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miércoles, 3 de febrero de 2021

ESCOCIA: Todo es cuestión de tiempo

Las posibilidades de que Escocia celebre un referéndum de secesión, tan pronto como en el 2022, son cada vez más reales. Los independentistas van a por todas. Y el hecho de que la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, esté ahora dispuesta a sacar las urnas, aunque no cuente con la autorización del Gobierno central, es algo tremendamente significativo. Como sabéis, el primer ministro británico Boris Johnson, ya ha dejado claro en numerosas ocasiones que no tiene planes de permitir otra consulta como la del 2014, ya que “aquella fue única en una generación”. Hasta la fecha, la líder del Partido Nacional Escocés (SNP) siempre se había negado a hablar de un plan B si Londres insistía en su negativa. Sin embargo ahora, tras las presiones de los radicales de sus propias filas acaba de presentar una “hoja de ruta” para la celebración de un nuevo plebiscito, que se convocaría tras la pandemia, según defiende de forma “legal”. Sturgeon considera que, si finalmente gana los comicios previstos para el próximo 6 de mayo al parlamento de Edimburgo, a Downing Street solo le quedan tres opciones: aceptar que el parlamento escocés tiene competencia para convocar la consulta conforme a la Ley de Escocia de 1998, dar su autorización activa para la votación o ir a la batalla en los tribunales. En los próximos días, de hecho, el Tribunal de Sesiones de Edimburgo, la más alta corte civil en Escocia, deberá pronunciarse sobre si el Parlamento escocés es competente para convocar un referéndum sin autorización previa del Gobierno británico, tras el caso que ya ha planteado el activista David Keatings. El SNP lleva gobernando en Escocia desde el 2007 y, según todas las encuestas, ganará por mayoría absoluta los comicios de la próxima primavera, pese a que el sistema electoral en Holyrood (diferente al de Westminster) está diseñado precisamente para que no haya mayorías absolutas. No sería la primera vez que la formación consiguiera tal logro. En el 2011, el que fuera entonces líder nacionalista, Alex Salmond, arrasó como no lo había hecho nadie antes. Ello posibilitó que en el 2014 tuviera lugar un histórico plebiscito, donde ganó finalmente la unión con el 55,3% de los votos frente al 44,7%, que tuvo una participación récord que superó el 84%. Los secesionistas aceptaron entonces que el plebiscito era “único en una generación”. Pero con el Brexit consideran que las reglas de juego han cambiado, dado que en Escocia se votó mayoritariamente en contra de abandonar la UE. No es de extrañar por ello que desde el pasado mes de mayo, según varios sondeos, el apoyo a la secesión predomina en la sociedad escocesa, llegando a un récord histórico del 58%, de acuerdo con IPSO Mori en octubre. “Es la primera vez en la historia de las encuestas escocesas en que el apoyo a la independencia ha sido superior al 50% de forma consistente”, afirma John Curtice, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Strathclyde. Lo cierto es que la pandemia del Coronavirus ha impulsado el sentimiento soberanista. Downing Street solo tiene competencias sanitarias en Inglaterra. El resto de naciones que componen el Reino Unido (Escocia, Gales e Irlanda del Norte) han impuesto sus propias reglas. Y la criticada gestión de la crisis por parte de Johnson ha incrementado la tensión entre Londres y Edimburgo. Hasta la fecha, la ministra principal escocesa defendía sacar de nuevo las urnas siguiendo una vía legal, aunque fuera un camino más lento. Sin embargo, se ha visto obligada a endurecer su postura, tras las grandes presiones que, desde hace meses, ejercen dentro de sus filas el movimiento interno llamado “independencia ahora”, interesados en seguir la vía rápida y los secesionistas radicales son ahora los que llevan la batuta. Están liderados por Joanna Cherry, quien guarda estrechos vínculos con otros grupos independentistas europeos y a la que muchos ven como futura líder del SNP. Pero pese a estar a pocos meses de unos comicios claves, el cambio de dirección en el partido es un debate de plena actualidad y Sturgeon podría verse obligada a dimitir si se demuestra que engañó al parlamento de Edimburgo cuando se enteró de que se habían hecho acusaciones de acoso contra su predecesor. Es por ese motivo que en las