diputado Mahmud Badr en una entrevista para el canal egipcio de televisión MBC. Formalmente se trata de alargar el mandato de cuatro años a seis, pero la idea es reforzar los poderes del presidente, que podrá hacer cambios en el Gobierno o incluso disolverlo sin necesidad de contar el apoyo de una mayoría parlamentaria, como indica hasta ahora el artículo 147 de la Constitución. Según Abdel Hadi el Qasabi, jefe de la coalición que respalda a al-Sisi y sumó una quinta parte de los diputados de la cámara, se trata de “preservar los logros de la Constitución del 2014, y consolidarlos con nuevas garantías para incrementar las libertades”. Pero la realidad es muy otra para la reducida oposición parlamentaria, que considera las pretensiones de la enmienda una continuación de la dictadura, según recoge el portal Egyptian Streets. El recorte de las libertades bajo el régimen ha sido incesante y según algunas versiones podría haber hasta 60.000 presos políticos. Ocho organizaciones de defensa de los derechos humanos y civiles denunciaron el mes pasado la campaña para recoger apoyos a las enmiendas constitucionales, y un millar de figuras públicas firmaron un manifiesto en el mismo sentido, señalando que este absurdo agrava la crisis de legitimidad del régimen, resultado de su negligencia y sus continuas violaciones de numerosos artículos de la Constitución. El diario Mada Masr, uno de los escasos medios independientes egipcios, publicó que miembros de la oficina presidencial y de los servicios de inteligencia -entre cuyos mandos figura Mahmud el Sisi, hijo del dictador- se han estado reuniendo prácticamente a diario para pulir las enmiendas y fijar una fecha adecuada para el referéndum final, el cual ellos se “encargarían” que sea aprobado a como de lugar, mediante el fraude y la coerción. Además de promover que al-Sisi se eternice en el poder, las enmiendas proponen recuperar una segunda cámara legislativa - el antiguo consejo de la Shura, que pasaría a llamarse Senado, conformado por incondicionales a la dictadura, así como el Ministerio de Información, que se encargaría de la propaganda del régimen y tener bajo su férreo control a los medios de comunicación. En el plano internacional, al-Sisi tiene motivos para sentirse fuerte…. e impune. Además del apoyo económico y político de Estados Unidos con que cuenta Egipto, el dictador tiene el respaldo de Rusia y permanece aliado con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, interviene en Libia y está buscando un papel más relevante tomando parte de las negociaciones entre los kurdos de Siria y el gobierno de Bashar el Asad, así como bloqueando toda ayuda a Gaza, que se mantiene enclaustrada y con su martirizada población al borde de la muerte, no solo por el hambre sino también por los cientos de cohetes arrojados por los sionistas matando con total impunidad a miles de palestinos, ante la hipocresía de la comunidad internacional que ‘silencia’ los crímenes israelíes. Es así que al igual que Netanyahu, al-Sisi tiene las manos manchadas con la sangre de inocentes. El pasado mes de enero, la cadena CBS emitió una entrevista al tirano para el programa 60 Minutes en la que el periodista Scott Pelley le preguntó por todo aquello que al-Sisi podía menos desear: la represión generalizada y, muy en concreto, la llamada masacre de la plaza Rabaa, en la que unos 800 partidarios del gobierno islamista de Mohamed Morsi fueron muertos a tiros en el 2013, durante el sangriento golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes. Aquello fue descrito por Human Rights Watch como “una de mayores matanzas de manifestantes en un solo día en la historia reciente”. Como era obvio, al Sisi no supo que responder a las preguntas formuladas, y mas tarde, exigió a la CBS en que no emitiera dicha entrevista, pero la cadena estadounidense se negó. Hace unos días, un tribunal militar llevó ante el gran muftí la demanda de pena de muerte para seis supuestos islamistas acusados de pretender asesinar al dictador. Juzgados en ausencia, forman parte de un grupo de 292 sospechosos, 151 de los cuales se encuentran detenidos. Se espera que la sentencia para todos ellos, tras la consulta previa con el gran muftí, se produzca el 6 de marzo. Y uno ya puede imaginar sin temor a equivocarse, el destino que les espera. Si muchos creían que el terror que se vivió 30 años durante la oprobiosa dictadura de Hosni Mubarak había terminado con su caída en medio de las violentas protestas ocasionadas durante la llamada ‘Primavera Árabe’ en el 2011, mira que se equivocaron. Hoy Egipto ‘gracias’ a al Sisi, es una inmensa cárcel al aire libre donde nadie tiene asegurada la vida. Y lo que es peor, al pretender este déspota eternizarse en el poder con la venia de Trump, su tragedia será infinita :(