próximas semanas, se espera que tanto Sturgeon como Salmond, las dos figuras más destacadas en la historia del SNP, comparezcan en una investigación llevada a cabo por Holyrood sobre cómo el gobierno escocés manejó la gran polémica protagonizada por el que en su día fue considerado el “Breaveheart del siglo XXI”. Los protagonistas eran uña y carne. Pero ahora no se pueden ni ver y ambos se acusan mutuamente de complots internos para dañar su imagen. En cualquier caso, en el hipotético escenario de que Sturgeon tuviera que dimitir, el SNP no teme que eso vaya a cambiar el apoyo por parte del electorado ante los comicios de primavera, ya que la causa secesionista está muy bien definida y no está ligada a una persona concreta, sino al partido. La estrategia de la formación, con o sin Sturgeon como líder, es forzar como sea el nuevo plebiscito. Cabe destacar que en el Reino Unido no hay Constitución escrita, pero, si el proceso se quiere realizar por la vía legal (como ocurrió en el 2014), Edimburgo tendría que solicitar a Londres la activación de la denominada Sección 30 del Tratado de Escocia de 1998 para la transferencia de poderes. En este sentido, Johnson asegura “que tiene el mandato soberano” para denegar la petición. Defiende que el manifiesto 'tory' con el que consiguió una aplastante mayoría absoluta en generales de diciembre del 2019 dejaba claro que el plebiscito del 2014 fue único “en una generación”. Pero, en la misma línea, la ministra principal escocesa defiende que si es elegida con clara mayoría en Holyrood, también tendrá un mandato soberano para convocar la consulta. Patrick Dunleary, profesor de Políticas de la reputada London School of Economics, asegura a este diario que el choque de trenes está garantizado. “Tendríamos a dos gobiernos elegidos democráticamente con mandatos completamente opuestos. Esto plantea un problema y no queremos terminar con la misma situación que se vive en otros países europeos que tienen los mismos problemas”, matiza. Por su parte, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, explica que su partido no apoyará la celebración de un nuevo plebiscito, si bien se ha mostrado abierto a la cesión de competencias adicionales en caso de llegar al poder. Si el Gobierno central sigue con su negativa, el SNP llevará la cuestión ante los tribunales. Es posible que los jueces pasaran la pelota luego a Westminster. Pero aunque el Parlamento de Londres no lo autorizara, los secesionistas están dispuestos a convocar en cualquier caso la consulta y, según ha podido saber, presumen de tener “buena sintonía” con la UE. El reconocimiento internacional al plebiscito para lograr la independencia de Escocia sería, sin duda alguna, clave. Ahora bien, una cosa es que haya referéndum y los independentistas lo ganen. Y otra muy distinta que Escocia vaya a separarse finalmente del Reino Unido, como desean quienes patrocinan la consulta. La victoria de un plebiscito secesionista provocaría una tremenda crisis institucional que Westminster querría solucionar a toda costa. Y llegados a este punto, la oposición laborista podría proponer dar a los escoceses más competencias, planteando incluso un modelo federal bajo el reinado de Isabel II. En los días previos al referéndum del 2014, cuando los nacionalistas lideraban peligrosamente las encuestas, el ex primer ministro laborista Gordon Brown ya se convirtió en salvador de la causa unionista al unir a todos los partidos de Westminster tras la promesa de que, si no había independencia, el parlamento de Edimburgo tendría aún más competencias, como así ocurrió. Sin embargo, la situación ahora es diferente y Downing Street lo sabe. Es más, el último domingo The Sunday Times publico una encuesta donde cuyo resultado lleva a la publicación a vaticinar una crisis constitucional en ciernes en el Reino Unido. Un 49% de escoceses y un 42% de norirlandeses desean separarse del país. Pero, mucho más relevante, un 51% de los norirlandeses y un 50% de escoceses desean que se celebre una consulta en sus respectivos territorios en los próximos cinco años. Y la sensación general que transmite el sondeo es que la mayoría de los habitantes del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte) está convencida de que la ruptura será una realidad en la próxima década, lo quiera Londres o no :)
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